La primera magistrada de la Corte Suprema, que murió en el Palacio de Justicia
Fanny González llevaba un año y medio en la Sala Laboral de la Corte Suprema cuando el M-19 se tomó el Palacio de Justicia. Tras su muerte la Corte se demoró década y media en nombrar a otra mujer. Esta es su historia.
Felipe Morales Sierra
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“Llama mucho la atención cómo una mujer que tenía profundas raíces conservadoras y religiosas desafió a una sociedad absolutamente machista, llegando a convertirse en la primera magistrada de la Corte Suprema”, le dijo a este diario Francisco González, abogado y profesor de las universidades Nacional y de Caldas. Se refiere a Fanny González Franco, un nombre conocido entre los abogados de Manizales, pues así fue bautizado el Palacio de Justicia municipal y hasta un barrio de la ciudad; pero poco sonado en el ámbito nacional, a pesar de ser ella quien abrió la puerta y demostró que las mujeres sí caben en el más alto tribunal de la justicia nacional.
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El profesor González y la difunta magistrada no son familiares. Él coordina la cátedra de historia regional de Manizales y Caldas, y desde ese ejercicio académico se ha aproximado al legado de una de las mujeres más notables del departamento. “Fue la primera mujer en muchos escenarios de su vida y en el contexto en que vivía eso era absolutamente revolucionario, porque estaba cambiando el paradigma de una sociedad machista y de una justicia que solo podía estar en manos de los hombres”, agregó el investigador. Todo, hasta que, entre el 6 y el 7 de noviembre de 1985, la abogada de 54 años falleció en las violentas toma (del M-19) y retoma (del Ejército) del Palacio de Justicia.
Su hermano, Otoniel González, fue el último en escuchar su voz, pues apenas supo por radio que la guerrilla del M-19 se había tomado el Palacio, la llamó. De su familia de veinte hermanos, nacidos todos en Pensilvania, al norte de Caldas, era el más cercano a ella y hablaban constantemente. Eran las 4:30 de la tarde y, mientras los hermanos conversaban, un guerrillero armado tocó la puerta y les ordenó a todos en el despacho acompañarlo. “Yo no vine a la Corte a llorar ni a suplicar clemencia”, le dijo a Otoniel al otro lado de la línea. Y remató antes de colgar: “Muero defendiendo la justicia colombiana”.
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Esas palabras las repitió su hermano a su familia y en medios de comunicación. Y, para el menor de los hermanos, Augusto González, deberían recordarlas más los juristas colombianos. En diálogo con este diario, él, que es uno de los siete González Franco que siguen con vida, dijo que ella siempre fue entregada al trabajo. Resaltó que desde que estaba terminando la universidad se enfocó en temas laborales y allí, “en la forma cómo ella enfocaba sus decisiones había una lealtad al Derecho absoluta. Además, con total imparcialidad: no podían decir de ella ni que era favorable a los trabajadores y enemiga de los empleadores o viceversa”.
Se inclinó por los temas laborales desde su tesis de grado en la Universidad Pontificia Bolivariana, en Medellín. Llegó a ese campus, fuera de su natal Caldas, porque el rector de entonces, monseñor Félix Henao, le había sugerido que estudiara allí. González lo escuchó y en 1954 se convirtió en la primera mujer egresada como abogada de la Bolivariana. “Esa tendencia a ser la primera fue algo permanente en su vida”, dijo su hermano Augusto. Pero antes de salir a ejercer tenía que cumplir con la judicatura y ella, muy especialmente, pidió que la dejaran hacerla en el juzgado promiscuo del municipio de Aguadas, en su departamento.
“Pidió que le dieran Aguadas como sede porque en ese momento el párroco del pueblo era, precisamente, otro hermano nuestro. Y a Fanny le pareció conveniente estar a su lado para, primero, conocer la vida del pueblo y, segundo, porque podría vivir con él”, explicó Augusto González. Allí se destacó y siguió una carrera en la rama judicial, hasta el último de sus días. “Cuando regresó a Caldas, el acceso a cargos públicos estaba basado en méritos, pero también en recomendaciones, especialmente religiosas. A la Iglesia le interesaba mucho quién mandaba en la justicia terrenal. Y su familia era profundamente creyente”, le contó a este diario el profesor Francisco González.
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Fue nombrada jueza laboral de Manizales, luego fue la primera magistrada del Tribunal de Pereira, en 1960, y, posteriormente, la primera en el Tribunal de Manizales. “No debió ser fácil ser juez y mujer, seguro que le tocaba ser más juiciosa y trabajadora que a sus compañeros”, comentó el profesor González. Su hermano, por ejemplo, cuenta que tenía un lugar especial en la finca familiar. Allí se recluía la magistrada a estudiar los casos de su despacho, aun en vacaciones. “Sentía que su obligación era cumplir la más grande labor de su vida: ser la primera mujer en la Corte”, contó Augusto González.
En algún punto de ese proceso se cruzó con el también abogado Gabriel Trejos, con quien forjó una amistad entrañable y luego fueron compañeros en el Tribunal de Manizales. Su hijo, Álvaro José Trejos, quien preside el Colegio de Jueces y Fiscales de Caldas, le dijo a este diario: “Hasta donde cuentan las anécdotas, había la posibilidad de que mi padre llegara al Tribunal de Pereira, pero él y algunos conocidos consideraron que quien debía llegar a ese despacho era Fanny González y la apoyaron para que así fuera”. Trejos asegura que lo que más recuerda de la magistrada es “su don de gentes”, y agregó: “Mi papá siempre la señaló como un ejemplo a seguir”.
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González aterrizó en la Corte en 1984, apenas un año antes del holocausto, cuando ya era una reconocida magistrada. Llegó, primero, a llenar una vacante de la Sala Laboral de manera provisional y debía salirse de la Sala Plena cada vez que votaban la elección de nuevos magistrados. “Hubo mucha resistencia para nombrarla en propiedad. El sistema era una elección interna de la Corte, sin listas ni concurso de méritos. Para entonces, importaban mucho los apellidos, las regiones de donde provenían los candidatos y estaban muy concentrados en la capital. Y el recelo hacia ella no era solamente por ser mujer, sino porque era de provincia”, contó el abogado Gabriel Trejos.
“El porqué llegó a la Corte Suprema creo que ni mis hermanos ni yo podemos explicarlo, porque ella era muy reservada en sus triunfos. Con decirle que nos enteramos que había sido nombrada en la Corte porque lo escuchamos primero por radio”, recordó Augusto González. El exmagistrado Juan Hernández Sáenz, compañero de sala en la Corte, describió en el informe de la Comisión de la Verdad para los hechos del Palacio algunas de las razones que llevaron a una mujer de Pensilvania a ocupar esta posición: “Sus amplios conocimientos jurídicos, su dedicación constante al cumplimiento del deber y su espíritu justiciero y ecuánime le dieron un merecido prestigio y respetabilidad”.
Pero el techo de cristal, esa barrera machista que impide que las mujeres lleguen a los altos cargos sigue ahí. María Adelaida Ceballos, abogada e investigadora en temas de equidad de género en la administración de justicia, le contó hace unos meses a El Espectador que, a pesar de que el nombramiento de González fue transgresor para la época, pues en otros países las mujeres se demoraron mucho más en llegar a esas posiciones, después del holocausto las cosas volvieron a ser como antes. “En el reemplazo de los magistrados asesinados ellos debieron reemplazarla por otra mujer, y en cambio pasaron 16 años para que llegara la siguiente mujer a la Corte”, aseguró.
Para Ceballos, la historia de la magistrada González habla no solo de la ausencia de mujeres en las Cortes, sino de lo que la literatura feminista llama “silencio de las fuentes”: que las dificultades para hallar registros históricos sobre mujeres no son aleatorias, sino que obedecen a un desbalance de género. El profesor González se alinea con esta postura y considera que el nombre de la togada no ha trascendido porque seguimos siendo una sociedad machista. “No más miremos hoy cuántas mujeres hay en la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia: hay dos, de 23 magistrados”. Y, a su vez, considera que otro factor clave en su invisibilidad es que fuera una mujer de provincia.