“La violencia sexual es una forma de desarticular a la comunidad”, Denis Mukwege
El médico congolés de 69 años, que ganó el premio Nobel de paz en 2018, habló con El Espectador sobre el hospital que se abrirá en el Meta para atender a víctimas de estas agresiones en el país. Desde su experiencia, apoyará el proyecto con el que buscan respaldar a las víctimas.
Céline Elber
En 2018, el médico congolés Denis Mukwege recibió el Premio Nobel de paz por sus incansables esfuerzos para combatir la violencia sexual en su país. En la República Democrática del Congo, construyó un hospital donde las víctimas de violencia sexual podían recibir no solo atención sanitaria, sino también psicológica y jurídica. Ahora, apoyará una iniciativa similar en Villavicencio (Meta) para atender a víctimas de estas atrocidades en Colombia. En entrevista con El Espectador, el Nobel de 69 años de edad habló sobre los paralelismos que ve entre la situación de la República Democrática del Congo y la de Colombia: En ambos países, la violencia sexual se utiliza como arma.
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En 2018, el médico congolés Denis Mukwege recibió el Premio Nobel de paz por sus incansables esfuerzos para combatir la violencia sexual en su país. En la República Democrática del Congo, construyó un hospital donde las víctimas de violencia sexual podían recibir no solo atención sanitaria, sino también psicológica y jurídica. Ahora, apoyará una iniciativa similar en Villavicencio (Meta) para atender a víctimas de estas atrocidades en Colombia. En entrevista con El Espectador, el Nobel de 69 años de edad habló sobre los paralelismos que ve entre la situación de la República Democrática del Congo y la de Colombia: En ambos países, la violencia sexual se utiliza como arma.
¿Por qué la violencia sexual ha sido utilizada como un arma de guerra y qué consecuencias tiene?
La violencia sexual se utiliza como arma de guerra en muchos conflictos, ya que, aunque no consiste en disparar a una persona, cuando se comete de manera masiva contra las mujeres de una comunidad, cuando son violadas frente a sus hijos, frente a sus esposos, cuando son tomadas por la fuerza y llevadas a la esclavitud forzada para ser utilizadas por grupos armados, es una forma de desarticular a la comunidad. Es una manera de romper y destruir el tejido social. Los niños ya no tienen la misma relación con sus padres, y los padres ya no tienen la misma relación con sus hijos.
Cuando se destruyen los tejidos sociales, esa sociedad ya no puede organizarse, porque en una sociedad organizada, cada persona tiene una relación con los demás, cada uno sabe lo que puede hacer y lo que no puede hacer. Pero en una sociedad donde los tejidos sociales están destruidos, esa relación desaparece. Y cuando ya no hay relaciones, no puede haber decisiones, ni protección, ni capacidad para organizarse frente a lo que es agresivo o amenaza con destruir la comunidad. En ese momento, la comunidad se debilita y se vuelve vulnerable.
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Puedo decirles que las violaciones en los conflictos son masivas. Además, muchas veces son metódicas. Aquí, por ejemplo, entre los diferentes grupos armados, pueden encontrarse distintas maneras de cometer violaciones. Por ejemplo, lo que fueron las FARC, quizás tenían su manera particular de tratar a las mujeres, pero si se analiza otro grupo, se encuentra que tienen otra forma. Un grupo, por ejemplo, puede preferir violar a hombres, otro a niños, y así sucesivamente. Esto muestra claramente que se trata de un acto deliberado, que no es meramente oportunista.
¿Cómo debería funcionar este hospital para la atención de víctimas de violencia sexual en un contexto como el colombiano?
Con este hospital, el objetivo no es solo brindar atención médica. Lo llamamos un “One Stop Center”, que significa un centro único donde una víctima de violencia sexual, al ingresar, cuenta su historia una sola vez y recibe un mapa de los servicios que podemos ofrecerle.
Queremos un espacio donde la víctima pueda expresar todos sus problemas y que el centro esté en capacidad, con psicólogos, médicos, juristas, economistas, sociólogos, de ayudarla a reconstruirse. Esto es muy importante para nosotros porque hemos observado que, cuando esto se hace en centros dispersos por toda la ciudad, la mujer iba a un centro y, dependiendo de la forma en que era recibida o tratada, a veces se desanimaba y decidía abandonar el proceso.
Según mi experiencia, los resultados muestran que, a menudo, las mujeres que pasan por un sistema como este salen fortalecidas. Salen convertidas en verdaderas agentes de cambio en sus comunidades y se convierten en líderes.
Usted es un especialista ginecológico y sabe los graves traumas que deja la violencia sexual en las mujeres. ¿Cómo ayudarlas desde su campo y desde otros de la medicina?
La parte de la salud es importante. ¿Por qué? Porque a las mujeres víctimas de violencia sexual, lo que más les preocupa es la salud. O bien tienen miedo de quedar embarazadas, o presentan problemas en el aparato genital, como descargas, sangrados, dolores abdominales, infecciones, etc. Es a menudo por eso que acuden a solicitar atención.
Pero tan pronto como comienzas a hablar con ellas, es en ese momento cuando puedes descubrir problemas psicológicos o el deseo de emprender acciones legales. Así que creo que el hospital es a menudo el punto de entrada. Pero este punto de entrada debe permitir que la víctima pueda acceder a otros servicios.
En su trayectoria no solo ha apoyado casos desde lo médico, sino también desde lo jurídico en escenarios internacionales, ¿cómo articular eso en Colombia?
Creo que muchas víctimas, cuando van al ámbito penal o judicial, buscan ser reconocidas como víctimas, porque cuando una mujer sufre una violación, la tendencia es rechazarla. En el plano mental, consideramos que la justicia forma parte del proceso de sanación para las víctimas. Si las víctimas no van al tribunal, a menudo sienten que el proceso está incompleto. Un juicio le da a la víctima el sentimiento de ser reconocida, de saber que no fue su culpa. Eso significa obtener reparación.
Para que esto funcione, hay que dar a las víctimas los medios para mantenerse y vivir con dignidad mientras esperan el juicio, ya que el proceso penal puede durar meses o años. Esto puede llevar a que la víctima muera antes de que se haga justicia. Una vez que su dignidad sea restaurada, estarían más dispuestas a continuar el camino hacia la justicia.
¿Cómo hacer que los sistemas judiciales entiendan y juzguen adecuadamente los casos de violencia sexual en la guerra?
La impresión que tengo en mi país es que muchos jueces tienden a criminalizar a la víctima en lugar de apoyarla. Creo que comprender los mecanismos de la violencia y el sufrimiento de las víctimas debería permitir a los jueces desarrollar competencias específicas para tratar los casos de violencia sexual. En mi opinión, debería establecerse jurisdicciones especializadas para este tipo de casos.
¿La solución serían condenas más severas para los perpetradores?
Creo que los crímenes de violencia sexual no deberían beneficiarse de una amnistía. Es necesario que haya una cierta “accountability”. Una mujer que ha sido violada sigue sufriendo de la misma manera. Encuentro que, en todo el mundo, las mujeres que han sufrido violaciones en conflictos tienen el mismo lenguaje, el mismo sufrimiento, expresan este sufrimiento de la misma manera. También aquí en Colombia. Y no es un sufrimiento que debemos pasar por alto. Debemos considerar este sufrimiento con mucho respeto y ser capaces de brindar respuestas apropiadas.
La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) ha buscado que haya justicia restaurativa en Colombia, ¿cómo restaurar a una mujer que fue víctima de violencia sexual?
Creo que esto tiene su lugar. En mi opinión, generalmente hay tres cosas que se deben hacer al mismo tiempo. Primero, hay que hacer prevención, y la prevención consiste, efectivamente, en luchar contra la impunidad. Que la gente entienda que la violación es un crimen que debe ser castigado por la ley. Esto es muy importante.
En segundo lugar, es necesario la educación. Miremos lo que sucede en Bogotá: no hay guerra, pero cuando hay violaciones dentro de las casas, en las familias, en el trabajo, en la calle, todo el mundo guarda silencio. ¿Por qué? Porque al final se dice: “¿Para qué? Incluso si me quejo, ¿qué cambiará?”. Por eso es fundamental implementar una educación que permita luchar contra la violación. Estos comportamientos deben corregirse ahora mismo, sin esperar a que la situación empeore.
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Y esto comienza con la educación desde la base: la educación de los niños desde su más temprana edad. No hay que esperar a que tengan 20 años; hay que comenzar desde que aprenden a hablar. Se debe enseñarles la igualdad, el respeto hacia los demás, y mucho más.
En tercer lugar, en el plano social, es esencial que quien comete las violaciones sea la persona que lleve la vergüenza, y no la víctima. Hoy vivimos en una sociedad patriarcal en la que es la mujer violada la que sufre la vergüenza social. Mientras esta situación persista, las mujeres seguirán cargando con este peso y será difícil luchar de manera efectiva contra las violaciones. Para que las mujeres puedan luchar contra la violencia que sufren, deben romper el silencio. Cuando una mujer víctima de violencia decide hablar, retoma su poder, su fuerza frente a su agresor. Es nuestra responsabilidad colectiva cambiar esto.
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