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Yolanda Perea es una lideresa social que ha puesto la cara, durante décadas, por su natal Chocó y los habitantes de una región abundante en recursos naturales, pero sujeta a los capítulos más oscuros del conflicto armado. Es defensora de derechos humanos, coordinadora de la Campaña Nacional Arrópame con tu Esperanza, y una de las nueve millones de víctimas acreditadas de la guerra en Colombia. Durante la semana pasada, en el Congreso hizo escuchar su voz, sin titubeos, explicando por qué las Curules de Paz son una promesa necesaria y un nuevo horizonte para quienes vivieron en carne propia las décadas de confrontación en el país.
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Tras múltiples trabas en el mismo Congreso, el pasado 21 de mayo la Corte Constitucional, luego de examinar una acción de tutela, revivió el proyecto de las 16 curules para las víctimas en la Cámara de Representantes, acuerdo firmado en La Habana durante las negociaciones de Paz entre las antiguas Farc y el expresidente Juan Manuel Santos. La semana pasada, los presidentes del Senado y la Cámara, Juan Diego Gómez y Jennifer Arias, firmaron el Acto Legislativo 05 de 2017, para que el presidente Iván Duque lo sancione en los próximos días y, así, las víctimas en Colombia tengan su representación exclusiva en el legislativo.
En diálogo con El Espectador, Yolanda Perea habla de su pasado, uno difícil de recordar. Explica que lograr las Curules de Paz no ha sido una tarea fácil y que el Partido Comunes, representado por la antigua cúpula de las Farc, será visto como un potencial aliado, en el proyecto de resarcimiento de derechos a favor de las víctimas.
¿Cómo fue su camino hasta llegar a ser lideresa social?
Yo soy de Riosucio (Chocó), donde se vive la pesca, la agricultura y la tala de árboles, lo último no me enorgullece pero es la realidad. Vivía en la finca El Congreso con mis abuelos, mis tíos, mi mamá, mi madre era lideresa y madre soltera. Yo jugaba, me divertía, ayudaba a mis abuelos y sembraba plátano, arroz, maíz, lo sé hacer con los ojos cerrados.
En 1997, en la finca yo fui víctima de violencia sexual por parte de un integrante de las Farc. A los dos meses me hicieron abortar. Me golpearon por haberle contado a mamá. He aprendido a sobrellevar todo esto, pero hay momentos donde el dolor me puede mucho porque yo tengo mis dedos cortados, yo no puedo cerrar bien mi mano derecha. Lloro cuando tengo que hacer muchas tareas y es el recuerdo de la violencia sexual porque ellos, el que me violó y los que estaban, agarraron un machete y lo enterraron. Yo lo agarré y cuando lo halaron me cortaron los dedos.
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El alma duele todos los días, pero aquí estamos. Yo, entonces, le conté a mi mamá y después mandan siete integrantes de las Farc fuertemente armados, y me asesinaron a mi mamá. Me casé a los 16 años. Después empecé a estudiar, terminé mi primaria y mi bachillerato, luego hice un técnico en administración de granjas, luego empecé de voluntaria en una fundación, luego trabajé en casas de familia. En 2003 fue la primera vez que fui ante la Fiscalía a declarar lo que me había pasado. Con ayuda psicosocial y el trascurrir de los días empecé a entender que lo que sucedió no fue mi culpa y retomé mi vida. Desde entonces, he trabajado para la comunidad y para las víctimas. En el último tiempo me he enfocado en el trabajo por los Acuerdos de Paz
Es muy importante la voz de la lideresa @yolaperea que, en calidad de víctima del conflicto, pide al Congreso acoger las 16 curules de paz que les corresponden, como está estipulado en los acuerdos. Óiganla. Ella lo dice mejor. ¡Te acompaño, Yolanda! pic.twitter.com/ThQUZaGGlo
— Margarita Rosa (@Margaritarosadf) August 2, 2021
En el Congreso usted fue insistente en que las Curules de Paz no son un regalo ¿Podría ahondar en esa idea?
En el tema de las víctimas, cuando se dio la negociación en La Habana, fuimos los primeros que salimos a hacer marchas, nos movilizamos, propusimos en todo el país ideas que quedaran en los Acuerdos de Paz. Quien propuso el tema de la participación de las víctimas fue Saul Lemos, en vocería de la Mesa Nacional de Víctimas. Esa propuesta fue acogida en La Habana. Luego, cuando se da el tema de los Acuerdos y se da el debate en el Congreso, quienes nos dimos la pelea fuimos las víctimas. Estuvimos incidiendo para que se diera. Basado a eso, todo ha sido una lucha. Primero, nos sacaron de nuestros territorios. Segundo, nos mataron, violaron, reclutaron y desaparecieron. Y hoy los pocos que estamos, luchamos y defendemos la vida. Colocando posturas que conlleven a ese restablecimiento integral de derechos.
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Nadie nos puede decir ahora que esto es un regalo. Las Curules de Paz no son un regalo, han sido una lucha. La foto que ustedes colocan constantemente (El Espectador), que les agradecemos en el alma, eso fue una vez que nos encadenamos. Nadie puede venir a decir ahora, incluso el Gobierno, a sacar pecho de que están cumpliendo con los Acuerdos de Paz. Eso es una miercolada porque eso no es así. Eso no ha sido así. Ahora que se esté hablando de esas curules es gracias a que la Corte Constitucional se pronunció. Y una vez la Corte se pronunció, el Estado se pronunció por el otro lado. De todas formas, si no se interpone la tutela no hubiera pasado nada.
Durante la sesión en el Congreso la semana pasada, usted denunció un “manoseo a las víctimas” ¿De qué se trata?
Yo me siento manoseada, ultrajada, discriminada y perseguida cada vez que dicen que las 16 curules van a ser para las Farc o para los victimarios. Yo no soy victimaria, yo soy una víctima del conflicto. Y lo que hago es reclamar los derechos que tenemos como pueblo, como mujeres.
¿Qué opina de las voces del legislativo que sostienen que las curules quedarán en manos de victimarios del conflicto?
¿Sabe cuándo esas curules van a ser para los victimarios y grupos armados al margen de la ley, incluso para los partidos tradicionales? Donde el Gobierno, la Registraduría y la Procuraduría no garanticen efectivamente el ejercicio participativo de los líderes y lideresas de víctimas frente a este espacio. Cuando yo veo a grandes congresistas de este país, que son influyentes, diciendo una cosa de estas, que es para los victimarios, es porque tienen en su mente no garantizarnos la participación. Porque se van a hacer los de la vista gorda, los ciegos, y no van a mirar y a hacer seguimiento de que quienes realmente vamos a participar somos las víctimas. Si antes nos amenazaban, ahora más porque quieren sacarnos del camino.
Y aquí hay muchos interesados en demostrar que el Acuerdo de Paz fue fallido ¿y cómo lo demuestran? Haciendo que realmente quienes deban estar en el Congreso, no estén. Yo no sé la vida qué me tenga preparado, pero yo me voy a postular para Representante a la Cámara. Estoy trabajando por ese proceso, obvio sin garantías, porque es defiéndase uno como pueda.
A la fecha Colombia acredita nueve millones de víctimas ¿Cómo van a sentir su representación a través de 16 personas?
Aquí la mayoría del Congreso no admite que hay víctimas. Así de sencillo. Al grano hermano, las cosas como son. No admiten que las víctimas que hay, en su mayoría, han sufrido horrores. No admiten que somos pueblos étnicos, negros, campesinos, que hemos sufrido aberraciones de la violencia. Como no admiten esto, tienden a desdibujar la realidad para poder ellos colarse por el medio y tener su gente allá ¿Qué requerimos? Que nosotros como víctimas nos unamos, los consejos comunitarios, las mesas municipales, las organizaciones de víctimas. Juntémonos para trabajar articuladamente y así esos 16 representantes lleguen en bancada. Y que no se muevan si el territorio no se los ordena. Y que no lleguen a dejarse manosear por los partidos ¿Usted no ha puesto cuidado? Antes muchos congresistas decían que las Farc es lo peor, y ahora que están en el Congreso uno los ve haciendo alianzas para algún proyecto que van a meter. Ahí sí no son asesinos, ni son violadores.
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Y lo otro. Aquí una de las cosas que toca decir es que los 16 representantes no van a ir a enfrentarse con sus victimarios. Allá van a legislar y a construir política pública a favor de esas nueve millones de víctimas, incluso las que están en el exterior. Los que van a ir no van a ser títeres útiles de las grandes maquinarias de este país. Debemos llevar una postura articulada, que la agenda sea la voz del pueblo. Aunque son 170 municipios los que van a estar allí, en ese ejercicio participativo y los que van a escoger esos 16 representantes, todas las víctimas tienen derecho de aportar sus propuestas para hacer una agenda común.
Las víctimas podrían tener frente a frente a quienes hasta hace unos años fueron una de sus pesadillas durante el conflicto armado. Los exFarc, hoy Partido Comunes ¿Predicen un escenario de paz o de confrontación?
Yo en mi caso, si llegara a ser representante, desde ya digo que no tengo tiempo para seguir peleando. De sentarme a llorar, no. Hay que aprovechar el tiempo para construir. Aquí lo que tienen que hacer Partido Comunes, y las victimas que lleguen allá, es articular y mirar cómo se va a trabajar colectivamente para construir política. Unos proyectos que permitan resarcir el daño que las exfarc y otros al margen de la ley han causado. Empezar a reconstruir. No es llegar a pelear, ni a mencionarnos las madres. No hay tiempo porque las víctimas tienen ocho años en el Congreso y a Comunes ya le quedan cuatro.
En abril pasado, mientras la Corte estudiaba la tutela, la Procuraduría General envió su concepto negativo sobre las curules, explicando que era una “preocupación legitima” que los escaños pudiesen quedar en poder de victimarios ¿Qué le hizo sentir ese pronunciamiento?
Sí, mi preocupación entonces es que la Procuraduría no va a hacer su ejercicio que le toca hacer frente a la garantía de derechos frente a las víctimas y la población.
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Lleva años con la bandera de Colombia en sus trenzas ¿Qué quiere decir con ese acto performativo?
Mi cabello lo peino así desde 2013, cuando salí del país. Estoy orgullosa de tres cosas: ser mujer, ser negra y ser colombiana. Colombia tiene muchas cosas feas, yo he vivido el horror, pero también he vivido la alegría de tener mi familia, mi madre. De nacer en estas tierras. La alegría de que mis ancestros pasaron por aquí, para que hoy yo esté defendiendo la vida. Debo estar orgullosa de quien soy.
Para las mujeres negras nada es regalado. Donde habla una vez una mujer mestiza, nosotras tenemos que hablar siete veces para ser escuchadas y respetadas en nuestra opinión. Aunque llevamos 170 años de la abolición de la esclavitud, se sigue viendo la discriminación racial estructural, política, social y económica, frente a los sectores étnicos. El llamado que yo hago al pueblo indígena y negro es que nos volvamos a unir. Ahora cada uno se está defendiendo como puede y por eso no hemos avanzado más en la conquista de nuestros derechos.
El proyecto de las Curules de Paz nació a la par con la creación de la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) ¿Cómo ve la gestión de ambas instituciones tras casi cuatro años de funcionamiento?
En el tema de la Comisión de la Verdad, yo solo espero que el tiempo les alcance para recoger toda la información, testimonios, experiencias, historias de vida, realidad territorial, frente a las huellas y secuelas del conflicto. Me preocupa su tiempo. Frente a la JEP, me parece una de las instancias más importantes porque nos permite un dialogo directo, teniendo en cuenta que en la justicia ordinaria tenemos un 98% de impunidad sobre violencia sexual en el marco del conflicto armado. La JEP nos permite acercarnos directamente como víctimas y presentar nuestra información.
Nosotros como Mesa de Víctimas y como Arrópame con Tu Esperanza, en alianza con la Red de Víctimas de Mujeres Víctimas y Profesionales y la Campaña No Es Hora de Callar de la periodista Jineth Bedoya, el 2 de agosto de 2018 entregamos 2.000 casos de violencia sexual. El 25 de noviembre de 2020, nosotras como Arrópame con Tu Esperanza entregamos más de 230 casos de violencia sexual a la JEP. Pero sabemos que hay 28 organizaciones más que han entregado casos de violencia sexual a la JEP, con miras a que se abra el macrocaso correspondiente a ello. Teniendo en cuenta que esa violencia fue directa y no transversal. La JEP tiene siete casos y ninguno de ellos es sobre violencia sexual.
Abrir ese macrocaso implica tener más confianza para conocer que habrá responsables reales de la situación que hemos vivido. Si no, mientras tanto se seguirá diciendo que nosotras nos lo buscamos, que nosotras provocamos, que por qué salimos, más no, que nosotras no merecíamos lo que pasó. Aquí hablo de más de 32.000 víctimas de violencia sexual, de las cuales 29.000 son mujeres, donde el 13% somos mujeres negras, el 2% mujeres indígenas. Más de 1.000 niños nacidos de la violencia sexual.