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                                                                                                                                Los 5 grandes crímenes que ordenó la casa Castaño

                                                                                                                                La Fiscalía empezó a revisar los casos de Eduardo Umaña, Jesús María Valle, Mario Calderón y Elsa Alvarado para hallar puntos en común con el caso de Jaime Garzón, como la responsabilidad de agentes del Estado.

                                                                                                                                Diana Durán Núñez / María José Medellín Cano

                                                                                                                                “Los asesinatos de los defensores de derechos humanos Eduardo Umaña (izuierda), Elsa Alvarado y Mario Calderón (arriba) y Jesús María Valle, continúan impunes”.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Desde el año pasado, las declaraciones que le entregó a la Fiscalía el exjefe paramilitar Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, evidenciaron más que nunca que el asesinato de Eduardo Umaña está enlazado con otros igual de relevantes para la historia de la violencia política de este país: el de los esposos Mario Calderón y Elsa Alvarado (investigadores del Cinep), el del abogado Jesús María Valle y el del periodista Jaime Garzón. Fueron la muerte en secuencia: a la pareja Calderón Alvarado la asesinaron el 19 de mayo de 1997; a Valle, el 27 de febrero de 1998; a Umaña, el 18 de abril de 1998, y a Garzón, el 13 de agosto de 1999. El 9 de marzo de este año la propia Fiscalía aceptó ante las cámaras de Caracol Noticias que el de Jaime Garzón era un crimen de Estado.

                                                                                                                                Esa admisión, que vino del propio director de Fiscalías Especializadas, Iván Lombana, llevó a un siguiente paso: tratar de conectar puntos. Por esa razón desde hace un par de semanas, conoció El Espectador, un analista fue designado para revisar los expedientes de Umaña, de Valle y de la pareja Calderón Alvarado, con el propósito de establecer semejanzas con el caso de Jaime Garzón. Esa inspección, espera la Fiscalía, llevará a un informe en unos dos meses, que será cruzado con uno que prepara otro fiscal sobre Jesús María Valle y el caso por el que más fue reconocido: sus reportes por la participación del Estado en la masacre del Aro, un corregimiento de Ituango (Antioquia) en el que las autodefensas asesinaron a 15 campesinos en octubre de 1997.

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                                                                                                                                Era claro también que fuerzas de seguridad -legales o ilegales- los seguían. Umaña, por ejemplo, notó que las llamadas para amenazarlo siempre coincidían con su presencia en su oficina. En la Brigada 13 se hallaron mapas de seguimiento a Jaime Garzón. Integrantes de esa misma brigada, en Sumapaz, detuvieron una vez en un retén a Mario Calderón e indagaron hasta dónde vivía. Con él y su esposa, los asesinos fingieron un operativo de la Fiscalía para así entrar a su apartamento en Bogotá en la madrugada. Con Umaña y con Valle ni siquiera se tomaron esa molestia: identificaron sus oficinas, en Bogotá y Medellín respectivamente, a las que dos hombres y una mujer entraron bajo engaños, amarraron a los demás y acabaron con la vida de los abogados con dos o tres disparos secos.

                                                                                                                                Carlos Castaño y la banda la Terraza son eje central en esta historia. Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, confesó el año pasado ante un fiscal que estos crímenes habían sido ordenados por Castaño; que los “paras” no habrían podido ejecutarlos sin ayuda de agentes del Estado y que los sicarios contratados para tan miserable tarea habían sido eliminados. Lo mismo han declarado dos exparamilitares que durante años acataron sin chistar las órdenes de la casa Castaño: Ignacio Roldán, alias Monoleche, y Hébert Veloza García, alias H. H.. En el expediente de los Calderón Alvarado, en el que Castaño fue vinculado, cinco sicarios de la Terraza confirmaron que era “encargo” suyo. Éste fue condenado por la muerte de Jaime Garzón y, en el caso de Jesús María Valle, sólo por conformar grupos ilegales.

                                                                                                                                Otro factor común es la inteligencia militar. El detenido coronel (r) Jorge Plazas Acevedo fue llamado a juicio por el crimen de Jaime Garzón; “Don Berna” dijo que también ayudó en el crimen de Mario Calderón y Elsa Alvarado desde la Brigada 13. En el caso Umaña, desde el principio se hicieron averiguaciones y salieron a flote nombres como el del general (r) Rito Alejo del Río -a quien la Fiscalía espera oír pronto por el caso de Jaime Garzón- pero no ha sido vinculado. Hubo torpedeos en las inspecciones. El 20 de mayo de 1998 el Ejército anunció la desactivación de la Brigada 20 y, en la semana siguiente, ésta elaboró tres informes reservados para el CTI indicando quiénes habían determinado el crimen de Umaña: ninguno de sus datos condujo a la verdad.

                                                                                                                                La Brigada 20 aseguró que el asesinato de Eduardo Umaña era el resultado de una alianza entre las Farc y el Eln, porque los guerrilleros querían lograr la fuga de dos reclusos, Umaña se negó a ser cómplice y lo mataron para que no revelara el plan. Para esa época, por el testimonio de una secretaria de Umaña que estaba con él cuando murió, se sabía que el homicidio lo habían cometido dos hombres y una mujer: en el primer informe reservado la Brigada 20 habló de un alias Pedro y alias Álvaro; un día después, identificó a Álvaro con nombre, apellido y prontuario -terrorismo- y mencionó que su mujer también había participado en el crimen de Umaña. Siete días después envió un video con imágenes de ellos. La información resultó ser un tiro al aire.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                “Los asesinatos de los defensores de derechos humanos Eduardo Umaña (izuierda), Elsa Alvarado y Mario Calderón (arriba) y Jesús María Valle, continúan impunes”.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Desde el año pasado, las declaraciones que le entregó a la Fiscalía el exjefe paramilitar Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, evidenciaron más que nunca que el asesinato de Eduardo Umaña está enlazado con otros igual de relevantes para la historia de la violencia política de este país: el de los esposos Mario Calderón y Elsa Alvarado (investigadores del Cinep), el del abogado Jesús María Valle y el del periodista Jaime Garzón. Fueron la muerte en secuencia: a la pareja Calderón Alvarado la asesinaron el 19 de mayo de 1997; a Valle, el 27 de febrero de 1998; a Umaña, el 18 de abril de 1998, y a Garzón, el 13 de agosto de 1999. El 9 de marzo de este año la propia Fiscalía aceptó ante las cámaras de Caracol Noticias que el de Jaime Garzón era un crimen de Estado.

                                                                                                                                Esa admisión, que vino del propio director de Fiscalías Especializadas, Iván Lombana, llevó a un siguiente paso: tratar de conectar puntos. Por esa razón desde hace un par de semanas, conoció El Espectador, un analista fue designado para revisar los expedientes de Umaña, de Valle y de la pareja Calderón Alvarado, con el propósito de establecer semejanzas con el caso de Jaime Garzón. Esa inspección, espera la Fiscalía, llevará a un informe en unos dos meses, que será cruzado con uno que prepara otro fiscal sobre Jesús María Valle y el caso por el que más fue reconocido: sus reportes por la participación del Estado en la masacre del Aro, un corregimiento de Ituango (Antioquia) en el que las autodefensas asesinaron a 15 campesinos en octubre de 1997.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Era claro también que fuerzas de seguridad -legales o ilegales- los seguían. Umaña, por ejemplo, notó que las llamadas para amenazarlo siempre coincidían con su presencia en su oficina. En la Brigada 13 se hallaron mapas de seguimiento a Jaime Garzón. Integrantes de esa misma brigada, en Sumapaz, detuvieron una vez en un retén a Mario Calderón e indagaron hasta dónde vivía. Con él y su esposa, los asesinos fingieron un operativo de la Fiscalía para así entrar a su apartamento en Bogotá en la madrugada. Con Umaña y con Valle ni siquiera se tomaron esa molestia: identificaron sus oficinas, en Bogotá y Medellín respectivamente, a las que dos hombres y una mujer entraron bajo engaños, amarraron a los demás y acabaron con la vida de los abogados con dos o tres disparos secos.

                                                                                                                                Carlos Castaño y la banda la Terraza son eje central en esta historia. Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, confesó el año pasado ante un fiscal que estos crímenes habían sido ordenados por Castaño; que los “paras” no habrían podido ejecutarlos sin ayuda de agentes del Estado y que los sicarios contratados para tan miserable tarea habían sido eliminados. Lo mismo han declarado dos exparamilitares que durante años acataron sin chistar las órdenes de la casa Castaño: Ignacio Roldán, alias Monoleche, y Hébert Veloza García, alias H. H.. En el expediente de los Calderón Alvarado, en el que Castaño fue vinculado, cinco sicarios de la Terraza confirmaron que era “encargo” suyo. Éste fue condenado por la muerte de Jaime Garzón y, en el caso de Jesús María Valle, sólo por conformar grupos ilegales.

                                                                                                                                Otro factor común es la inteligencia militar. El detenido coronel (r) Jorge Plazas Acevedo fue llamado a juicio por el crimen de Jaime Garzón; “Don Berna” dijo que también ayudó en el crimen de Mario Calderón y Elsa Alvarado desde la Brigada 13. En el caso Umaña, desde el principio se hicieron averiguaciones y salieron a flote nombres como el del general (r) Rito Alejo del Río -a quien la Fiscalía espera oír pronto por el caso de Jaime Garzón- pero no ha sido vinculado. Hubo torpedeos en las inspecciones. El 20 de mayo de 1998 el Ejército anunció la desactivación de la Brigada 20 y, en la semana siguiente, ésta elaboró tres informes reservados para el CTI indicando quiénes habían determinado el crimen de Umaña: ninguno de sus datos condujo a la verdad.

                                                                                                                                La Brigada 20 aseguró que el asesinato de Eduardo Umaña era el resultado de una alianza entre las Farc y el Eln, porque los guerrilleros querían lograr la fuga de dos reclusos, Umaña se negó a ser cómplice y lo mataron para que no revelara el plan. Para esa época, por el testimonio de una secretaria de Umaña que estaba con él cuando murió, se sabía que el homicidio lo habían cometido dos hombres y una mujer: en el primer informe reservado la Brigada 20 habló de un alias Pedro y alias Álvaro; un día después, identificó a Álvaro con nombre, apellido y prontuario -terrorismo- y mencionó que su mujer también había participado en el crimen de Umaña. Siete días después envió un video con imágenes de ellos. La información resultó ser un tiro al aire.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Diana Durán Núñez / María José Medellín Cano

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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