“El talento humano está muerto del susto”: ICBF sobre su trabajo en Arauca
La directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Lina Arbeláez, habló con El Espectador sobre el trabajo que realizan para proteger a niños, niñas y adolescentes de Arauca. Alertó que el equipo humano del instituto ha requerido acompañamiento para seguir trabajando, a pesar del riesgo en la zona.
Jhordan C. Rodríguez / jrodriguez@elespectador.com / @JhordanR11
La situación de violencia que deja el enfrentamiento entre el Ejército de Liberación Nacional (Eln) y las disidencias de las Farc en Arauca, zona fronteriza con Venezuela, ha generado incertidumbre sobre la protección de la población civil en ese territorio. Los niños, niñas y adolescentes son quienes están más expuestos a posibles afectaciones en sus vidas por hechos como el reclutamiento forzado. La directora general del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Lina Arbeláez, en entrevista con El Espectador, habló sobre cómo están atendiendo a los menores de edad, a las familias venezolanas desplazadas y el impacto que ha tenido la violencia en el equipo humano del ICBF.
Ante lo que está pasando en Arauca entre el Eln y las disidencias de las Farc, y la violación a derechos humanos, ¿qué está haciendo el ICBF para prevenir y ayudar a los menores en esa zona del país que están tan expuestos?
El ICBF tiene constitucionalmente dos funciones. La primera función es la de prevención de cualquier riesgo o vulnerabilidad que puedan tener niños, niñas o adolescentes. La otra es proteger a los que se les hayan vulnerado sus derechos. En materia de prevención, el Instituto tiene un actuar gigante, que atraviesa el curso de vida de niños, niñas y adolescentes, empezando por primera infancia el trabajo con los niños y niñas entre los cero y los cinco años; luego en infancia, que precisamente se abordan los riesgos específicos a los que la población entre seis y 13 años está expuesta, según el territorio donde habitan, y estos son múltiples riesgos como el trabajo infantil, la explotación sexual comercial, el procesamiento o el reclutamiento forzado.
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Con la nueva Dirección de Adolescencia y Juventud, trabajamos el grupo de 14 a 18 años, buscando que se detonen sus talentos y generar esquemas para la construcción de proyectos de vida. Asimismo, tenemos la dirección de familia, que busca trabajar con el entorno familiar para fortalecer los vínculos entre padres e hijos y obviamente cuidadores; todo eso hace parte de la prevención. Ya en protección es donde está ampliado el programa de restablecimiento de derechos a niños, niñas y adolescentes víctimas de reclutamiento, y es donde hay una atención especializada para poder reparar el daño realizado por estos criminales que claramente producen un cambio en los proyectos de vida de los menores.
Y en los casos de reclutamiento forzado, ¿qué hace el ICBF para atender a los menores?
Lo que tiene el ICBF es un programa de atención a los niños, niñas y adolescentes víctimas de reclutamiento forzado en donde llegan los niños por cuenta propia, o los que son rescatados por las fuerzas militares o de Policía y los ponen a disposición del Instituto. En el último año, tenemos 12 menores de 18 años en los programas de restablecimiento de derechos. Nuestros programas tienen una localización en el daño psicológico que ha sufrido el niño o la niña y se hace un trabajo para que pueda volver a estar vinculado a su entorno familiar o si ya es mayor de edad, pues para que trabaje en el marco de la reparación que tiene la Unidad de Víctimas y la Agencia de Reincorporación y Normalización (ARN).
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Esa situación en la frontera ha hecho que familias venezolanas se desplacen al interior de Colombia y requieren cierta atención, ¿cómo están atendiendo desde el ICBF a las familias y menores venezolanos desplazados?
Ahorita estamos atendiendo a 115 familias venezolanas víctimas de desplazamiento forzado. Hemos atendido a 192 niños, niñas y adolescentes que en estos momentos están bajo los servicios de protección o atención del ICBF en dos frentes específicos: nutrición y atención psicosocial. En el marco de esa atención a los desplazamientos, se está viendo que es un tema intersectorial y que atañe a distintas entidades, no solo del Gobierno nacional, sino del gobierno local y territorial, pues también hemos desplegado la gestión de cinco unidades móviles que ofrecen esa atención de emergencia para ese acompañamiento específico de las familias desplazadas.
¿Qué retos han encontrado en la ayuda a estas personas extranjeras?
Algo que pasa en el caso de los desplazados venezolanos es que viajan y pasan cinco días en territorio colombiano y luego vuelven y viajan a territorio venezolano. Es una población muy fluctuante que se le ofrece la atención de emergencia, porque no tienen la voluntad para quedarse en el territorio y ahí es la problemática que no permite el despliegue de atenciones, como incorporar a los niños a atención de primera infancia, por ejemplo, porque ellos se retiran a los cinco días. Nosotros hemos hablado con alcaldes y gobernadores de las zonas fronterizas, porque hay muchas familias que requieren de esos hogares de paso que son competencia de las autoridades territoriales y en este momento eso no se ha dado.
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¿Cómo los ha afectado la situación de violencia?
El equipo tiene mucho susto. Está devastado emocionalmente. Parte también de lo que pudimos hacer fue una jornada de apoyo psicosocial a nuestro propio equipo humano que está muerto del miedo, porque estos criminales siguen generando amenazas sistemáticas. La bomba que pusieron en el centro de Saravena (Arauca) el pasado 19 de enero devastó casi cinco cuadras a la redonda y nosotros tuvimos dos menores de 18 años impactados de manera directa por esquirlas de la bomba y hay 147 niños, niñas y adolescentes afectados indirectamente por el daño a la infraestructura del ICBF. La situación en Arauca en este momento es bien compleja y difícil por el susto y la zozobra que se está generando en el territorio.
¿Qué le manifiestan los funcionarios del ICBF en Arauca?
Un talento humano que está ahí, que es súper fuerte, que atiende a la niñez, hoy está devastado emocionalmente y esa parte de la otra cara de la moneda donde a la institucionalidad la componemos personas. Eso nunca se ve. Siempre están pendientes de qué estamos haciendo. Estamos haciendo mucho, estamos ahí parados atendiendo a los niños y niñas a pesar de que la infraestructura del ICBF esté vuelta nada. El talento humano está muerto del susto. A nosotros nos toca ir a las veredas más apartadas, muchas veces en chalupas, lanchas, burros, para poder atender a la población. Por eso lo primero que hicimos fue revisar cómo estaba emocionalmente nuestro equipo humano y puedo decir que están muy afectados.
Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.
La situación de violencia que deja el enfrentamiento entre el Ejército de Liberación Nacional (Eln) y las disidencias de las Farc en Arauca, zona fronteriza con Venezuela, ha generado incertidumbre sobre la protección de la población civil en ese territorio. Los niños, niñas y adolescentes son quienes están más expuestos a posibles afectaciones en sus vidas por hechos como el reclutamiento forzado. La directora general del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Lina Arbeláez, en entrevista con El Espectador, habló sobre cómo están atendiendo a los menores de edad, a las familias venezolanas desplazadas y el impacto que ha tenido la violencia en el equipo humano del ICBF.
Ante lo que está pasando en Arauca entre el Eln y las disidencias de las Farc, y la violación a derechos humanos, ¿qué está haciendo el ICBF para prevenir y ayudar a los menores en esa zona del país que están tan expuestos?
El ICBF tiene constitucionalmente dos funciones. La primera función es la de prevención de cualquier riesgo o vulnerabilidad que puedan tener niños, niñas o adolescentes. La otra es proteger a los que se les hayan vulnerado sus derechos. En materia de prevención, el Instituto tiene un actuar gigante, que atraviesa el curso de vida de niños, niñas y adolescentes, empezando por primera infancia el trabajo con los niños y niñas entre los cero y los cinco años; luego en infancia, que precisamente se abordan los riesgos específicos a los que la población entre seis y 13 años está expuesta, según el territorio donde habitan, y estos son múltiples riesgos como el trabajo infantil, la explotación sexual comercial, el procesamiento o el reclutamiento forzado.
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Y en los casos de reclutamiento forzado, ¿qué hace el ICBF para atender a los menores?
Lo que tiene el ICBF es un programa de atención a los niños, niñas y adolescentes víctimas de reclutamiento forzado en donde llegan los niños por cuenta propia, o los que son rescatados por las fuerzas militares o de Policía y los ponen a disposición del Instituto. En el último año, tenemos 12 menores de 18 años en los programas de restablecimiento de derechos. Nuestros programas tienen una localización en el daño psicológico que ha sufrido el niño o la niña y se hace un trabajo para que pueda volver a estar vinculado a su entorno familiar o si ya es mayor de edad, pues para que trabaje en el marco de la reparación que tiene la Unidad de Víctimas y la Agencia de Reincorporación y Normalización (ARN).
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Esa situación en la frontera ha hecho que familias venezolanas se desplacen al interior de Colombia y requieren cierta atención, ¿cómo están atendiendo desde el ICBF a las familias y menores venezolanos desplazados?
Ahorita estamos atendiendo a 115 familias venezolanas víctimas de desplazamiento forzado. Hemos atendido a 192 niños, niñas y adolescentes que en estos momentos están bajo los servicios de protección o atención del ICBF en dos frentes específicos: nutrición y atención psicosocial. En el marco de esa atención a los desplazamientos, se está viendo que es un tema intersectorial y que atañe a distintas entidades, no solo del Gobierno nacional, sino del gobierno local y territorial, pues también hemos desplegado la gestión de cinco unidades móviles que ofrecen esa atención de emergencia para ese acompañamiento específico de las familias desplazadas.
¿Qué retos han encontrado en la ayuda a estas personas extranjeras?
Algo que pasa en el caso de los desplazados venezolanos es que viajan y pasan cinco días en territorio colombiano y luego vuelven y viajan a territorio venezolano. Es una población muy fluctuante que se le ofrece la atención de emergencia, porque no tienen la voluntad para quedarse en el territorio y ahí es la problemática que no permite el despliegue de atenciones, como incorporar a los niños a atención de primera infancia, por ejemplo, porque ellos se retiran a los cinco días. Nosotros hemos hablado con alcaldes y gobernadores de las zonas fronterizas, porque hay muchas familias que requieren de esos hogares de paso que son competencia de las autoridades territoriales y en este momento eso no se ha dado.
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¿Cómo los ha afectado la situación de violencia?
El equipo tiene mucho susto. Está devastado emocionalmente. Parte también de lo que pudimos hacer fue una jornada de apoyo psicosocial a nuestro propio equipo humano que está muerto del miedo, porque estos criminales siguen generando amenazas sistemáticas. La bomba que pusieron en el centro de Saravena (Arauca) el pasado 19 de enero devastó casi cinco cuadras a la redonda y nosotros tuvimos dos menores de 18 años impactados de manera directa por esquirlas de la bomba y hay 147 niños, niñas y adolescentes afectados indirectamente por el daño a la infraestructura del ICBF. La situación en Arauca en este momento es bien compleja y difícil por el susto y la zozobra que se está generando en el territorio.
¿Qué le manifiestan los funcionarios del ICBF en Arauca?
Un talento humano que está ahí, que es súper fuerte, que atiende a la niñez, hoy está devastado emocionalmente y esa parte de la otra cara de la moneda donde a la institucionalidad la componemos personas. Eso nunca se ve. Siempre están pendientes de qué estamos haciendo. Estamos haciendo mucho, estamos ahí parados atendiendo a los niños y niñas a pesar de que la infraestructura del ICBF esté vuelta nada. El talento humano está muerto del susto. A nosotros nos toca ir a las veredas más apartadas, muchas veces en chalupas, lanchas, burros, para poder atender a la población. Por eso lo primero que hicimos fue revisar cómo estaba emocionalmente nuestro equipo humano y puedo decir que están muy afectados.
Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.