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Las fuentes de la Nena Arrázola

La periodista de “El Espectador” y “Los Informantes” dice que no le interesa estar en listas de chuzados y que igual seguirá informando sobre la paz.

Redacción Judicial
12 de diciembre de 2015 - 03:35 a. m.

El pasado lunes 7 de diciembre, cuando veía por televisión el último noticiero de la noche, María del Rosario Arrázola se enteró que estaba en la lista de los periodistas chuzados. Inicialmente creyó que era un error y después lo consideró imposible porque ella no estaba indagando ni el tema de “La comunidad del anillo” ni los bienes del general Rodolfo Palomino. Pero después de consultar a sus fuentes ratificó que era cierto, y que la razón era su rastreo periodístico al proceso de paz de La Habana.

“Me parece de quinta estar en esas listas. Además un poco exótico que se pongan a perder tiempo escuchándome o averiguando a dónde voy”, resalta la Nena Arrázola, como la conocen todos, aunque reconoce que su familia está preocupada y eso sí le afana. Por lo demás sostiene que no cree que seguirla a ella o a sus colegas “sea un logro de la seguridad nacional”, y que más bien le resulta extravagante verse por primera vez en listas de chuzados cuando su vida es lo que lleva 26 años contándole al país.

Cartagenera absoluta, con alma caribe pero espíritu universal, la Nena Arrázola es una periodista de personalidad auténtica. Desde sus inicios en el diario El Tiempo, cuando llegó a hacer prácticas en la sección política y haciéndole la segunda a Roberto Pombo y Daniel Restrepo, entendió que el único secreto real del periodismo era ser una genuina reportera. Por eso, junto a Édgar Téllez, otro sabueso del oficio, comenzó su disciplina de reclutar fuentes en todos los estratos y grados del poder.

Con tanto éxito que el periódico la incluyó en el grupo que cubrió el proceso de negociación entre el gobierno Gaviria y los grupos guerrilleros en Arauca, Caracas y Tlaxcala. Con más apego a la calle que a las salas de redacción, a los destinos del diálogo fue a parar, y tuvo largos debates con Alfonso Cano, Francisco Galán o Iván Márquez, mientras reportaba sobre el fracaso de un nuevo intento de paz que se esfumó por los prejuicios de siempre y el consabido pretexto de romper por el secuestro.

Cuando terminó esta aventura periodística, se fue a trabajar a la revista Cambio, donde integró un equipo que ella califica como sensacional, que comenzaba con Daniel Samper Pizano y Darío Restrepo y seguía con María Cristina Caballero. En ese promisorio entorno, la vida les puso un reto extraordinario: el escándalo de los narcocasetes y la crisis del proceso 8.000. Ella recuerda que aunque Semana chivió con la primicia, ella también recibió el sobre con el casete que contenía las grabaciones con los Rodríguez Orejuela.

En la revista Cambio consiguió las primeras fuentes, pero cuando María Elvira Samper y María Isabel Rueda la llamaron a trabajar con el noticiero de televisión QAP, la única forma de sobrevivir era igualando el frenesí de un grupo de reporteras inamansables: Vicky Dávila, Vilma Tarazona, Clara Elvira Ospina, Gloria Congote o Darcy Quinn. Hoy recuerda que no dormían, se cruzaban datos, derrochaban juventud echando primicias. La competencia CM& tampoco se dejaba amedrentar en noticias.

“Fue una época vibrante para todo el periodismo colombiano”, insiste la Nena Arrázola, quien en esas vueltas hizo fuentes que todavía conserva en inteligencia de la Policía o en la Fiscalía. Sin embargo, en medio del agite diario y la confrontación política, QAP salió del aire y ella fue a parar a la revista Cromos, donde se había formado otro grupo de guerreros de la reportería, encabezados por Álvaro García y Daniel Coronell. Allá dejó sus restos del 8.000, el miti miti, o la caída de los primeros carteles de la droga.

Cuando creía que era el momento de hacer pausa, Álvaro García la reclutó para el canal RCN, y allá vivió los contrastes de la paz y la guerra. Primero El Caguán con su costal de escándalos y la temeridad de Simón Trinidad, Raúl Reyes, Joaquín Gómez o Iván Ríos; y en pocos años Santa Fe de Ralito y la soberbia de Carlos Castaño, Jorge 40 o Don Berna. Sin sesgo alguno, la Nena Arrázola se movió como pez en el agua entre unos y otros y los únicos destinatarios de su esfuerzo fueron los televidentes.

En medio de las peloteras o los engaños de guerrilleros o paramilitares, entendió que sí era el momento de parar y darse un tiempo sabático. Ella dice que fue una experiencia distinta pero a la vez magnífica. Felipe López quería que entrara a Semana, pero como no quiso la convenció de que lo hiciera a Jet-Set. Fueron dos años lejos de su mundo judicial, hasta que su amigo Gonzalo Córdoba la convenció de que lo suyo era la reportería pura en temas extremos y en 2008 entró a El Espectador en su regreso a diario.

La lista es interminable. Sus reportajes se siguen leyendo en internet. Documentó la historia de Danilo González, tan coronel de la Policía como capo; desentrañó los secretos de Giorgio Sale, el empresario Ascencio Reyes o las filtraciones de la Mata Hari a la Corte Suprema; se cansó de conseguir papeles sobre el escándalo de los Nule o la parapolítica. De nuevo en la prensa escrita, se deleitó aportando los datos claves para completar los contextos de los incontables escándalos de la época.

Su último aporte fue forzar al gobierno Santos a reconocer lo que ella escribió en este diario: que las Farc y el Gobierno estaban amasando un proceso de paz en una fase secreta. Desde que se hizo público, ella siguió aportando detalles y se volvió referente de quienes le seguían el paso a los diálogos. Desde entonces ese fue su norte informativo. Semana a semana empezó a reportar lo que no se decía en los comunicados oficiales. Su información se volvió atractiva para quienes la sentían incómoda.

En 2013, sin dejar El Espectador, la Nena se fue a Los Informantes del Canal Caracol. Entre una y otra crónica, no ha dejado de apuntarle al proceso de paz y sus protagonistas. Ahora se entera que por eso la escuchan. Ella misma se fue a preguntar a los jefes de inteligencia por qué lo hacen. Todos negaron que ellos sean. Ella les cree. Igual, los considera sus fuentes. Asume que a lo mejor la siguen, pero reafirma que seguirá informando, incluso para quienes la chuzan.

Por Redacción Judicial

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