Andrea: Varios litros de aceite de cocina y un esmalte de uñas para sellar la herida de la aguja, fueron los implementos que utilizó Andrea a los 16 años, para tener los glúteos que siempre soñó. Sin pensar que 15 días después, en el centro de Cali, quedaría tendida en el suelo producto de un ataque transfóbico, que derivó en la amputación del mismo glúteo que lucía por esos días en el sector conocido como La 20. “Hoy en día, ocho años después de lo que me sucedió, ese aceite me carcome los huesos porque no ha sido posible que me reconstruyan los glúteos. La excusa de la EPS es que debo cubrirlo yo misma, por ser un tratamiento estético y como única opción debo colocarme una cola falsa para que en la calle no se burlen de mí, Me gustaría que mi historia sirviera para el resto de trans. Si yo no me hubiese inyectado, en la actualidad, mi vida sería distinta. Sin tanto dolor y sin tanta pena de lo que veo en mi cuerpo”.
Foto: Jose Vargas Esguerra