La historia del presunto encubrimiento a un pederasta contada por el padre De Roux
El presiente de la Comisión de la Verdad cogió el toro por los cuernos y explicó qué pasó en el caso por el que fue denunciado por supuestamente encubrir a un sacerdote que confesó haber violado a siete niños en los años 70. El padre De Roux no solo pidió perdón, sino que admitió que, si pudiera volver a repetir los hechos, haría lo mismo, pero acudiría a la Fiscalía.
Francisco de Roux Rengijo toma el micrófono en su mano derecha en la que puede ser la declaración a periodistas más difícil de toda su vida pública. En la izquierda tiene tres hojas con notas escritas a mano y en computador porque, dice, por la delicadeza del tema que va a abordar, necesita ser muy riguroso. Antes de empezar a leer sus letras, hace una aclaración. Lo que va a decir lo hace desde su posición de ciudadano colombiano, “como el ser humano con muchos defectos y que ha cometido cientos de errores”, pero siente que debe hacer varias aclaraciones porque, por su propio trabajo, el país lo ha calificado de “faro moral” de la sociedad. De Roux, sentado en el centro de un círculo de periodistas, arranca su declaración.
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Francisco de Roux Rengijo toma el micrófono en su mano derecha en la que puede ser la declaración a periodistas más difícil de toda su vida pública. En la izquierda tiene tres hojas con notas escritas a mano y en computador porque, dice, por la delicadeza del tema que va a abordar, necesita ser muy riguroso. Antes de empezar a leer sus letras, hace una aclaración. Lo que va a decir lo hace desde su posición de ciudadano colombiano, “como el ser humano con muchos defectos y que ha cometido cientos de errores”, pero siente que debe hacer varias aclaraciones porque, por su propio trabajo, el país lo ha calificado de “faro moral” de la sociedad. De Roux, sentado en el centro de un círculo de periodistas, arranca su declaración.
“Mi primer sentimiento del alma es un sentimiento muy hondo ante Luis Fernando Llano Narváez y sus hermanas. Yo conocí a fondo el crimen sexual brutal del padre David Chavarriaga”. Las dos frases de De Roux ponen cualquier atención distraída del recinto en la voz pausada de un sacerdote que reconoce que lo que le ocurrió a los Llano fue criminal. “Yo vuelvo a pedir perdón por el crimen de un compañero jesuita”, continúa. Las palabras se conocen cuatro días después de que el periodista Miguel Estupiñán publicara la historia de Luis Fernando Llano y sus siete hermanas, víctimas de abuso sexual entre 1975 y 1979. Por no haber presentado el caso a la Fiscalía, ahora los hermanos denunciaron a De Roux por supuesto encubrimiento.
“Conocí el dolor de ellos, también su confesión, su grito de indignación, su reclamo de justicia. Supe todo lo que estaba pesando porque lo viví”, explicó De Roux, involucrado en esta historia de pederastia en la Iglesia, pues tuvo voz y voto luego de enterarse de lo que había sucedido en Bogotá en los años 70 con su compañero, ambos miembros de la comunidad jesuita. Lo que explica a continuación es una bitácora de los hechos de manera cronológica. El primero de ellos sirve para situarse en el tiempo: mayo de 2014. Entre el 19 y 22 de ese mes, De Roux recuerda que recibió la primera llamada de Luis Fernando Llano, quien le pidió una cita. El 24 de mayo, De Roux lo recibió en su oficina y allí escuchó la primera denuncia de los hermanos Llano.
Lo que documentó el periodista Estupiñán, y luego Daniel Coronell en La W, es que Darío Chavarriaga tuvo acceso a la familia Llano, pues para los años 70 había sido designado como profesor en el colegio San Bartolomé de Bogotá, donde estudiaba Luis Fernando Llano. Por encontrarse en aprietos económicos, Chavarriaga conoció el caso de la familia y le otorgó una beca en reconocimiento del desempeño académico al joven estudiante. Así, Chavarriaga empezó a frecuentar la casa de los Llano y conoció a todos sus integrantes, incluyendo a las siete hermanas de Luis Fernando Llano. Según la cronología de Francisco de Roux, Darío Chavarriaga accedió sexualmente a todos los niños de la familia.
Como provincial de la Compañía de Jesús, la más alta distinción que puede tener un jesuita en el país, Francisco de Roux tomó nota de la denuncia y de la petición de Luis Fernando Llano y sus hermanas de que el caso no quedara impune y que, ojalá, el caso llegara hasta los oídos del Papa. Al día siguiente, el 25 de mayo de 2014, el propio De Roux enfrentó a su compañero Chavarriaga, quien aceptó todo lo ocurrido. Al tratarse del comportamiento de un hombre religioso, De Roux decidió llevar el caso ante sus compañeros y consultar con un abogado para entender si era necesario que la justicia ordinaria supiera el caso. “El criterio que recibí fue que la acción penal por tiempo ya estaba prescrita”, explicó De Roux.
Esa respuesta, en mayo de 2014, le dio la seguridad a De Roux de que la Fiscalía o cualquier otra autoridad ya no tenía mucho qué hacer en el tema, pues había pasado el tiempo que permitía la ley en ese entonces para investigar delitos tan graves contra menores como el acceso carnal violento. A partir de 2021 este tipo de conductas criminales no prescriben. Es decir, pueden ser investigadas sin importar el tiempo que haya pasado desde los hechos. Con la claridad jurídica, les pidió a tres miembros de la Compañía que desarrollaran la investigación más rigurosa posible, dentro de lo que el derecho canónico les permitía. Por ese tiempo, la Iglesia todavía protegía el “secreto pontificio”, una antigua medida que prohibía a cualquier sacerdote a hablar sobre casos graves de la Iglesia, por ejemplo, los actos sexuales.
La investigación se manejó bajo todo sigilo y el 12 de junio de 2014, luego de que el comité designado por De Roux escuchó a todas las víctimas y encontró que sus testimonios eran creíbles, fue el turno de escuchar a Darío Chavarriaga. Como lo había hecho con De Roux, el también sacerdote y entonces decano de la Facultad de Odontología de la Javeriana confesó que sí había abusado sexualmente de los hermanos Llano. Catorce días después, el provincial de los jesuitas recibió el informe sobre la investigación de sus colegas y el paso siguiente era emitir el máximo castigo permitido: sacarlo de la Universidad, prohibirle oficiar misa y trasladar a Chavarriaga al piso donde viven los jesuitas enfermos y en estado terminal en Bogotá.
Con las medidas tomadas, De Roux volvió a reunirse con Fernando Llano y algunas de sus hermanas, también en 2014. “Les conté todo. Les expliqué las acciones, el análisis y las decisiones. En estos contextos, es elemental hablar con las víctimas y por eso les pregunté qué querían, si otro tipo de reparación o si querían llevar el caso a la justicia”, relata De Roux, quien enseguida contesta: “Me dijeron que ellos no lo harían por el aprecio que tenían por la Compañía de Jesús, pero una de las hermanas sí pidió una reparación económica y que el caso fuera llevado a la justicia”. Desde ese momento, agrega De Roux, sintió que había hecho todo lo posible por respetar a las víctimas. Un año después, Chavarriaga falleció.
Hoy, cuando le preguntan a De Roux si manipuló a la justicia o encubrió el caso de Chavarriga, contesta: “Apliqué todos los instrumentos que estaban en mis manos. Lo hice con la acogida del dolor de las víctimas. No manipulé a Luis Fernando y a sus hermanas para que callaran. Pero, si me preguntan hoy en 2024, ¿qué haría diferente? Les digo con franqueza: Repetiría el proceso canónico, pero una vez establecido el final y el culpable, con las pruebas recogidas, iría a la Fiscalía para poner el caso en las manos de la justicia”. Esta confesión de De Roux se escucha en varios momentos de la charla, pues sabe, quizás mejor que nadie, que lo importante son las víctimas, escucharlas, entenderlas y darles la mejor reparación y justicia que sea posible.
En la conversación, De Roux no oculta que se ha sentido golpeado por la situación, pero en medio del dolor tiene algo claro: “Todo eso me duele mucho. En esta aceptación de mi propia vulnerabilidad bien afectada en estos días, sé que en lo que me queda de vida quiero seguir trabajando con toda mi alma al lado de las víctimas y al lado de la lucha por la paz de este país, desde la verdad de las víctimas, y la justicia, para que construyamos juntos hacia adelante”. Además de su dolor, explicó que también ha sentido que la Comisión de la Verdad ha resultado golpeada por los hechos, pero puntualiza que, “si yo falté a un deber legal, serán los abogados quienes lo decidan”.
“Después de andar tanto con las víctimas, de haber escuchado centenares de testimonios de niños y mujeres abusadas, llevo la convicción de que nunca hicimos lo suficiente y lo que correspondía ante la brutalidad del dolor humano causado por nosotros mismos, por nuestras instituciones, incluida la Iglesia”, admite De Roux. Aunque le gustaría sentarse a escuchar de nuevo a los Llano, como ya hay un proceso andando, prefiere acoger la recomendación de su abogado y esperar. Sin embargo, señala: “Yo quisiera encontrarme con ellos, quisieran poder responder a la pregunta de qué los llevó a retomar el tema, qué sentimientos llevaban por dentro, qué expectativas tienen, por qué me acusan personalmente y por qué ahora. Me pondría a disposición de escuchar y poder corresponder a las exigencias. No me soltaría de las víctimas”.
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