Los herederos de ‘Don Mario’
El nuevo organigrama de la banda criminal.
El Espectador
Desde la captura del jefe del narcotráfico Daniel Rendón Herrera –alias Don Mario– el pasado 15 de abril en zona rural de Necoclí (Urabá antioqueño), las autoridades, que saben que esta organización criminal no llegó a su fin con la detención de su máximo jefe, han estado enfocadas en una labor: identificar el nuevo esquema jerárquico de la banda. Y son cinco hombres, tres oriundos del Urabá y todos ya en la mira de la justicia, los nuevos encargados de que las rutas, de las que una vez Don Mario fue el patrón, puedan seguir siendo efectivas para sacar del país los cargamentos de droga.
A la cabeza quedaron los hermanos Juan de Dios y Dairo Antonio Usuga David, nacidos en Turbo (Antioquia). Según información de inteligencia militar, ambos hombres trabajaron con Rendón Herrera desde los años 90, cuando lo acompañaron como integrantes de las Autodefensas Campesinas del Casanare. Dairo Antonio Usuga, incluso, es señalado de haber participado en la masacre de Mapiripán (Meta), en la que murieron más de 50 personas en julio de 1997.
Juan de Dios Usuga, con 42 años de edad y conocido como Giovanni, era el segundo al mando en la organización. En su contra se conocen cinco órdenes de captura, una en la Fiscalía 19 especializada en terrorismo de Bogotá, dos en la Fiscalía 82 de Derechos Humanos de Cali y otro par en la Fiscalía 8 especializada de Cali. En su prontuario figuran delitos tan graves como desaparición forzada, homicidio agravado, concierto para delinquir, homicidio en persona protegida y porte ilegal de armas.
Dairo Antonio, alias Mauricio u Otoniel, tiene 38 años de edad y es un desmovilizado del Epl. La Fiscalía 28 de la Unidad de Derechos Humanos en Bogotá tiene en su contra orden de arresto por los delitos de secuestro extorsivo agravado, homicidio agravado y concierto para delinquir. Durante años, tuvo la labor de manejar las finanzas que la organización nutrió con extorsiones, pago de impuesto cocalero y los recaudos de ‘arriendos’ de no menos de 200 predios rurales y urbanos.
El tercer hombre es Francisco José Morelo Penata. Según las autoridades, es el ‘político’ de la banda y se mueve entre los municipios de Necoclí, Turbo, San Pedro de Urabá y Unguía. Al igual que los hermanos Usuga, se desmovilizó con las autodefensas en 2005 pero Morelo, además, era uno de los hombres de confianza del jefe paramilitar Vicente Castaño. De acuerdo con reportes de inteligencia, se convirtió en su jefe de seguridad al retirarse del proceso de dejación de armas.
Por último están Alexánder Montoya Usuga y Roberto Vargas Gutiérrez. Desmovilizado del bloque Calima, a Montoya lo busca la Fiscalía 8 especializada de Medellín por delitos de concierto para delinquir y un juzgado regional de esa ciudad lo condenó a cuatro años de prisión por rebelión. Vargas, por su parte, tiene dos órdenes de detención por los delitos de homicidio agravado, concierto para delinquir y porte ilegal de armas. Con ellos se completa este nuevo organigrama, que armaron las propias autoridades que buscan desintegrar la banda del que era el más grande capo del país.
Desde la captura del jefe del narcotráfico Daniel Rendón Herrera –alias Don Mario– el pasado 15 de abril en zona rural de Necoclí (Urabá antioqueño), las autoridades, que saben que esta organización criminal no llegó a su fin con la detención de su máximo jefe, han estado enfocadas en una labor: identificar el nuevo esquema jerárquico de la banda. Y son cinco hombres, tres oriundos del Urabá y todos ya en la mira de la justicia, los nuevos encargados de que las rutas, de las que una vez Don Mario fue el patrón, puedan seguir siendo efectivas para sacar del país los cargamentos de droga.
A la cabeza quedaron los hermanos Juan de Dios y Dairo Antonio Usuga David, nacidos en Turbo (Antioquia). Según información de inteligencia militar, ambos hombres trabajaron con Rendón Herrera desde los años 90, cuando lo acompañaron como integrantes de las Autodefensas Campesinas del Casanare. Dairo Antonio Usuga, incluso, es señalado de haber participado en la masacre de Mapiripán (Meta), en la que murieron más de 50 personas en julio de 1997.
Juan de Dios Usuga, con 42 años de edad y conocido como Giovanni, era el segundo al mando en la organización. En su contra se conocen cinco órdenes de captura, una en la Fiscalía 19 especializada en terrorismo de Bogotá, dos en la Fiscalía 82 de Derechos Humanos de Cali y otro par en la Fiscalía 8 especializada de Cali. En su prontuario figuran delitos tan graves como desaparición forzada, homicidio agravado, concierto para delinquir, homicidio en persona protegida y porte ilegal de armas.
Dairo Antonio, alias Mauricio u Otoniel, tiene 38 años de edad y es un desmovilizado del Epl. La Fiscalía 28 de la Unidad de Derechos Humanos en Bogotá tiene en su contra orden de arresto por los delitos de secuestro extorsivo agravado, homicidio agravado y concierto para delinquir. Durante años, tuvo la labor de manejar las finanzas que la organización nutrió con extorsiones, pago de impuesto cocalero y los recaudos de ‘arriendos’ de no menos de 200 predios rurales y urbanos.
El tercer hombre es Francisco José Morelo Penata. Según las autoridades, es el ‘político’ de la banda y se mueve entre los municipios de Necoclí, Turbo, San Pedro de Urabá y Unguía. Al igual que los hermanos Usuga, se desmovilizó con las autodefensas en 2005 pero Morelo, además, era uno de los hombres de confianza del jefe paramilitar Vicente Castaño. De acuerdo con reportes de inteligencia, se convirtió en su jefe de seguridad al retirarse del proceso de dejación de armas.
Por último están Alexánder Montoya Usuga y Roberto Vargas Gutiérrez. Desmovilizado del bloque Calima, a Montoya lo busca la Fiscalía 8 especializada de Medellín por delitos de concierto para delinquir y un juzgado regional de esa ciudad lo condenó a cuatro años de prisión por rebelión. Vargas, por su parte, tiene dos órdenes de detención por los delitos de homicidio agravado, concierto para delinquir y porte ilegal de armas. Con ellos se completa este nuevo organigrama, que armaron las propias autoridades que buscan desintegrar la banda del que era el más grande capo del país.