La guerra no resulta en una negociación efectiva: experto sobre plan pistola
En entrevista con El Espectador, Leonardo González, codirector de Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, dio claves para entender lo que está pasando con la muerte de policías en medio del plan pistola. El experto asegura que, aunque los grupos armados ilegales creen que con este tipo de ataques pueden mostrar su poderíoo para una eventual negociación, sobre la mesa esto resulta contraproducente.
Daniel Osorio Posada
Las noticias sobre policías y militares asesinados en varias zonas del país siguen inundando las redes sociales y los titulares de prensa. La situación no es para menos: desde el 22 de junio pasado han muerto al menos 11 uniformados y, en los siete meses del 2022, existe un registro de 36 casos, entre policías y militares. Los casos más recientes han ocurrido en medio del plan pistola que anunció el clan del golfo y, mientras la ciudadanía rechaza los casos, no se avisora un fin de esta trágica estrategia de guerra.
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Las noticias sobre policías y militares asesinados en varias zonas del país siguen inundando las redes sociales y los titulares de prensa. La situación no es para menos: desde el 22 de junio pasado han muerto al menos 11 uniformados y, en los siete meses del 2022, existe un registro de 36 casos, entre policías y militares. Los casos más recientes han ocurrido en medio del plan pistola que anunció el clan del golfo y, mientras la ciudadanía rechaza los casos, no se avisora un fin de esta trágica estrategia de guerra.
Para entender lo que está pasando, El Espectador habló con Leonardo González, coordinador de proyectos, codirector de la unidad investigativa y del observatorio de derechos humanos de Indepaz. El experto presenta una radiografía de las acciones criminales de este grupo armado, sus razones, alianzas y particularidades que rodean esta ofensiva contra la fuerza pública que, además, imita una estrategia que ordenó el capo Pablo Escobar en los años 90.
¿Cómo ha influido la extradición de Otoniel al Plan Pistola?
Hemos hablado con gente del Bajo Cauca y nos dicen que, especialmente que en Caucasia y Cáceres, la extradición de Otoniel ha tenido mucho que ver. Todo eso es una repercusión que se está viendo ahora. Esto es lo que se rumora en el Bajo Cauca, pero también en otras zonas como acá en Bogotá. Cuando estos grupos quieren negociar, lastimosamente se quieren mostrar fuertes realizando acciones de fuerza para llegar “aireados” a la negociación y tener unos resultados más fructíferos. Esto es una lógica perversa, pero que siempre se ha utilizado. Recordemos la época de las Autodefensas Unidas de Colombia, pero también de las Farc y el Eln, que en todos los escenarios previos a una negociación, se tratan de medir fuerzas. Acá, tristemente, se da con el homicidio de varios policías y militares en una situación gravísima.
Esta estrategia que toman los grupos armados antes de negociar, ¿no es posible que salga mal? ¿Que el gobierno decida retroceder en la negociación y buscar la ofensiva?
Eso puede suceder, pero no ha salido bien. La guerra nunca ha resultado en una forma de negociar efectiva. En todos los procesos de paz que han sido exitosos, lo que se requiere es confianza y esta solo se genera con acciones humanitarias. Vemos con buenos ojos, por ejemplo, el comunicado del Eln sobre un cese al fuego. Obviamente se le pide y se le exige más, por ejemplo, que no sea solo un cese al fuego, sino especialmente un cese de hostilidades. La gran mayoría de las acciones de estos grupos son contra la población civil, aunque ahora vemos casos, como de plan pistola vemos, en el que se realizan acciones contra la Fuerza Pública. Este tipo de acciones son contraproducentes para la confianza que se busca para iniciar un proceso de paz, pero se hace bajo esa lógica perversa de creer que, entre más fuerte se llegue a la mesa, mucho mejor se va a negociar.
Y esa es una tarea que ya le queda al nuevo gobierno...
Así es. Lo que esperamos es que, en este cambio de administración, realmente se pueda tener unos espacios de interlocución y unas estrategias de conjunto que incluyan, por supuesto, diferentes niveles. Esperamos una contención desde la fuerza pública lanzando un plan especial con inteligencia para enfrentar estas acciones de los grupos armados. Además, acciones de conjunto, que incluyen el sometimiento a la justicia, negociaciones y medidas de fondo para asfixiar las dinámicas de estos grupos macrocriminales. Esto debe lograrse a través de una política pública que cuente con acompañamiento a las comunidades y el fortalecimiento de ellas.
La primera respuesta del clan del golfo a la extradición de Otoniel no fue el plan pistola, fue el paro armado que hubo antes de las elecciones. ¿Cómo se relacionan estas dos estrategias?
Es la misma dinámica. La estrategia del paro armado se da por la extradición, o ese fue el motivo que ellos comentaron en su momento. La lógica es igual, pero las acciones son diferentes en la medida en que son unas actividades que buscaban obstaculizar todas las vías, como con la quema de automóviles y el homicidio de todo tipo de personas. Pero acá, las acciones del clan del golfo se han enfocado especialmente en contra de la Policía y eso sí es algo que es completamente diferente, aunque las zonas donde más se han visto estos ataques siguen siendo las mismas que las que se congelaron durante el paro armado.
¿Qué ejemplo del pasado han sucedido en las zonas de acción del clan del golfo (Urabá, Bajo Cauca, Occidente de Antioquia) que sirvan para entender lo que está sucediendo ahora?
Son territorios que nosotros hemos denominado como focos de conflictividades. Estos focos no se pueden comparar entre ellos. No podemos hablar de lo que está sucediendo en Cauca, en Nariño o en Catatumbo, como si fueran lo mismo. Son dinámicas distintas y acciones realizadas por diferentes grupos en varias regiones. Por esto, a los grupos les toca acomodarse a la región y a las dinámicas que se presentan ahí. Hay conflictividades que se están prestando, por ejemplo, en temas de banano, de palma, de restitución de tierras o en minería. Entonces, surgen conflictividades sociales diferentes y ahí entran estos grupos armados a jugar un papel muy importante porque pretenden tener un control social y territorial en medio de estas dinámicas.
Pero y entonces, ¿cómo entender lo que está pasando, por ejemplo, en el Bajo Cauca y en el Urabá?
Lo que está pasando allí responde también a estas dinámicas de acumulación de riquezas por medio de esta macroestructuras. Cuando hablamos de macrocriminales o macroestructuras no son solamente grupos armados, sino también a sus intereses o los de terceros.
¿A qué se refiere?
Por ejemplo, al narcotráfico que es el interés que se repite en la mayoría de los casos. Pero también pueden ser otros temas que hacen que responden también a estas conflictividades, como puede ser la lucha por tierra.
De acuerdo con esto, ¿cuál ha sido la respuesta de la fuerza pública en estos territorios para buscar la protección de sus miembros?
Se continúa con la estrategia de más fuerza en estas zonas. Cosa que, creo, es insuficiente porque el accionar de estos grupos no es de fuerza ni de toma de territorios, como en unas épocas sí existió y era un guerra de territorios. Lo que estamos viendo son acciones puntuales que pueden ser ejecutadas por dos o tres personas máximo. Entonces, con una llegada de tropa fuerte en una zona dominada por ellos, es muy difícil evitar acciones de este tipo, sobre todo porque estos atentados están siendo ejecutados a través de bombas o francotiradores.
Estos atentados contra la Fuerza Pública no solo están sucediendo en zonas rurales o municipios pequeños, también se han registrado episodios en ciudades como Medellín. ¿Qué se busca con esto?
Medellín es un reflejo de lo que sucede a su alrededor, no solamente en el Valle de Aburrá, sino toda esta zona donde operan estos grupos, pues no son solo estructurales rurales. Estos grupos hacen presencia y lavan sus activos en todo el Valle de Aburrá y eso ha sido así históricamente. Esto nos lo cuenta la historia de la Comuna 13, en donde dependiendo del grupo que estuviera ejerciendo un dominio territorial en las montañas, incluso en las zonas no tan pobladas, esto también tenía un reflejo en la ciudad. Entonces, cuando hay sicarios y se está ofreciendo mucho dinero por policía asesinado, ellos responden a esa lógica y van a reflejar lo que pasa en otros lugares.
¿Qué particularidades tienen estos otros territorios para que se estén dando estos ataques? Por ejemplo, la situación en el occidente de Antioquia es diferente a la situación en el Urabá y diferente a la situación en Medellín.
La situación es diferente porque en algunas zonas está consolidado el territorio por un solo grupo, especialmente las AGC, mientras que en otras zonas hay una disputa por el territorio, por ejemplo entre ese mismo grupo y Los Caparrapos. Esta disputa genera que la guerra sea distinta. El conflicto es diferente cuando se tiene consolidado un territorio, esto hace que se puede generar un plan pistola de este tipo, pero mientras está en disputa el territorio, generar un plan pistola es mucho más difícil.
¿Por qué?
Porque de todas formas se van a dar unas alianzas entre estos grupos y otros grupos armados, lo que hace que haya muchos más actores difíciles de controlar. Entonces, la discusión ahí también pasa incluso por entender el papel y lo que está pasando con los dueños de todo el negocio, especialmente con la mafia mexicana. Hay que preguntarse: ¿Qué está haciendo la mafia mexicana? ¿Cuál es el rol del cartel de Sinaloa? Tenemos reportes de que es este cartel el que en este momento le está comprando la coca a las AGC, mientras que los Caparrapos les está vendiendo al cartel Jálisco Nueva Generación. Entonces, cuando se encuentran estos dos carteles en México en una confrontación, redunda también en Antioquia. Esto se ve en municipios como Tarazá y otros que son mineros.
¿Cómo podemos entender este plan pistola? ¿Es una estrategia para negociar o para el control territorial a través del terror?
Siempre los planes pistola, las masacres y demás acciones criminales son estrategias de control territorial a través del terror. Eso es claro, pero también es una estrategia, sobre todo cuando son plan pistola, para decirle al Estado: “Aquí estamos y podemos hacer lo que nos dé la gana”. Es decir, es una demostración de poder. Probablemente, los grupos creen que esa postura les sirve para llegar a una mesa de negociaciones o para generar distracciones en alguna zona. Por ejemplo, si el clan del golfo quiere trasladar a algún comandante y la seguridad de la zona está comprometida, entonces generan un desplazamiento forzado masivo para que las alarmas estén ahí y no en el comandante. Estas son tácticas que se han venido utilizando en la guerra desde hace mucho tiempo.
Para usted, ¿quiénes son los más afectados por estas acciones?
El blanco de la violencia siempre terminan siendo oficiales bachilleres o uniformados de los rangos más bajos de las fuerzas. Esto casi siempre es por facilidad, es decir, es mucho más fácil atacarlo a ellos que a oficiales de más alto rango, que además están en otras zonas y haciendo otras tareas. Los de bajo rango son los que están en la calle patrullando. Esto es, además, un mensaje desastroso para un probable cambio de política de Policía. Nosotros hemos exigido por todos lados que esta entidad deje de estar en el Ministerio de Defensa para estar en el Ministerio del Interior. Y, justamente, estas acciones lo que hacen es fortalecer un discurso en el que ellos hacen parte del conflicto armado. Es necesario que la Policía se vuelva civil y se vuelva ciudadana.
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