La historia íntima del capo
Esta semana entra en circulación el polémico libro ‘El otro Pablo’, escrito por la hermana de Pablo Escobar.
Redacción Judicial
“Él hizo muchas cosas malas, pero también hizo muchas cosas buenas”. Lo dice Alba Marina Escobar y se refiere a su hermano, el capo de capos, Pablo Escobar Gaviria. Es su respuesta a un niño que quiere saber por qué Escobar puso muchas bombas y mató a mucha gente, y constituye el punto de partida para contar su propia historia. Ella dice que la de quienes perdieron la guerra y que muchas otras cosas no las cuenta por la seguridad de su familia. Son 402 páginas del explosivo libro El otro Pablo.
Esta semana saldrá a la luz pública y, como lo refiere Alba Marina Escobar, algunos van a estar con ella, pero otros la llamarán mentirosa. Quienes saben más su vida afirman que se guardó detalles que también podrían incriminarla. De todas formas, 17 años después de la muerte de Escobar y en momentos en que están reviviendo varios expedientes donde llegó a ser el principal sindicado, su hermana y la periodista Catalina Guzmán aportan otra versión sobre la vida del mayor criminal de la historia de Colombia.
Un relato entre desafiante e insólito, que recrea los días de la niñez de la familia de Pablo Escobar y sus primos Gaviria, que cuando se reunían eran 36 en la escuela Guayabito, y que con el correr de los días se redujeron a Escobar y su carnal Gustavo Gaviria Rivero. Los primos y compinches que desde la primera juventud se volvieron inseparables para la aventura, la saga familiar y el delito. Empezaron elaborando diplomas falsos, prosiguieron robando carros y terminaron sus días como los reyes de la cocaína.
Una historia que deja conocer la viveza de un personaje como Pablo Escobar, que siendo ya narcotraficante tenía la osadía de poseer la caleta más insospechada para los insumos de su alcaloide: el clóset de ciencias de la Escuela de La Paz, donde su hermana era maestra. Claro está que otra buena dosis de acetona y éter la guardaba en la vivienda de Alba Marina y no faltaba la droga oculta en cojines. La astucia para crecer en el mundo ilegal haciendo uso de su propia familia sin que ésta sospechara.
Después el libro abunda en detalles sobre la época dorada de Pablo Escobar en medio de la impunidad judicial y el dinero a sus anchas. Los secretos de su hacienda Nápoles, en el corazón del Magdalena Medio; su presencia en el reinado de belleza en Cartagena junto a su familia en pleno; su casa en un sector exclusivo de Miami frente a la de Julio Iglesias y al lado de la de uno de los hermanos de los Bee Gees; o sus múltiples amores clandestinos, entre ellos el de la diva de la televisión Virginia Vallejo.
Hasta que decidió meterse a la política y empezaron sus problemas, tanto como se multiplican sus secretos. Su estrecha amistad con el comandante del M-19, Iván Marino Ospina; los días en que él y su hermana ayudaron a guardar la espada de Simón Bolívar; la temeraria toma del Palacio de Justicia en que el M-19, quizá para congraciarse con Escobar, asumió la misión de quemar sus expedientes y el problema se le salió de las manos. Una sucesión de revelaciones que, a los ojos de hoy, siguen siendo escándalo.
La sociedad de Pablo Escobar y sus colegas con el hombre fuerte de Panamá, Manuel Antonio Noriega; los aventuras homosexuales de su compinche Carlos Ledher Rivas; las caletas donde se escondieron el capo y sus secuaces en Antioquia o donde mantenía oculta toda la información de su cartel; sus acciones ilegales para borrar su rastro en los anaqueles del Poder Judicial y hasta el reconocimiento de que todo su pasado pudo borrarlo, pero nunca contó con los archivos del periódico El Espectador.
Sobre los tiempos de la guerra narcoterrorista, el libro la emprende por igual contra el Bloque de Búsqueda que logró abatirlo y contra el grupo ‘Perseguidos por Pablo Escobar’ (‘Pepes’), que tuvo un papel preponderante en esa persecución. Su hermana Alba Marina sostiene que él no puso la bomba en la Plaza de La Macarena en Medellín, pero sí participó en muchas otras, aunque no solo, como la del edificio el DAS o muchas contra las sucursales de Drogas La Rebaja.
La autora del libro era quien más lo ocultaba y también fue su correo en momentos de la acechanza. Y el relato de la guerra concluye con una versión que ya había insinuado su familia de tiempo atrás: “Tengo la absoluta seguridad de que nadie asesinó a mi hermano, sólo él tomó control de su vida y de su muerte para evitar que lo exhibieran como fenómeno de circo, desde una cárcel de Estados Unidos”. En otras palabras, sostiene que se suicidó porque así lo había calculado.
Alba Marina Escobar, quinta de los siete hermanos de la familia Escobar Gaviria, fue la confidente del capo. En ese mismo tono deja una versión controvertida. Ella dice que “se fue metiendo en un laberinto de oscuridad lleno de enemigos” y que muchos amigos o aliados de ayer pasaron de agache. Es “El otro Pablo”, como su hermana lo refiere, el que vivió y sufrió a su lado. El mismo, el que, según ella, “buscando algo bueno terminó haciendo cosas horribles”, por las cuales también su familia fue perseguida.
Incluso después de la muerte del capo, cuando los ‘Pepes’ siguieron asesinando a sus allegados y, tratando de buscar conocidos para arreglar las cosas con la gente de Cali, buscó a un famoso entrenador de fútbol antioqueño que había recibido muchísimo dinero y privilegios de su hermano y había trabajado para un equipo de fútbol en la capital del Valle. Ella dice que su respuesta fue que él sólo sabía jugar fútbol, pero recuerda que prefirió quedarse callada porque a veces “perder es ganar un poco”.
Amigos, enemigos y supuestos amigos
Al referirse a los ‘Perseguidos por Pablo Escobar’ (‘Pepes’), el libro deja una reflexión: “Algunos están en la cárcel en Estados Unidos; a otros los mataron sus amigos de antes, los picaron y los desaparecieron de este mundo; otros se asoman a mi televisor con cara de ángeles protectores, con máscaras de bondad que ocultan una perversidad incalculable; otros caminan libres por mi país con la certeza de que un día algún amigo los medirá con la misma vara con que ellos midieron”.
En ese recuento de criminales aparecen los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, José Santacruz, Pacho Herrera y los hermanos Carlos y Fidel Castaño. Todos tuvieron que ver con el desenlace de Escobar, pero según su hermana, al encontrarse con amigos, enemigos y supuestos amigos del capo, todos coinciden en: “Haber sacado a Pablo del camino fue el peor error que cometimos, Pablo no nos hubiera dejado extraditar”. Ella dice que no se arrepiente de su recorrido y que habla del hombre que los medios desconocen en su afán de sensacionalismo y sangre.
Una actividad política por esclarecer
En el libro de Alba Marina Escobar y Catalina Guzmán, la hermana del capo sostiene que Pablo Escobar ingresó a la política por su tío Hernando Gaviria, quien había militado en la Anapo y publicado un periódico llamado Medellín Cívico. Su primer electorado lo recaudó entre la gente que vivía cerca del basurero.
La autora del libro sostiene que accedió a prestar su nombre para conformar una lista política en el municipio de Envigado por una sola razón: lealtad. Pero que nunca le gustó la política. Como lo informó este diario, en 1985, cuando investigaba el crimen del ministro de Justicia, Rodrigo Lara, el juez Tulio Manuel Castro, después asesinado, alcanzó a vincular al caso a Alba Marina Escobar.
La postura política de Escobar se mimetizó bajo el nombre de Movimiento de Renovación Liberal Independiente, que terminó incluyendo en sus listas a algunos de los personajes que luego se convirtieron en sus compinches.
“Él hizo muchas cosas malas, pero también hizo muchas cosas buenas”. Lo dice Alba Marina Escobar y se refiere a su hermano, el capo de capos, Pablo Escobar Gaviria. Es su respuesta a un niño que quiere saber por qué Escobar puso muchas bombas y mató a mucha gente, y constituye el punto de partida para contar su propia historia. Ella dice que la de quienes perdieron la guerra y que muchas otras cosas no las cuenta por la seguridad de su familia. Son 402 páginas del explosivo libro El otro Pablo.
Esta semana saldrá a la luz pública y, como lo refiere Alba Marina Escobar, algunos van a estar con ella, pero otros la llamarán mentirosa. Quienes saben más su vida afirman que se guardó detalles que también podrían incriminarla. De todas formas, 17 años después de la muerte de Escobar y en momentos en que están reviviendo varios expedientes donde llegó a ser el principal sindicado, su hermana y la periodista Catalina Guzmán aportan otra versión sobre la vida del mayor criminal de la historia de Colombia.
Un relato entre desafiante e insólito, que recrea los días de la niñez de la familia de Pablo Escobar y sus primos Gaviria, que cuando se reunían eran 36 en la escuela Guayabito, y que con el correr de los días se redujeron a Escobar y su carnal Gustavo Gaviria Rivero. Los primos y compinches que desde la primera juventud se volvieron inseparables para la aventura, la saga familiar y el delito. Empezaron elaborando diplomas falsos, prosiguieron robando carros y terminaron sus días como los reyes de la cocaína.
Una historia que deja conocer la viveza de un personaje como Pablo Escobar, que siendo ya narcotraficante tenía la osadía de poseer la caleta más insospechada para los insumos de su alcaloide: el clóset de ciencias de la Escuela de La Paz, donde su hermana era maestra. Claro está que otra buena dosis de acetona y éter la guardaba en la vivienda de Alba Marina y no faltaba la droga oculta en cojines. La astucia para crecer en el mundo ilegal haciendo uso de su propia familia sin que ésta sospechara.
Después el libro abunda en detalles sobre la época dorada de Pablo Escobar en medio de la impunidad judicial y el dinero a sus anchas. Los secretos de su hacienda Nápoles, en el corazón del Magdalena Medio; su presencia en el reinado de belleza en Cartagena junto a su familia en pleno; su casa en un sector exclusivo de Miami frente a la de Julio Iglesias y al lado de la de uno de los hermanos de los Bee Gees; o sus múltiples amores clandestinos, entre ellos el de la diva de la televisión Virginia Vallejo.
Hasta que decidió meterse a la política y empezaron sus problemas, tanto como se multiplican sus secretos. Su estrecha amistad con el comandante del M-19, Iván Marino Ospina; los días en que él y su hermana ayudaron a guardar la espada de Simón Bolívar; la temeraria toma del Palacio de Justicia en que el M-19, quizá para congraciarse con Escobar, asumió la misión de quemar sus expedientes y el problema se le salió de las manos. Una sucesión de revelaciones que, a los ojos de hoy, siguen siendo escándalo.
La sociedad de Pablo Escobar y sus colegas con el hombre fuerte de Panamá, Manuel Antonio Noriega; los aventuras homosexuales de su compinche Carlos Ledher Rivas; las caletas donde se escondieron el capo y sus secuaces en Antioquia o donde mantenía oculta toda la información de su cartel; sus acciones ilegales para borrar su rastro en los anaqueles del Poder Judicial y hasta el reconocimiento de que todo su pasado pudo borrarlo, pero nunca contó con los archivos del periódico El Espectador.
Sobre los tiempos de la guerra narcoterrorista, el libro la emprende por igual contra el Bloque de Búsqueda que logró abatirlo y contra el grupo ‘Perseguidos por Pablo Escobar’ (‘Pepes’), que tuvo un papel preponderante en esa persecución. Su hermana Alba Marina sostiene que él no puso la bomba en la Plaza de La Macarena en Medellín, pero sí participó en muchas otras, aunque no solo, como la del edificio el DAS o muchas contra las sucursales de Drogas La Rebaja.
La autora del libro era quien más lo ocultaba y también fue su correo en momentos de la acechanza. Y el relato de la guerra concluye con una versión que ya había insinuado su familia de tiempo atrás: “Tengo la absoluta seguridad de que nadie asesinó a mi hermano, sólo él tomó control de su vida y de su muerte para evitar que lo exhibieran como fenómeno de circo, desde una cárcel de Estados Unidos”. En otras palabras, sostiene que se suicidó porque así lo había calculado.
Alba Marina Escobar, quinta de los siete hermanos de la familia Escobar Gaviria, fue la confidente del capo. En ese mismo tono deja una versión controvertida. Ella dice que “se fue metiendo en un laberinto de oscuridad lleno de enemigos” y que muchos amigos o aliados de ayer pasaron de agache. Es “El otro Pablo”, como su hermana lo refiere, el que vivió y sufrió a su lado. El mismo, el que, según ella, “buscando algo bueno terminó haciendo cosas horribles”, por las cuales también su familia fue perseguida.
Incluso después de la muerte del capo, cuando los ‘Pepes’ siguieron asesinando a sus allegados y, tratando de buscar conocidos para arreglar las cosas con la gente de Cali, buscó a un famoso entrenador de fútbol antioqueño que había recibido muchísimo dinero y privilegios de su hermano y había trabajado para un equipo de fútbol en la capital del Valle. Ella dice que su respuesta fue que él sólo sabía jugar fútbol, pero recuerda que prefirió quedarse callada porque a veces “perder es ganar un poco”.
Amigos, enemigos y supuestos amigos
Al referirse a los ‘Perseguidos por Pablo Escobar’ (‘Pepes’), el libro deja una reflexión: “Algunos están en la cárcel en Estados Unidos; a otros los mataron sus amigos de antes, los picaron y los desaparecieron de este mundo; otros se asoman a mi televisor con cara de ángeles protectores, con máscaras de bondad que ocultan una perversidad incalculable; otros caminan libres por mi país con la certeza de que un día algún amigo los medirá con la misma vara con que ellos midieron”.
En ese recuento de criminales aparecen los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, José Santacruz, Pacho Herrera y los hermanos Carlos y Fidel Castaño. Todos tuvieron que ver con el desenlace de Escobar, pero según su hermana, al encontrarse con amigos, enemigos y supuestos amigos del capo, todos coinciden en: “Haber sacado a Pablo del camino fue el peor error que cometimos, Pablo no nos hubiera dejado extraditar”. Ella dice que no se arrepiente de su recorrido y que habla del hombre que los medios desconocen en su afán de sensacionalismo y sangre.
Una actividad política por esclarecer
En el libro de Alba Marina Escobar y Catalina Guzmán, la hermana del capo sostiene que Pablo Escobar ingresó a la política por su tío Hernando Gaviria, quien había militado en la Anapo y publicado un periódico llamado Medellín Cívico. Su primer electorado lo recaudó entre la gente que vivía cerca del basurero.
La autora del libro sostiene que accedió a prestar su nombre para conformar una lista política en el municipio de Envigado por una sola razón: lealtad. Pero que nunca le gustó la política. Como lo informó este diario, en 1985, cuando investigaba el crimen del ministro de Justicia, Rodrigo Lara, el juez Tulio Manuel Castro, después asesinado, alcanzó a vincular al caso a Alba Marina Escobar.
La postura política de Escobar se mimetizó bajo el nombre de Movimiento de Renovación Liberal Independiente, que terminó incluyendo en sus listas a algunos de los personajes que luego se convirtieron en sus compinches.