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La nueva guerra contra el narcotráfico

Doce oficiales de inteligencia de la Policía Nacional, apoyados por 80 de operaciones y por lo menos 600 suboficiales y agentes, a mediados de 2007 emprendieron la tarea de impedir que el narcoparamilitarismo vuelva a renacer en el país.

Redacción Judicial
26 de diciembre de 2009 - 09:00 p. m.
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Después de la extradición de los jefes paramilitares, varios desertores del proceso, unidos a antiguos socios, son los nuevos jefes de la mafia.

Corría el mes de mayo de 2007. El escándalo de la parapolítica ardía, la crisis del DAS dejaba graves revelaciones y el proceso de paz entre el Gobierno y las autodefensas pasaba por su peor momento. Sin opción para concretar el tránsito libre a la política al caer en la Corte Constitucional la norma que los amparaba como sediciosos, los jefes paramilitares empezaron a remover sus hilos clandestinos y entre desertores del proceso, antiguos aliados y eslabones ocultos fue quedando en evidencia lo que siempre fue un secreto a voces: sus estrechos nexos con el narcotráfico.

La voz de alerta la había dado el ex director de la Policía general Jorge Daniel Castro y las acciones para neutralizar el rearme paramilitar desde el tráfico de estupefacientes las emprendió su sucesor, el general Óscar Naranjo. Al estilo de los exitosos operativos del Bloque de Búsqueda, que enfrentó a los carteles de Medellín y Cali en los años 80 y 90, se impartió una orden de trabajo para reunir a los 12 oficiales más curtidos en labores de inteligencia y a los 80 más destacados en operaciones especiales, con el fin de constituir un grupo de choque contra las pretensiones del narcotráfico.

La primera tarea fue detectar las cabezas del plan criminal y éste se ejecutó con rapidez. El capo mayor era el desmovilizado jefe paramilitar Carlos Mario Jiménez Naranjo, alias Macaco, recobrando sus redes ilícitas en Meta, Vichada, Nariño y Antioquia. Con poder paralelo estaba Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, y su siniestra oficina de cobro de Envigado. Junto a ellos, los hermanos Víctor y Miguel Ángel Mejía Múnera, conocidos como Los Mellizos; Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario; Pedro Oliverio Guerrero, alias Cuchillo, y Daniel Barrera, alias El Loco.

De una u otra manera, colados en el proceso de paz o socios en los tiempos de las autodefensas, eran ellos los principales gestores de las súbitas alianzas con los nuevos capos, sin descartar a otros poderosos como Vicente Castaño, Diego León Montoya, Juan Carlos Ramírez Abadía o Wílber Varela, venidos a menos por sus propias guerras, pero igual de letales a través de sus estructuras armadas de ‘Los Machos’ o ‘Los Rastrojos’. El nuevo desafío cobraba forma y nombre como ‘Las Águilas Negras’, pero como ayer, no era paramilitarismo exclusivo, eran retazos de narcotráfico.

Los primeros neutralizados fueron los propios capos. Por orden presidencial, el 25 de agosto de 2007 Macaco y Don Berna fueron remitidos a la cárcel de Cómbita (Boyacá). El día anterior había llegado a Bogotá la solicitud de extradición del primero y desde 2004 estaba formalizada la del segundo. Y apenas Macaco se reponía del traslado, cuando la Policía ya le estrechaba el cerco a su círculo. Incomunicado su jefe, desarticulados y en desbandada, uno a uno fueron rastreados por los expertos de la Policía, hasta que el personal operativo los puso a buen recaudo.

La mano derecha de Macaco era Mario Garzón, alias Mario Bross. Con correos humanos y por internet coordinaba una red de 300 hombres. Se movía a sus anchas por el Magdalena Medio y cayó detenido en Puerto Salgar 48 horas después de que el capo mayor llegara a Cómbita. Con él quedaron presos Francisco Licht, alias Tiza; Miguel Ángel Ospino, alias Palagua, y Ramiro Ramos, alias Jimmy. Se intensificaron las pesquisas y en pocos días, en Casanare, Meta y Vichada, fueron capturadas 147 personas. Los planes de Macaco quedaron hechos triza.

Pero seguía vigente otro fortín: la organización Nueva Generación que delinquía en Nariño y Putumayo. El narcotráfico era el aceite para modificar comicios electorales. Y fueron las presiones a los alcaldes la pista que condujo a sus refugios en Antioquia. Primero cayó en Marinilla Hugo González, El Nomo; después José Yair Yela, El político, y jalando la madeja Carlos Mateus, alias Paquita Gallego. Fue más fácil penetrar después la estructura en el sur del país. El último detenido fue John Roima García, alias El Niño. Lo cogieron el día que iba a casarse. La novia quedó vestida de blanco.

Cerrado el paso a Macaco e interpretando las directrices del general Naranjo, el entonces director de la Dijín, coronel César Pinzón, trazó el nuevo objetivo: Los Mellizos. El año 2007 había concluido con otros éxitos como la captura de Diego León Montoya en Zarzal (Valle) y la de Juan Carlos Ramírez Abadía, Chupeta, en Brasil. Sin embargo, el desafío de los hermanos Víctor Manuel y Miguel Ángel Mejía era grande. Con mucha experiencia en el narcotráfico, su objetivo era recobrar el poder en el Bajo Cauca antioqueño y refrendarlo en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Para lograrlo empezaron a reclutar a remisos del proceso de paz entre las autodefensas y el Gobierno. Gente de Rodrigo Tovar Pupo, Jorge 40, y de Hernán Giraldo Serna. Con ellos y sus propios secuaces en Arauca, Córdoba, Valle, Norte de Santander y Antioquia conformaron la banda criminal de ‘Los Nevados’. Una peligrosa alianza que llevó al propio presidente Álvaro Uribe a ordenar públicamente en Santa Marta su urgente captura. Colados en el proceso de paz y después desertores, se convirtieron en obsesión de los oficiales de la Policía comisionados para evitar el renacer del narcoparamilitarismo.

El problema era hacerlos salir de la Sierra Nevada. Hasta que la persistencia del control técnico y la penetración de personal encubierto logró la clave. El jefe de operaciones de la Policía del Cesar, coronel Juan Carlos Martínez Correal, era miembro de la organización ilegal. El 18 de enero de 2008 quedó en evidencia. A bordo de una camioneta Toyota, acompañado por su esposa y su hija, el oficial recogió cerca de Santa Marta a Víctor Mejía Múnera, pero llegando al municipio de El Copey, minutos después de la una de la mañana, quedó atrapado en un retén de la Policía que estaba presta a las capturas.

Al percatarse de lo sucedido, el coronel Martínez Correal retrocedió bruscamente, embistió a uno de los carros de escolta y en medio de una intensa balacera logró huir precipitadamente del lugar. La Policía emprendió la persecución y kilómetros más adelante logró interceptar el vehículo. Víctor Mejía logró escapar pero fue detenido el coronel Martínez Correal. Desde ese mismo día, las horas del Mellizo empezaron a contarse. En retirada, el narcotraficante se refugió en el Bajo Cauca antioqueño, pero utilizando la técnica de debilitar a su estructura, la Policía no volvió a perderle el paso.

Como tampoco cedió en el rastro de su hermano Miguel Ángel Mejía, quien era detectado en Chía, en Melgar, en el Magdalena Medio o en Bogotá, pero no era claro cuál era su secreto para pasar de agache. Entre tanto, los oficiales de inteligencia se concentraron en la búsqueda de dos individuos determinantes: Javier Urango, alias Chely, jefe de sicarios de la organización, y Orlando Villa Zapata, alias La Mona, mano derecha de Los Mellizos, y otrora hombre fuerte del bloque Vencedores de Arauca de las autodefensas. Tarde o temprano estos sujetos los iba a llevar hasta Los Mellizos.

Villa Zapata, prófugo de la justicia desde que obró como ejecutor de la masacre de 11 indígenas en Caloto (Cauca) en 1991, era un escurridizo criminal con siete órdenes de captura. Hasta que cayó el 8 de abril de 2008 de la manera más ingenua. La Policía detectó que andaba por Doradal (Antioquia) cubriéndoles los desplazamientos a Los Mellizos, pero también entusiasmado por los encantos de una hermosa joven. Lo dejaron llegar hasta un motel donde hasta los porteros eran oficiales de inteligencia, y después de la última cana lo capturaron mansamente. El informante clave salió de su escolta.


Con la caída de Villa Zapata se les vino la noche a Los Mellizos. Víctor Manuel se refugió en Tarazá, aprovechando que en la población se vivía un paro cocalero. Pero lo que nunca supo fue que los oficiales de inteligencia se mimetizaron como integrantes del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) y vigilaron cada paso del narcotraficante y sus hombres. El 29 de abril de 2008 se ocultó en la finca La Unión, pero hasta allí llegaron los operativos de la Fuerza Pública, y al presentar resistencia fue dado de baja. Un perro labrador negro que lo acompañaba hoy es el consentido de la Policía Antidrogas en Antioquia.

A los tres días, su hermano Miguel Ángel fue detectado en Puerto Boyacá y empezó a descifrarse el misterio de su ocultamiento. Por informes de inteligencia la Policía decidió seguir la ruta de una tractomula Kenworth, que finalmente fue interceptada cerca del municipio de Honda. La revisaron por todas partes y ningún rastro del Mellizo. Al cabo de tres horas el conductor del vehículo les pidió a los oficiales que le dejaran prender el carro, pero ellos se negaron. Minutos después, Miguel Ángel Mejía salió de una caleta, dispuesta detrás de la cabina del conductor, donde le habían habilitado un tubo para respirar.

Sin sus jefes directos en acción, el resto de la banda fue desmantelada en asunto de semanas. El 21 de mayo de 2008, Germán Bernal Cajiao, alias El Rojo, el sujeto que estaba llamado a reemplazar a Los Mellizos, fue detenido en Bogotá. Días después se produjeron más capturas. La banda criminal de “Los Nevados” quedó casi deshecha por sustracción de materia. Lo mismo que sucedió con los reductos del grupo de alias Macaco, que siguieron cayendo en poder de las autoridades. De Jacinto  Fuentes, Don Leo, o deJorge Luis Villadiego, Pablo Angola, ya no se habla. Ahora están presos en Bogotá.

Avanzaba 2008, la guerra contra las bandas criminales se intensificaba, las retaliaciones llegaban hasta Argentina, donde los narcotraficantes colombianos también ajustaban sus cuentas, pero en el imaginario social faltaba el nuevo capo: Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario. Con largo historial en los grupos de autodefensa, hermano de Freddy Rendón, alias El Alemán, fundador del frente Élmer Cárdenas, sin tanto protagonismo como los hermanos Fidel, Carlos y Vicente Castaño, Don Mario era un personaje reconocido en la guerra de los Llanos Orientales y el Urabá antioqueño y chocoano.

En agosto de 2006 se desmovilizó con su hermano Freddy, pero cuando el proceso de paz entre el Gobierno y las autodefensas entró en crisis, volvió a la clandestinidad con el propósito de reencauchar a sus antiguos socios y secuaces. Pero no regresó a Los Llanos, lo hizo a Urabá y a Córdoba, y de entrada desató una cadena de venganzas con los hombres de la oficina de cobro de Envigado, por el control de las rutas del narcotráfico. Sin embargo, Don Mario no quiso ser simplemente un narco a secas, sino revestir sus crímenes con algún ropaje político, por eso adoptó la pose de comandante de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia.

La operación de captura de Don Mario tuvo las dimensiones de un capo de capos. Se sabía que su territorio era el Urabá y la Policía llenó de agentes secretos la zona. Parejas de turistas, vendedores de zapatos, técnicos de empresas eléctricas, toda clase de roles sociales fueron asumidos por personal de inteligencia que desde finales de 2008 tenía claro el objetivo. Entre tanto, Don Mario se movía como pez en el agua. No utilizaba teléfonos, mucho menos correos, nunca dormía dos noches seguidas en el mismo sitio y prefería las hamacas en la mata de monte, para no ser detectado en ninguna parte.

La Policía llegó a tener más de 800 hombres en la acción, porque los oficiales de inteligencia sabían que debían penetrar cuatro anillos de seguridad, con al menos 60 individuos, antes de acceder a Don Mario. El Jueves Santo de 2009 se les voló en pantaloneta y su red de informantes logró despistar a la Policía. Pero los oficiales nunca salieron de la zona y días después retuvieron a una menor de edad que extrañamente deambulaba por la región sin explicar su ropa de marca y otros cuantos lujos supuestamente aportados por su novio, de quien no supo explicar ni siquiera cuál era su nombre.

Ese fue el principio del fin de Don Mario. El 15 de abril de 2009, rodeado totalmente por la Policía, el hombre que infiltró al Estado mucho tiempo y que logró abrir nuevos frentes de violencia desde los Llanos Orientales hasta La Guajira, fue capturado en una especie de casa de bohío compuesto por palma natural y apilamiento de madera. Tenía problemas de gastritis, lo había picado un pito y, literalmente, temblaba. “Yo no soy responsable de todo lo que dicen” fue su primer comentario. Pero las autoridades ya le tenían guardado un voluminoso dossier para que la justicia lo procese por sus crímenes.

Don Mario cayó, pero la guerra continúa. En la mira está Cuchillo, Los hermanos Comba, El Loco Barrera, Martín Llanos y otros cuantos narcotraficantes que libran la tercera guerra de las drogas en Colombia. La primera terminó con la muerte de Pablo Escobar Gaviria en diciembre de 1993; la segunda, con la extradición de los jefes paramilitares en mayo de 2008; y la tercera quiere llamarse ‘Las Águilas Negras’, con la seguridad de que siempre habrá quien se arriesgue en el multimillonario negocio. La Policía lo sabe, pero está a tiempo de impedirlo.

En la mira

Tras los golpes, bajas o extradiciones que han sufrido las denominadas bandas criminales (Bacrim) y los reductos de paramilitares que optaron por seguir delinquiendo, las autoridades buscan a los cabecillas que asumieron el mando de estas organizaciones. El Gobierno ofreció este año que termina una recompensa de hasta $5.000 millones por tres de ellos: Daniel ‘El Loco’ Barrera, Pedro Oliverio Guerrero, alias ‘Cuchillo’ y Luis Enrique Calle Serna, alias ‘Comba’. Incluso, el hermano de este último, Javier Antonio Calle Serna, también es buscado intensamente. Un escalón más abajo pero con reconocida trayectoria criminal se encuentran Ramón Quintero, alias ‘Lucas’, y Maximiliano Bonilla, alias ‘Valenciano’.  Finalmente, el ex jefe paramilitar Héctor Germán Buitrago, alias ‘Martín Llanos’.

De ‘Don Berna’ a alias ‘Valenciano’

La debacle de la tenebrosa ‘Oficina de Envigado’ comenzó con la extradición hacia Estados Unidos de Diego Fernando Murillo Bejarano, alias Don Berna, en mayo de 2008. Aunque sus lugartenientes comenzaron a ascender en la estructura de mando, pronto aparecieron las divisiones en el interior de la organización. Por ejemplo, a raíz del sometimiento a la justicia norteamericana, en Argentina, de Carlos Mario Rogelio Aguilar, alias Rogelio, y de Mauricio Cardona López, alias Yiyo. O la captura de Daniel Alejandro Serna, alias Kener, de Leonardo Muñoz alias Douglas y Luis Fernando Castaño Alzate, alias Firma o Botija. Y también de asesinatos como el Fabio León Vélez Correa, alias Nito. En los últimos tiempos la banda criminal se encuentra dividida en dos bandos que son dirigidos por Maximiliano Bonilla, alias Valenciano y Jáder Botero, alias Gancho. El primero con mayor influencia en el manejo de rutas del narcotráfico y el segundo en ‘vacunas’, fleteos, sicariato y tráfico de narcóticos. Los dos son los responsables de la oleada de asesinatos que viene afectando a la ciudad de Medellín.

Los que ya se fueron para Estados Unidos

La extradición de los ex jefes de las autodefensas, vinculados al narcotráfico, comenzó el 7 de mayo de 2008 con la entrega a las autoridades norteamericanas de Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, quien fue comandante del bloque central Bolívar y responsable de infiltrar el DAS. Pero tan sólo fue cuestión de días para que otros ex jefes paramilitares fueran enviados a Estados Unidos. El 13 de mayo de ese mismo año fueron puestos en manos de la DEA Diego Fernando Murillo Bejarano, alias Don Berna; Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40; Salvatore Mancuso; Francisco Javier Zuluaga, alias Gordo Lindo; Guillermo Pérez Alzate, alias Pablo Sevillano; Ramiro Vanoy, alias Cuco Vanoy; Juan Carlos Sierra, alias El Tuso; Manuel Enrique Torregrosa; Diego Alberto Ruiz Arroyave; Martín Peñaranda, alias El Burro; Edwin Mauricio Gómez Lara; Hernán Giraldo Serna, alias El Patrón; Nondier Giraldo Giraldo y Eduardo Enrique Vengoechea.

Por Redacción Judicial

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