La víctima que encontró el nombre de su papá en la instalación de Doris Salcedo
El politólogo César Orjuela se encontró por coincidencia el nombre de su papá, líder de la UP, en las casi dos mil telas blancas que crearon la obra de Doris Salcedo "Sumando ausencias". Él y su hermano menor cosieron el retazo como un homenaje.
Redacción Judicial
Entre los cientos de voluntarios que le ayudaron a Doris Salcedo a cocer 1.900 telas con los nombres de víctimas del conflicto la semana pasada, hubo uno que sin proponérselo se encontró el nombre de su papá marcado en ceniza en la obra de la escultora. César Orjuela llegó ese martes 11 de octubre a la Plaza de Bolívar para cumplir con su trabajo como funcionario de la Personería de Bogotá. Tenía, principalmente, que vigilar la situación de las personas que se encuentran en el campamento permanente por la paz. Y así lo hizo.
Cuando ya habían pasado varias horas desde que comenzó la instalación artística de Salcedo, César Orjuela, un politólogo de 29 años de la Universidad Nacional, se animó a participar como voluntario de la obra y agarró cuatro telas para coser junto con algunos de sus compañeros. “En ese momento, tuve la sensación de que estaba caminando en un cementerio. Eran cuerpos, unos al lado de otros. Era una imagen oscura y sentí mucha tristeza”, relata Orjuela. Terminada su labor de coser con hilo azul rojo y verde los retazos blancos, se apartó de la obra para buscar una mirada panorámica de lo que la artista bogotana estaba logrando en pleno centro de Bogotá.
Algunos dijeron que la Plaza parecía llena de nieve. Otros, como Orjuela, explicaron que el horror y el drama de las víctimas y sus familiares se sintieron ese día entre los siete kilómetros de tela blanca. Muchos más la criticaron pues dijeron que solo era una manera de aprovecharse del dolor de los afectados por el conflicto y que en nada contribuía a los esfuerzos por conseguir un acuerdo de paz. Pero para cientos de personas fue un homenaje que apareció en el país en un momento en el que recordar a las víctimas es esencial.
La propia artista y creadora de la intervención explicó el domingo pasado en este diario que su interés no era otro que el de tener en cuenta a los afectados por el conflicto ahora que el acuerdo final parece esquivo. “Lo que me interesa es contar la historia incompleta y fragmentada de los vencidos… Sumando ausencias (el nombre con el que bautizó su creación) es una obra en que las víctimas del conflicto fueron puestas en el centro de nuestra vida política por una comunidad efímera que se forjó en los días en que hicimos la obra”, señaló Salcedo.
En ese mismo centro, además de las 1.900 víctimas de la lista que entregó la Unidad de Víctimas, llegaron dos más: César Orjuela y su hermano. “Cuando quise ver cómo estaba quedando la obra, pasé al lado de una caja en donde todavía estaban sacando telas para coser. Justo en ese momento, apareció la de él. Decía A. Orjuela. Augusto Orjuela”, relató el politólogo. Con la certeza de que la tela correspondía a su padre, y no a un Alejando o Alfredo Orjuela, César se acercó a la pareja que estaba sacando la tela y le pidió que si podía dársela a él. “Es que ese es el nombre de mi papá”, les dijo.
No se opusieron. Se la entregaron y de paso le dieron un abrazo. Caminó con la tela en brazos hacia los vacíos que a las 4:00pm todavía había sobre las piedras de la Plaza de Bolívar. Junto a una amiga se sentó y llamó a su hermano menor. “Le dije que se viniera corriendo porque tenía el nombre de nuestro papá escrito en ceniza en lo que estaba haciendo Doris Salcedo. Le pedí que se apurara porque lo quería coser con él”. El menor de la familia Orjuela, el que tenía 10 meses cuando asesinaron a su padre, obedeció y llegó a los pocos minutos a encontrarse con su hermano.
“Lo cosimos juntos. Mi papá era un líder sindical que los paramilitares asesinaron en el Meta en febrero de 1992”, recuerda el mayor de los Orjuela. De acuerdo con los registros que maneja la Unión Patriótica, partido al que pertenecía Augusto Orjuela, el papá de César era el personero del municipio de Mesetas, una de las regiones del país en donde el conflicto armado más se ensañó con dirigentes de la UP. A su llegada a la Personería, Orjuela recibió de inmediato las primeras amenazas. Primero fueron sutiles: le informaban que no se podía meter con los protocolos de los grupos armados de la región y lo invitaban a que saliera de la zona lo más pronto posible. Pero el 22 de febrero de 1992 se concretaron.
“Cuando llegué en la mañana a la Plaza, lo que sentía era profunda tristeza. Fue muy impactante ver los nombres de casi dos mil personas en las telas. Pero cuando cosí el retazo que le correspondía a mi papá, el de mi víctima, todo cambió. Me di cuenta que más que desgarrador, era un homenaje bello y digno para las personas que como él murieron en esta guerra. Le hice un homenaje sin buscarlo”, dice César Orjuela, recordando además que cuando asesinaron a su papá él tenía cuatro años “y no dimensionaba lo que estaba pasando”.
Cuando llegó a la adolescencia eso cambió. “En ese momento me acerqué por primera vez a la realidad del país en el que vivía. En esa época sentí muchas ganas de vengarme de quienes me quitaron a mi papá. Pero era muy inocente. Yo siempre quise saber más de lo que pasaba en Colombia y por eso, cuando estaba en quinto semestre de ingeniería electrónica, me cambié a ciencia política. Quería entender cómo era posible que en este país se mate por pensar diferente”, relata César Orjuela.
En el proceso por responder a esa pregunta, Orjuela consiguió cambiar la venganza que sentía por perdón. “Yo perdono totalmente a las personas que me quitaron a mi papá. Pero llegar a esta decisión me tomó mucho tiempo. Yo los perdono de corazón porque creo que el perdón es lo único que puede salvar a Colombia”, asegura.
Entre los cientos de voluntarios que le ayudaron a Doris Salcedo a cocer 1.900 telas con los nombres de víctimas del conflicto la semana pasada, hubo uno que sin proponérselo se encontró el nombre de su papá marcado en ceniza en la obra de la escultora. César Orjuela llegó ese martes 11 de octubre a la Plaza de Bolívar para cumplir con su trabajo como funcionario de la Personería de Bogotá. Tenía, principalmente, que vigilar la situación de las personas que se encuentran en el campamento permanente por la paz. Y así lo hizo.
Cuando ya habían pasado varias horas desde que comenzó la instalación artística de Salcedo, César Orjuela, un politólogo de 29 años de la Universidad Nacional, se animó a participar como voluntario de la obra y agarró cuatro telas para coser junto con algunos de sus compañeros. “En ese momento, tuve la sensación de que estaba caminando en un cementerio. Eran cuerpos, unos al lado de otros. Era una imagen oscura y sentí mucha tristeza”, relata Orjuela. Terminada su labor de coser con hilo azul rojo y verde los retazos blancos, se apartó de la obra para buscar una mirada panorámica de lo que la artista bogotana estaba logrando en pleno centro de Bogotá.
Algunos dijeron que la Plaza parecía llena de nieve. Otros, como Orjuela, explicaron que el horror y el drama de las víctimas y sus familiares se sintieron ese día entre los siete kilómetros de tela blanca. Muchos más la criticaron pues dijeron que solo era una manera de aprovecharse del dolor de los afectados por el conflicto y que en nada contribuía a los esfuerzos por conseguir un acuerdo de paz. Pero para cientos de personas fue un homenaje que apareció en el país en un momento en el que recordar a las víctimas es esencial.
La propia artista y creadora de la intervención explicó el domingo pasado en este diario que su interés no era otro que el de tener en cuenta a los afectados por el conflicto ahora que el acuerdo final parece esquivo. “Lo que me interesa es contar la historia incompleta y fragmentada de los vencidos… Sumando ausencias (el nombre con el que bautizó su creación) es una obra en que las víctimas del conflicto fueron puestas en el centro de nuestra vida política por una comunidad efímera que se forjó en los días en que hicimos la obra”, señaló Salcedo.
En ese mismo centro, además de las 1.900 víctimas de la lista que entregó la Unidad de Víctimas, llegaron dos más: César Orjuela y su hermano. “Cuando quise ver cómo estaba quedando la obra, pasé al lado de una caja en donde todavía estaban sacando telas para coser. Justo en ese momento, apareció la de él. Decía A. Orjuela. Augusto Orjuela”, relató el politólogo. Con la certeza de que la tela correspondía a su padre, y no a un Alejando o Alfredo Orjuela, César se acercó a la pareja que estaba sacando la tela y le pidió que si podía dársela a él. “Es que ese es el nombre de mi papá”, les dijo.
No se opusieron. Se la entregaron y de paso le dieron un abrazo. Caminó con la tela en brazos hacia los vacíos que a las 4:00pm todavía había sobre las piedras de la Plaza de Bolívar. Junto a una amiga se sentó y llamó a su hermano menor. “Le dije que se viniera corriendo porque tenía el nombre de nuestro papá escrito en ceniza en lo que estaba haciendo Doris Salcedo. Le pedí que se apurara porque lo quería coser con él”. El menor de la familia Orjuela, el que tenía 10 meses cuando asesinaron a su padre, obedeció y llegó a los pocos minutos a encontrarse con su hermano.
“Lo cosimos juntos. Mi papá era un líder sindical que los paramilitares asesinaron en el Meta en febrero de 1992”, recuerda el mayor de los Orjuela. De acuerdo con los registros que maneja la Unión Patriótica, partido al que pertenecía Augusto Orjuela, el papá de César era el personero del municipio de Mesetas, una de las regiones del país en donde el conflicto armado más se ensañó con dirigentes de la UP. A su llegada a la Personería, Orjuela recibió de inmediato las primeras amenazas. Primero fueron sutiles: le informaban que no se podía meter con los protocolos de los grupos armados de la región y lo invitaban a que saliera de la zona lo más pronto posible. Pero el 22 de febrero de 1992 se concretaron.
“Cuando llegué en la mañana a la Plaza, lo que sentía era profunda tristeza. Fue muy impactante ver los nombres de casi dos mil personas en las telas. Pero cuando cosí el retazo que le correspondía a mi papá, el de mi víctima, todo cambió. Me di cuenta que más que desgarrador, era un homenaje bello y digno para las personas que como él murieron en esta guerra. Le hice un homenaje sin buscarlo”, dice César Orjuela, recordando además que cuando asesinaron a su papá él tenía cuatro años “y no dimensionaba lo que estaba pasando”.
Cuando llegó a la adolescencia eso cambió. “En ese momento me acerqué por primera vez a la realidad del país en el que vivía. En esa época sentí muchas ganas de vengarme de quienes me quitaron a mi papá. Pero era muy inocente. Yo siempre quise saber más de lo que pasaba en Colombia y por eso, cuando estaba en quinto semestre de ingeniería electrónica, me cambié a ciencia política. Quería entender cómo era posible que en este país se mate por pensar diferente”, relata César Orjuela.
En el proceso por responder a esa pregunta, Orjuela consiguió cambiar la venganza que sentía por perdón. “Yo perdono totalmente a las personas que me quitaron a mi papá. Pero llegar a esta decisión me tomó mucho tiempo. Yo los perdono de corazón porque creo que el perdón es lo único que puede salvar a Colombia”, asegura.