Los coletazos de Musa Besaile

Ante la Corte Suprema de Justicia, el senador Musa Besaile contó los detalles de lo que para él fue una extorsión. Dijo que el responsable fue el exfiscal Gustavo Moreno y que los $2.000 millones que le pidió fueron para frenar una orden de captura en su contra. Explicó, además, que todavía debe ese dinero a la persona que se los prestó y que siempre sintió miedo de Moreno.

JUAN DAVID LAVERDE PALMA
31 de agosto de 2017 - 04:41 a. m.
Musa Besaile llegó al Congreso en 2002, como representante a la Cámara por Córdoba.  / Tomada de ‘La Lengua Caribe’
Musa Besaile llegó al Congreso en 2002, como representante a la Cámara por Córdoba. / Tomada de ‘La Lengua Caribe’

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“Nos encontramos con (Gustavo) Moreno en el restaurante del hotel. Me pidió que los celulares fueran retirados. Me dijo en un tono alto, como si yo le hubiera hecho algo malo: ‘Voy a ser claro con usted, a usted le mandaron mensajes, a usted le han escrito por Whatsapp, hasta yo mismo se lo he dicho y usted no quiere darse cuenta del peligro en el que está. ¿A usted qué es lo que le pasa? Usted tiene es que estar agradecido conmigo, porque yo lo que quiero es ayudarle, porque usted tiene un proceso en la Corte y se está haciendo el bobo. Yo tengo aquí en mi bolsillo la orden de captura en su contra y ésta es inminente”. Así de contundente fue el relato del senador Musa Besaile, quien hoy se declara víctima. Su testimonio no sólo corroboró que el exfiscal Anticorrupción Gustavo Moreno estaba al servicio de la delincuencia, sino que puso en apuros judiciales a dos exmagistrados que en el pasado llegaron a ser todopoderosos en la Corte Suprema de Justicia: Francisco Ricaurte y José Leonidas Bustos.

Una explosiva declaración que Musa Besaile ratificó ante los medios de comunicación, pero guardando la reserva sobre algunos detalles. No obstante, El Espectador tuvo acceso a su primera confesión ante la justicia. Lo primero que contó Besaile es que es de una familia ganadera, que tiene varias fincas y que es propietaria de la Arrocera Palmira, que fue herencia de su papá. Seguidamente explicó que su abogado Luis Ignacio Lyons (primo del exgobernador de Córdoba Alejandro Lyons) lo empezó a representar desde 2002, cuando a la Corte Suprema le llegó un anónimo contra el congresista. De todos los casos había salido bien librado hasta 2014. A finales de ese año, relató, Besaile recibió una súbita invitación de Francisco Ricaurte para que fuera a su apartamento. Primero hablaron de política y al final, de acuerdo con su testimonio, el expresidente de la Corte le dijo: “He conocido de tu proceso y tiene bastante tiempo. Yo te voy a recomendar a una persona honorable, un buen profesional, un hombre que está de moda, que no lo entrevista la prensa nacional, sino la internacional”. Se refería a Moreno.

Allí no hubo sugerencias de plata, pero la recomendación quedó. Besaile aclaró que días antes había conocido a Moreno durante la presentación de su libro Los falsos testigos, a la que también asistieron el propio Ricaurte, José Leonidas Bustos y la crema innata del Poder Judicial y académico del país. Poco tiempo después, según Besaile, recibió un chat de Whatsapp en el que Moreno lo invitó al hotel Marriott de la 73 en Bogotá. Moreno estaba en el lobby, lo saludó y le pidió que conversaran mientras Francisco Ricaurte aparecía. Era la segunda vez que se veían Moreno y Besaile. “Yo le pedí que me contara para qué me necesitaba”. Ricaurte apareció de repente, habló con ellos unos minutos y se fue. Pero antes, Ricaurte se tomó la molestia de decirle: “Te dejo en buenas manos”. Entonces Moreno le dijo a Besaile que debía tratar un tema muy delicado en relación con el expediente 27.700, en el que se le investigaba por parapolítica. Ahí le contó que su caso estaba complicado y que “si no me ponía las pilas, me iba a ir mal”.

“Él usaba un tono muy despectivo y humillante cuando me hablaba”, sostuvo Besaile y añadió que en ese mismo encuentro Gustavo Moreno le dijo que el caso del exsenador Julio Manzur por parapolítica estaba también muy avanzado y que las capturas de ambos eran inminentes. Besaile dejó la cosa hasta ahí, pero antes de que cayera el telón de la legislatura de 2014, recibió una llamada de su abogado Luis Ignacio Lyons, quien se escuchaba preocupado. Lyons le dijo a su cliente que se había encontrado con Moreno, y que éste estaba “bastante enfurecido” y que le anunció una orden de captura. Besaile quedó inquieto, pero se fue de vacaciones a Cartagena. Tenía claro que subrepticiamente le estaban pidiendo plata. Entonces una noche fue a comer a un restaurante en Bocagrande junto a su familia. Al lugar también llegó Francisco Ricaurte, quien se tomó unos tragos con otras dos personas. “Yo sí noté que era extraño que hubiera entrado al restaurante y no me hubiera saludado porque la mesa (de Ricaurte) estaba en diagonal y no hacía mucho había estado en su apartamento conversando”.

Un par de semana después, Besaile se enteró de la captura de Julio Manzur y entró en shock. Ahí se dieron cuenta de que Gustavo Moreno sí tenía margen de maniobra en la Corte. Moreno volvió a aparecer días antes de la Semana Santa de 2015. Besaile, según su relato, accedió a reunirse con él nuevamente. Fue ahí cuando Moreno le dijo que dejara de hacerse el bobo y que le pagara $6.000 millones para frenar su detención. “Usted vio lo que le pasó a Manzur por no pararme bolas. Su captura se va a dar después de Semana Santa si usted no soluciona de inmediato conmigo”. Según el congresista, después de pedirle la plata, Moreno le espetó: “Esa plata no es nada para usted, porque usted es un tipo adinerado y tiene la votación más alta del país”. Besaile le contó a la Corte: “Ese tipo Moreno es un experto para reducir a las personas, tiene mucho verbo”. El senador le preguntó entonces a Moreno que para quién era ese dinero y él le contestó que para su papá. “Yo le pregunto quién es y él me escribe en una servilleta: Leonidas Bustos, presidente de la Corte Suprema”.

Besaile, declaró, que se sintió atemorizado y que así se lo hizo saber a Moreno. La respuesta del abogado fue que dejara de llorar como una niña y que le diera entonces $4.000 millones. Empezaron a negociar y al final le dieron una rebaja. El pago se saldó en $2.000 millones. De acuerdo con el relato del declarante, cedió porque Moreno era un hombre muy bien relacionado y que exhibía mucho poder. “Quedé indefenso y preocupado, y eso que lo hizo conmigo que soy un senador de la República, imagínese con un simple ciudadano”, dijo Besaile a la Corte. El testigo refirió que buscó a su hermano tras la reunión con Moreno y que este le sugirió denunciar, pero al final decidieron ir a una notaría para dejar constancia de todo. Con una salvedad: Besaile le dijo a su hermano que si algo le pasaba hiciera público ese documento. El poderoso senador empezó a buscar la plata. Primero se dirigió a la Arrocera Palmira de su familia, una de las más grandes de la costa, pero la plata no alcanzaba. Tampoco el negocio del ganado le servía para recoger los fondos.

Buscó a un cliente de su arrocera, de nombre Miguel, al que le pidió los $2.000 millones. “El hombre me prestó los recursos, me colocó una tasa de interés y hasta el sol de hoy no le he pagado”. Luego se trajo la plata para Bogotá y llamó a su abogado Lyons. A través de él se pagó la plata y ese dinero salía del apartamento de Musa Besaile en un carro con su esquema de seguridad y llegaba a la oficina de Lyons. Nadie sabía qué contenían las bolsas en las que se transportaron los billetes. La orden de Besaile era sencilla: “Llévale esta encomienda al doctor Luis Ignacio”. Este, a su turno, sacaba la plata de su oficina en el parque de la 93 en Bogotá para dársela a Luis Gustavo Moreno. Tras el desembolso, Besaile ya tranquilo, se fue a pasar vacaciones a Coveñas (Sucre), pero a su regreso lo volvió a llamar Francisco Ricaurte a su apartamento. En esa conversación, el senador muy molesto le dijo que ya le había entregado las “cosas” a Moreno, “y él se hacía el bobo”. Y añadió: “No sé si esa actuación era fingida o qué”.

Según Besaile, Ricaurte le dijo: “Tienes que meter a Gustavo Moreno como (abogado) suplente de tu proceso para que te ayude”. Así ocurrió. En los documentos oficiales aparece como abogado titular de Besaile Luis Ignacio Lyons, y como suplemente, Moreno. El senador señaló que nunca presentó un escrito y tampoco revisó su expediente, y dejó entrever que a través de esa maniobra “se legalizaba” el pago de los $2.000 millones. Besaile le narró a la Corte que el día de la captura de Moreno, en junio pasado, estaba viendo televisión junto a su esposa: “Mira, ya llegó el hp ese. Aquí todo se paga. Acaba de caer. Ese no es un empírico en extorsión, es un profesional, puede ser cronológicamente más joven, pero tiene mucha maldad para la poca edad que tiene”. Antes de finalizar su confesión, Besaile aseguró que hace una década asiste a una iglesia con padre experto en liberación y sanación, y que tras meditar durante las últimas semanas qué debía hacer, le llegó un mensaje. “Lo he venido meditando y por eso estoy aquí, porque el mensaje que Dios me dio es que contara la verdad”.

Al final aclaró que no entiende por qué lo están relacionando con el expediente de Odebrecht si nada tiene que ver en esas vueltas y que hace más de 20 años no cruza palabra con el congresista Otto Bula, vehículo de las coimas al congresista Bernardo el Ñoño Elías.

La Corte le pidió precisiones a Musa Besaile y le preguntó de frente si Ricaurte le había hecho la exigencia del dinero. Musa explicó que no lo hizo de forma directa en ninguna de las ocasiones en las que hablaron, pero que para él era muy claro que había una relación muy cercana entre Gustavo Moreno, Francisco Ricaurte y José Leonidas Bustos. En síntesis, el Musagate apenas está empezando. La Corte ordenó escuchar en declaración a Luis Gustavo Moreno y al abogado, Leonardo Pinilla, ambos pedidos en extradición en la tarde de este jueves. Y para el próximo 5 de septiembre deberá comparecer el exsenador conservador Julio Manzur, quien también habría sido extorsionado por Moreno y su camarilla.

Por JUAN DAVID LAVERDE PALMA

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