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La férrea defensa que hizo desde México el presidente Uribe de su embajador y ex fiscal Luis Camilo Osorio —según dijo, era víctima de un tráfico de infamias en su contra orquestado por “una recua de bandidos muy habilidosos” que buscan “hacer montajes”— avivó en sus contradictores políticos polémicas superadas sobre cercanos colaboradores suyos que cayeron en desgracia y hoy enfrentan la mano de la justicia. Funcionarios a quienes, de cualquier manera, el Jefe de Estado apoyó en su momento y por los que reclamó con ímpetu su inocencia.
Osorio, investigado por denuncias que lo relacionan de favorecer al paramilitarismo en sus tiempos como Fiscal, advirtió que no conoce ni ha tenido vínculo alguno con grupos de autodefensa y que tiene información según la cual en varios correos de Raúl Reyes se dio la orden de efectuar una campaña de desprestigio en su contra. En ese sentido, Uribe Vélez respaldó la gestión de su funcionario en México aludiendo que “no podemos permitir que la propaganda de los terroristas sea la que quede como la verdad”. Una frase que refleja su talante combativo en la defensa de sus colaboradores, pero que en ocasiones anteriores le ha pasado factura.
Del pluralmente procesado ex director del DAS, Jorge Noguera, ha dicho el Presidente lo siguiente: “Seguiré creyendo en él porque lo he conocido como un hombre honesto y claro”; o “pongo las manos al fuego por él”; o “si es condenado mi deber es ofrecerle disculpas al país”, o “lo envié a Milán porque él se sentía amenazado y uno se pregunta en estos casos: si uno lo manda, malo, y no lo manda y lo matan aquí, malo”. Bien es cierto que sobre Noguera no pesa ninguna condena, pero ya dos veces ha estado en prisión por señalamientos de no poca monta sobre sus presuntos nexos con el bloque norte de las Auc.
No es el único caso. En 2006, en respuesta a publicaciones de prensa que reseñaron que el ex gerente de campaña de Uribe en el Magdalena, Raúl Montoya Flórez, era dueño de un pasado turbio y que le habían cancelado la visa a E.U., ofuscado, el Presidente afirmó sentirse ofendido y calificó a Montoya como un hombre probo, diáfano y cristalino. “Y ahora le van a quitar legitimidad a este Gobierno comparando a don Raúl Montoya, un hombre honesto que vive en Santa Marta, con un narcotraficante como Diego Montoya. No hay derecho. A mí me da hasta pena con don Raúl. Pregunten ustedes en Santa Marta quién es él”.
Dos días después, El Espectador publicó un extenso artículo titulado “Los cheques de Montoya” en el que reveló que Raúl Montoya Flórez tuvo negocios con Luis Carlos Molina Yepes —el pagador de los asesinos de Guillermo Cano— y que, de hecho, Molina le giró a Montoya cinco cheques de la misma cuenta de la que se extrajo el dinero para que fuera asesinado por el cartel de Medellín el ex director de este diario, en hechos ocurridos el 17 de diciembre de 1986. Muy escuetamente, Montoya Flórez reconoció haber recibido esos cheques y desde entonces el Presidente cesó en su defensa.
Algo parecido ocurrió el 29 de abril de 1999 con el general Rito Alejo del Río. Ese día, en el Salón Rojo del Hotel Tequendama de Bogotá, se convocó a un homenaje al general del Río, llamado a calificar servicios por el gobierno Pastrana dos semanas antes por sus presuntos nexos con los paramilitares. El evento, que contó con la asistencia de 1.500 personas, tuvo como principal orador a Álvaro Uribe Vélez, quien defendió con vehemencia la gestión que como comandante de la Brigada 17, con sede en Carepa, Antioquia, tuvo el general del Río. La ceremonia no escapó de la polémica por el tono que esbozó el Mandatario en su decidido apoyo al ex oficial.
“Sí, yo fui a ese homenaje y allá habló también Fernando Londoño, estuvo Plinio Apuleyo y siquiera lo hicimos. Iban a echar 13 generales de la República y muchos me llamaron a mí a decir que esa persecución era injusta. Lo que hice fue apoyar a la Fuerza Pública y a la justicia (...) Les hicimos un homenaje de desagravio de cara al país. Yo apoyé a todos los generales que estuvieron en Antioquia, en las tres brigadas, a todos los que estuvieron en los comandos de Policía. A ver si puede haber un testimonio de que recibieron un mal ejemplo mío en público o en privado, a ver si hice algo distinto a apoyar la institucionalidad”, fue la enérgica respuesta que le dio el Jefe de Estado a un medio de comunicación que le preguntó por el homenaje.
El general del Río está en prisión sindicado de cohonestar con los “paras” en Urabá y de la muerte de un campesino, ocurrida en 1997 durante la Operación Génesis. Y sobre él pesan testimonios que lo relacionan también con la masacre de Mapiripán (Meta). Sin embargo, el desagravio que en 1999 le hizo Uribe a del Río se le ha convertido en un sambenito que no desaprovechan sus contradictores para enrostrarle de tanto en tanto. Como ocurrió con el caso del ex embajador Salvador Arana Sus, llamado a juicio por el asesinato, en 2003, del alcalde de El Roble, Eudaldo Díaz, quien denunció ante el propio Uribe en un consejo comunal de Gobierno que lo iban a matar.