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Los 15 años de espera de una madre de víctima de Garavito

Gloria Muñoz pudo por fin enterrar a su hijo esta semana, después de que la Fiscalía identificara su osamenta.

María Camila Rincón Ortega
23 de enero de 2014 - 06:43 a. m.
La justicia tardó 15 años para devolverle los restos de su hijo a Gloria Muñoz. / Liz Durán - El Espectador
La justicia tardó 15 años para devolverle los restos de su hijo a Gloria Muñoz. / Liz Durán - El Espectador
Foto: LIZ DURAN/EL ESPECTADOR - LIZ DURAN
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La voz de Gloria Muñoz es pausada, como si estuviera evaluando todo el tiempo el peso de sus palabras. Quince años esperó el momento de darle sepultura a su hijo Johan Orlando Muñoz Abril, una víctima más de Luis Alfredo Garavito, el segundo asesino en serie más peligroso del mundo. El mismo que segó la vida de 172 menores en Colombia y que aseguraba que el diablo se metía en él.

Desde diciembre de 1998 Gloria Muñoz supo que su hijo había sido asesinado por Garavito. El menor había desaparecido dos meses antes, pero pronto se encontraron sus restos. No obstante, la justicia tardó década y media para constatar que la osamenta correspondía a Johan Orlando. La Fiscalía, en acto público, se los entregó a Muñoz, quien, finalmente, pudo sepultarlo. En diálogo con El Espectador, esta madre revivió todo su calvario.

¿Cómo se enteró de la muerte de su hijo?

Él desapareció en Pereira, tenía 14 años. Yo llevaba 20 días sin poder comunicarme con él. Me dirigí a la Fiscalía y se pudo reconstruir el caso. Se supo que él estaba por la terminal y se encontró con un señor de un taxi y le pidieron lavar el carro. Luego no se supo nada más de él hasta que fueron encontrados los restos. Mi hijo estaba en una fundación en Pereira y desapareció el 13 de octubre de 1998, pero a mí sólo me avisaron en diciembre.

 ¿Cómo era su hijo? ¿Qué recuerda de él?

Le gustaba compartir con sus hermanos, jugar mucho. Era un buen dibujante.

 

¿Por qué tanto tiempo para que le entregaran los restos de Johan?

El proceso se demoró porque los restos de varios niños estaban revuelticos en una fosa. Todo tardó así porque tienen que reconocer huesito por huesito, estudiarlos, eso no es entregarlo y ya. Empezaron a pasar los años y no me llamaban. Al fin, después de muchas pruebas de genética, me entregaron los restos.
¿Enfrentó este proceso sola o tuvo ayuda de algún abogado?


No, sola.

 

¿Cómo fue el calvario de esperar más de 15 años para sepultarlo?

Yo llamaba a los teléfonos que me dieron de Pereira, llamaba a la Fiscalía y siempre me decían: “Eso todavía está demorado, está en proceso, está en no sé qué, tiene que tener paciencia, porque son muchas las víctimas”. Fue un proceso muy lento, horrible.

¿Cada cuánto llamaba a la Fiscalía a preguntar por los restos de su hijo?

Cada tres meses. Así estuve por años. A mí me decían: “No le vamos a decir que se lo vamos a entregar ni en 5 ni en 2 ni en 3 años, esto se puede demorar hasta 10 años”. También que era muy difícil estudiar tantos casos. Me dije, “pues será resignarme a vivir con ese dolor, con esa tragedia, siempre con la tristeza adentro”. A veces le toca a uno como el payaso, por fuera reír, pero por dentro es otra cosa.

¿Recibió algún otro tipo de apoyo, algún proceso de reparación?

No, ninguno.

¿Ni desde que capturaron a Luis Alfredo Garavito, en 1999?

Nada. Apenas me entregaron los restos y no he tenido una orientación de qué reparación voy a tener, o si la hay.

¿Qué recuerda de sus últimas conversaciones con su hijo?

Él me decía que quería formar una microempresa. Extraño todo de él. A veces se ponía un poco rebelde, pero siempre era muy noble. Era muy tranquilo. Me da tristeza no haber compartido más tiempo con él. A veces uno busca el porvenir para sus hijos y por eso lo mandamos a Pereira a esa fundación. Por fin pude darle lo que se merecía, su sepelio. Y pienso: “si Dios se lo llevó, que esté en un buen sitio”.

¿Por fin pudo hacer el duelo completo?

Creo que esto no se borra jamás, porque uno no espera perder a un hijo así; quizás en otra forma, como un accidente, una enfermedad; pero así no, de forma tan cruel como pasó con Johan y con los otros niños. A esa persona que hizo ese mal, que mi Dios la perdone, porque yo no. Él no tiene corazón y no merece vivir. Siempre lo he dicho y si lo tuviera al frente se lo diría. Me quitó media vida, le arrancó a mi hijo el sueño de vivir. Quitarle la vida a una persona de la forma tan miserable como lo hizo no tiene perdón.

¿Qué sensación tiene hoy después de haber enterrado a su hijo, luego de casi 15 años?

Ayer sentí que se me quitó un peso de encima, un poco al menos, un poco. Pero le digo, a uno le da rabia también con la misma justicia, porque aquí en Colombia la justicia de verdad no hay. No hay derecho que un señor que mató a tantos niños pueda recuperar la libertad en unos pocos años.

Por María Camila Rincón Ortega

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