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La 'Mata Hari' vuelve a escena

Controversia por sentencia que beneficia a una de las detectives que infiltraron a la Corte Suprema de Justicia.

Juan David Laverde Palma
27 de junio de 2014 - 11:20 a. m.
Alba Luz Flórez Gélvez, más conocida como la ‘Mata Hari’, sancionada por la Procuraduría con 20 años de inhabilidad. / Archivo
Alba Luz Flórez Gélvez, más conocida como la ‘Mata Hari’, sancionada por la Procuraduría con 20 años de inhabilidad. / Archivo
Foto: GABRIEL APONTE
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Gracias a la confesión que entregó hace cuatro años la exdetective del DAS Alba Luz Flórez Gélvez, más conocida como la Mata Hari, el país conoció cómo el organismo de inteligencia adscrito a la Casa de Nariño no sólo fotocopió expedientes de la parapolítica reservados, sino que además persiguió e infiltró los esquemas de seguridad de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, al punto de instalar grabadoras en sus salas plenas para espiar todos los movimientos del alto tribunal. Flórez Gélvez fue la punta de lanza de esa infiltración, conocida en el DAS como la Operación Escalera. Cuando estalló el escándalo sobre la cueva de Rolando en la que se había convertido este organismo de inteligencia, la Mata Hari lo contó todo. El DAS, aplicando la facultad discrecional, la sacó. Ahora, un juez de la República ordenó sorpresivamente su reintegro.

El pasado 17 de junio, a través del decreto 1117, el Departamento Administrativo de la Función Pública decretó la creación de una planta de personal en el DAS en supresión para proveer el cargo de la Mata Hari y de otros cuatro detectives que en su momento fueron declarados insubsistentes. La noticia, sin embargo, sólo trascendió este jueves. Para conocedores del expediente de las chuzadas, resulta ridículo que una persona que espió al máximo organismo de la justicia ordinaria, que camufló grabadoras y convenció a dos mujeres que prestaban servicios generales en la Corte para que sirvieran a su causa; una mujer que incluso volvió a enamorar a un capitán de la Policía para que le ayudara a conseguir fuentes en el alto tribunal, entre otro largo etcétera, sea restituida como si no hubiera pasado nada o como si sus confesiones no revelaran el alcance de sus maniobras de espionaje.

El exdirector del DAS Felipe Muñoz le dijo a El Espectador que le parecía indignante el fallo. Y resaltó: “Es muy triste que uno arriesgue el pellejo por depurar las instituciones y un juez sin todo el contexto decida que personas como estas puedan regresar al Estado”. En el caso de la Mata Hari, fue Muñoz y su equipo quienes documentaron cómo además de la larga cadena de delitos cometidos para infiltrar a la Corte Suprema de Justicia, Flórez Gélvez se habría robado $400 millones del rubro de gastos reservados para presuntamente montar un centro de estética en el que también se habría operado el busto. Antes de su salida en 2010, en el DAS constataron que buena parte de la información que entregó contenía falsedades o información de internet.

En ese contexto salió de su cargo, pero de inmediato interpuso una demanda de nulidad y restablecimiento del derecho, una figura que reclama en esencia un despido injusto. Aunque en primera instancia el DAS en supresión ganó esta demanda, en segunda instancia se revocó dicho fallo y se ordenó el reintegro al organismo de inteligencia. Una decisión que en todo caso resulta imposible de cumplir en tanto que la Mata Hari fue destituida e inhabilitada por 20 años por la Procuraduría debido a sus andanzas como espía. Al margen de la controversia, lo cierto es que esta exdetective resultó vital para la Fiscalía en el proceso de constatación de la persecución del DAS a la Corte.

Fue ella quien reveló que estuvo durante más de 11 años en el DAS y que como estudiante de psicología y de cursos especiales con el Mossad de Israel le fue encargada la misión de infiltrar la Corte Suprema en el año 2007. Justamente en la época en que las relaciones entre el gobierno Uribe y el alto tribunal pasaban por su peor momento. Según ella, lo primero que hizo fue contactar al capitán Julián Leonardo Laverde, entonces jefe de seguridad del Congreso, a quien reconquistó y hasta le prometió que se casarían si le ayudaba a conseguir potenciales colaboradores en la Corte Suprema.

Laverde la relacionó con David García, escolta del magistrado auxiliar Iván Velásquez, coordinador de los expedientes de la parapolítica. Poco a poco fue sumando policías y escoltas de los juristas a su causa y así logró fotocopiar expedientes reservados sobre los parapolíticos Álvaro García Romero, Luis Eduardo Vives y Dieb Maloof, entre otros. A todas sus “fuentes” les prometía dinero. A otras sólo tuvo que sonreírles. Y la consigna mediante la cual las convencía era la siguiente: “Ustedes tienen que ser leales es con el presidente”. Pronto obtuvo los teléfonos celulares de buena parte de los magistrados, su información personal y en últimas la génesis de la persecución.

En esas vueltas persuadió a Blanca Yaneth Maldonado y a María Torres, quienes se desempeñaban como auxiliares de servicios generales en la Corte, para que metieran una grabadora de 4 centímetros de largo, 3 de ancho y medio centímetro de grosor en las salas plenas reservadas de la Corte Suprema. Así, la Mata Hari obtuvo toda la información que quiso y elaboró reportes que, según ella, tenían como destino el alto gobierno. Sus reportes fueron fundamentales para que el DAS emprendiera la persecución y cacería de los magistrados de la Corte. Debido a sus confesiones, la Fiscalía le otorgó un principio de oportunidad y por eso no ha ido a la cárcel. Sin duda alguna, ella guarda muchos secretos sobre esta gigantesca operación de desprestigio. Y al margen de su colaboración con la justicia y la evidencia extrema de las vueltas del DAS contra el alto tribunal, a todo el mundo le cayó mal la noticia de su eventual reintegro al DAS. Algo imposible por su sanción disciplinaria.

jlaverde@elespectador.com

@jdlaverde9

Por Juan David Laverde Palma

 

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