La inédita versión que rindió “Jesús Santrich” ante la JEP
El exjefe guerrillero, hoy de nuevo en armas, solo acudió ante esa jurisdicción en una ocasión. Esto fue lo que dijo.
Seuxis Pausias Hernández Solarte, más conocido como Jesús Santrich, protagonizó el capítulo más difícil del Acuerdo de Paz con las Farc. Su captura con fines de extradición por narcotráfico en abril de 2018, la acusación de una corte federal de Estados Unidos, el novelón político que se desató en la tras escena, la garantía de no extradición que le dio la JEP, su accidentado retorno a la libertad en medio de flashes y titulares periodísticos, el súbito salto a la clandestinidad y, finalmente, su ingreso a la organización de Iván Márquez, Romaña y compañía, que se hizo pública en agosto de 2019, convirtieron a este exjefe guerrillero —quizás el más recalcitrante antagonista de Sergio Jaramillo, excomisionado de Paz en los diálogos en La Habana— en el centro del debate público.
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Seuxis Pausias Hernández Solarte, más conocido como Jesús Santrich, protagonizó el capítulo más difícil del Acuerdo de Paz con las Farc. Su captura con fines de extradición por narcotráfico en abril de 2018, la acusación de una corte federal de Estados Unidos, el novelón político que se desató en la tras escena, la garantía de no extradición que le dio la JEP, su accidentado retorno a la libertad en medio de flashes y titulares periodísticos, el súbito salto a la clandestinidad y, finalmente, su ingreso a la organización de Iván Márquez, Romaña y compañía, que se hizo pública en agosto de 2019, convirtieron a este exjefe guerrillero —quizás el más recalcitrante antagonista de Sergio Jaramillo, excomisionado de Paz en los diálogos en La Habana— en el centro del debate público.
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Hoy ya pocos hablan de él. Su nombre fue cayendo en desuso por cuenta de la pandemia, la economía rota y el conteo de muertos. Pero esta semana le dio una extensa entrevista al portal Las 2 Orillas en donde refrescó su verbo encendido: a sus excompañeros Rodrigo Londoño y Carlos Antonio Lozada los tildó de traidores y apóstatas de su condición de exsubversivos; insistió en que hubo un “ensañamiento” en su contra para hacer trizas el Acuerdo; aseguró que su organización, la Segunda Marquetalia, no descarta hacer alianzas con el Eln y hasta relató cómo están haciendo sus hombres para esquivar el COVID-19. Eso sí, nada contó de su pasado en las Farc y las cuentas con la verdad que les prometió a las víctimas.
El fiscal, Francisco Barbosa, lo acusó esta semana de seguir reclutando menores. En este contexto cobra relevancia la única versión que le entregó a la JEP sobre el conflicto. Fue el 12 de marzo de 2019, mientras estaba detenido en La Picota de Bogotá. En esa diligencia, ante la magistrada Julieta Lemaitre, Santrich la emprendió contra la procuradora delegada Mónica Cifuentes y la magistrada de la JEP Catalina Díaz, a quienes gradúo de enemigas desde los tiempos de los diálogos en Cuba; reiteró sus críticas contra el proceso de paz y el entonces fiscal Néstor Humberto Martínez, a quien no bajó de “bandido”; justificó su pasado armado en el exterminio de la Unión Patriótica, dio “cátedra” de derecho y se explayó en la tesis de la conspiración imperialista para explicar la violencia en el país. Habló de todos y asignó responsabilidades a todos, menos a sí mismo.
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Lo primero que contó fueron sus orígenes: nacido en Toluviejo (Sucre) en 1966, hijo de José y Aura, estudió hasta los diez años en Pasto, donde nació su mamá, luego regresó a Sincelejo, donde se graduó como bachiller; a los 16 años agarró camino para Barranquilla, donde se formó en la Universidad del Atlántico en Ciencias Jurídicas y en Educación; terminó ambas carreras a los 21, cuando ya estaba en el Partido Comunista; fue personero de Colosó (Sucre) y profesor de Historia en varios colegios de Barranquilla, hasta que en 1991 ingresó formalmente al monte “en respuesta al cierre de los espacios democráticos que a sangre y fuego venía haciendo el Estado y su aparato paramilitar”. Entró al frente 19, que operaba en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Y la siguiente fue su mayor confesión sobre su pasado en la guerra: “Desde que llegué a las Farc mis responsabilidades fueron de orden político, de educación, de organización de propaganda y de alfabetización. Dentro de mis responsabilidades estaba la actividad de propaganda junto a Simón Trinidad, gran revolucionario, y junto a Christian Pérez. Con ellos organizamos la emisora Resistencia Caribe FM Estéreo, que con el tiempo pasó a denominarse Cadena Radial Bolivariana Voz de la Resistencia. Esto en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde realizábamos emisiones de muchas horas, hasta de ocho horas. Eso fue a partir de 1996 que fundamos el proyecto, que fue replicado después por varios frentes y bloques a lo largo y ancho del país”.
Luego explicó lo difícil que fue mantener técnicamente una operación así en la zona norte del país, las consolas y grabadoras que transportaban en mulas arrieras, los turnos 24/7 de sus hombres para “preparar las emisiones, escuchar noticias (y) la información que nos llegaba de los frentes”. Así, contó que su “unidad” guerrillera se llamaba José Artel, en homenaje al poeta caribeño, y enseguida habló del “catálogo” de programación cultural y el “taller de títeres” que ofrecían en el monte. “Hicimos producción discográfica, yo creo que grabamos más de 600 canciones populares en música de vallenato, de salsa, de merengue, de rock (…) Hicimos producción de muchos libros, la producción de poesía, de literatura, de experiencia de escultura”, narró.
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Y añadió: “De ahí salió el semillero de la formación del resto de emisoras que operaron en el país y de la propaganda que se difundió. Entonces le decía que ahí también se produjeron revistas y otros documentos y estos los hicimos junto a Simón Trinidad, dedicándonos a la promoción de la poesía, de la música, de la literatura y de diversas artes. Hacia el año 1995 fui designado como miembro suplente del Estado Mayor del frente 19, en el que también mantuve las mismas responsabilidades en el campo de la educación, la propaganda, la cultura. Después me designaron suplente del bloque Martín Caballero y suplente del Estado Mayor Central. Siempre fui suplente (…) En esa labor estuve hasta que partí hacia La Habana a las conversaciones (de paz)”, dijo.
Cuando le preguntaron qué ordenes recibía de sus comandantes, declaró: “No, ninguna, las órdenes eran generales: educación, organización, propaganda, difusión cultural. Tenía autonomía para hacer una planificación de organizar a veces cursos de teatro, a veces cursos de títeres, a veces cursos de oratoria, de poesía”. Luego contó sobre las dificultades de su “trabajo”. “Si en las Farc a las 20 horas (8 p.m.) hay que estar acostado y en silencio total, en la unidad Jorge Artel a esa hora se estaba editando, redactando, organizando los programas que se solían emitir, algunos en la madrugada para evitar el problema de la aviación. Cuando el Ejército comenzó a implementar los microchips nos tocó variar eso (…) La unidad Jorge Artel estuvo adscrita al secretariado, pero en educación y cultura”.
De acuerdo con Santrich, su rol jamás fue militar ni estratégico y, además, no conoció operativos guerrilleros, porque en las Farc dicha información era compartimentada. En ese punto de la diligencia, dijo que por su posición sobre el narcotráfico y la sustitución manual de cultivos ilícitos en la negociación de paz se echó de enemigo a Washington y, por esa vía, el “montaje” para callarlo. “Desde el primer momento la DEA encontró en el señor Néstor Humberto Martínez el agente público en defensa de sus intereses y el portavoz de los ataques a lo que se acordaba en La Habana”, señaló y agregó que, no obstante su situación judicial de entonces, quería “contribuir a la construcción de la paz estable y verdadera”. Pero no reconoció nada ni aportó verdad después, porque solo dio esa única versión.
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Habló de los incumplimientos del Estado al proceso, de la perfidia del Gobierno, de un plan para envenenarlo, de las ejecuciones extrajudiciales, del general Mario Montoya y la verdad que le debe a Colombia; de la Junta Militar de 1957, del Frente Nacional que siguió, de la Guerra Fría y del macartismode antes y después, de las culpas de la Iglesia católica, de Gaitán y los pájaros, de la génesis del DAS, de Marquetalia y Laureano Gómez, de la masacre de las bananeras de 1928 y así. Todo ello para concluir lo siguiente: “Me vinculé a las Farc en defensa de la vida y de adelantar un proyecto político. No me uní para concertar delitos, delitos ordinarios mucho menos, estaba ejerciendo el legítimo derecho a la rebelión armada. Yo hablo como revolucionario, no como victimario”.
Como no se detuvo en su pasado revolucionario en 25 años y, además, como por líos procesales no había podido acceder entonces a los informes de la JEP en su caso, y como solo se concentró en hablar de los “yanquis”, de la Dirección de Inteligencia en Chile o del general Rafael Videla en Argentina, de la Operación Cóndor y así, se decidió suspender la diligencia para reprogramarla; pero no hubo “después” por su fuga. Algunos dirán, no obstante, que nos dejó estas “perlas” sobre su verdad. En contraste, informes de la Fiscalía en poder de El Espectador reseñan que Santrich tiene procesos abiertos por homicidio, rebelión y concierto para delinquir en ciudades como Santa Marta, Ciénaga, Valledupar y Bogotá. Aunque, según él, lo suyo en la guerra hubiera sido la cultura.