“Megateo”, el patrón del Catatumbo
Considerado objetivo de alto nivel, desde hacía cuatro años las autoridades intentaban hallarlo.
Diana Carolina Durán Núñez
Si hubo un año pésimo para Víctor Ramón Navarro Serrano, más conocido como Megateo, ese fue 2011. Fue el momento en que el gobierno Santos creó los Comités de Revisión Estratégica e Innovación (CREI), que llevaron al plan Espada de Honor, del que derivó la creación de “burbujas” de inteligencia en la Fuerza Pública cuyo único fin era perseguir a objetivos militares de alto valor, como Megateo. En su caso, la “burbuja” se creó con integrantes de inteligencia del Ejército que, en ese año, lograron lo que nunca antes: penetrar su círculo íntimo.
Fue en 2011 que las Fuerzas Militares conocieron, por ejemplo, a su hija, por quien se desvivía. Para ese entonces, la pequeña no tenía más de 9 años. Conocieron también a su esposa, Yanith Sepúlveda, quien estaba embarazada y fue capturada el 12 de junio de 2012 en La Vega de San Antonio (Santander); ese día, Megateo alcanzó a escapar. “Ella nada tenía que ver. Solo fue porque era mujer mía. Todo eso hace parte de ese afán de mostrarme como un ‘superputas’ y darles a los americanos un trofeo”, le dijo en julio de 2013 Megateo a la revista Semana. Yanith Sepúlveda fue extraditada cuatro meses antes de esas declaraciones.
Hace cuatro años, el Ejército y la DEA (agencia antidrogas de Estados Unidos) querían dar con Víctor Ramón Navarro Serrano, alias Megateo, como fuera. Él se identificaba como el comandante de una disidencia del Ejército Popular de Liberación (Epl), guerrilla que se desmovilizó en 1991 pero que desde entonces siempre tuvo remanentes. Megateo, sin embargo, no se hubiera convertido en objetivo de alto valor si no se hubiera atrevido, el 20 de abril de 2006, a masacrar a diez agentes del DAS y siete militares en el Catatumbo. Masacre que, por cierto, cometió con la ayuda de un compañero de las víctimas: el detective del DAS Carlos Suárez.
“Infortunadamente, tengo que señalar que el poder de corrupción de este criminal siempre fue un obstáculo para las operaciones”, le dijo a este diario un oficial que ha conocido al detalle las operaciones en contra de Megateo. No obstante, cinco años después de esa masacre, la Fuerza Pública le pisaba de nuevo los talones. Por primera vez, por ejemplo, se habían vuelto a conseguir fotos de este comandante del Epl que, para las autoridades, en realidad no era más que el gran capo del Catatumbo. Un capo, además, con un superpoder: enterarse siempre de las operaciones que la Fuerza Pública preparaba en su contra.
El cerco lo llevó a hacer lo que no solía: abandonar su zona de confort, que era el Catatumbo, más específicamente, el municipio de Hacarí. Durante unos meses estuvo en Venezuela, que, para las autoridades colombianas, fue el habitual refugio de este narcotraficante, que compraba seguridad en Hacarí repartiendo dinero entre los pobladores, o haciendo lo que el Estado no hace: resolviendo sus necesidades básivas. “Tenía muchas alertas tempranas y no todo era corrupción: había también gente que lo quería”, le dijo a este diario otro integrante de la Fuerza Pública que lo persiguió.
Ese sistema de alertas tempranas funcionaba con tal eficacia que un día estuvo a punto de costarles la vida a nueve hombres de un equipo de reconocimiento especial. Interceptado como estaba, integrantes de los equipos de inteligencia de la Fuerza Pública oyeron a Megateo dar una orden por teléfono: encontrar a quienes lo perseguían, que estaban escondidos en un espacio de menos de cuatro kilómetros cuadrados en zona rural de Hacarí. Un comando de casi 40 subordinados del capo, en motos y con linternas, se metieron por las trochas de Hacarí decididos a hallar a los intrusos. Un helicóptero militar les aguó la fiesta.
Para rematar, en ese período la justicia estadounidense formalizó un proceso contra Megateo y lo pidió en extradición. No, 2011 no fue un buen año para Megateo.
Con ayuda de EE.UU.
El poder de corrupción de Megateo lo pudo casi todo, menos evitar su muerte. Después de cuatro años de tener al Ejército, a la Policía y al CTI de la Fiscalía, con ayuda de la DEA, respirándole en la nuca, el ministro de Defensa amaneció ayer 2 de octubre anunciando que Megateo había muerto el día anterior en una operación conjunta en el Catatumbo. Se habló de un bombardeo; sin embargo, el diario La Opinión de Cúcuta afirmó que Megateo murió de forma inmediata cuando le dio por manipular un artefacto explosivo con el que pretendía atacar un helicóptero que hacía parte del operativo en su contra.
Víctor Ramón Navarro Serrano, alias Megateo, era tan prioridad para las Fuerzas Militares colombianas como lo era para Estados Unidos, a donde enviaba cocaína por toneladas al año. “Allá en el Catatumbo están muy demarcadas las áreas de operaciones del Epl, las Farc y el Eln. Pero, sin duda, Megateo tenía mayor control. Él tenía el mando”, le dijo una fuente de inteligencia a este diario. Además porque 2011, ese año pésimo para Megateo, llegó con un indictment (acusación) en su contra, el cual revisó El Espectador.
Con fecha del 11 de agosto de 2011, la Corte del Distrito Sur de la Florida resumió en 40 páginas por qué llamaba a juicio a Megateo y a 21 personas más. Entre ellas estaba, por ejemplo, Claudia Ricaurte Morales, quien se declaró culpable, en enero de 2014, por el delito de lavado de activos. Estaba también un hombre llamado Joel Chaustre, aunque las autoridades terminaron extraditando en 2013 a un homónimo que era pastor en Cúcuta. Al final, aunque no había pruebas en su contra, las autoridades de EE.UU. le ofrecieron que se declarara culpable para no ir a juicio y, considerando el tiempo que tardaría privado de la libertad en un país extraño, Chaustre aceptó y a los nueve meses volvió al país.
Según el indictment, alias Megateo estaba en el radar de los estadounidenses desde 2007 y en 2010 cometió un pecado mortal a los ojos de las autoridades de EE.UU.: movió dineros calientes a través de cuentas bancarias de ese país. La acusación contiene al menos 20 transacciones que pasaban por bancos como Wachovia (Miami), TD Bank y Bank of America (Nueva York), HSBC y Shanghai Bank (Hong Kong), Chase Bank (Florida). Se supone que Jorge Charry Otero, uno de los pedidos en extradición con él, era su “agente financiero”.
Durante casi 10 años, Megateo no hizo más que desvelar a la Fuerza Pública. En esa búsqueda, este autodenominado jefe del Epl mandó asesinar a varios miembros de inteligencia militar, compró conciencias, burló cercos una y otra vez. Esta última gran operación en su contra lo llevó, de nuevo, a refugiarse en Venezuela hace un mes, o al menos de eso estaban convencidas las autoridades colombianas. Una operación en la que participaron la Policía, la Fuerza Aérea y el Ejército para atrapar a este hombre, el mismo que en 2006 emboscó y acribilló a 17 integrantes del DAS y el Ejército. Una operación bautizada, quizá en honor a esos muertos, “Solemne”.
Si hubo un año pésimo para Víctor Ramón Navarro Serrano, más conocido como Megateo, ese fue 2011. Fue el momento en que el gobierno Santos creó los Comités de Revisión Estratégica e Innovación (CREI), que llevaron al plan Espada de Honor, del que derivó la creación de “burbujas” de inteligencia en la Fuerza Pública cuyo único fin era perseguir a objetivos militares de alto valor, como Megateo. En su caso, la “burbuja” se creó con integrantes de inteligencia del Ejército que, en ese año, lograron lo que nunca antes: penetrar su círculo íntimo.
Fue en 2011 que las Fuerzas Militares conocieron, por ejemplo, a su hija, por quien se desvivía. Para ese entonces, la pequeña no tenía más de 9 años. Conocieron también a su esposa, Yanith Sepúlveda, quien estaba embarazada y fue capturada el 12 de junio de 2012 en La Vega de San Antonio (Santander); ese día, Megateo alcanzó a escapar. “Ella nada tenía que ver. Solo fue porque era mujer mía. Todo eso hace parte de ese afán de mostrarme como un ‘superputas’ y darles a los americanos un trofeo”, le dijo en julio de 2013 Megateo a la revista Semana. Yanith Sepúlveda fue extraditada cuatro meses antes de esas declaraciones.
Hace cuatro años, el Ejército y la DEA (agencia antidrogas de Estados Unidos) querían dar con Víctor Ramón Navarro Serrano, alias Megateo, como fuera. Él se identificaba como el comandante de una disidencia del Ejército Popular de Liberación (Epl), guerrilla que se desmovilizó en 1991 pero que desde entonces siempre tuvo remanentes. Megateo, sin embargo, no se hubiera convertido en objetivo de alto valor si no se hubiera atrevido, el 20 de abril de 2006, a masacrar a diez agentes del DAS y siete militares en el Catatumbo. Masacre que, por cierto, cometió con la ayuda de un compañero de las víctimas: el detective del DAS Carlos Suárez.
“Infortunadamente, tengo que señalar que el poder de corrupción de este criminal siempre fue un obstáculo para las operaciones”, le dijo a este diario un oficial que ha conocido al detalle las operaciones en contra de Megateo. No obstante, cinco años después de esa masacre, la Fuerza Pública le pisaba de nuevo los talones. Por primera vez, por ejemplo, se habían vuelto a conseguir fotos de este comandante del Epl que, para las autoridades, en realidad no era más que el gran capo del Catatumbo. Un capo, además, con un superpoder: enterarse siempre de las operaciones que la Fuerza Pública preparaba en su contra.
El cerco lo llevó a hacer lo que no solía: abandonar su zona de confort, que era el Catatumbo, más específicamente, el municipio de Hacarí. Durante unos meses estuvo en Venezuela, que, para las autoridades colombianas, fue el habitual refugio de este narcotraficante, que compraba seguridad en Hacarí repartiendo dinero entre los pobladores, o haciendo lo que el Estado no hace: resolviendo sus necesidades básivas. “Tenía muchas alertas tempranas y no todo era corrupción: había también gente que lo quería”, le dijo a este diario otro integrante de la Fuerza Pública que lo persiguió.
Ese sistema de alertas tempranas funcionaba con tal eficacia que un día estuvo a punto de costarles la vida a nueve hombres de un equipo de reconocimiento especial. Interceptado como estaba, integrantes de los equipos de inteligencia de la Fuerza Pública oyeron a Megateo dar una orden por teléfono: encontrar a quienes lo perseguían, que estaban escondidos en un espacio de menos de cuatro kilómetros cuadrados en zona rural de Hacarí. Un comando de casi 40 subordinados del capo, en motos y con linternas, se metieron por las trochas de Hacarí decididos a hallar a los intrusos. Un helicóptero militar les aguó la fiesta.
Para rematar, en ese período la justicia estadounidense formalizó un proceso contra Megateo y lo pidió en extradición. No, 2011 no fue un buen año para Megateo.
Con ayuda de EE.UU.
El poder de corrupción de Megateo lo pudo casi todo, menos evitar su muerte. Después de cuatro años de tener al Ejército, a la Policía y al CTI de la Fiscalía, con ayuda de la DEA, respirándole en la nuca, el ministro de Defensa amaneció ayer 2 de octubre anunciando que Megateo había muerto el día anterior en una operación conjunta en el Catatumbo. Se habló de un bombardeo; sin embargo, el diario La Opinión de Cúcuta afirmó que Megateo murió de forma inmediata cuando le dio por manipular un artefacto explosivo con el que pretendía atacar un helicóptero que hacía parte del operativo en su contra.
Víctor Ramón Navarro Serrano, alias Megateo, era tan prioridad para las Fuerzas Militares colombianas como lo era para Estados Unidos, a donde enviaba cocaína por toneladas al año. “Allá en el Catatumbo están muy demarcadas las áreas de operaciones del Epl, las Farc y el Eln. Pero, sin duda, Megateo tenía mayor control. Él tenía el mando”, le dijo una fuente de inteligencia a este diario. Además porque 2011, ese año pésimo para Megateo, llegó con un indictment (acusación) en su contra, el cual revisó El Espectador.
Con fecha del 11 de agosto de 2011, la Corte del Distrito Sur de la Florida resumió en 40 páginas por qué llamaba a juicio a Megateo y a 21 personas más. Entre ellas estaba, por ejemplo, Claudia Ricaurte Morales, quien se declaró culpable, en enero de 2014, por el delito de lavado de activos. Estaba también un hombre llamado Joel Chaustre, aunque las autoridades terminaron extraditando en 2013 a un homónimo que era pastor en Cúcuta. Al final, aunque no había pruebas en su contra, las autoridades de EE.UU. le ofrecieron que se declarara culpable para no ir a juicio y, considerando el tiempo que tardaría privado de la libertad en un país extraño, Chaustre aceptó y a los nueve meses volvió al país.
Según el indictment, alias Megateo estaba en el radar de los estadounidenses desde 2007 y en 2010 cometió un pecado mortal a los ojos de las autoridades de EE.UU.: movió dineros calientes a través de cuentas bancarias de ese país. La acusación contiene al menos 20 transacciones que pasaban por bancos como Wachovia (Miami), TD Bank y Bank of America (Nueva York), HSBC y Shanghai Bank (Hong Kong), Chase Bank (Florida). Se supone que Jorge Charry Otero, uno de los pedidos en extradición con él, era su “agente financiero”.
Durante casi 10 años, Megateo no hizo más que desvelar a la Fuerza Pública. En esa búsqueda, este autodenominado jefe del Epl mandó asesinar a varios miembros de inteligencia militar, compró conciencias, burló cercos una y otra vez. Esta última gran operación en su contra lo llevó, de nuevo, a refugiarse en Venezuela hace un mes, o al menos de eso estaban convencidas las autoridades colombianas. Una operación en la que participaron la Policía, la Fuerza Aérea y el Ejército para atrapar a este hombre, el mismo que en 2006 emboscó y acribilló a 17 integrantes del DAS y el Ejército. Una operación bautizada, quizá en honor a esos muertos, “Solemne”.