“Hoy sí me siento reparada”: crónica de un desahogo para Jineth Bedoya
La periodista y activista por los derechos de la mujer, Jineth Bedoya, inauguró un mural inspirado en su historia en la misma cárcel donde hace 24 años fue víctima de secuestro y ultrajes sexuales.
Jhoan Sebastian Cote
Dayana Herrera Valbuena
La periodista y activista por los derechos de la mujer, Jineth Bedoya, carga una sonrisa que contagia a todos a su alrededor. De la mano de su madre, Luz Nelly Lima, Bedoya saluda de abrazo y de besos a cuanta persona esté presente en la parroquia de la cárcel La Modelo de Bogotá, considerado el único espacio libre de barbarie en una prisión que esconde dolores indescriptibles, crímenes sepultados y cuyo director fue asesinado hace apenas un mes. La parroquia, al margen de todo ello, está de fiesta. Internos interpretan “Idilio” de Willie Colón, mientras Bedoya canta, baila y aplaude. Es el único día, en 20 años, que Bedoya dice firmemente sentirse transformada y reparada.
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La periodista y activista por los derechos de la mujer, Jineth Bedoya, carga una sonrisa que contagia a todos a su alrededor. De la mano de su madre, Luz Nelly Lima, Bedoya saluda de abrazo y de besos a cuanta persona esté presente en la parroquia de la cárcel La Modelo de Bogotá, considerado el único espacio libre de barbarie en una prisión que esconde dolores indescriptibles, crímenes sepultados y cuyo director fue asesinado hace apenas un mes. La parroquia, al margen de todo ello, está de fiesta. Internos interpretan “Idilio” de Willie Colón, mientras Bedoya canta, baila y aplaude. Es el único día, en 20 años, que Bedoya dice firmemente sentirse transformada y reparada.
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La razón está en el evento de lanzamiento de un mural que Bedoya gestionó a través del Ministerio de Justicia, que permitió que el primer pasillo de La Modelo se transformara en uno de colores. Lo que por décadas fue el preludio de un lugar cada metro más lúgubre, ahora inspira un matiz profundamente disruptivo, a pocos metros donde se concentran los sindicados y condenados, en celdas corroídas por el óxido y en evidente abandono. En colores pasteles, el mural muestra a una mujer que se fragmenta en su dolor, tal como le sucedió a Bedoya el 25 de mayo del 2000, cuando paramilitares la secuestraron justo en la entrada de la cárcel, cuando documentaba para El Espectador la guerra que libraban el paramilitarismo y la guerrilla en la cárcel La Modelo.
“Regresar a la cárcel fue una decisión de vida. Yo necesitaba volver para cerrar un ciclo que ha sido extremadamente doloroso. Y necesitaba reencontrarme con la reportera de hace 30 años, que no le tenía miedo a nada”, dice Bedoya en entrevista. Recién este mes regresó al lugar donde la secuestraron, para luego someterla a tortura y violencia sexual. En el camino, ha visto una acción judicial insuficiente por parte del Estado, que tiene condenados a dos exparamilitares y recién en mayo del año pasado llamó a juicio al primer funcionario público relacionado con el caso, el guardia Marco Javier Morantes. Aun así, es la fecha en la que no se ha esclarecido el porqué de lo que le pasó.
El mural detalla a mujeres cuidadoras, alrededor de esa víctima transgredida, que la abrazan en el proceso de dolor. La violencia es simbolizada con grietas, de las cuales florece naturaleza. La misma que Jineth Bedoya llevaba en la decoración de su gabán adornado con árboles y en los pines de aves que dispuso en este. Cada símbolo fue elegido con precisión: “Ya he llorado lo suficiente como para no hacerlo hoy, porque hoy lo que quiero es celebrar la vida. La de los millones de colombianos que han enfrentado la violencia sexual y su dignidad les ha permitido levantarse para seguir adelante con sus luchas y sueños”. La artista del mural es Natalia García, quien simbolizó con su pintura el “empoderamiento” desde su propio dolor.
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Bedoya toma la palabra en la parroquia para hablar sobre este día. Saluda al negociador de paz del gobierno de Gustavo Petro, el exguerrillero Yezid Artera, quien también está atando ciclos. Justamente hace 20 años, Arteta era preso de esta cárcel y, a la vez, negociador de paz de las FARC. Una de las fuentes a las que Bedoya solía visitar y a quien convenció para que filtrara, en exclusiva, la lista de los primeros 400 guerrilleros canjeables en el gobierno de Andrés Pastrana. “Usted me pasó la lista”, confiesa Bedoya, sonriendo ante los presentes. De su boca se escapan historias de su periodismo, como aquel asadero de pollos que había creado un jefe criminal en la prisión o la vez que un temido delincuente, de alias El Tripas, la salvó de los acosos al prometer sangre contra los atrevidos.
En alrededor de 40 artículos, Jineth Bedoya develó los horrores de una prisión que vivía una guerra interna entre guerrilleros y paramilitares, los mismos que, aunque se suponían que estaban bajo custodia del Estado, portaban granadas y fusiles. “Debajo de nosotros, en estas cañerías se arrojaron decenas de cuerpos desmembrados”, agrega. Una verdad que sigue en reconstrucción por parte de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), que acogió las verdades del exdirector de La Modelo, WIlliam Gacharná, en audiencia revelada al público en enero pasado. Este año fue asesinado el coronel Fernández, un crimen que deja entrever que La Modelo fue y seguiría siendo un sitio de alto riesgo.
Al acabar su discurso, Bedoya abraza al ministro de Justicia, Néstor Osuna, y a su viceministro, Camilo Umaña, hijo del jurista de derechos humanos, Eduardo Umaña, asesinado por grupos paramilitares en 1998. “Hoy sí me siento reparada”, les dice, al tiempo que caen las primeras lágrimas de sostenida felicidad. Una que le ha sido esquiva por las ramas de su caso, que entre más instancias de la justicia involucra, más decepción le trae. En 2021, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a Colombia por los crímenes y por la inoperancia de la justicia para dar con quienes planearon los mismos. Un proceso en el que, incluso, el exdirector de la Agencia Jurídica del Estado, Camilo Gómez, abandonó en plena audiencia pública, porque le pareció que debía pelear jurídicamente la inocencia de este país.
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Ahora, esta historia quedó plasmada en la primera imagen que proyecta el interior de la cárcel La Modelo. La misma prisión en la que, como dice ella, murió en vida hace 20 años, y en la que hoy confirma su propósito de que en ninguna hora es momento de callar. Un idilio consigo misma que ha reconstruido en el activismo y que reforzó con el mural que desde este mes exhibe La Modelo. Los pendientes judiciales de este centro penitenciario siguen siendo una deuda de las autoridades, las cuales tendrán que responder por los muertos que hace décadas fueron desaparecidos y, ahora mismo, por un coronel víctima de esta violencia perpetua. Bedoya se despide del lugar renovada en sí misma y eso, para ella, es invaluable.
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