Los campesinos del Urabá que vencieron en juicio a Chiquita Brands
Este año, el país fue testigo de una de las victorias más contundentes de las víctimas de la guerra, cuando campesinos y pobladores vencieron en juicio a la multinacional exportadora de banano Chiquita Brands. El Espectador habló con protagonistas de esta historia sin antecedentes.
Jhoan Sebastian Cote
¿Qué se necesita para tener paz en el alma? Para una víctima de la guerra en Colombia, sometida a episodios tan atroces como indescriptibles, cuando luego de la violencia queda la eterna impunidad, la respuesta está en encontrar justicia. Un propósito que difícilmente llega en este país y que, incluso, cuando lo hace, a veces ya no queda vida para hilar los tejidos rotos que deja el dolor. Por ello, cada historia de justicia, aquí, es casi un milagro. Uno que vivió un grupo de víctimas del paramilitarismo en el Urabá en los años 90, que lograron que sus reclamos desde el corazón de la tierra bananera hicieran eco en los estrados judiciales norteamericanos. Los campesinos que no se rindieron hasta que un juez decretó que la multinacional bananera Chiquita Brands, con todo lo que ello significa, fue responsable por un capítulo de nuestro conflicto interminable e impune.
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¿Qué se necesita para tener paz en el alma? Para una víctima de la guerra en Colombia, sometida a episodios tan atroces como indescriptibles, cuando luego de la violencia queda la eterna impunidad, la respuesta está en encontrar justicia. Un propósito que difícilmente llega en este país y que, incluso, cuando lo hace, a veces ya no queda vida para hilar los tejidos rotos que deja el dolor. Por ello, cada historia de justicia, aquí, es casi un milagro. Uno que vivió un grupo de víctimas del paramilitarismo en el Urabá en los años 90, que lograron que sus reclamos desde el corazón de la tierra bananera hicieran eco en los estrados judiciales norteamericanos. Los campesinos que no se rindieron hasta que un juez decretó que la multinacional bananera Chiquita Brands, con todo lo que ello significa, fue responsable por un capítulo de nuestro conflicto interminable e impune.
En contexto: En EE.UU., Chiquita Brands perdió batalla que buscaba reducir condena en su contra
“Sentí un descanso, como una paz en mi alma porque al fin se había hecho justicia”. Esa es la frase que le envío a este diario, a través de una carta, una de las víctimas que ganó el pleito. Su victoria quedó inmortalizada en los archivos del Tribunal del Distrito Sur de Florida, cuando el pasado 10 de junio declaró responsable a Chiquita Brands por las consecuencias de su financiación a las Autodefensas Unidas de Colombia. Quedó demostrado que al menos US$1,7 millones de dólares entregados por Banadex, su antigua filial, fueron fuente de recursos para un grupo criminal que necesitaba dinero para expandir su imperio. Los armados que más tierras despojaron en la historia de nuestro conflicto y que más masacres perpetraron para apoderarse del noroccidente nacional, en una supuesta guerra contra la insurgencia en la que cayeron miles de buenos y malos.
El nombre de la víctima debe permanecer en anonimato, porque su vida, décadas después de lo que le sucedió, todavía permanece en peligro. Porque la guerra en el Urabá es cíclica y quienes fueron las AUC, ahora son el Clan del Golfo, que mantiene los sistemas donde la Fuerza Pública y la institucionalidad sigue ausente y, muchas veces, al servicio de quienes desean barbarie, poder y dinero. Más allá de la indemnización que Chiquita Brands pueda pagarle, su noción de justicia apunta a la expiación de culpas. “Para mí, la justicia es que los victimarios reconozcan el daño que causaron y haya reparación”. El Tribunal escogió un grupo de casos simbólicos y ordenó la reparación de un primer grupo de ocho víctimas como la que habló con este diario. No obstante, los casos que llegaron a Estados Unidos superan los 5.000. A ellos, la víctima les dice: “Tengan paciencia”.
Paciencia como la que él soportó durante más de dos décadas. La violencia que denunció ante las instituciones nacionales, cuando la herida estaba fresca, jamás fue escuchada. Todo cambió cuando organizaciones como Earth Rights International se sentaron en su mesa para escucharlo y, con ello, apilar demandas de historias similares en Estados Unidos. Tantas veces Chiquita Brands quiso hacerle el quite al proceso, interponiendo cuanto recurso pudiese pagar, que recién este 2024 se dio el primer veredicto y sentencia. Y no solo eso, la multinacional también apeló esta primera histórica decisión, lo cual está en proceso de resolverse. “Imagínese ahora hay que esperar otro tiempo y de todas maneras para mí es muy duro porque yo ya tengo una vejez muy avanzada y eso sigue, o sea ellos siguen negando la verdad”, concluye la víctima.
De otro lado, todavía permanece un grueso grupo de víctimas que está reconocido en Estados Unidos, que vio una primera victoria a la distancia y que todavía espera por la resolución de su caso particular, entregando años de vida a cuentagotas. La primera victoria fue como sacudirse en una historia donde siempre se pierde. “Me sentí bien. Feliz porque en primera instancia fue como una lucecita al final del túnel”, le dijo a este diario otra víctima, en una carta. Reconoce el costo de pelear como David contra Goliat. “Se siente muy duro porque, o sea, como es una multinacional tan representativa ¿cierto? Entonces se siente como muy dura esa batalla, pero de igual manera tengo fe en que uno gana la guerra ante eso, puede haber mil batallas, pero yo sé que la guerra va a ser la triunfal”, dijo.
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La justicia estadounidense está resolviendo la apelación de Chiquita Brands, en el caso de las primeras ocho victorias. En el camino, la multinacional intentó reducir el monto de la indemnización. Aun así, no lo logró. En Colombia, asimismo, un juzgado de Antioquia está desarrollando un juicio contra diez exdirectivos de Chiquita Brands, Banadex y Banacol, por presunta financiación de grupos paramilitares, como ya lo demostró el Departamento de Justicia Estadounidense en 2007. En su investigación sentenció que “Chiquita estaba pagando dinero para comprar las balas que asesinaron a colombianos inocentes fuera de sus fincas”. Una frase para la historia. Así como la victoria judicial de este grupo de pobladores colombianos.
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