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“Jorge 40” revela ante la JEP sus orígenes en el paramilitarismo

El exlíder del Bloque Norte de las Auc, condenado por la masacre del Salado, reveló en la JEP cómo entró al paramilitarismo, luego de ser presunta víctima del Eln. Entregó detalles de Mancuso y aseguró sentir admiración de las incursiones que las autodefensas asumían por encima del Estado.

27 de enero de 2023 - 06:08 p. m.
A "Jorge 40" la JEP le dio una oportunidad para entrar, si establece cómo fue la conexión entre el paramilitarismo y fuerzas de seguridad del Estado.
A "Jorge 40" la JEP le dio una oportunidad para entrar, si establece cómo fue la conexión entre el paramilitarismo y fuerzas de seguridad del Estado.
Foto: JEP

Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, cumplió con su segundo día de audiencia ante a JEP, intentando probar que tiene verdades inéditas del conflicto y que, por tanto, merece un espacio en el órgano de justicia transicional. Quien fuera el líder del Bloque Norte de las AUC, explicó que, en los noventa, era un ciudadano del común en Valledupar, a quien el Eln recurría mensualmente para el pago de vacunas. Con la llegada de las Autodefensas de Córdoba a la región, vio la oportunidad de sacarse a la guerrilla de encima y ser combatiente de los “paras”. Una decisión que terminaría en miles de crímenes de lesa humanidad, que hoy lo definen como los más grandes protagonistas de la guerra.

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En la sesión pasada, lo primero que mencionó Jorge 40 es que quería referirse a las víctimas del conflicto como “sobrevivientes”. Esto a raíz de las reflexiones a las que aseguró llegar después de 16 años privado de su libertad ininterrumpidamente. Pagó una condena por narcotráfico en Estados Unidos y luego llegó a Colombia, donde lo esperaban decenas de condenas por alrededor de 6.000 crimines como masacres, secuestros y asesinatos en la costa caribe. Permanece preso en la cárcel La Picaleña, de Ibagué. Es recordado por ordenar la masacre de El Salado (Bolívar), cuando en el 2.000 paramilitares asesinaron a más de 60 campesinos. Jugaron fútbol con algunas de las cabezas de las víctimas.

En general, Jorge 40 explicó que, para entender la multiplicidad de sus crímenes, habría que llegar a sus orígenes y a la omisión del Estado contra su propia familia. En la presente sesión, el criminal entró en detalles. Señaló que estaba agotado de pagar mensualmente $1′500.000 al Eln por el denominado “impuesto de la revolución”. Fue entonces cuando, en 1996, las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá (ACCU) entraron a operar en el Cesar. Tocaron a su puerta, pero esta vez para cobrar el “impuesto de guerra”. Y esa, según Jorge 40, fue su única colaboración como tercero financiador de grupos paramilitares en toda su vida.

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“Yo conozco a (Salvatore) Mancuso en septiembre de 1996. Me enteré de que ya tenía tropas en Magdalena y le pregunté como iba a financiar la guerra”, señaló Jorge 40, quien entonces tenía experiencia como secretario de Hacienda de Valledupar. Poco a poco, confesó, fue congeniando con los líderes paramilitares de la zona como René Ríos González, alias Santiago Tobón, y Jorge Gnecco, alias Simón. Aunque aseguró que no tuvo mayor conexión más allá del pago de la vacuna, entre líneas dejó ver que estuvo en las reuniones en las cuales se omitió extorsionar a empresarios carboníferos y sí adelantar cobros contra otros empresarios del Cesar.

“En 1998 entré a combatiente. No volví a entregar aportes”, explicó Tovar Pupo. Según su confesión, pasó de ser víctima, a hacer favores como comprar medicamentos, toldillos, cantimploras, botas de caucho y hasta tratar combatientes enfermos. Aunque históricamente se ha considerado que Jorge 40 inició como comercializador de armas para las Autodefensas, el mismo criminal explicó que su relación con Mancuso fue, en principio, la de guía por el Cesar en el contexto de la expansión de su facción en la Costa Caribe. “Cuando Mancuso dice que necesitaba colaboradores, yo me pongo a la orden. Fue con mucho gusto”, dijo.

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Luego de ello, la JEP cuestionó colaboraciones particulares que Jorge 40 pudiese tener en los jefes de las autodefensas a nivel nacional. El criminal negó rotundamente haber participado en la masacre de la Medialuna (1996), en Cesar, que dejó cuatro muertos, entre ellos un niño de ocho años. Dijo que no tendría problema en confesar su participación, pues está condenado por hechos aún más macabros. Por otro lado, Jorge 40 permitió, a través de su testimonio, ejemplificar cómo operó Salvatore Mancuso en las regiones durante su entrada a la costa caribe. Para ilustrar esa época, la magistratura le puso de presente el rescate de tres ganaderos cerca de Ariguaní (Magdalena), a finales de 1996.

“Mancuso llamó a un policía que estaba dando vueltas en la carretera. Cuando ese policía se acerca dice que acababan de secuestrar a tres personas a la salida del pueblo. Y le dice Mancuso: ‘¿Ustedes qué están esperando para ir detrás de los secuestradores? Ustedes no les pueden dar 24 horas. Si les dan 24 horas pierden los secuestrados’. Entonces, los policías nos dijeron que tenían prohibido salir del comando. Y Mancuso les respondió: ‘Préstennos los fusiles y nosotros vamos detrás de ellos. Sacaba un carnet y se identificaba como miembro de una Convivir (cooperativa de vigilancia y seguridad privada)”, explicó.

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Llegando al corregimiento de El Difícil, en Ariguaní, Mancuso habría encontrado un alboroto en el pueblo por el secuestro de los tres ganaderos, que estaban en poder del frente Domingo Barrios del Eln. Fue entonces cuando Mancuso, según el testimonio, incursionó en un billar. Amenazó a todos los presentes con asesinarlos si no le revelaban la ubicación de los secuestrados. Fue entonces cuando una de las víctimas de amenaza le dijo a Mancuso y a Jorge 40 que todos estaban en su parcela, en zona rural. Los paramilitares acudieron a la zona y tras enfrentarse en combate, rescataron a dos ganaderos y mataron a siete guerrilleros.

“Cuanto yo empecé a hacer tiros, qué cosa tan pavorosa. A mí del susto que tenía se me olvidó que tenía un arma encima. Estaba acalambrado por dentro. Hay que sentirlo, porque no se puede contar. Cuando la gente ve que Mancuso llega con los secuestrados y uno ve la actitud de los familiares de esas personas, abrazando más a Mancuso que al hijo, y dándoles las gracias, eso me impactó mucho. Empecé a decirme: sí se puede. Antes decía que esto era un absurdo, un imposible. Si no pudo el Estado, que ni siquiera hizo el intento, qué van a poder 20 hombres con esto. Nos quedamos un rato y el señor Mancuso decide irse para Córdoba y yo me voy para Valledupar”, concluyó.

La audiencia se retomará en la tarde de este 27 de enero, cuando la magistratura ahonde en el papel de Jorge 40 como colaborador de las autodefensas y, como fue su compromiso, en el papel que jugaron agentes del Estado en alianza con los paramilitares.

Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.

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