Lo que revivió el desarchivo de la muerte de Alejandro Pizano
El fallecimiento del hijo de Jorge Enrique Pizano, uno de los testigos más importantes del caso de corrupción de Odebrecht que falleció por un infarto, es uno de los capítulos que reabre la puerta a varias incógnitas sin resolver.
La muerte de Jorge Enrique Pizano, ocurrida el 8 de noviembre de 2018, fue un punto de quiebre en el escándalo de corrupción de Odebrecht. Según la necropsia del centro de Salud del municipio del Rosal, donde queda la casa de descanso de la familia, Pizano murió por infarto. A los tres días, su hijo, Alejandro Pizano Ponce de León, mientras recogía cosas en la finca en la que vivían sus padres, tomó un agua saborizada mezclada con cianuro. Falleció en brazos de su esposa, camino al mismo centro de salud que confirmó la muerte de su padre. En su momento, la Fiscalía archivó la investigación al advertir que se trataba de un fatídico accidente. Sin embargo, hace cuatro días un juez ordenó reabrir el caso.
La tragedia de la familia Pizano Ponce de León volvió a ser noticia porque un juez del circuito de Funza, en segunda instancia, le dio la razón a la Procuraduría que apeló la decisión del juez del Rosal de archivar el proceso. Mientras la Fiscalía argumentó que existían pruebas para determinar que el cianuro que ingirió Alejandro Pizano fue comprado por su padre, ya que encontraron un tarro con kilo de este elemento en su baño y sus huellas dactilares, la Procuraduría sostuvo que la orden de archivo fue apresurada y carecía de fundamento exigido por la ley. Se indicó que lo que se investiga es la muerte de Alejandro, pero las labores investigativas giraron en torno a la muerte de Jorge Enrique Pizano”.
(Vea: Procuraduría pedirá reabrir investigación sobre muerte de hijo de Jorge Enrique Pizano)
El juez de segunda instancia argumentó que la orden de archivo vulnera los derechos de las víctimas, que no fueron notificadas, y que la decisión se fundamentó en evaluaciones de carácter subjetivo. Asimismo, que se tergiversa el material probatorio, y es una investigación inconclusa en la que no se realizó una investigación integral. Solamente se tuvo en cuenta una línea investigativa y no se descartó la participación de terceros. Este fallo reabre una de las grandes incógnitas del caso Odebrecht: la muerte de los Pizano. Desde teorías conspirativas y planes de asesinato para callar un testigo clave, hasta un simple accidente.
El rol de Pizano en la novela Odebrecht
Jorge Enrique Pizano estuvo a la sombra del escándalo de Odebrecht hasta junio de 2018, cuando se empezaron a conocer detalles de la contratación irregular dentro de la Ruta del Sol 2, que sirvió para pagar sobornos. Desde 2010, Pizano era el controller de la Concesionaria Ruta del Sol, sociedad entre Odebrecht y Episol -filial de Corficolombiana- que ganó en 2009 la licitación tras pagar un soborno al exviceministro Gabriel García Morales. Antes de llegar a ese puesto, Pizano trabajó gran parte de su vida en empresas de acueducto, una de ellas la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), donde estuvo como gerente en la alcaldía de Samuel Moreno.
A pesar de que su labor fue reconocida, cargó con el estigma de haber estado ligado a una administración permeada por la corrupción. Pizano renunció en medio de conflictos con otros funcionarios de la alcaldía Moreno, por no prestarse para atender las presiones de ciertos contratistas. Sin embargo, en 2013, terminó implicado en el caso Tunjuelo-Canoas, un contrato firmado en 2009 por el EAAB para la construcción de un túnel interconector entre el río Tunjuelo y la planta de tratamiento en Canoas. En su defensa, Pizano siempre manifestó que él no participó en la estructuración del contrato y que el proceso licitatorio fue transparente.
El contrato Tunjuelo-Canoas se lo ganaron dos empresas que hicieron parte del consorcio de la Ruta del Sol 2: Odebrecht y CASS Constructores (Carlos Solarte). En 2013, la Fiscalía inició una investigación en la que se han judicializado cerca de seis funcionarios y 10 particulares, por supuestas irregularidades en la licitación del proyecto. Uno de los señalados fue Jorge Enrique Pizano, quien de inmediato fue vinculado al proceso. En un principio, su nombre poco aparecía en los expedientes. Pero en abril de 2017, cuando el escándalo de corrupción Odebrecht ya estaba en punta, fue llamado a rendir interrogatorio.
Para la época en la que fue citado por la Fiscalía, Jorge Pizano trabajaba en la Concesionaria Ruta del Sol. Sin embargo, en noviembre de 2017 fue despedido. En ese momento, además de su lucha por demostrar su inocencia en el caso, comenzaba otra batalla en su vida: vencer un cáncer linfático. Poco o nada se conocía de sus alertas en su condición de controller. Pero él ejercía una especie de auditoría para dar reportes a Corficolombiana, que lo puso en ese cargo. En ese contexto, Pizano expresó su malestar con el procurador Fernando Carrillo, por sus comentarios acerca de que él era el “hombre de Odebrecht, pues en su criterio nada tenía que ver con la multinacional brasileña.
Lo repitió constantemente. Primero en un tribunal de arbitramento entre la Concesionaria Ruta del Sol y el Estado. En enero de 2018, entregó un extenso memorial de las alertas y correos que envío desde 2013 advirtiendo que los brasileños no estaban cumpliendo con las normas Sarlaft, el sistema antilavado de activos y contra el terrorismo. Así se convirtió en piedra en el zapato para los intereses del grupo de brasileños comandados por Eleuberto Martorelli (expresidente de Odebrecht en Colombia) y Eder Ferracuti (exdirector de la Concesionaria Ruta del Sol). Desde ese entonces, ellos comenzaron a hacerle la vida imposible. Lo relegaron a una pequeña oficina y hasta le cambiaron la cerradura.
Pero Pizano continuó su labor y siguió enviando correos electrónicos a los directivos brasileños y hasta al entonces presidente de Corficolombiana, José Elías Melo, hoy condenado. Según Pizano, se volvió “cansón” a los ojos de sus jefes. Para mediados de 2015 tenía armados listados de todas las empresas que, a su juicio, se habrían beneficiado de contratos irregulares. Luego se vino a saber que esas mismas sociedades sirvieron para simular contratos que tenían el objetivo de direccionar el pago de coimas. Luego de la declaración ante el Tribunal de Arbitramento su nombre poco o nada volvió a sonar. Solo hasta a agosto de 2017, cuando fue a declarar ante la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC).
Para esa diligencia, ya tenía armadas carpetas, cuadros de Excel y presentaciones de PowerPoint con todas las pruebas. Pizano imploraba que lo escucharan pues él insistía en una persecución en su contra por estar denunciando las irregularidades que encontró en la Ruta del Sol 2 en 2015. Es más, aseguró que su despido como controller había sido injusto y una “retaliación”. El 13 de agosto de 2013, en su testimonio, Pizano tiró un bomba: mencionó que tenía comprometedores audios que ratificaban que había cumplido con su deber. Su nombre tomó relevancia y, según sus allegados, comenzaron las presiones desde la Fiscalía con la amenaza de que lo iban a meter preso por el caso Tunjuelo Canoas.
Los temores de Pizano se incrementaron. Se volvió desconfiado porque varios “amigos” le dieron la espalda. Encontró apoyo en algunos periodistas. La otra estrategia fue acudir a las autoridades de Estados Unidos para entregar sus pruebas, entre ellas, los audios. Era un secreto a voces que existían, pero nadie los conocía. Entre tanto, la Fiscalía anunció cargos en su contra por Tunjuelo-Canoas con polémicos testigos que aseguraban que había recibido un pago por adjudicar el contrato. Esa noticia, al igual que los problemas económicos, marcaron sus últimos días. Su familia reconoció que estaba inmerso en una profunda tristeza.
La muerte de los Pizano
Su esposa Elvira Ponce de León y su hija, María Carolina, relataron que, luego de salir de la Concesionaria Ruta del Sol, a Jorge Pizano se le cerraron las puertas. Sus ahorros se agotaron. Gran parte, en el pago de su defensa judicial. Era tal su desespero que en una oportunidad dijo que prefería pegarse un tiro antes que pisar una cárcel injustamente. Su imagen estaba golpeada y tuvo que vender su apartamento en Rosales (que ya estaba hipotecado) para mudarse a uno más pequeño, que de paso tenía que ser remodelado. Por eso, se fue a vivir un tiempo a su finca en Subachoque, en la cual acondicionó una pequeña oficina, donde no guardaba las pruebas que soportaban sus denuncias.
En ese espacio fue donde, semanas antes de su muerte, Jorge Pizano recibió a Noticias Uno para dar una entrevista. Según su familia, sus últimos días fueron tristes. Se sentía derrotado. En víspera de su cumpleaños, Jorge Pizano se cayó la mañana del 8 de noviembre en su baño. Su esposa intentó socorrerlo, junto a la empleada doméstica y el mayordomo. Pero murió antes de llegar al centro de salud de El Rosal. Su esposa quiso saber de qué murió y el dictamen fue muerte natural por infarto. Al día siguiente, sus hijos llegaron de España. El sábado fue el entierro y el domingo, en la mañana la familia Pizano Ponce de León regresó a Subachoque.
Mientras recogían las pertenencias de su padre, Alejandro Pizano bebió de un agua saborizada mezclada con cianuro que al parecer estaba empezada y en el escritorio de su padre. Murió minutos después. Las alarmas en los medios se prendieron. Las conjeturas sobre un supuesto doble homicidio crecieron. Noticias Uno publicó la entrevista con Pizano y reveló el audio de una conversación que el excontroller sostuvo en agosto de 2015 con Néstor Humberto Martínez, en ese entonces abogado del Grupo Aval, a quien acudió para relatar las irregularidades que encontró en la contratación de la Ruta del Sol. El Espectador reveló otro audio en el que el exfiscal general hablaba de supuestos delitos que pudieron cometer.
(En contexto: Los cuatro audios del excontroller Pizano que se conocieron hace un año)
Esas grabaciones ocasionaron un revuelo. A estas se sumaron conversaciones que Pizano también grabó con directivos de Corficolombiana. En el Congreso citaron a un debate al entonces fiscal Néstor Humberto Martínez. Fue un rifirrafe de acusaciones mutuas y supuestos complots de lado y lado. Paralelamente la familia Pizano siguió con su tragedia, pues la Fiscalía entró a investigar las razones detrás de las muertes de padre e hijo. Fueron hasta la finca en Subachoque y se llevaron hasta el computador y celular de Jorge Pizano, además del tarro de cianuro encontrado en el baño. Medicina Legal analizó los tejidos que guardaron en el centro de Salud de Rosales antes de la cremación de Pizano.
La conclusión fue que no se encontraron rastros de cianuro en los tejidos de Pizano, como se sospechaba. Se hablaba de intento de asesinato o posible suicidio. Las hipótesis quedaron descartadas, a pesar de que el entonces director de Medicina Legal, Carlos Valdés, dio declaraciones confusas en las que habló de supuestos rastros de sangre de Pizano en una toalla. Ese episodio le costó su puesto. En enero de 2019, el exfiscal general Néstor Humberto Martínez dio una rueda de prensa en la que anunció que la investigación de la muerte de Alejandro Pizano sería archivada y reveló que la botella de agua saborizada que contenía el cianuro fue comprada y manipulada únicamente por su padre.
Según la Fiscalía, obtuvo videos de Jorge Pizano comprando en un almacén de cadena las aguas saborizadas un mes antes de su muerte, el 14 de octubre de 2018. “Hay evidencias biológicas que dan cuenta que en esa botella hubo contacto del señor Jorge Enrique Pizano (...) El día miércoles 7 de noviembre de 2018, día anterior al deceso del doctor Pizano, (su empleada) lo vio acercarse a la cocina y sacar una cuchara de palo de uno de los cajones mientras llevaba en su mano una botella de agua. Según la declaración, Pizano llevó los dos objetos a un baño del segundo piso y se encerró allí durante varios minutos. En ese mismo baño, días después, se encontró un pote de cianuro de potasio”, dijo Néstor Humberto Martínez.
El exsfical general también manifestó para los investigadores fue clave una carta de Pizano a su familia en la que dejó escritos algunos asuntos pendientes. El escrito se tituló “tareas por hacer” y señaló 11 actividades pendientes. “Ilustra sobre el lugar donde se encuentra documentación que interesa a la familia, como escrituras, pasaportes, etc. Da cuenta de detalles bancarios y obligaciones monetarias de la familia y hace referencia a otras obligaciones dinerarias que estarían al día”. La viuda de Pizano y su hija explicaron que, si bien encontraron la carta, nunca vieron la botella de agua. Además, que Jorge Pizano no mostró ninguna intención de quitarse la vida y mucho menos dejó la botella tirada para poner en riesgo a otras personas de la familia.
“No hubiera dejado nada que pusiera en riesgo a algún miembro su familia, lo habría hecho en privado y mucho menos hubiera esperado la muerte desnudo, en el baño. Él era sumamente meticuloso y pudoroso y no hubiera permitido nunca eso”, dijo su hija en entrevista con la revista Semana. Las dudas quedaron en el aire y en septiembre de 2019 la Fiscalía archivó el caso de Alejandro Pizano. El Ministerio Público se opuso, a pesar de que la familia consideró que eso era un acto oportunista pues el procurador Carrillo fue uno de los primeros en señalar a Pizano como el “hombre de Odebrecht”. Hoy existe una nueva administración en la Fiscalía y tendrá que resolver las incógnitas que rondan esta tragedia.
Lo único claro por ahora es que Jorge Enrique Pizano luchó hasta el cansancio por demostrar su inocencia. Sin importar la enfermedad que lo agobiaba, fue ante diferentes autoridades a contar su verdad y a evitar que lo convirtieran en “chivo expiatorio· del caso Odebrecht. Fue gracias a él que se conocieron muchos episodios que estaban a la sombra, como el contrato de transacción que firmaron Episol y Odebrecht en marzo de 2016 y los contratos ficticios a través de los cuales se pagaron coimas, aunque aún se desconocen quienes fueron varios de sus beneficiarios. Las dudas sobre cómo llegó esa botella a su escritorio es la clave para que la Fiscalía determine si la muerte de su hijo Alejandro fue o no un fatídico accidente.
La muerte de Jorge Enrique Pizano, ocurrida el 8 de noviembre de 2018, fue un punto de quiebre en el escándalo de corrupción de Odebrecht. Según la necropsia del centro de Salud del municipio del Rosal, donde queda la casa de descanso de la familia, Pizano murió por infarto. A los tres días, su hijo, Alejandro Pizano Ponce de León, mientras recogía cosas en la finca en la que vivían sus padres, tomó un agua saborizada mezclada con cianuro. Falleció en brazos de su esposa, camino al mismo centro de salud que confirmó la muerte de su padre. En su momento, la Fiscalía archivó la investigación al advertir que se trataba de un fatídico accidente. Sin embargo, hace cuatro días un juez ordenó reabrir el caso.
La tragedia de la familia Pizano Ponce de León volvió a ser noticia porque un juez del circuito de Funza, en segunda instancia, le dio la razón a la Procuraduría que apeló la decisión del juez del Rosal de archivar el proceso. Mientras la Fiscalía argumentó que existían pruebas para determinar que el cianuro que ingirió Alejandro Pizano fue comprado por su padre, ya que encontraron un tarro con kilo de este elemento en su baño y sus huellas dactilares, la Procuraduría sostuvo que la orden de archivo fue apresurada y carecía de fundamento exigido por la ley. Se indicó que lo que se investiga es la muerte de Alejandro, pero las labores investigativas giraron en torno a la muerte de Jorge Enrique Pizano”.
(Vea: Procuraduría pedirá reabrir investigación sobre muerte de hijo de Jorge Enrique Pizano)
El juez de segunda instancia argumentó que la orden de archivo vulnera los derechos de las víctimas, que no fueron notificadas, y que la decisión se fundamentó en evaluaciones de carácter subjetivo. Asimismo, que se tergiversa el material probatorio, y es una investigación inconclusa en la que no se realizó una investigación integral. Solamente se tuvo en cuenta una línea investigativa y no se descartó la participación de terceros. Este fallo reabre una de las grandes incógnitas del caso Odebrecht: la muerte de los Pizano. Desde teorías conspirativas y planes de asesinato para callar un testigo clave, hasta un simple accidente.
El rol de Pizano en la novela Odebrecht
Jorge Enrique Pizano estuvo a la sombra del escándalo de Odebrecht hasta junio de 2018, cuando se empezaron a conocer detalles de la contratación irregular dentro de la Ruta del Sol 2, que sirvió para pagar sobornos. Desde 2010, Pizano era el controller de la Concesionaria Ruta del Sol, sociedad entre Odebrecht y Episol -filial de Corficolombiana- que ganó en 2009 la licitación tras pagar un soborno al exviceministro Gabriel García Morales. Antes de llegar a ese puesto, Pizano trabajó gran parte de su vida en empresas de acueducto, una de ellas la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), donde estuvo como gerente en la alcaldía de Samuel Moreno.
A pesar de que su labor fue reconocida, cargó con el estigma de haber estado ligado a una administración permeada por la corrupción. Pizano renunció en medio de conflictos con otros funcionarios de la alcaldía Moreno, por no prestarse para atender las presiones de ciertos contratistas. Sin embargo, en 2013, terminó implicado en el caso Tunjuelo-Canoas, un contrato firmado en 2009 por el EAAB para la construcción de un túnel interconector entre el río Tunjuelo y la planta de tratamiento en Canoas. En su defensa, Pizano siempre manifestó que él no participó en la estructuración del contrato y que el proceso licitatorio fue transparente.
El contrato Tunjuelo-Canoas se lo ganaron dos empresas que hicieron parte del consorcio de la Ruta del Sol 2: Odebrecht y CASS Constructores (Carlos Solarte). En 2013, la Fiscalía inició una investigación en la que se han judicializado cerca de seis funcionarios y 10 particulares, por supuestas irregularidades en la licitación del proyecto. Uno de los señalados fue Jorge Enrique Pizano, quien de inmediato fue vinculado al proceso. En un principio, su nombre poco aparecía en los expedientes. Pero en abril de 2017, cuando el escándalo de corrupción Odebrecht ya estaba en punta, fue llamado a rendir interrogatorio.
Para la época en la que fue citado por la Fiscalía, Jorge Pizano trabajaba en la Concesionaria Ruta del Sol. Sin embargo, en noviembre de 2017 fue despedido. En ese momento, además de su lucha por demostrar su inocencia en el caso, comenzaba otra batalla en su vida: vencer un cáncer linfático. Poco o nada se conocía de sus alertas en su condición de controller. Pero él ejercía una especie de auditoría para dar reportes a Corficolombiana, que lo puso en ese cargo. En ese contexto, Pizano expresó su malestar con el procurador Fernando Carrillo, por sus comentarios acerca de que él era el “hombre de Odebrecht, pues en su criterio nada tenía que ver con la multinacional brasileña.
Lo repitió constantemente. Primero en un tribunal de arbitramento entre la Concesionaria Ruta del Sol y el Estado. En enero de 2018, entregó un extenso memorial de las alertas y correos que envío desde 2013 advirtiendo que los brasileños no estaban cumpliendo con las normas Sarlaft, el sistema antilavado de activos y contra el terrorismo. Así se convirtió en piedra en el zapato para los intereses del grupo de brasileños comandados por Eleuberto Martorelli (expresidente de Odebrecht en Colombia) y Eder Ferracuti (exdirector de la Concesionaria Ruta del Sol). Desde ese entonces, ellos comenzaron a hacerle la vida imposible. Lo relegaron a una pequeña oficina y hasta le cambiaron la cerradura.
Pero Pizano continuó su labor y siguió enviando correos electrónicos a los directivos brasileños y hasta al entonces presidente de Corficolombiana, José Elías Melo, hoy condenado. Según Pizano, se volvió “cansón” a los ojos de sus jefes. Para mediados de 2015 tenía armados listados de todas las empresas que, a su juicio, se habrían beneficiado de contratos irregulares. Luego se vino a saber que esas mismas sociedades sirvieron para simular contratos que tenían el objetivo de direccionar el pago de coimas. Luego de la declaración ante el Tribunal de Arbitramento su nombre poco o nada volvió a sonar. Solo hasta a agosto de 2017, cuando fue a declarar ante la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC).
Para esa diligencia, ya tenía armadas carpetas, cuadros de Excel y presentaciones de PowerPoint con todas las pruebas. Pizano imploraba que lo escucharan pues él insistía en una persecución en su contra por estar denunciando las irregularidades que encontró en la Ruta del Sol 2 en 2015. Es más, aseguró que su despido como controller había sido injusto y una “retaliación”. El 13 de agosto de 2013, en su testimonio, Pizano tiró un bomba: mencionó que tenía comprometedores audios que ratificaban que había cumplido con su deber. Su nombre tomó relevancia y, según sus allegados, comenzaron las presiones desde la Fiscalía con la amenaza de que lo iban a meter preso por el caso Tunjuelo Canoas.
Los temores de Pizano se incrementaron. Se volvió desconfiado porque varios “amigos” le dieron la espalda. Encontró apoyo en algunos periodistas. La otra estrategia fue acudir a las autoridades de Estados Unidos para entregar sus pruebas, entre ellas, los audios. Era un secreto a voces que existían, pero nadie los conocía. Entre tanto, la Fiscalía anunció cargos en su contra por Tunjuelo-Canoas con polémicos testigos que aseguraban que había recibido un pago por adjudicar el contrato. Esa noticia, al igual que los problemas económicos, marcaron sus últimos días. Su familia reconoció que estaba inmerso en una profunda tristeza.
La muerte de los Pizano
Su esposa Elvira Ponce de León y su hija, María Carolina, relataron que, luego de salir de la Concesionaria Ruta del Sol, a Jorge Pizano se le cerraron las puertas. Sus ahorros se agotaron. Gran parte, en el pago de su defensa judicial. Era tal su desespero que en una oportunidad dijo que prefería pegarse un tiro antes que pisar una cárcel injustamente. Su imagen estaba golpeada y tuvo que vender su apartamento en Rosales (que ya estaba hipotecado) para mudarse a uno más pequeño, que de paso tenía que ser remodelado. Por eso, se fue a vivir un tiempo a su finca en Subachoque, en la cual acondicionó una pequeña oficina, donde no guardaba las pruebas que soportaban sus denuncias.
En ese espacio fue donde, semanas antes de su muerte, Jorge Pizano recibió a Noticias Uno para dar una entrevista. Según su familia, sus últimos días fueron tristes. Se sentía derrotado. En víspera de su cumpleaños, Jorge Pizano se cayó la mañana del 8 de noviembre en su baño. Su esposa intentó socorrerlo, junto a la empleada doméstica y el mayordomo. Pero murió antes de llegar al centro de salud de El Rosal. Su esposa quiso saber de qué murió y el dictamen fue muerte natural por infarto. Al día siguiente, sus hijos llegaron de España. El sábado fue el entierro y el domingo, en la mañana la familia Pizano Ponce de León regresó a Subachoque.
Mientras recogían las pertenencias de su padre, Alejandro Pizano bebió de un agua saborizada mezclada con cianuro que al parecer estaba empezada y en el escritorio de su padre. Murió minutos después. Las alarmas en los medios se prendieron. Las conjeturas sobre un supuesto doble homicidio crecieron. Noticias Uno publicó la entrevista con Pizano y reveló el audio de una conversación que el excontroller sostuvo en agosto de 2015 con Néstor Humberto Martínez, en ese entonces abogado del Grupo Aval, a quien acudió para relatar las irregularidades que encontró en la contratación de la Ruta del Sol. El Espectador reveló otro audio en el que el exfiscal general hablaba de supuestos delitos que pudieron cometer.
(En contexto: Los cuatro audios del excontroller Pizano que se conocieron hace un año)
Esas grabaciones ocasionaron un revuelo. A estas se sumaron conversaciones que Pizano también grabó con directivos de Corficolombiana. En el Congreso citaron a un debate al entonces fiscal Néstor Humberto Martínez. Fue un rifirrafe de acusaciones mutuas y supuestos complots de lado y lado. Paralelamente la familia Pizano siguió con su tragedia, pues la Fiscalía entró a investigar las razones detrás de las muertes de padre e hijo. Fueron hasta la finca en Subachoque y se llevaron hasta el computador y celular de Jorge Pizano, además del tarro de cianuro encontrado en el baño. Medicina Legal analizó los tejidos que guardaron en el centro de Salud de Rosales antes de la cremación de Pizano.
La conclusión fue que no se encontraron rastros de cianuro en los tejidos de Pizano, como se sospechaba. Se hablaba de intento de asesinato o posible suicidio. Las hipótesis quedaron descartadas, a pesar de que el entonces director de Medicina Legal, Carlos Valdés, dio declaraciones confusas en las que habló de supuestos rastros de sangre de Pizano en una toalla. Ese episodio le costó su puesto. En enero de 2019, el exfiscal general Néstor Humberto Martínez dio una rueda de prensa en la que anunció que la investigación de la muerte de Alejandro Pizano sería archivada y reveló que la botella de agua saborizada que contenía el cianuro fue comprada y manipulada únicamente por su padre.
Según la Fiscalía, obtuvo videos de Jorge Pizano comprando en un almacén de cadena las aguas saborizadas un mes antes de su muerte, el 14 de octubre de 2018. “Hay evidencias biológicas que dan cuenta que en esa botella hubo contacto del señor Jorge Enrique Pizano (...) El día miércoles 7 de noviembre de 2018, día anterior al deceso del doctor Pizano, (su empleada) lo vio acercarse a la cocina y sacar una cuchara de palo de uno de los cajones mientras llevaba en su mano una botella de agua. Según la declaración, Pizano llevó los dos objetos a un baño del segundo piso y se encerró allí durante varios minutos. En ese mismo baño, días después, se encontró un pote de cianuro de potasio”, dijo Néstor Humberto Martínez.
El exsfical general también manifestó para los investigadores fue clave una carta de Pizano a su familia en la que dejó escritos algunos asuntos pendientes. El escrito se tituló “tareas por hacer” y señaló 11 actividades pendientes. “Ilustra sobre el lugar donde se encuentra documentación que interesa a la familia, como escrituras, pasaportes, etc. Da cuenta de detalles bancarios y obligaciones monetarias de la familia y hace referencia a otras obligaciones dinerarias que estarían al día”. La viuda de Pizano y su hija explicaron que, si bien encontraron la carta, nunca vieron la botella de agua. Además, que Jorge Pizano no mostró ninguna intención de quitarse la vida y mucho menos dejó la botella tirada para poner en riesgo a otras personas de la familia.
“No hubiera dejado nada que pusiera en riesgo a algún miembro su familia, lo habría hecho en privado y mucho menos hubiera esperado la muerte desnudo, en el baño. Él era sumamente meticuloso y pudoroso y no hubiera permitido nunca eso”, dijo su hija en entrevista con la revista Semana. Las dudas quedaron en el aire y en septiembre de 2019 la Fiscalía archivó el caso de Alejandro Pizano. El Ministerio Público se opuso, a pesar de que la familia consideró que eso era un acto oportunista pues el procurador Carrillo fue uno de los primeros en señalar a Pizano como el “hombre de Odebrecht”. Hoy existe una nueva administración en la Fiscalía y tendrá que resolver las incógnitas que rondan esta tragedia.
Lo único claro por ahora es que Jorge Enrique Pizano luchó hasta el cansancio por demostrar su inocencia. Sin importar la enfermedad que lo agobiaba, fue ante diferentes autoridades a contar su verdad y a evitar que lo convirtieran en “chivo expiatorio· del caso Odebrecht. Fue gracias a él que se conocieron muchos episodios que estaban a la sombra, como el contrato de transacción que firmaron Episol y Odebrecht en marzo de 2016 y los contratos ficticios a través de los cuales se pagaron coimas, aunque aún se desconocen quienes fueron varios de sus beneficiarios. Las dudas sobre cómo llegó esa botella a su escritorio es la clave para que la Fiscalía determine si la muerte de su hijo Alejandro fue o no un fatídico accidente.