El nuevo revolcón de mandos en el Ejército para enfrentar la crisis de seguridad

Un reciente cambio de diez altos mandos del Ejército se sumó a los movimientos que han tenido durante el último mes el Ministerio de Defensa y las Fuerzas Militares. El retiro del segundo comandante de la institución, el general Omar Sepúlveda; traslados al Comando General y la designación de un comandante militar para el Catatumbo durante la conmoción interior hacen parte de la lista de movidas.

Un reciente cambio de diez altos mandos del Ejército se sumó a los movimientos que han tenido durante el último mes el Ministerio de Defensa y las Fuerzas Militares. El retiro del segundo comandante de la institución, el general Omar Sepúlveda; traslados al Comando General y la designación de un comandante militar para el Catatumbo durante la conmoción interior hacen parte de la lista de movidas.

El objetivo, como lo ratificó el también recién nombrado ministro de Defensa, general (r) Pedro Sánchez Suárez, es recuperar las condiciones de seguridad y defensa de la nación. Expertos en seguridad y derechos humanos dicen que los cambios eran necesarios, pero podrían estar movidos por intereses políticos y no estratégicos.

Uno de los movimientos actuales dentro de la institución fue la designación del general Mario Contreras como comandante de operaciones militares para la vigencia del decreto de conmoción interior en el Catatumbo, (entre febrero y abril de 2025). El general, quien ejercía como comandante de la Brigada 30 del Ejército en Cúcuta, tendrá la tarea de unificar y coordinar las operaciones de las Fuerzas Militares y la Policía.

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Esto para recuperar la seguridad y el control del orden público en una región en la que, entre el 16 de enero y hasta la fecha, según cifras de la Gobernación de Norte de Santander, se han desplazado 57.030 personas y otras 86 han muerto por cuenta de los enfrentamientos entre disidencias de las Farc y el ELN.

Gerson Arias, investigador de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), le dijo a El Espectador que esta era una medida necesaria para unificar la información recopilada por las fuerzas armadas y la Policía, en aras de construir y ejecutar un plan sólido para enfrentar la crisis por la ruptura de la alianza entre ELN y disidencias de las Farc y su disputa territorial.

Pero anotó una serie de retos que se tendrán que superar para que las medidas del decreto de conmoción interior, que tanto revuelo han generado en la oposición, “no se conviertan en un saludo a la bandera”. El primero es garantizar que lleguen y se mantengan los recursos adicionales para replegar a los grupos armados. Al 4 de marzo, en la zona había 10.139 soldados y 496 policías.

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El segundo reto, según Gerson Arias, es garantizar que haya “un correlato en las capacidades judiciales”. Es decir, que además de las capacidades militares y policiales en el Catatumbo, el aparato judicial y el despliegue por parte de entidades como la Fiscalía General permita hacerle seguimiento a asuntos como los homicidios en medio de la crisis y procesar la información entregada por los 140 combatientes desmovilizados a la fecha, que es importante para las labores de inteligencia.

El tercer punto es que la unificación del mando en un comandante de operaciones para Fuerzas Militares y Policía se traduzca en una articulación real de las acciones en territorio del Comando Conjunto de Operaciones Especiales (CCOES), la Dirección de Investigación Criminal e Interpol de la Policía (Dijín) y otros órganos de la Fuerza Pública.

Pero esa movida en el Catatumbo no es la única que representa un desafío. El Departamento de Inteligencia y Contrainteligencia ahora será dirigido por el general César Augusto Martínez Páez, quien antes comandaba la Décima Brigada del Ejército. Tendrá que gestionar una de las tareas que quedaron pendientes del paso del Iván Velásquez por el Ministerio de Defensa: recuperar las capacidades de inteligencia de las Fuerzas Militares, que según expertos han venido en decadencia durante los últimos años.

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Andrés Nieto Ramírez, investigador en temas de seguridad y docente universitario, coincidió en que las modificaciones en la cúpula tendrán sus consecuencias adversas. “Todo cambio de comandancia genera algún tipo de inestabilidad mientras el nuevo mando y los nuevos objetivos se consolidan”, señaló.

Sin embargo, la dirección del Departamento de Inteligencia y Contrainteligencia es el cambio que más le preocupa. “Los niveles de asertividad y de prevención que deben proveer la inteligencia y contrainteligencia no son los óptimos para evitar atentados, retención de unidades de la fuerza pública y otras situaciones como la instalación de puntos de control de grupos armados”.

Puso como ejemplo la situación del Chocó, donde el dominio del Clan del Golfo y el ELN, así como sus confrontaciones por el dominio territorial, causaron el confinamiento de 5.910 personas entre el 18 y el 21 de febrero de 2025. La información de inteligencia sobre una amenaza de asonada por parte de disidencias de las Farc en el Cauca tampoco pudo evitar el atentado del 11 de marzo, en el que murieron cinco soldados y 16 resultaron heridos.

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La Jefatura de Estado Mayor de Planeación y Políticas, encargada de coordinar todo lo relacionado con personal, reclutamiento, y control de reservas, ahora estará a cargo del general José Enrique Walteros Gómez. Tendrá que asegurar la efectividad de estrategias como el Plan 16.000, la iniciativa con la que el Ejército busca mejorar las cifras de incorporación de personal de los últimos años.

A su vez, tendrá que trabajar de la mano con el general Royer Gómez Herrera, quien ahora tendrá a su cargo la Jefatura de Estado Mayor de Operaciones. Su desafío será, en palabras del investigador Nieto Ramírez, “aterrizar y dinamizar la mirada de las operaciones planeadas por el Ejército”. Es decir, llevar a la acción los planes de intervención de la institución.

No será menor la tarea del general Olveiro Pérez Mahecha, quien estará al frente de la Inspección General del Ejército. “Tendrá que dar transparencia a los procesos, procedimientos, protocolos, pero también poner el ojo en las irregularidades que se comentan”, dijo Nieto Ramírez.

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Agregó que es particular que en medio de cambios meramente operativos, se den otros como este, que parecerían tener más un interés de alineación política. “Hay unos cargos estratégicos, administrativos e internos que en medio de la corrupción no deberían moverse porque, si ya sabemos que hay corrupción y fueron ellos los que lograron dar con el punto de cómo se estaba manejando, ¿por qué los movemos?”, cuestionó.

Gerson Arias coincidió en que, si bien la decisión de estos cambios la toma el general Luis Emilio Cardozo, comandante del Ejército, según el plan de carrera de cada uno de los generales, sí hay un trasfondo político que implica al presidente Petro y la necesidad de defender su gestión, ad portas de las próximas elecciones. “Es una jugada estratégica que está planteando para delegar la seguridad únicamente en la fuerza pública, con lo cual volvemos al viejo modelo que nunca ha servido. Está preparando un escenario de debate electoral en el que va a mostrar que utilizó la capacidad de fuerza del Estado”, dijo.

Según los expertos, los efectos institucionales, entre los que está una posible crisis en la línea de mando por la falta de oficiales con mayor experiencia, se verán solo en un plazo de cuatro u ocho años.

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