Los muertos de la DEA en Bogotá
Watson es el tercer funcionario de esta organización asesinado en la capital de la República.
Sebastián Jiménez Herrera
El agente de la DEA James Terry Watson se convirtió en el tercer funcionario de esa organización en ser asesinado en Bogotá desde 1976. El pasado jueves en la noche, Watson fue asesinado, presuntamente, por criminales que pretendían hacerle un “paseo millonario”.
A la salida de un restaurante cerca del parque de la 93, donde había estado con unos amigos viendo un partido de la final de la NBA entre Miami Heat y San Antonio Spurs, Watson abordó un taxi. Al parecer, a las pocas cuadras unos desconocidos se subieron al vehículo e intentaron robarlo. El funcionario se defendió y los hombres lo hirieron cinco veces con arma blanca.
El agente alcanzó a enviarles mensajes de texto a unos amigos, en los que les decía que se encontraba herido. Lo hizo antes de que unos transeúntes lo encontraran cerca del puente de la 92 y lo llevaran a la Clínica del Country, donde murió. Watson, de 43 años de edad, llevaba 13 meses en Colombia. El agente colaboraba con la Sijín y, además, estaba casado con una colombiana.
El embajador de Estados Unidos en Colombia, Michael McKinley, se refirió al hecho como un “atraco que terminó en una tragedia”. En un comunicado oficial, la Embajada indicó que “está trabajando estrechamente con las autoridades colombianas para investigar este crimen. Queremos manifestar nuestra gratitud por su respuesta inmediata y su colaboración para facilitar el esclarecimiento de los hechos. Mientras avanza la investigación, no podemos dar más información”.
Por su parte, el presidente Juan Manuel Santos, durante una ceremonia realizada en Bogotá, le hizo un fuerte llamado de atención a la Policía y dijo que el asesinato del agente “borró de un solo plumazo todos los esfuerzos que estamos haciendo en materia de homicidios”.
“La gente va a decir: ‘Si asesinan a un agente de la DEA, ¿qué nos pasará a los demás?’. Por eso no podemos bajar la guardia y tenemos que seguir perseverando, plenamente y enormemente”, señaló el primer mandatario, quien indicó que les ha ordenado al ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y al comandante de la Policía, general José Roberto León Riaño, que no escatimen “ningún esfuerzo para dar con los responsables de este asesinato”.
Tanto la Policía como el Ministerio de Defensa y la Fiscalía ya iniciaron labores para dar con los homicidas, quienes, incluso, podrían ser extraditados a Estados Unidos para que respondan por la muerte de Watson. Las autoridades ofrecen $50 millones por información que permita dar con ellos.
Así lo confirmó el comandante encargado de la Policía de Bogotá, coronel Camilo Cabana, quien en diálogo con Blu Radio aseguró que “este caso no va a quedar en la impunidad”. El coronel pidió, además, la solidaridad de los taxistas para dar con el paradero del conductor del vehículo en el que se movilizaba Watson, a quien se busca para que dé su versión de los hechos. La investigación continúa.
Además de Watson, en la lista de funcionarios de la DEA asesinados en Bogotá aparecen los agentes Arnoldo Moreno y Octavio González. Moreno fue asesinado el 22 de noviembre de 1998, en medio de una riña, precisamente, en un bar de la Zona Rosa de la capital de la República que frecuentaba. Ese día Moreno se tropezó con un joven que tenía fama de buscapleitos, Jorge Enrique Figueroa Monroy, alias Toto. Figueroa intentó golpearlo pero Moreno, experto en artes marciales, lo sometió sin dificultad y luego se fue del bar. Figueroa lo siguió y lo asesinó.
La DEA y la Policía iniciaron sus investigaciones y fue tal la presión que Figueroa, que había huido a Ibagué, tuvo que entregarse a las autoridades. Por estos hechos Figueroa fue condenado a 33 años de prisión, pena que, no obstante, fue reducida a cinco años en segunda instancia. El homicida quedó libre en mayo de 2001, después de cumplir con poco menos de la mitad de su condena.
El otro agente asesinado en Bogotá fue Octavio González, un cubano nacionalizado estadounidense que era el encargado de la oficina de la DEA en Colombia. González, de hecho, fue uno de los primeros funcionarios de esa entidad en el país. Fue asesinado el 13 de diciembre de 1976 en su propio despacho, en el edificio UGI en Chapinero.
Su asesino, Thomas Charles Cole —quien, paradójicamente, se desempeñaba como informante de esa organización y había llegado a Colombia apenas 12 días antes del homicidio— ingresó como Pedro por su casa hasta la oficina de González y lo asesinó. En su huida, Cole fue asesinado por un funcionario de la Embajada de Estados Unidos cuya identidad nunca fue revelada.
Nunca se supo quién fue el cerebro’ del asesinato del agente o si Cole actuaba solo. González tenía 38 años de edad y dejó cuatro hijos, un varón y tres mujeres. Por su labor y su trágica muerte, fue incluido en el Muro de Honor de la DEA y reconocido como uno de los héroes de la organización.
Lastimosamente, la lista de agentes de la DEA asesinados en Colombia podría ser mayor. El 25 de junio de 2009 cinco colombianos fueron acusados por una corte federal de Nueva York (Estados Unidos) por tráfico de drogas y por, presuntamente, planear el asesinato de un agente de la DEA que trabajaba en Colombia y cuya identidad nunca fue revelada.
Los colombianos Javier Mauricio Vásquez Saldarriaga, Édgar Abdón Luna Díaz, Pablo César Ruiz Calderón, Carlos Alexánder Silva Baltán y Liliana Esperanza Resfa Vélez Muñoz fueron detenidos en Panamá, en junio de ese mismo año, por las autoridades del vecino país y enviados después a Estados Unidos.
Tras su captura, el entonces embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield, advirtió que a quienes amenacen las “vidas de policías colombianos o norteamericanos y sus familias los vamos a perseguir hasta los rincones más aislados del planeta, y si pueden llegar a la Luna, vamos a encontrarlos ahí también”. No se sabe todavía de una condena contra estos ciudadanos.
Especial mención merece el caso del informante Barry Seal, asesinado por hombres del cartel de Medellín en Louisiana (Estados Unidos), el 19 de febrero de 1986. Durante años, Seal había trabajado con la mafia como piloto, pero después de ser capturado y de un acuerdo con la DEA traicionó a sus antiguos socios y empezó a delatar a algunos importantes capos colombianos, por lo que fue asesinado. En 1987, Luis Carlos Quintero Cruz, Bernardo Antonio Vásquez y Miguel Vélez fueron condenados a cadena perpetua por el crimen.
El crimen de Watson, todavía por esclarecer, es apenas el último de una serie de asesinatos que son, sin duda alguna, los capítulos más oscuros de la historia de la DEA en Colombia.
@juansjimenezh
El agente de la DEA James Terry Watson se convirtió en el tercer funcionario de esa organización en ser asesinado en Bogotá desde 1976. El pasado jueves en la noche, Watson fue asesinado, presuntamente, por criminales que pretendían hacerle un “paseo millonario”.
A la salida de un restaurante cerca del parque de la 93, donde había estado con unos amigos viendo un partido de la final de la NBA entre Miami Heat y San Antonio Spurs, Watson abordó un taxi. Al parecer, a las pocas cuadras unos desconocidos se subieron al vehículo e intentaron robarlo. El funcionario se defendió y los hombres lo hirieron cinco veces con arma blanca.
El agente alcanzó a enviarles mensajes de texto a unos amigos, en los que les decía que se encontraba herido. Lo hizo antes de que unos transeúntes lo encontraran cerca del puente de la 92 y lo llevaran a la Clínica del Country, donde murió. Watson, de 43 años de edad, llevaba 13 meses en Colombia. El agente colaboraba con la Sijín y, además, estaba casado con una colombiana.
El embajador de Estados Unidos en Colombia, Michael McKinley, se refirió al hecho como un “atraco que terminó en una tragedia”. En un comunicado oficial, la Embajada indicó que “está trabajando estrechamente con las autoridades colombianas para investigar este crimen. Queremos manifestar nuestra gratitud por su respuesta inmediata y su colaboración para facilitar el esclarecimiento de los hechos. Mientras avanza la investigación, no podemos dar más información”.
Por su parte, el presidente Juan Manuel Santos, durante una ceremonia realizada en Bogotá, le hizo un fuerte llamado de atención a la Policía y dijo que el asesinato del agente “borró de un solo plumazo todos los esfuerzos que estamos haciendo en materia de homicidios”.
“La gente va a decir: ‘Si asesinan a un agente de la DEA, ¿qué nos pasará a los demás?’. Por eso no podemos bajar la guardia y tenemos que seguir perseverando, plenamente y enormemente”, señaló el primer mandatario, quien indicó que les ha ordenado al ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y al comandante de la Policía, general José Roberto León Riaño, que no escatimen “ningún esfuerzo para dar con los responsables de este asesinato”.
Tanto la Policía como el Ministerio de Defensa y la Fiscalía ya iniciaron labores para dar con los homicidas, quienes, incluso, podrían ser extraditados a Estados Unidos para que respondan por la muerte de Watson. Las autoridades ofrecen $50 millones por información que permita dar con ellos.
Así lo confirmó el comandante encargado de la Policía de Bogotá, coronel Camilo Cabana, quien en diálogo con Blu Radio aseguró que “este caso no va a quedar en la impunidad”. El coronel pidió, además, la solidaridad de los taxistas para dar con el paradero del conductor del vehículo en el que se movilizaba Watson, a quien se busca para que dé su versión de los hechos. La investigación continúa.
Además de Watson, en la lista de funcionarios de la DEA asesinados en Bogotá aparecen los agentes Arnoldo Moreno y Octavio González. Moreno fue asesinado el 22 de noviembre de 1998, en medio de una riña, precisamente, en un bar de la Zona Rosa de la capital de la República que frecuentaba. Ese día Moreno se tropezó con un joven que tenía fama de buscapleitos, Jorge Enrique Figueroa Monroy, alias Toto. Figueroa intentó golpearlo pero Moreno, experto en artes marciales, lo sometió sin dificultad y luego se fue del bar. Figueroa lo siguió y lo asesinó.
La DEA y la Policía iniciaron sus investigaciones y fue tal la presión que Figueroa, que había huido a Ibagué, tuvo que entregarse a las autoridades. Por estos hechos Figueroa fue condenado a 33 años de prisión, pena que, no obstante, fue reducida a cinco años en segunda instancia. El homicida quedó libre en mayo de 2001, después de cumplir con poco menos de la mitad de su condena.
El otro agente asesinado en Bogotá fue Octavio González, un cubano nacionalizado estadounidense que era el encargado de la oficina de la DEA en Colombia. González, de hecho, fue uno de los primeros funcionarios de esa entidad en el país. Fue asesinado el 13 de diciembre de 1976 en su propio despacho, en el edificio UGI en Chapinero.
Su asesino, Thomas Charles Cole —quien, paradójicamente, se desempeñaba como informante de esa organización y había llegado a Colombia apenas 12 días antes del homicidio— ingresó como Pedro por su casa hasta la oficina de González y lo asesinó. En su huida, Cole fue asesinado por un funcionario de la Embajada de Estados Unidos cuya identidad nunca fue revelada.
Nunca se supo quién fue el cerebro’ del asesinato del agente o si Cole actuaba solo. González tenía 38 años de edad y dejó cuatro hijos, un varón y tres mujeres. Por su labor y su trágica muerte, fue incluido en el Muro de Honor de la DEA y reconocido como uno de los héroes de la organización.
Lastimosamente, la lista de agentes de la DEA asesinados en Colombia podría ser mayor. El 25 de junio de 2009 cinco colombianos fueron acusados por una corte federal de Nueva York (Estados Unidos) por tráfico de drogas y por, presuntamente, planear el asesinato de un agente de la DEA que trabajaba en Colombia y cuya identidad nunca fue revelada.
Los colombianos Javier Mauricio Vásquez Saldarriaga, Édgar Abdón Luna Díaz, Pablo César Ruiz Calderón, Carlos Alexánder Silva Baltán y Liliana Esperanza Resfa Vélez Muñoz fueron detenidos en Panamá, en junio de ese mismo año, por las autoridades del vecino país y enviados después a Estados Unidos.
Tras su captura, el entonces embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield, advirtió que a quienes amenacen las “vidas de policías colombianos o norteamericanos y sus familias los vamos a perseguir hasta los rincones más aislados del planeta, y si pueden llegar a la Luna, vamos a encontrarlos ahí también”. No se sabe todavía de una condena contra estos ciudadanos.
Especial mención merece el caso del informante Barry Seal, asesinado por hombres del cartel de Medellín en Louisiana (Estados Unidos), el 19 de febrero de 1986. Durante años, Seal había trabajado con la mafia como piloto, pero después de ser capturado y de un acuerdo con la DEA traicionó a sus antiguos socios y empezó a delatar a algunos importantes capos colombianos, por lo que fue asesinado. En 1987, Luis Carlos Quintero Cruz, Bernardo Antonio Vásquez y Miguel Vélez fueron condenados a cadena perpetua por el crimen.
El crimen de Watson, todavía por esclarecer, es apenas el último de una serie de asesinatos que son, sin duda alguna, los capítulos más oscuros de la historia de la DEA en Colombia.
@juansjimenezh