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“La Iglesia nos ha cerrado la boca”: la familia que denunció al padre De Roux (II)

Seis hermanos de la familia Llano Narváez hablaron con El Espectador sobre su vida, la cadena de abusos sexuales de los que fueron víctimas por parte de un sacerdote jesuita y de las razones detrás de la denuncia en contra del padre Francisco De Roux. Esta es la historia de Martha Lucía, Ana Cristina y Luz Mónica Llano Narváez.

01 de noviembre de 2024 - 03:11 p. m.
Luz Mónica Llano Narváez (izquierda) y Ana Rosa Cristina Llano Narváez (derecha), denunciantes del padre Francisco De Roux por presunto encubrimiento a los abusos cometidos contra ellas por parte del sacerdote jesuita Darío Chavarriaga.
Luz Mónica Llano Narváez (izquierda) y Ana Rosa Cristina Llano Narváez (derecha), denunciantes del padre Francisco De Roux por presunto encubrimiento a los abusos cometidos contra ellas por parte del sacerdote jesuita Darío Chavarriaga.
Foto: Mauricio Alvarado
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Los hermanos Llano Narváez fueron abusados sexualmente por el padre Darío Chavarriaga en los años 70. Décadas después de los hechos, sus voces son el testimonio de la profundidad de las heridas de los niños que han sido víctimas de pederastas de la Iglesia, pero también prueba de la ferocidad de unos hermanos unidos para protegerse y contar su versión de la historia. En esta segunda entrega, Martha Lucía, Ana Cristina y Luz Mónica Llano Narváez le pusieron palabras al dolor de años de silencio, a la impotencia de ver que la injusticia se aferraba a su caso y a la rabia de ver que la Iglesia, como ellos mismos lo dicen, les tapó la boca. Hoy le dan la cara al país y a quien denuncia, el padre Francisco De Roux por, supuestamente, encubrir el caso. Dicen, eso sí, que no se trata de un ataque personal, sino una batalla que abanderan para evitar más casos como el del pederasta Darío Chavarriaga.

“La Iglesia nos ha cerrado la boca”

Estos días han sido para nosotros muy fuertes y pesados. Siento que ha pasado mucho más tiempo del que realmente es. Nunca en la vida me sumergí en momentos tan complicados como este. Entonces lo que viví y los hemos vivido como familia ha sido muy doloroso porque se han destapado cosas que nunca habíamos pensado que se iban a destapar. Yo estoy aquí porque tengo un mensaje muy claro para la Iglesia Católica y al padre Francisco De Roux que tenemos un respeto enorme por la institución.

Sin embargo, también necesitamos ser escuchados porque llevamos muchos años en silencio y no hemos podido hablar de los abusos perpetrados por Darío Chavarriaga que entró disfrazado de cura y la verdad abusó de la inocencia de mi mamá, del respeto que le teníamos como niños y como una familia católica.

Nuestro silencio que duró tantos años se acabó. Pienso que es el momento de dejarnos de guardar lo que tenemos. Ya adultos, y después de tanto tiempo, queremos que todo se sepa, no por nosotros, sino porque en nuestra sociedad los sacerdotes siguen teniendo contacto con niños de muchos colegios y en universidades. No queremos callar más porque también es como si continuáramos con el encubrimiento. En estos días duros, también me he dado cuenta de lo importante y el valor que tiene denunciar algo como lo que nos pasó.

Primera entrega: La verdad de los hermanos Llano: la familia que denunció al padre De Roux (I)

Lo que estamos haciendo al denunciar es supremamente importante. Primero, para sanar nosotros mismos. Quizás no tanto en lo físico, porque las heridas son muy profundas. Pero sí pensar en que necesitamos reparar todo lo que nos pasó. No solo por nosotros, sino por los demás también. Yo tengo dos hijos grandes y nietos, y quizás en algún momento también van a estar metidos en algo similar. Pero creo que, si no hablamos y no denunciamos, van a seguir los abusos y los problemas.

Lo que más deseamos, lo que más anhelamos, es que las leyes cambien para que los sacerdotes no tengan contacto con los niños. Los niños no se tocan. Eso es lo que nosotros buscamos. Porque una de las cosas más difíciles que hay es verse reflejado uno mismo en un niño de la edad que tenía cuando ocurrieron los abusos. ¿Les digo algo? Yo tengo hoy 57 años y cuando vuelvo a la niña de 9, no es nada fácil, no es nada fácil…

Yo recuerdo ese tiempo y es uno muy negro. Muy gris. Es desértico. Nosotros éramos una familia, con una situación económica absolutamente bajísima y mi mamá era cabeza de familia. Recuerdo que había días que no comíamos sino repollo con sal. Entonces, cuando llegaba el sacerdote Darío, con mercado, pues era increíble. Pensábamos que el sacerdote nos estaba bendiciendo con comida. Era una persona muy carismática y simpática. Él llegó a una casa donde había mucha vulnerabilidad y se aprovechó de esa situación.

El señor que perpetró los hechos ya no existe. Está muerto. Pero la Iglesia se quedó callada. En 2014, yo misma fui con mi hermano Fernando a hablar con el sacerdote De Roux. ¡Yo me enteré de su historia cuando estábamos en el despacho de De Roux en 2024! A mí ese día me pasó algo porque colapse. Cuando lo escuché contar lo que le había pasado, fue un golpe muy fuerte porque nosotros no sabíamos que lo mismo que me había pasado a mí, les había pasado a los otros.

En ese momento yo me paré, me salí de la oficina al pasillo y empecé a decir y a gritar groserías. “¡¿Dónde está ese hp?! ‘¡Salga violador asqueroso, dé la cara! ¿Dónde está?”. Yo no sabía que a mi hermano le había pasado eso. Yo sabía lo mío, pero no sabía lo de mi hermano. Y eso me duele demasiado.

Él nos escuchó, pero no pasó nada. Por el respeto que le tenemos a la Iglesia Católica y a una persona de la autoridad de él, pues hicimos caso. El padre nos ofreció apoyo psicológico y apoyo espiritual, pero no pasó nada más. Nosotros realmente teníamos fe de que la comunidad jesuita nos iba a ayudar y se iba a hacer justicia. Finalmente, acudimos a la máxima una autoridad de la Compañía de Jesús. Pero realmente la Iglesia nos ha cerrado la boca. Ellos también han omitido muchísimas cosas y no nos han escuchado.

En contexto: La historia del presunto encubrimiento a un pederasta contada por el padre De Roux

Diez años después de que denunciamos, vimos que el tiempo tampoco sirvió para que pasara algo. Por eso ahora queremos levantar la voz para que se haga justicia, también una reparación, que inclusive puede ser psicológica y espiritual. Pero insisto: esto no le puede pasar a más niños.

Hay mucho dolor. Yo tengo mucho mucho dolor. Cuando recuerdo todo lo que pasó. Necesito reparar y pedirle al Señor que me ayude a reparar todo el dolor que tengo en mi corazón, porque tengo una grieta muy muy honda. Cuando veo a la niña de 9 años vuelvo otra vez atrás y se me despierta todo. Siento mucha rabia, siento impotencia y tristeza.

Nosotros somos muy valientes al estar haciendo esto ahora. Luis Fernando es un hombre muy valiente. Cuando pienso en lo que le pasó a él, me duele muchísimo. Todos somos muy valiente. Esto no es nada fácil. Pero honro a mis hermanos y los valoro.

“¿Qué es lo que queremos? Que lo que nos pasó no quede como si nada”

Todo esto ha sido como de locos. Ha sido muy inesperado. Pero también de muchísimo dolor. Yo nunca supe muy bien qué estaba pasando porque era muy niña. Pero recuerdo que el padre Darío era muy cariñoso con todos nosotros. Él se daba a querer. Siempre llegaba a la casa con algo y nos cantaba canciones. Le ayudaba mucho a mi mamá también y a mi hermano, claro, porque le dio una beca para que pudiera seguir estudiando.

Recuerdo también que me sentaba en las piernas y me tocaba, pero yo pensé que eran demostraciones de cariño. Así fueron pasando los años. Yo guardé el secreto siempre hasta 2014. Por otras circunstancias de la vida, yo me enteré de lo que le había pasado a mi hermano. Yo al comienzo me quedé callada. Es algo que todavía me da vergüenza. Pero una de mis hermanas me preguntó que si yo me acordaba del padre Darío. Yo le dije que sí. Después me preguntó que si había abusado de mí. Yo le contesté que no, pero que me acordaba que él me sentaba en sus piernas y me tocaba.

Opinión: Padre Pacho, yo también estoy con usted

Ella fue la que me explicó que eso también era abuso. Así nos fuimos enterando todos y cada uno fue diciendo: “A mí también me pasó. A mí me pasó esto. A mí lo aquello”. Para mí ha sido muy fuerte, especialmente porque yo seguí teniendo contacto con él muchos años. Es muy duro entender todo lo que hizo, después de haberlo querido tanto. A veces no hay palabras para tanto.

Al comienzo yo no lo podía creer. Nosotros siempre fuimos muy católicos y para mí es muy difícil ver que la Iglesia trató de callar todo lo que nos pasó. Todos se quedaron callados. Por eso también es que seguimos recordando todo lo que pasó con tanto dolor. Pensar en el pasado es como revivir esos momentos. A nosotros la Iglesia nos pidió que no hiciéramos pública nuestra historia, que no le contáramos a los medios. Todo era para que cuidarse entre ellos mismos. Pero eso no puede seguir pasando.

No podemos seguir callando. Ya todos sabemos lo que nos pasó a cada uno y por eso no podemos permitir que siga pasando. ¿Qué es lo que queremos? Que lo que nos pasó no quede así como si nada y que no haya más niños con historias como la nuestra. Yo veo a niños en la calle, alrededor de mi propia familia, y por ellos es que estamos hablando para que no caigan en lo que nosotros caímos alguna vez.

Por ellos es que estamos hablando. Pero también para sanar. Yo sí quiero que se haga público un perdón. Pero un perdón de verdad, porque si ellos lo hacen a través de medios de comunicación, pues también sería bueno que lo hicieran dándonos la cara. Ahora, creo que nosotros no debemos perdonar a nadie, porque Dios es el que perdona.

Yo le quiero dar gracias al Señor, porque estar ahora haciendo todo esto es de valientes y ahora tenemos toda esa fortaleza y moral para seguir levantando la voz. El ejemplo de mi mamá nos ha servido para seguir adelante.

Antecedentes: El caso por el que víctimas de abuso sexual denunciaron al padre Francisco De Roux

Nosotros tenemos que seguir unidos. En medio de todo este dolor y de recordar lo que vivimos, la unión tiene que estar por encima de cualquier cosa. Sigamos siendo valientes y los mismos hermanos unidos que llegamos hasta este punto. Seamos un ejemplo para mucha gente que lo necesita en este momento.

“Esto es algo que te acaba la vida”: Martha Lucía Llano Narváez

Nada de esto lo hemos hecho con una intención mala o ha sido algo premeditado. Yo ni siquiera sé quién es el padre Francisco De Roux, pues llevo casi nueve años viviendo en México. Lamentablemente, tocamos a una persona que resultó ser una persona muy conocida y esto generó esta bomba y no ha sido fácil porque la gente critica mucho. Es muy fácil para las personas decir que por qué no denunciamos antes. Pero cuando no se ha vivido algo tan cruel como lo que nosotros vivimos, es muy difícil entender lo que pasa.

Desnudar el corazón de algo tan doloroso no es nada fácil, pero sí es un momento para que nosotros, a través de estas palabras, podemos tocar la fibra de las personas que se tiene que tocar para que esto no siga sucediendo y para proteger a los niños. Si es por eso, yo me pongo detrás de esa bandera y me pongo al frente de quien me tenga que poner. Esto es algo que te acaba la vida. Quizás en el momento no lo notas, también porque eres muy pequeño y, en nuestra época, no existía la educación sexual. Los sacerdotes eran casi que inmaculados y les teníamos muchísimo respeto.

Lea: Fallecieron dos presos al interior de la cárcel La Tramacúa, en Valledupar

Cuando pasan los años, todo lo que te guardaste empieza a afectar en lo personal. Ahí es donde dices: “Carajo, este tipo me mató, me quebró, me rompió”. Cuando empecé a tener relaciones no me gustaba, no me gustaba que me tocaran. Realmente no pude disfrutar algo que pudo ser mágico. Siempre lo vi como algo sucio. En lo personal, a mí se me acabó todo. Yo tuve un matrimonio que no duró mucho tiempo. Yo nunca quise tener más relaciones. Ahora ya me siento tranquila. Pero esos eventos destruyeron mi inocencia y mi vida. Creo que para todos fue igual. Tengo dos hijos maravillosos, pero soy una persona que nunca fui feliz.

Cada uno tiene su historia y sus silencios. Pero una vez pasado tantos años, qué bueno que podamos hablarlo y denunciarlo. Yo me enteré también hace poco. Empezamos a hablar nosotros del tema, a compartir cosas que nos habían pasado. Yo había tenido mi experiencia como algo guardado solo para mí porque yo siempre pensé que solo me había pasado a mí. Ese señor sabía hacer las cosas para que nadie viera lo que estaba haciendo. Cada uno fue contando su experiencia y fue una reunión de llano de todos los hermanos. El saber que tus hermanos también pasaron por tanto dolor, es insoportable. Pero sentí que ya no cargaba sola tanto peso.

Una víctima puede denunciar sus abusos sin importar la fecha en la que lo haga. Es cuando nosotras nos sentamos listas, no cuando la ley lo diga. Por eso hoy estamos aquí. Ojalá nuestra voz sirva para que ningún otro niño viva lo que nosotros vivimos. La Iglesia tiene que reconocer lo que pasó y tiene que hacerlo de manera pública. Yo le pido mucho a Dios para que me guíe y no me suelte en estos momentos. Pero a mí me acabaron la vida y ese vacío nunca se va a llenar. Hoy valoro mucho más a mis hermanos por lo que estamos haciendo. No podemos soltar esta bandera y tenemos que luchar hasta que no haya más niños abusados.

Mis hermanos son unos chingones, como decimos aquí en México. Es como decir que somos unos berracos. Los amo profundamente. Tuvimos una vida dura, pero redura. Pero los admiro y los reconozco a todos, especialmente a mi hermano Fernando que fue el que más sufrió. Cuentan conmigo y, si vamos a llorar, lloramos juntos. No estamos solos.

Vea la entrevista completa a continuación:

Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.

Por Jhoan Sebastian Cote

Comunicador social con énfasis en periodismo y producción radiofónica de la Pontificia Universidad Javeriana. Formación como periodista judicial, con habilidades en cultura, deportes e historia. Creador de pódcast, periodismo narrativo y actualidad noticiosa.@SebasCote95jcote@elespectador.com

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Helena(66766)02 de noviembre de 2024 - 06:11 a. m.
Novelón de quinta! Callaron para seguir disfrutando de dádivas y ahora culpan al padre que hizo lo que debía en la comunidad. Ellos también habían podido denunciar, ahora que ni existe el victimario, será plata lo que les ayudará a superar lo que ellos toleraron, se guardaron, a quejarse al mono de la pila, diría mi abuela!
  • Mar(60274)02 de noviembre de 2024 - 07:40 p. m.
    Ojalá les dieran dinero, pero usted cree? El dinero es el Dios del iglesia católica!
  • Mar(60274)02 de noviembre de 2024 - 07:34 p. m.
    Helena, por lo menos tuvieron el valor de hablar, las mujeres fueron quemadas vivas por estos y salen a defender a sus victimarios, además estos, son los principales causantes y difusores del machismo que mata y tanto daño le ha hecho a las mujeres y a la sociedad, pero sus víctimas salen a defender a los victimarios. Por lo menos esta familia despertó, usted no. Sí tiene hijos y nietos no los dejé a solas con curas no sea q le pase lo mismo q a esta familia y la gente diga q usted miente.
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