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Las pesquisas de las autoridades en lo relacionado con masacre de tres mineros registrada el pasado 3 de febrero en la vereda Tumaco, del municipio de Tarazá, y los desplazamientos posteriores en Cáceres, apuntan a una estructura criminal: Los Caparros. Recientemente, el gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, manifestó que tiene información de que este grupo es el responsable de la masacre y que la misma estaría relacionada con temas de extorsión. Por ello, la fuerza pública se encuentra en máxima alerta y en busca de los autores del crimen, que pertenecerían a una estructura que durante años ha desangrado la región. (Lea también: No para la violencia en el Bajo Cauca: asesinan a tres personas en Tarazá)
Los Caparros son uno de los grupos armados que se disputan El Bajo Cauca y el sur de Córdoba, zonas que hacen parte de un corredor estratégico de relevancia para las organizaciones relacionadas con el narcotráfico, la minería ilegal y otras actividades de orden ilícito. La historia de esta organización criminal se remonta a finales de los años 90, cuando la expansión paramilitar empezaba a gestarse.
Los Caparros, según declaraciones de Carlos Mario Jiménez Naranjo, alias Macaco, fueron creados por él en 1996, luego de que le ordenara a Virgilio Peralta Arenas, alias Víctor Caparrapo –llamado así porque era oriundo de Caparrapí (Cundinamarca) –, reclutar a varios hombres de ese municipio para integrar el grupo paramilitar que, en ese momento, se llamó Caparrapos, nombre que cambiaron las autoridades nacionales en 2019 para evitar estigmatización contra los habitantes de ese pueblo cundinamarqués. En 1996, Vicente Castaño convocó a Los Caparros y a otros grupos paramilitares que operaban en el Bajo Cauca y el nordeste antioqueño para proponerles que se integraran a la Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Para aquella época, alias Macaco extendía sus tentáculos por El Bajo Cauca, pero se encontró con que el Bloque Mineros, comandado por alias Cuco Vanoy, también estaba fortaleciendo su presencia en ese territorio. Así que, para evitar enfrentamientos, ambos grupos paramilitares llegaron a un acuerdo: el Bloque Central Bolívar se quedó con el oriente (municipio de Zaragoza y El Bagre), mientras que el Bloque Mineros se hizo al control del occidente (municipios Cáceres y Tarazá).
El hecho es que, tras la propuesta de Castaño, los Caparrapos se unieron al Bloque Mineros y, oficialmente, se integraron a las AUC donde “Víctor Caparrapo” ganó rápidamente poder. Para 2003, en el gobierno de Álvaro Uribe se concretó el proceso de desmovilización de las Autodefensas. Sin embargo, los Caparrapos resurgieron gracias a hombres disidentes que se negaron a dejar las armas y que, en 2008, nuevamente estaban en el Bajo Cauca reclamando el control del territorio.
Pero no eran los únicos, en la región también aparecieron otras organizaciones criminales autodenominadas como Los Rastrojos, las Águilas Negras y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, también conocidas como Clan del Golfo, Clan Úsuga o los Urabeños. Sin embargo, los Caparros, nuevamente, le apostaron a la unión y, en 2011, se aliaron con los gaitanistas quienes, a su vez, ya habían hecho un pacto con Los Rastrojos. Para ese momento el Ejército ya había dado de baja a alias Víctor Caparrapo. (Le puede interesar: Tras dos meses, 65 familias desplazadas no han podido volver a Cáceres (Antioquia))
Además, los Caparramos, ahora integrantes de las Autodefensas Gaitanistas, hicieron acuerdos con las Farc, para que cada uno tuviera su “tajada de pastel”. Entonces, los gaitanistas crearon varios frentes para desplegar su accionar ilícito en las zonas acordadas y, en consecuencia, los Caparros pasaron a llamarse Frente Virgilio Peralta Arena. No obstante, estos mantenían autonomía territorial y criminal, y se hacían cargo de las extorsiones, la minería ilegal y la producción de cocaína, tal como lo describen las alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo.
Pero el escenario criminal del Bajo Cauca y el sur de Córdoba volvió a sacudirse con los Acuerdos de Paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las extintas Farc. El inicio de la desmovilización de la guerrilla, en 2017, y los golpes de la fuerza pública a Los Rastrojos cambiaron el panorama. Los Caparros rápidamente empezaron a expandirse en los territorios que fueron abandonados por los Frentes 18 y 36 de las Farc.
Se apropiaron sobretodo del Nudo de Paramillo, un corredor estratégico para el narcotráfico y con gran potencial minero, y poco a poco se fue gestando lo que terminó en una ruptura entre los Caparros y sus antiguos jefes, el Clan del Golfo. Empezaba el 2017 cuando los Caparrapos fueron golpeados con el asesinato de alias Danilo Chiquito, uno de sus integrantes quien recién acababa de salir de la cárcel. El hecho fue tomado por los Caparrapos como una traición por parte de los gaitanistas y, así, se desató una guerra entre estas estructuras. (Noticia relacionada: Los Caparros pueden estar fortaleciéndose pese a múltiples golpes)
Otras versiones indican que lo que desató la guerra entre los grupos armados fue que los Caparros pretendían venderle a un cacique de la Oficina de Envigado los derechos de los territorios que les asignó el Clan del Golfo. El hecho es que la alianza se convirtió en una enemistad a muerte. Los Caparros, fieles a su estrategia de hacer acuerdos, empezaron a buscar alianzas con disidentes de las Farc, en municipios como Puerto Libertador. Además, según Insight Crime, establecieron una alianza con Ricardo Abel Ayala, alias Cabuyo, jefe de los disidentes del Frente 36, con el cual hicieron regulaciones para el precio y la compra de pasta de coca en Briseño y Valdivia.
Para seguir tomando fuerza, pactaron acuerdos con integrantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y poco a poco se convirtieron en uno de los grupos criminales más poderosos de la región. Insightcrime señala que esta organización al margen de la ley cuenta con al menos 450 integrantes quienes están involucrados en todas las etapas del narcotráfico en Antioquia y Córdoba. Además, indican que en la subregión de Urabá controlan las plantaciones de coca, su transformación en cocaína y el envío a mercados internacionales. Asimismo, el grupo está involucrado en minería ilegal en los municipios de Caucasia y el Bagre.
En mayo de 2019, el Ministerio de Defensa tomó la decisión de cambiarle el nombre a los Caparrapos para evitar la estigmatización de los habitantes de Caparrapí (Cundinamarca), de donde salieron sus primeros integrantes en la década de los 90. Ahora la estructura criminal es llamada Los Caparros. “Así como en su momento se mencionaba el tema de Los Urabeños para referirse al Clan del Golfo y se cuestionaba el estigma para la gente, se concluyó que con el nombre de Caparrapos se vulneraba a la gente de Caparrapí, podríamos caer en una estigmatización”, dijo en ese momento el comandante de la Policía Antioquia, coronel Giovanny Buitrago.
Insightcrime indica que José Horacio Abello, alias “Seis-Siete”, fue el máximo comandante de Los Caparros hasta su captura en marzo de 2017. Luego, fue reemplazado por Emiliano Alcides Osorio Maceas , alias Pilatos o Caín, quien murió en un operativo en zona rural de Tarazá (Antioquia), en noviembre del año pasado. La cadena de mando también incluye a Nicolás Gabriel Pantoja López alias Care Malo, quien ascendió luego de la detención en Tarazá del segundo al mando, Jairo Olivares González alias “Ratón” en enero de 2019. Lo cierto es que los Caparros son una estructura adaptable y dispuesta a hacer alianzas con otros grupos que le han ayudado a mantenerse en control de áreas estratégicas en Antioquia. Sin embargo, el enfrentamiento armado, hostil y sangriento con el Clan del Golfo se mantiene.