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Una joyita resultó ser el coronel (r) Róbinson González del Río, a quien la Fiscalía imputó cargos, junto a otras 12 personas, por los delitos de concierto para delinquir y porte, tráfico y fabricación de armas de uso exclusivo de las Fuerzas Militares, supuestamente por haber creado una red de militares —activos y retirados— y particulares que vendían armamento a bandas criminales. Esta investigación se desprende de conversaciones del oficial retirado que la Fiscalía interceptó desde octubre de 2012 y de dos operaciones realizadas por la Unidad contra Bandas Emergentes y el Ejército, las cuales permitieron desmantelar el 60% de una organización dedicada a surtir con armamento y material de guerra a grupos como los Urabeños y a disidencias del Ejército Revolucionario Popular Antisubversivo.
Los hombres que comparecieron ante un juez de control de garantías en Montería fueron el coronel (r) González del Río, señalado de ser el jefe de la organización y a quien identificaban en las conversaciones con el alias de Mario; los sargentos retirados Júnior Julián García, alias Juan Valdés, quien se encontraba preso en Medellín por supuestos nexos con bandas criminales, y Víctor Hugo Vélez, retenido en la capital antioqueña y principal contacto de González. Además, los sargentos activos Gerardo Márquez Guerrero, Alexánder Sánchez Puerta, Carlos Fernando Borda y Juan Pablo Laguna; el policía (r) Néstor Wilson Pinto; el soldado profesional (r) José Ignacio Silva Rincón, alias Gordo, y los particulares Rodolfo Rodríguez Méndez, Henry Trujillo Ramírez, alias Rigui, William Gil Monsalve, alias Armero, y John Jairo Gil Monsalve. Los dos últimos son hermanos y se encargaban de conseguir las armas en Medellín para luego llevarlas a los grupos criminales.
Las capturas de estas personas se realizaron en varios batallones ubicados en distintas regiones del país. Bogotá, Medellín, Pasto, Cali, Montería, El Socorro y Barrancabermeja (Santander), el corregimiento La Tagua del municipio de Puerto Leguízamo (Putumayo) y el corregimiento Doradal de Puerto Triunfo (Antioquia) fueron algunos de los lugares en los que tuvieron lugar los arrestos. Estos hombres habrían vendido desde repuestos, uniformes y municiones hasta armas de largo alcance y lanzagranadas.
Para la Fiscalía, la clave de las pesquisas es alias Gordo, el hombre de confianza del coronel (r) González del Río durante su carrera militar y su conductor personal. Silva Rincón permitió desmantelar la red de tráfico de armas que habría vendido material a grupos que actuaban en el Urabá y el Bajo Cauca, especialmente en poblaciones antioqueñas como Tarazá y Caucasia. El armamento habría sido sacado por los suboficiales que estaban a cargo del almacén de armas, quienes también habrían tenido la responsabilidad de transportar la mercancía para evitar los retenes militares ya que eran uniformados.
En varias ocasiones, según pudieron establecer las autoridades, el armamento que salía de los batallones estaba desarmado, por lo que era necesario recurrir a expertos en equipo militar que pudieran construir las partes faltantes y ensamblar las armas. Así se pudo establecer después del hallazgo de uno de estos talleres en una finca en el corregimiento de Doradal, donde fue arrestado Rodolfo Rodríguez, quien se habría encargado de esta actividad. En noviembre del año pasado también se logró la captura de dos personas en flagrancia que transportaban dos fusiles M-60 por las calles de Medellín.
El testimonio de uno de estos hombres capturados y de otro que cayó en la primera redada que desmanteló el 60% de la red, permitió llegar hasta el coronel (r) González. Estas personas dieron los nombres de los demás miembros de la organización para que las autoridades también interceptaran sus teléfonos. Agregaron que Villavicencio era un punto estratégico ya que desde ahí se sacaron varias armas de batallones aledaños. Hasta el momento las autoridades desconocen el monto real del armamento robado.
Entre los audios que han salido a la luz pública se escucha a González del Río hablar con un hombre identificado como el Mono (ver conversaciones), quien con acento paisa le pregunta al oficial retirado si conoce a alguien interesado en “12 largos que tengo escondidos”, haciendo referencia, al parecer, a unos fusiles que estaban listos para ser comercializados ilegalmente. En otro audio se entiende cómo el coronel (r) habla con un subalterno para que lo ayudara a conseguir “400 chiquitas”, es decir, pistolas o armas de corto alcance. En esa misma conversación se establece que la mejor forma de hacerlas llegar era en paquetes de cinco o de diez para no generar sospechas.
Al cruzar la información y las interceptaciones, el ente investigador estableció que el Gordo era el representante de González para finiquitar los negocios, ya que el coronel (r) se encontraba recluido en esa época en una guarnición militar mientras afrontaba su proceso por falsos positivos en Caldas. Cabe recordar que en las conversaciones interceptadas también se escucha cómo habría intentado, junto al exmagistrado del Consejo Superior de la Judicatura Henry Villarraga, trasladar su caso de la justicia ordinaria a la Justicia Penal Militar. Esta polémica le costó su cargo a Villarraga y derivó en una investigación contra el hijo del exmagistrado en la Fiscalía.
En las grabaciones también hay registros que revelarían una supuesta red de corrupción al más alto nivel en el Ejército, tal como lo denunció Semana. En total, son más de mil horas de interceptaciones en poder de la Fiscalía contra el coronel (r) González del Río, quien puso bajo sospecha a las Fuerzas Militares y en problemas al Inpec, encargado de su custodia como sindicado del delito de ejecuciones extrajudiciales en Caldas. Al cierre de esta edición continuaba la audiencia de imputación de cargos y de solicitud de medida de aseguramiento contra los 13 hombres ante un juez de control de garantías en Montería.
¿Se acuerda del amigo suyo de Indumil?
Coronel González: Quiubo, don Luis.
Don Luis: ¿Qué más, coronel? ¿Cómo me le va?
C.G.: Ahí dándole con calma, Luis. ¿Qué más?
Don Luis: Bien señor. Oiga, lo necesitaba para pedirle una cosita a ver si usted podía. Se acuerda del amigo suyo, un coronel, yo no me acuerdo, que usted me dijo el de allá de Indumil, el de allá de esa vaina, de esa cosa, es que lo necesitamos ahí para un permiso especial.
C.G.: Ah listo. Ya le digo cómo es. Márqueme en 20 minutos, Luis, mientras me desenredo, todo bien. Cuente con eso, eso se puede, eso se puede.
Don Luis: ¿Cómo?
C.G.: Sí se puede.
Don Luis: Listo, le marco en 20 minuticos.
‘Hablan de cien’
Coronel González: Aló, cuénteme.
Desconocido: No, pues yo le iba a decir: patrocíneme usted y yo bajo, hermano, y le hago ese trabajo.
C.G.: ¿Y qué necesita?
D.: Necesito no más los meros viáticos, porque yo lo otro lo tengo.
C.G.: ¿Cuánto es de viáticos?
D.: 500.
C.G.: Hum, marica, es que es mucha plata.
D.: Güevón, pero es que tengo que alquilar una moto, tengo que irme con otros muchachos, tengo que pagar hotel allá.
C.G.: ¿Y será que sí sale esa güevonada?
D.: Claro. Es que, hermano, eso es un 100%. Me están diciendo que me vaya. Ayer me estaban diciendo que me fuera desde anoche mismo.
C.G.: ¿Y de cuánto hablan? ¿De cien, me dice?
D.: De cien, de cien.
C.G.: Es que yo esos 500 no los tengo, no le voy a hablar mierda. Llámeme en la tarde y yo le digo si sí o si no. Voy a mirar a ver si llamo a un man para que los preste allá y usted los recoja allá.
D.: ¿A qué hora?
C.G.: 4 de la tarde.
D.: Hágale pues, haga todo lo posible, hermano, que es que...
‘Tengo doce largos’
Coronel González: Buenas tardes.
Desconocido: Sí, buenas. Me dejó esperando su llamada ayer.
C.G.: Sí, es que estoy un poquito embolatado, güevón. ¿Qué ha habido, hermano?
D.: Todo bien. Oiga, es que tengo una cosa guardada, güevón, doce largos.
C.G.: No, pero por aquí no se puede hacer nada, güevón, es muy inseguro esto...
D.: Ah... eso averígüese a ver cómo los pueden pagar, güevón.
C.G.: Llámame en la noche de un número diferente y yo le marco después. ¿Listo?
D.: Bueno.