Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Qué opina sobre los militares colombianos involucrados en el magnicidio de Haití?
Pienso que - al menos a algunos - los engañaron los que estaban planeando el asesinato del presidente ¿Por qué lo creo? Porque salieron legalmente del país, como lo hicimos los que íbamos a trabajar, abiertamente, con otros Estados, y porque subieron, a la redes, las fotos de los lugares en que estaban, dejando muchas evidencias públicas de su ubicación. Un soldado que tiene entrenamiento de comando y que va a ejecutar una operación de ese tipo, no incurre en errores tácticos tan elementales. Cuando se hace una operación con un objetivo militar, hay una estrategia, una ruta de evacuación, un equipo de extracción. Nada de eso se planeó. Según lo que sabemos, unos militares colombianos llegaron a Haití, se hospedaron a pocas cuadras de la residencia del presidente y permanecieron en dicha residencia después del asesinato. No es posible eso y que tampoco hubiera habido ninguna confrontación armada con la guardia que custodiaba al mandatario. Todo es absurdo. No tiene lógica. Pero, desde luego, son conjeturas que hago de acuerdo con mi experiencia y sin tener información directa.
¿Qué hacía usted en la Armada?
Soy electrónico en comunicaciones y aparatos de navegación. Fui capacitado para trabajar en todo tipo de equipos de última generación e hice cursos de análisis de inteligencia. Pertenecí a varias unidades de guerra: fragata, buque multipropósito y nodrizas fluviales, por ejemplo, recorriendo el río Atrato por zonas de conflicto como Bojayá y Vigía del Fuerte. También estuve en nodrizas que vigilaban la región de Puerto Inírida y en remolcadores. Para mí, la experiencia más exitosa, fue la que tuvimos en un grupo de Tarea Conjunta en que ejecutamos operaciones militares por el río Guaviare desde Barrancominas, pasando por zonas como el Trapiche, el Bunker, el Olvido - por donde nunca, en la historia de Colombia, habían navegado unidades fluviales del Estado -, hasta llegar a Puerto Alvira o Mapiripán en donde ya había soberanía nacional. Fue una operación de reconquista del Guaviare durante el gobierno Uribe y después de la zona de distensión del gobierno Pastrana.Tuvimos enfrentamientos, casi diarios, con la guerrilla.
¿Qué grado alcanzó en la Armada, cuántos años estuvo activo y por qué se retiró?
Llegué a ser suboficial jefe de la Armada Nacional, grado equivalente al de sargento primero en el Ejército. Estuve 21 años activo y me retiré por tiempo y porque quise dar un paso al costado, debido a que la permanencia en el servicio de los militares antiguos estanca el ascenso de los que vienen detrás. Hice uso de buen retiro; es decir, pedí mi salida de manera voluntaria; además, ya tenía asegurada mi asignación de retiro (pensión, en los civiles).
¿Usted es o fue mercenario cuando se retiró? ¿Puedo llamarlo así o cómo debo calificar su trabajo después de salir de la Armada?
El término “mercenario” se ha vuelto ofensivo y discriminatorio, pero no hay que confundirse: una cosa es realizar un trabajo profesional militar en el exterior y otra ser sicario o terrorista con entrenamiento militar. Nosotros vamos al exterior a desempeñarnos en el área propia de la profesión y en el arte de la milicia. Prestamos servicios de protección en esquemas de seguridad, ya sea para personalidades o VIP, o en misiones estáticas o físicas del Estado que nos contrate; es decir, para dar seguridad a instalaciones militares, públicas, estratégicas o de interés económico para el país, por ejemplo, estructuras petroleras. A su pregunta le contesto, en resumen, que un mercenario es quien presta servicios de tipo militar por dinero, pero que estas dos condiciones no implican, necesariamente, que el oficio sea ilegal y delictivo, aunque haya ocasiones en que algunas personas puedan incurrir en actos criminales. Los militares retirados colombianos hemos sido contratados legalmente hace varios años, para trabajos en el exterior por agencias de empleo transnacionales, unas de las cuales tienen oficinas aquí. Y cuando salimos de Colombia, lo hacemos de acuerdo con las normas, ingresamos con visas concedidas legítimamente y cumplimos los requisitos de inmigración. Trabajamos para gobiernos y Estados, no para grupos privados. La diferencia es clara.
¿Quién lo contactó para trabajar en el exterior y cómo fue el proceso de selección y la oferta que le hicieron?
Un coronel del Ejército me comentó que estaban contratando personal militar para los Emiratos Árabes. Al principio, no le creí, pero él tenía la dirección de la oficina en donde se concretaban las ofertas laborales. Fuimos y nos instruyeron sobre el proceso de selección. Dependiendo del perfil profesional que uno tuviera, de una vez decían si podía aspirar o no. Después nos dieron una lista de documentos que teníamos que anexar a una carpeta. Solicitaban información exhaustiva de la hoja de vida, incluyendo constancias, antecedentes disciplinarios y penales, felicitaciones, condecoraciones, etc. La recepción y clasificación de los documentos era muy estricta. Entramos en el proceso de preselección y los documentos fueron distribuidos de la siguiente manera: soldados, con carpeta roja; suboficiales, carpeta azul, y oficiales con carpeta negra.
¿Cuántos militares se presentaron con usted?
No lo sé exactamente, pero las carpetas eran miles. Había cuartos enteros llenos de ellas, la mayoría rojas. Esa imagen daba cuenta de la cantidad de militares que queríamos realizar nuestro sueño, que consiste en ganar un sueldo digno, porque la asignación de retiro con que salimos es muy baja.
¿Cuánto duró su proceso de selección y cuándo viajó a los Emiratos Árabes?
En mi caso, la selección duró desde septiembre hasta diciembre de 2013. Es decir, cuatro meses en los que también teníamos que asistir a sesiones de pruebas físicas cada dos o tres días. Íbamos al parque Simón Bolívar o al Salitre, adonde nos convocaban a cientos de hombres para que demostráramos si teníamos las condiciones físicas necesarias para el trabajo que nos iban a encomendar. Las Fuerzas Militares exigen altos estándares de capacidad física. Los de la empresa que nos estaban examinando, eran aún mayores. De cien hombres, pasaban alrededor de diez a veinte. En esa etapa, no pregunté cuánto nos iban a pagar. Pero estaba en el ambiente, y se oía en los pasillos, el rumor de que a los soldados les pagarían US$2.500; a los suboficiales, US$2.800, y a los oficiales, US$3.000.
Una vez seleccionado, ¿qué siguió y qué tuvo que hacer?
Yo estaba en Villavicencio, en donde resido. Me llamaron ese diciembre para decirme que había sido seleccionado, que me preparara para viajar el 12 de febrero de 2014 y me aseguraron que los tiquetes estarían disponibles para esa fecha. Me despedí de mi familia, muy triste, pero al mismo tiempo con la esperanza de que nuestras aspiraciones económicas se cumplieran. La empresa Global que nos contrató fue correcta en todo momento. No nos cobró un centavo por el proceso de selección ni por el costo de los tiquetes a Dubái, adonde llegamos viajando en Air France, en la ruta Bogotá-París-Dubái, la fecha que nos señalaron.
¿En el momento de la oferta usted era casado y tenía hijos? Pregunto porque la decisión de irse al otro lado del mundo debe ser difícil.
Estaba casado, tenía dos hijos y mi esposa estaba embarazada de siete meses. Mi hija mayor tenía catorce años y la siguiente, diez. Pese a ser muy difícil emocionalmente, tomé la decisión de aceptar esa oferta con mi núcleo familiar. Sabía que iba con un contrato, a término indefinido, para vivir en los Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, las aspiraciones de sacar a mi familia adelante fueron definitivas.
Exactamente, ¿para qué lo contrataron?
Un día antes de viajar nos hicieron una reunión y, a uno por uno, nos iban diciendo a qué parte de la estructura del Ejército emiratí íbamos a llegar. También nos informaron el grado que íbamos a tener y el salario que recibiríamos. Así supe que iba a ser parte del Tercer Batallón de la compañía de buzos y que mi cargo sería jefe de comunicaciones de esa unidad. Me dijeron que mi salario mensual sería de US$3.150, lo que equivalía a más de 12.000 dírhams (moneda emiratí). Nos pagaban en esa moneda y las casas de cambio, en Abu Dabi, nos cambiaban a dólares. Así transferíamos el dinero a nuestras familias en Colombia en operaciones legales y transparentes hechas a través de los dos grupos bancarios nacionales autorizados para realizar ese tipo de operaciones entregándolas aquí, en pesos. Yo enviaba mi salario completo porque nos garantizaban, gratis, alojamiento, comida y vestuario; y cuando teníamos permiso, nos llevaban y traían en buses militares a donde fuéramos a ir.
¿Quién los contrató y de dónde surgió la idea de “exportar” militares? Un negocio que parece ser muy próspero
El gran gestor de esta oportunidad laboral, de este incremento en la calidad de vida de decenas y centenares de militares de todos los grados, fue el coronel Óscar García Bate, al cual respetamos todos los retirados porque nos cambió el futuro. No solo cumplió con la oferta que nos hizo y con la que hicieron los Emiratos Árabes Unidos, sino que nos dieron más: bonificaciones, primas de fin de año, tiquetes para visitar a la familia durante 45 días anuales con todo pago incluidos tiquetes, etc.
¿Cuántos otros militares colombianos viajaron con usted y cuántos nacionales encontró en el cuartel al que llegó?
Viajamos sesenta militares retirados. En ese momento, cada semana salían de Colombia un promedio de sesenta a 120 hombres contratados. A nosotros, cuando llegamos a Dubái, nos recogieron en dos buses y nos llevaron de inmediato a Abu Dabi, otro emirato en el cual está la estructura militar. Al llegar, encontramos, prestándole seguridad al batallón, a un grupo de uniformados. Todos eran colombianos. Nos aplaudían apenas descendimos y nos abrazamos. No lo podíamos creer. Se trataba de unos cuarenta o cincuenta hombres custodiando la parte externa de las instalaciones. Antes de ingresar, no obstante que éramos paisanos, nos hicieron una requisa amplia, extensa, con perros, detectores de metales y otros controles. Al pasar las horas, encontramos que no solo eran cincuenta sino cientos y cientos de colombianos; diría que unos 2.000 militares nuestros estaban trabajando para el Ejército emiratí.
¿A cuáles entidades o personajes les prestaron sus servicios ustedes, directamente?
Prestamos servicios de protección o esquemas de seguridad a los altos mandos militares. Y un personal nuestro seleccionado de manera especial, custodiaba, también, a algunos jeques cuando iban a realizar movimientos o desplazamientos que requerían reforzar su protección.
¿Por medio de cuál figura los integraron a un ejército de otro país?, lo cual está prohibido en casi todas partes del mundo.
Nos integraban al Ejército de inmediato. A mí, por ejemplo, me asignaron el grado de rayiys que significa (suboficial) jefe, y me ingresaron a la milicia de ese país como a todos los demás. A los soldados les asignaron el grado jundiun. A quienes recibieron como cabos, el grado de earif; a los tenientes, almulazim; al capitán, almuntakhab; al mayor, qayid, y así sucesivamente. Nos distribuyeron según la profesión y nos pusieron las tareas correspondientes. Y para contactos en el idioma natal, cada batallón contaba con un traductor árabe-español, de nuestra nacionalidad.
¿En cuáles otros países prestó servicios y por qué le cambiaron el contrato original?
Trabajé en 2014 en los Emiratos, pero regresé a Colombia en 2015 y me volví a ir en 2018. En esta última ocasión fui trasladado a otro país árabe, Yemen, en la parte sur de los Emiratos, frontera con Somalia. Esta vez fui con un contrato con otra empresa, pero en las mismas condiciones. También me cumplieron todas las promesas laborales. En esta oportunidad viajé con cerca de cuarenta retirados.
¿En Emiratos Árabes o Yemen, tuvieron que participar en operaciones arriesgadas?
Nos enviaban a operaciones de apoyo para custodiar las fronteras por un máximo de tiempo de tres meses en sitios en donde se desarrollaban conflictos con los rebeldes islámicos, que forman grupos clasificados como terroristas. La confrontación armada es diferente allá, en donde el objetivo es dominar más territorios, tomar más terreno.
¿Por qué tanto militar retirado quiere tomar esa opción? ¿Por sus mismos motivos sobre falta de condiciones económicas mínimas?
Sí. Aquí la única oportunidad que le ofrecen al militar retirado para ejercer su profesión es la de ser vigilante o escolta de una compañía de valores, con salarios que van desde el salario mínimo hasta máximo $1’500.000, en el mejor de los casos. En mi situación, siendo que estuve veinte años en la Armada y que me especialicé en comunicaciones, además, con cursos de combate, más mi experiencia en el exterior, hoy, lo mejor que me ofrecen es ser supervisor de una empresa de vigilancia, con un salario de $1’800.000. Por tanto, como para los civiles su sueño es el americano, para nosotros siempre será mejor opción llegar a los Emiratos Árabes o a los otros países que nos ofrecen mejores condiciones. No hay comparación entre lo que conseguiremos yéndonos con lo que nos espera aquí, si nos quedamos. Creo que nuestras aspiraciones son justas y, por eso, es discriminatorio que nos etiqueten con el sello de “mercenario”.
En su caso, con los dos años en que trabajó con ejércitos extranjeros, ¿pudo mejorar su situación y la de su familia?
Totalmente. Lo que hice allá, en dos años, no lo pude lograr aquí en las dos décadas en que le presté mis mejores servicios al Estado.
Pero no todo puede ser perfecto. ¿Qué aspectos negativos tiene irse y dejar la familia y la tierra por dinero?
Lo más negativo es la destrucción de muchos hogares: los hombres consiguen otras familias allá, o se deshacen las de aquí por la prolongada separación y por la lejanía física. Tanto tiempo de separación produce la desunión. Y, de otro lado, el dinero hace cambiar a las personas tanto a las de aquí, cuando lo reciben, como a las de allá, cuando lo tienen en el bolsillo. Tener plata no solo trae felicidad; también trae tragedias, sobre todo familiares.
¿Cuánto tiempo después de retirarse del Ejército colombiano fue contratado para ir a los Emiratos?
De inmediato. En cuanto me retiré, fui contratado y me fui. Y eso mismo sucede con casi todos los demás. Cuando yo iba a llevar mis carpetas para la selección, me encontraba con militares que todavía estaban uniformados. Ellos participaban en el proceso de selección y esperaban el resultado para retirarse e irse. En ese momento, las ofertas y los contratos eran masivos. Hoy siguen existiendo, pero en menor cantidad. Deben estar saliendo unos cincuenta hombres al mes.
Entonces, Colombia tiene producto humano militar de exportación.
Sí, señora. Somos producto de exportación con alta solicitud entre los países contratantes.
¿Por qué quiso regresar?
Por lo mismo que me fui: por la familia. Estando en los Emiratos, nació mi hijo con síndrome de Down. Me regresé a cuidarlo y también porque las expectativas económicas que me había trazado ya las había conseguido
¿Desde cuándo están viajando militares contratados por otros países?
Desde el año 2010 o 2011, aproximadamente.
¿Cuáles países suelen contratar uniformados de la milicia colombiana?
Estamos, además de Emiratos, en Irak, Afganistán, Yemen, Somalia, México y otros países. Desde cuando se definió que Catar sería sede de la Copa Mundial de Fútbol 2022, se conoce de ofertas laborales a militares (r) colombianos del Ejército catarí para fortalecer la seguridad de ese país. Es más: ya hay militares nuestros allá.