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                                                                                                                                Retrato de Diana Fajardo: la única magistrada de la Corte que votó sí al aborto

                                                                                                                                Diana Fajardo Rivera fue la única mujer de la Corte Constitucional que apoyó la despenalización total del aborto hasta la semana 24 en Colombia. ¿Quién es esta abogada de 58 años? Sus luchas, causas e historia, y un capítulo muy íntimo de su vida en este perfil especial de El Espectador.

                                                                                                                                Juan David Laverde Palma

                                                                                                                                Colaborador de El Espectador

                                                                                                                                Diana Fajardo Rivera tenía 32 años cuando la vida la obligó a encarar el capítulo más difícil de su historia. Era agosto de 1996 y ella era secretaria general del Ministerio de Gobierno y asesora jurídica de Horacio Serpa Uribe. En aquellos días los fantasmas del Proceso 8.000 deambulaban con toda fiereza en el gobierno de Ernesto Samper Pizano, aunque la Cámara de Representantes acababa de archivar su caso. Más allá de la pelotera política –en este país curtido de peloteras políticas desde que somos una república–, del inmortal “¡mamola!” de Serpa que se popularizó en la calle, y que todavía sobrevive hasta nuestros días, o de los desplantes del gobierno de Estados Unidos por esas sombras de la mafia, Fajardo Rivera vivía su propio drama. En su octavo mes de embarazo los resultados de una ecografía de rutina le pusieron la vida patas arriba. Su bebé tenía problemas muy graves.

                                                                                                                                Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.

                                                                                                                                Diana Fajardo Rivera tenía 32 años cuando la vida la obligó a encarar el capítulo más difícil de su historia. Era agosto de 1996 y ella era secretaria general del Ministerio de Gobierno y asesora jurídica de Horacio Serpa Uribe. En aquellos días los fantasmas del Proceso 8.000 deambulaban con toda fiereza en el gobierno de Ernesto Samper Pizano, aunque la Cámara de Representantes acababa de archivar su caso. Más allá de la pelotera política –en este país curtido de peloteras políticas desde que somos una república–, del inmortal “¡mamola!” de Serpa que se popularizó en la calle, y que todavía sobrevive hasta nuestros días, o de los desplantes del gobierno de Estados Unidos por esas sombras de la mafia, Fajardo Rivera vivía su propio drama. En su octavo mes de embarazo los resultados de una ecografía de rutina le pusieron la vida patas arriba. Su bebé tenía problemas muy graves.

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                                                                                                                                Lea también: ¿Qué es despenalizar el aborto? Las claves del fallo que cambió reglas en Colombia

                                                                                                                                Pocos días antes de ese alumbramiento de urgencia, los sobresaltados papás recibieron noticias desoladoras sobre la posible suerte de Francisco. El mejor pronóstico no le daba ni 10 años de vida. Podía nacer ciego, les dijeron. Podía nacer sordo, les dijeron. Podía vivir apenas unas horas, tal vez un día o dos, quizá una semana por mucho, les dijeron. Podía resistir un mes, porque la vida también es un acto de obstinación, les dijeron. Algún médico, sin mucho preámbulo, les anticipó que lo más probable es que si nacía, por mucho que luchara abriéndose paso por encima de todas esas dificultades juntas, posiblemente terminaría en estado vegetativo. Otro doctor fue más allá: “Puede morir en el parto”, les dijo. Alguno de todos esos profesionales que los atendieron puso el aborto sobre la mesa. “Hay algunas alternativas”, les contaron. Diana Fajardo y su esposo se rehusaron a escoger esa vía. Francisco nació el 16 de septiembre de 1996.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Podría interesarle: Así fue la decisión de la Corte Constitucional que cambió reglas del aborto

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                                                                                                                                Más de 25 años después de ese episodio, Diana Fajardo, con sus 58 años cumplidos, fue la única magistrada de la Corte Constitucional que apoyó la despenalización total del aborto hasta la semana 24. Cristina Pardo, Gloria Ortiz y Paola Meneses, sus demás colegas en el alto tribunal, no estuvieron de acuerdo con el histórico fallo del pasado lunes. Una votación que quedó 5-4 y que tuvo que desempatar el conjuez Julio Andrés Ossa. Y aunque nadie podría quitarle protagonismo a Ossa, es a Diana Fajardo a quien más le han caído los llamados sectores “provida”. No le perdonan ser mujer. Se irán de para atrás cuando se enteren que fue ella la que insistió en que no hubiera un límite de semanas para la interrupción del embarazo, tal como lo proponían las ponencias iniciales, pero que, al final, aceptó esa fórmula intermedia porque a este país urgido de tantas cosas le urge, sobre todo, proteger ya a sus mujeres. Pero ahora volveremos sobre este tema.

                                                                                                                                Las luchas de Fajardo

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nació en Zipaquirá el lunes 6 de enero de 1964. Y aunque estudió en colegios de orientación confesional entre Cartagena y Bogotá, su infancia y adolescencia nunca estuvieron determinadas por ese mundo religioso. Un buen amigo suyo cuenta que los viernes de misa obligatoria ella solía quedarse en la biblioteca del colegio leyendo. Terminó en la Universidad de los Andes estudiando simultáneamente Derecho y Ciencia Política. Todavía no se había graduado cuando su director de tesis Rodrigo Pardo se la llevó a trabajar con él al gobierno de Virgilio Barco. El país lidiaba entonces, como de costumbre, con múltiples borrascas al tiempo: el exterminio de la Unión Patriótica, la mano negra del paramilitarismo desbordado, los Extraditables poniendo bombas, las guerrillas reacomodando sus flancos y tres candidatos presidenciales asesinados para las elecciones de 1990. Colombia siendo Colombia.

                                                                                                                                Le recomendamos: Los retos de las primeras mujeres en la presidencia de la Corte Constitucional

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                                                                                                                                Diana Fajardo fue construyendo su nombre rápido. Su disciplina, rigor e inteligencia la hicieron destacarse muy pronto en la Presidencia, pero entonces surgió otro desafío. Ya era el gobierno Gaviria y Rodrigo Pardo, recién nombrado Canciller, quiso llevársela nuevamente, pero se le atravesó Manuel José Cepeda, quien asesoraba al gobierno en la Asamblea Nacional Constituyente. Allá fue a parar junto a un grupo de jóvenes promesas del derecho milimétricamente escogidos por Cepeda. Colombia respiraba otro aire, la construcción de una nueva carta política esperanzó al país y Diana Fajardo estuvo en ese proceso. Fue delegada por Cepeda para que monitoreara todas las discusiones de la Asamblea. Se codeó con todos los constituyentes y con dirigentes de la talla de Humberto de la Calle, Álvaro Gómez, Fernando Carrillo, Rafael Pardo, Héctor Riveros y el propio Horacio Serpa, con quien trabajaría apenas unos años después.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Siguió en el servicio público y en 1993 llegó al Ministerio de Gobierno de la mano de Fabio Villegas. Primero como asesora en materia constitucional y luego como jefa jurídica. Siguió de largo cuando aterrizó Ernesto Samper en la Casa de Nariño y se volvió la escudera del escudero del presidente, Horacio Serpa. Siempre enfocada en el derecho fue creciendo en experiencia. En 1996 quedó en embarazo y una nueva ilusión llegó al hogar. “Es bueno que usted sepa que ella no se casó por la iglesia, que lo hizo por lo civil y que, además, eso hizo aún más feliz a su esposo”, dice una de sus amigas, enfatizando que Fajardo siempre ha sido de filosofía liberal. Su embarazo avanzó sin mayores contratiempos, hasta que llegó ese octavo mes. Francisco, como ya fue narrado, se impuso sobre todos los pronósticos médicos y hoy es un prodigio de la vida. Un ser humano esplendido.

                                                                                                                                Revise acá: Bitácora de un atropello repetido: el aborto en cinco relatos estremecedores

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                                                                                                                                Sus primeros años, sin embargo, fueron difíciles y Diana Fajardo se concentró en su rol de madre. Entonces vino otro embarazo y otro hijo deseado, Antonio, quien hoy tiene 22 años y es un extraordinario músico y compositor. Durante casi 12 años, salvo algunas consultorías a entidades públicas, Diana Fajardo se dedicó a su familia y al colegio Claustro Moderno, que dirigía su esposo. Pero en 2009 le llegó una oferta que no pudo rechazar: ser magistrada auxiliar de la Corte Constitucional. Se creyó oxidada, pero pronto tomó ritmo y su trabajo empezó a destacarse entre los miles de expedientes arremolinados del despacho de María Victoria Calle. Por aquella época el tema que concentraba la atención del país era la segunda reelección de Álvaro Uribe. La Corte Constitucional le dijo que no a esa iniciativa a principios de 2010 y el voto de la magistrada Calle fue clave. Eran los tiempos de mayor confrontación entre la Casa de Nariño y las altas cortes.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En 2013, después de proyectar sentencias muy importantes para el país, agobiada por el ritmo infernal de la Corte, renunció. Quería descansar un poco, quizá montar una oficina con su cuñado, el exministro de Justicia Carlos Medellín, pero su amiga Adriana Guillén, exmagistrada auxiliar de la Corte como ella, ahora estaba al frente de la Agencia de Defensa Jurídica del Estado. Allá fue a parar, porque su vocación de servicio público siempre la sobrepasó. Fue nombrada directora de políticas y estrategias de la Agencia. Toda su experiencia se volcó en diseñar procesos para defender al Estado y seguir de cerca los litigios internacionales. Salvo uno, en el que se declaró impedida: el caso del Palacio de Justicia. Su esposo, Jorge Alejandro, es hijo del magistrado Carlos Medellín Forero, asesinado durante el holocausto de noviembre de 1985. En 2014 el Estado colombiano fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos por estos hechos.

                                                                                                                                En relación con el aborto: La ponencia que podría darle la estocada final al aborto como delito

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En 2016, aupada por varias de sus amigas como Clara Elena Reales, Adriana Guillén, Sonia Téllez, Isabel Abello y Claudia Linares postuló su nombre a la Corte Suprema de Justicia para ser incluida en la terna que debía elaborar esa corporación para reemplazar al magistrado Luis Ernesto Vargas en la Corte Constitucional. Se inscribió el último día y uno de sus abogados le ayudó con los temas operativos. Pasó el filtro y llegó con una treintena de candidatos más, carpeta en mano, a pedirles cita a todos los magistrados de la Suprema. Uno a uno los fue convenciendo con su talento y talante y en abril de 2017 fue incluida en la terna junto al magistrado auxiliar Alejandro Ramelli –hoy magistrado de la JEP– y el abogado conservador Álvaro Motta, que era el gran favorito. El Senado fijó el 31 de mayo como el día de la elección. Diana Fajardo, terca y disciplinada, con paciencia fue juntando apoyos y al final obtuvo 48 votos. Le ganó por cinco a Motta.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Ese 31 de mayo, antes de ser elegida, leyó un discurso de seis páginas que impresionó al Congreso y al propio Julio Sánchez Cristo, que lo reprodujo completamente al día siguiente en la W Radio. En realidad, era un diálogo de Fajardo con sus dos hijos. En él Diana les contaba que una de sus razones para postularse a la Corte era que había muy pocas mujeres en los altos cargos del Estado. “Pero es posible que una mujer más haga la diferencia?”, preguntó Antonio, su hijo menor. “Una mujer siempre hace la diferencia –le dije con cariño–, porque va más allá de lo conceptual, analítico y discursivo, comprendiendo gracias a su intuición no solo las acciones sino también las intenciones. No pretendo retomar pasiones desmedidas o emparejar simples datos estadísticos. Se trata, tanto en lo individual como en lo colectivo, de invocar respeto, superar barreras históricas pero artificiales y encontrar el equilibrio”. Cómo no iba a ganar con ese discurso, dice uno de sus mejores amigos. Y añade: “Fue lo que hizo esta semana despenalizando el aborto. Una mujer sí hizo la diferencia”.

                                                                                                                                Lea además: Corte Constitucional tiene nueva magistrada y ahora tendrá mayoría de mujeres

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Fajardo fue, además, ponente del histórico fallo que en julio del año pasado amplió la muerte digna para pacientes no terminales en Colombia. Esa sentencia y la del aborto, esta semana, la encumbran como una magistrada que pasará a la historia. Lo cual no significa que llegar a esas convicciones hubiera sido fácil. “Quizá sobre la eutanasia hubo menos dudas, pero, en ambos casos, hay una reivindicación del sentido de la dignidad y autodeterminación del ser humano”, cuenta uno de sus amigos. Otro más lo explica así: “Ella no defiende el aborto, ninguna mujer quiere abortar, lo que ella defiende es que ninguna mujer, ya suficientemente traumatizada y herida por interrumpir su embarazo, pueda ser perseguida y criminalizada por el Estado. Además, muriendo en cualquier clínica de garaje. El aborto para Diana es un asunto de salud pública, no de moral cristiana. La Corte documentó las múltiples barreras que sufren las mujeres más vulnerables”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “Si una mujer quiere abortar, lo hará. Con sentencias o sin ellas. La diferencia es que, ahora, ya ninguna se va a morir por hacerlo, ni terminará enjuiciada o denunciada por médicos objetores de conciencia”, explica otra de sus grandes amigas, jurista como ella. Todas estas son interpretaciones sobre lo que piensa Diana Fajardo, pero parecen una aproximación muy precisa a las profundidades de su alma. Una abogada que la quiere mucho dice: “El aborto es un proceso de desgarro emocional y físico tremendos para que, después, además, mandemos a las mujeres para la cárcel. Qué bien que Diana ayudó a desmontar eso”. Y agrega rotunda, cuando tocamos la palabreja “provida”: “Esta sociedad es absolutamente permisiva en muchos temas: ahí están los crímenes de líderes sociales, los niños abusados o con hambre y, dígame, ¿dónde están esos provida? Ah, pero si una mujer quiere abortar hay que quemarla. Los provida me resultan selectivos”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En esa línea, se pregunta otro de sus amigos más queridos: “Las mujeres que no tienen acceso a educación sexual y reproductiva, que no saben que pueden ser violadas por sus maridos, las niñas abusadas en las casas, ¿usted cree que realmente pueden ser libres para escoger su destino?”. Por todos estos interrogantes, seguramente, navegó la magistrada Fajardo hasta llegar a su convicción de hoy. Como no tiene redes, sus amigos y familia le cuentan que de cuando en cuando le dicen “asesina”, pero que al mismo tiempo miles (¿millones?) de mujeres le agradecen la valentía de haber dado semejante paso. “Diana es dulce, sensible e independiente. Defiende con ardentía sus posiciones y a nadie le hace caso salvo a ella misma. Ese quizá sea su mayor defecto: su terquedad. Una vez convencida de algo, es muy difícil moverla. Pero es una magistrada enorme, no es somera ni epidérmica, sus causas son las de los más vulnerables”, dice uno de sus colegas en la Corte.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Es vegetariana desde hace ocho años. Una de sus razones es su profundo amor por los animales. Respeto y equilibrio por el otro, es un mantra de su vida. Le gusta leer biografías de grades estadistas y novelas de escritores colombianos: Laura Restrepo, Piedad Bonnet, Tomás González, Ricardo Silva y Gabriel García Márquez, entre otros. Le fascina el jazz y no es buena para la rumba. Eso la unió más a su marido. El olvido que seremos de Héctor Abad la impactó profundamente. En sus tiempos libres medita. Y aunque parezca siempre serena, el desorden la saca de quicio. “Ve mugre y polvo donde ningún otro ser humano vería”, dice su esposo muerto de la risa. Su piedra angular es su familia. Sus hijos Antonio y Francisco. Quizá la Diana Fajardo de 1996 sea la misma Diana Fajardo de 2022. Solo que entonces no abortó porque no quiso y no se podía y ahora, con su voto, sí se puede.

                                                                                                                                Por Juan David Laverde Palma

                                                                                                                                Periodista de la Unidad Investigativa de Noticias Caracol y colaborador del diario El Espectador. Periodista y magíster en Estudios Políticos.@jdlaverde9jdlaverde@caracoltv.com.co
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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