Fabio Ochoa y el prontuario de un sanguinario narcotraficante
Fabio Ochoa Vásquez regresó a Colombia después de su extradición en 2001. Pagó delitos por narcotráfico como una de las puntas de lanza del Cartel de Medellín. La fundación del MAS, bajo sus órdenes, es referenciada como preludio del paramilitarismo.
Jhoan Sebastian Cote
Fabio Ochoa Vásquez, aquel mayúsculo narcotraficante, uno de los más sanguinarios protagonistas de la guerra en Colombia, regresó al país este 23 de diciembre, luego de pagar 23 años de cárcel en Estados Unidos. Entre aplausos, algarabía, abrazos, una sonrisa en el rostro y gritos de “mi Dios lo bendiga”, Ochoa aterrizó en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, y aseguró que no está arrepentido de nada de lo que hizo y que vivirá los próximos años de su vida en Medellín.
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Fabio Ochoa Vásquez, aquel mayúsculo narcotraficante, uno de los más sanguinarios protagonistas de la guerra en Colombia, regresó al país este 23 de diciembre, luego de pagar 23 años de cárcel en Estados Unidos. Entre aplausos, algarabía, abrazos, una sonrisa en el rostro y gritos de “mi Dios lo bendiga”, Ochoa aterrizó en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, y aseguró que no está arrepentido de nada de lo que hizo y que vivirá los próximos años de su vida en Medellín.
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Sin pendientes con la justicia, Fabio Ochoa Vásquez regresa a la región que lo vio nacer en 1957, en el seno de una familia poderosa en el contexto de la ganadería y la crianza de caballos. El mismo departamento desde donde fundó, en compañía de Pablo Escobar y sus hermanos Jorge Luis y Juan David, en los setentas, el cartel de Medellín. Una de las asociaciones de narcotráfico más poderosas de la historia que lo llevaron, incluso, a ubicarse en el listado de los principales millonarios del mundo, según la lista Forbes de 1987.
De acuerdo con la acusación del distrito medio de Florida (Estados Unidos), de 1991 y en contra de los pesos pesados del cartel de Medellín, incluyendo Escobar, la conspiración para vender drogas en ese país inició con Carlos Lehder, en 1976. Para entonces, el capo criminal utilizó como peaje en el negocio de la cocaína el cayo Norman, en las Bahamas, donde estableció un complejo sistema de corrupción con las autoridades que le permitieran arribar la mercancía a las narices de los estadounidenses. Fabio Ochoa se sumó al negocio, con 24 años, al inicio de los ochentas.
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“Para esta conspiración a gran escala se establecieron laboratorios de procesamiento de cocaína ubicados en remoto, en áreas de jungla de Colombia por Pablo Escobar, Jorge Ochoa Vásquez, Fabio Ochoa Vásquez, Gonzalo Rodríguez Gacha y otros”, se lee en la acusación. Para la distribución del estupefacientes, el cartel de Medellín ubicó representantes permanentes en Miami, quienes recibían la mercancía y supervisaban su distribución. “Usaron mecanismos de extorsión, que incluían hilos de violencia y secuestro, para recolectar los débitos de la cocaína que no eran pagados”, se lee.
El cartel de Medellín se convirtió en la organización de narcotráfico más poderosa del continente y sus miembros encabezaron las listas de los más buscados de la DEA (Agencia Antinarcóticos de Estados Unidos). Al tiempo, en Colombia, los narcotraficantes lideraron una época de violencia con el fin de proteger sus negocios y evitar la extradición. Bombas. Secuestros. Atentados. Asesinatos selectivos. Las autoridades consideran que el cartel fue protagonista de más de 600 hechos de violencia cruda, que cobraron la vida de 402 personas y que dejaron a más de 1.700 lesionados.
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“Preferimos una tumba en Colombia a una celda en EE.UU”, fue el lema de los extraditables, quienes, a toda costa, intentaron evitar la prisión en Norteamérica. En el camino, los Ochoa crearon el grupo de Muerte a Secuestradores (MAS), en 1981, tras el secuestro de su hermana Martha Nieves Ochoa por parte de la guerrilla del M-19. El grupo terminó siendo un ejército privado que contó con miles de hombres en sus filas y que se consolidó como una organización que dio vida a las primeras cuadrillas paramilitares.
A partir de 1982, con la llegada del MAS, Colombia vivió un periodo “marcado por el aumento general de las formas de violencia, lo cual se puede ver en las 11.249 víctimas relacionadas con las violencias asociadas al conflicto armado en la ciudad registradas por el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica y por el Registro Único de Víctimas. Este período terminó con la desmovilización de uno de los actores: las milicias populares”, explica el centro de memoria, en Medellín: memorias de la guerra urbana.
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Asimismo, la aparición del MAS se configuró, rescata el centro de memoria, como un mecanismo de lucha contrainsurgente, y reflejó la connivencia entre agentes del Estado y actores privados vinculados al narcotráfico y con los terratenientes. La Procuraduría, para 1983, señaló que por asociación con el MAS, fueron vinculadas a procesos judiciales un total de 163 personas. “De ellas 59 son miembros en servicio activo de las Fuerzas Armadas”, se lee en el informe del Ministerio Público denominado La lista de integrantes y la conexión “MAS”.
“No se pretende adjudicar aquí la aparición del paramilitarismo en Colombia exclusivamente a la creación del MAS, pero sí resaltar la influencia que la dinámica de este grupo tuvo en la consolidación de estructuras al margen de la ley, con colaboración y la permisividad directa de agentes del Estado. Cabe mencionar que agentes del Estado colombiano, uno de los actores del conflicto interno, también hicieron uso del secuestro. Según los resultados arrojados por la base de datos, ellos participaron en por lo menos 111 secuestros entre 1970 y 2010″, explica el Centro Nacional de Memoria Histórica, en Una Sociedad Secuestrada.
Con una acusación en la justicia Norteamericana en contra y con un cartel de Medellín a punto de caer, los hermanos Ochoa se entregaron a las autoridades nacionales en 1990. Les prometieron la no extradición. Obteniendo una pena benevolente, el trío de narcos recuperó su libertad en 1996, comprometiéndose a no volver a delinquir. No obstante, la DEA y la Policía Nacional se asociaron para seguir investigando a Fabio Ochoa, de quien se descubrió que había seguido en el negocio de narcotráfico para 1999.
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Según la DEA, los descubrimientos de la Operación Milenio permitieron documentar que Fabio Ochoa “continuó sus operaciones de tráfico” con el también capo Alejandro Bernal-Madrigal. Y, así, Ochoa terminó extraditado a Estados Unidos por cargos de narcotráfico. “En 2001, al ser enviado a EE.UU., Ochoa fue el colombiano número 30 en ser extraditado a ese país desde la reintroducción de la medida en 1997, dice la DEA”, explicó CNN. En 2003, Ochoa fue sentenciado a 30 años de prisión. No obstante, tras develar información del interés de las autoridades, logró una rebaja de pena que lo trajo al país en la navidad de este 2024.
Nada más llegar, Ochoa ya cuenta con reclamos de familiares de víctimas de sus andanzas criminales. Familiares de magistrados del Tribunal Superior de Medellín que fueron asesinados durante la era de Escobar solicitan que entregue la verdad de los sucedido en la época oscura. Así lo exigió Ricardo Medina, hijo del magistrado Álvaro Medina Ochoa, asesinado en abril de 1985 y cuyo caso sigue en la impunidad. En los micrófonos de Blu Radio, Medina solicitó que estos crímenes sean declarados de lesa humanidad, para forzar a Ochoa a contar lo que sabe sobre la escalada violenta del cartel.
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La ministra de Justicia, Angela María Buitrago, explicó que todavía no se ha plantado la idea de que Fabio Ochoa sea nombrado gestor de paz por el gobierno de Gustavo Petro, pero reconoció que tiene una verdad que podría ser del interés de las autoridades judiciales. “Muchas de esas personas, no solamente Pablo Escobar, saben la historia real de cómo se estructuraron las actividades terroristas”, concluyó. Por ahora, Ochoa vuelve a Medellín, la ciudad a la que le puso el pie en el cuello y a la que le debe tantas verdades como vidas.