El testimonio de un sobreviviente a los presuntos falsos positivos de Sucre
Andrés* asegura que el día que asesinaron a tres jóvenes en zona rural de Sincelejo, entre ellos su hermano, fue retenido por decenas de policías que lo golpearon, lo desnudaron y lo amenazaron de muerte. Exige a la Fiscalía que, al menos, emita órdenes de captura contra los policías involucrados.
Jhoan Sebastian Cote
Andrés* cuenta esta historia con profundo miedo a represalias, atormentado por la escasez de avances y revelando haber estado a solo una decisión apresurada, de un uniformado de la Policía, de ser otro de los presuntos falsos positivos de la vereda Chochó, en zona rural de Sincelejo (Sucre). El pasado 25 de julio, los jóvenes Carlos Ibáñez, Jesús Díaz y José Carlos Arévalo, entre los que estaba su hermano, fueron acribillados y presentados como resultados contra el Clan del Golfo. Un grupo que, a su vez, ese mismo día, había tomado la vida del patrullero Diego Felipe Ruiz en Sampués.
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Andrés* cuenta esta historia con profundo miedo a represalias, atormentado por la escasez de avances y revelando haber estado a solo una decisión apresurada, de un uniformado de la Policía, de ser otro de los presuntos falsos positivos de la vereda Chochó, en zona rural de Sincelejo (Sucre). El pasado 25 de julio, los jóvenes Carlos Ibáñez, Jesús Díaz y José Carlos Arévalo, entre los que estaba su hermano, fueron acribillados y presentados como resultados contra el Clan del Golfo. Un grupo que, a su vez, ese mismo día, había tomado la vida del patrullero Diego Felipe Ruiz en Sampués.
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El testigo, quien se describe como un sobreviviente, vivió una historia que podría dar a entender a la opinión pública la tragedia vivida hace casi un mes en Chochó. Es testigo de la arremetida de la Policía en un aparente afán por lograr resultados ante el plan pistola del Clan del Golfo, grupo criminal que ya tenía más de una decena de víctimas en sus cuentas. Andrés* describe operativos con un desorden desbordado, falsas acusaciones acompañadas de amenazas de muerte y el instante decisivo en el que pensó que su vida, sin justificación, había llegado a su fin.
Esta es su historia:
Yo guardaba la moto aquí en casa de mi mamá. Yo vine y mi hermano estaba levantado conmigo temprano. Estaba alistándose o bañándose para llevar a la mujer al lugar donde estudia. Y él todos los días se levantaba a llevarla. Se iban temprano a las 6:30 o 7:00. Yo también salía a trabajar normal para Sincelejo. Y la última vez que me vio, fue la última vez que pasó todo. Yo lo vi cuando él iba subiendo para Chochó. Iba solo y ahí nos saludamos.
A mí me sale una carrera para Sincelejo, porque soy mototaxista. Cuando ya yo iba en el cruce, a mí se me hizo extraño que vi a cuatro policías en el andén y tenía cuatro pelados parados ahí haciendo una requisa. Se me hizo extraño a mí y al muchacho que iba conmigo también, porque aquí casi no se ponen policías en esa acera. Se me hizo extraño. “Algo va a pasar”, le dije yo al muchacho. Yo seguí con mi carrera para el centro de Sincelejo y me quedó trabajando.
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Cuando estoy trabajando en Sincelejo, llevo una carrera hacia el barrio El Bosque y me entra una llamada de un amigo y como llevaba una carrera no podía contestar. Cuando yo voy dejando la carrera otra vez me llaman. Contesto y un amigo mío me dice a mí: “Oye, mira acá tienen a un hermano tuyo cogido”. Yo dije: “ajá, y por qué lo tienen ahí”. Y me responde: “No que como hubo un atentado en Sampués, como que lo están confundiendo con el muchacho”.
Yo llego preguntando al cruce por él. Cuando pregunto me piden la cédula y cuando voy a sacarla del bolso, un muchacho de la policía me apunta con el fusil que tenía. Yo le dije: “compa, no me estés apuntando con ese fusil que yo no soy ningún delincuente, ni ratero ni nada, baja eso, baja eso que se le puede soltar un tiro”. Cuando yo veo que me cogen por el buzo y me estaban ahorcando. Yo les dije: “suélteme que me está ahorcando. Suéltame compa, suéltame”.
Pero me respondían: “Cállate, cállate que tú eres cómplice de tu hermano”. Yo dije de qué atentado, y ya no me quisieron más nada. Ellos me echan para toda la mitad del cruce, ellos mismos me entregan a la Sijín. Cuando me entregan me cogen y me suben al carro, cuando me estoy subiendo me pegan una trompada por la cabeza. Y solo repetían: “súbete gonorrea, súbete al carro”. Y yo me subí y se subieron ellos.
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Y después llegamos hasta mi casa. Conmigo duraron 15 minutos parados al frente de mi casa. Al poco tiempo llegan más policías y se meten a la casa donde vive mi mamá. Hicieron un desastre aquí adentro se llevaron teléfonos, plata, se llevaron un bolso que tenía mi hermano de cuando él prestó el servicio de la policía. Ellos decían que dónde está el bandido. Esa gente se subió. Cogieron por allá arriba y se fueron para la otra calle donde yo vivía con mi mujer y también se metieron.
La puerta de allá estaba cerrada y un Goes de ellos le metieron una patada y la abrió a la fuerza. Entonces entraron apuntando a mi suegra y a los peladitos de un año y medio. Son dos mellos, una niña y un niño. Al niño lo cogieron y le pegaron un golpe en el ojo derecho y estaba golpeado en una esquina. Le decían: “¿Dónde está la pistola del bandido de Andrés*? Búscala”. Al poco rato salieron conmigo hacia el cruce. Eran como ocho. No me soltaron. Decían que me iban a dejar muerto.
Uno me iba a bajar del carro y me iba a matar ahí mismo. Me puso un buzo negro y me decía que hablara. Me apuntaba con una pistola. Yo decía que me dejaran sano, que no estaba haciendo nada malo. Después llegaron dos más y me decían que si no hablaba, me mataban. “Cállate gonorrea”, me decían cuando les preguntaba por qué me querían matar.
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Como a la media hora, prendieron el carro y se fueron conmigo hacia la vía de Corozal. Cuando llegamos ahí, me decían: “vamos a dejarlo muerto aquí”. Cuando iban a doblar, había una residencia y dijeron: “aquí no porque aquí nos ven” y siguieron. Estaba lleno de moteles y seguían buscando el lugar. Un muchacho que iba atrás en el planchón decía que más adelante había dos cruces y podían dejar allá muerto tirado. Yo dije: “pues ya no podemos hacer nada”.
Ellos esperaron a que pasaran las mulas y todo. Todo quedó oscuro y giraron hacia la vía hacia Sincelejo. Anduvieron un poco y se pararon todos y se bajaron. Había un muchacho que quedó a mi lado y comienzan a darme golpes por todas partes, por la cabeza. Patadas por todas partes. Decían: “vamos a violarlo, vamos a violar a esa gonorrea”. Yo llorando les decía que ya, que yo no era ningún malo y que me dejaran ir.
Cuando bajaron del carro me quitaron el pantalón, las chanclas y el buzo. Me dejaron en bóxer y me daban golpes. Uno de ellos dijo: “te vamos a dar dos segundos para que corras”. Yo corro y me pegan tiros por detrás. Pero fue el mismo Dios que me vio cuando estoy corriendo. Corro y corro y me alejo de ellos, pero más allá había otros cuatro y ellos me paran y me golpean más. Me decían: “corra para abajo”. Yo corrí y corrí hasta que llegué a una piscina. Esperé como una hora y media.
Me vine a mi casa y pasaron unos amigos y como me vieron así, me preguntaron que qué me había pasado. Yo no dije nada porque me habían dicho que, si yo hablaba algo, ellos sabían donde vivía yo. Yo me encerré a mi cuarto asustado, del miedo. No le hablaba a nadie. Ese día no dormí nada. Me enteré de la muerte de mi hermano como a las 12 que llegó mi papá y un hermano.
Mi mamá preguntó y le dijeron que estaba en UCI porque no le querían decir que ya estaba muerto. Yo lo que quiero es que los cojan y se pudran en la cárcel por todo lo que hicieron. Que paguen. Queremos que esto no queda impune, que se haga justicia. Esto ya va para un mes y no hay nada, ni orden de captura. Mi hermano no era un pelado malo. Era sano. Era alegre, no se metía con nadie. Era de amigos. Le gustaba mucho el fútbol y desde peladito era fútbol y se metió a una escuela.
***
A la fecha, la Fiscalía no ha anunciado órdenes de captura contra los presuntos uniformados involucrados en lo que la comunidad ha descrito como un caso de ejecuciones extrajudiciales. El teniente coronel Benjamín Núñez, quien era el comandante de seguridad ciudadana del departamento de Policía de Sucre, está señalado por un par subalternos de disparar contra los tres jóvenes asesinados. Se cree que está en México. Andrés* solicitó proteger su nombre ante eventuales persecuciones.
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