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La Fiscalía anunció que el próximo 31 de mayo le imputará cargos al excomandante del Ejército Nacional, general (r) Mario Montoya, en cuyo período al frente de esa institución militar aumentaron los falsos positivos. A Montoya lo investigarán formalmente por siete casos de ejecuciones extrajudiciales que, según el ente investigador, fueron cometidos en las siete divisiones del Ejército que existían entre 2006 y 2007. Dos de estos hechos están relacionados con víctimas de Soacha, casos con los cuales se destapó este escándalo en Colombia.
A raíz de estas investigaciones, El Espectador habló con Lucero Carmona y Doris Tejada, dos de las 16 madres de Soacha, quienes desde 2008 han denunciado la existencia de los falsos positivos, y que desde ese año piden que se esclarezca toda la verdad alrededor de los mismos.
“Ahora son ellos quienes deben llorar por su conciencia manchada”: Doris Tejada
“No quiero verlos en audiencias vestidos de militares. Eso es una ironía, una crueldad. Porque ellos no defienden la patria. Ellos son unos asesinos: a sangre fría se los llevaron para matarlos. En los libros de los militares ellos inventan que hubo combates. A mi hijo, Óscar Alexander Carmona, se lo llevaron el 31 de diciembre de 2007.
Apareció muerto a los 16 días en una fosa común. Ese día, el 16 de enero de 2008, yo estaba durmiendo, cuando a las diez de la noche me desperté, porque algo sentí en mi vientre, un frio. Algo que se estaba extendido, algo doloroso. En medio del llanto desperté a mi esposo, que me dijo que seguro Óscar iba a aparecer. Ahora sé que él agonizaba mientras yo sentía ese dolor.
En 2014 hicimos una peregrinación a El Copey (Cesar), donde está enterrado. Cuando llegué grité muy duro, como nunca antes había gritado. Lo hice para saber si él estaba allí. En las nubes se presentó el arcoíris, una señal entre el cielo y la tierra, y supe que allí sí estaba su cuerpo. Para mí esa señal es como un grano de mostaza, una bolita a la cual me apego.
El 13 de junio del 2011 pusimos la denuncia, pero nunca teníamos una respuesta. En este país la justicia es muy lenta y hasta impune. En cuanto a mi hijo, apenas en diciembre se trasladó a justicia ordinaria. Pero no ha pasado una audiencia, ni imputaciones, nada.
Yo solo pido que los de alto rango paguen. Que estén encerrados en una cárcel, no a donde los llevan a ellos, sino que tomen el agua de los demás, que coman lo que comen los otros, que paguen por el delito que cometieron. Ellos nos mataron a nuestros hijos sin ningún dolor, sin pensar en nosotros. A nosotros nos cambió la vida.
Yo siempre he querido que pública y ampliamente se sepa todo, pero creo que lo poco que dirán es que ellos no hicieron nada. Y si dicen algo, es para beneficio de ellos, para que les rebajen las penas, no para nosotros.
Pero yo sé que la conciencia no la tienen tranquila. Sé que está sucia y que ellos no pueden estar tranquilos. Nosotros ya hemos botado demasiadas lágrimas. Ahora quienes deben llorar son ellos, llorar de arrepentimiento, de intranquilidad. ¿Cuantas cargas no tendrán encima? ¿Cuántas culpas?”.
“Sólo espero que estas cosas dejen de pasar”: Lucero Carmona
El único hijo de Lucero Carmona fue asesinado el 15 de agosto de 2007 en Barbosa (Antioquia), un día después de que ella supiera de él por última vez. “Ómar Leonardo Triana Carmona, mi hijo, tenía 26 años y se fue a Medellín a aventurar, a probar suerte. Allá llegó a ver qué podía hacer con sus artesanías.
Pasaron cuatro años sin saber dónde estaba, ¡todo lo que hice para encontrarlo! No estaba en la Dijín ni en Medicina Legal, pero en Medicina Legal me dijeron que me acercara a la Registraduría. El 6 de junio del 2011 lo hice y allí supe que estaba como NN en una fosa común en Barbosa (Antioquia). El dolor que sentí no tiene nombre.
Hace cuatro años, el 12 de noviembre de 2012, pude recuperar su cuerpo y darle cristiana sepultura. En agosto se cumplirán ocho años de su partida y el crimen está en la absoluta impunidad. Lo único que yo sé es lo que me dice mi abogado, y es que el proceso está en investigaciones preliminares. Judicialmente lo único bueno es que el proceso ahora está en la justicia ordinaria.
Yo como madre espero que haya justicia, que haya verdad, que esto cese. Y no solo hablo de caso Soacha, sino de los más 5.800 casos a lo largo y ancho del país. Hay muchas madres que viven esa misma pesadilla de que los casos estén ahí, quietos. Hay muchas mamás que no saben qué pasó con ellos. Queremos saber qué pasó.
Con esta noticia, nosotras sabemos que lo que hay que hacer es seguir presionando y seguir denunciando. En mi caso fueron cuatro años en una fosa común y un proceso que se abrió solo cuando yo aparecí. Sabemos que este es un camino largo por recorrer, y que así nos toque mover cielo y tierra, obtendremos justicia. Es lo que más quiero: justicia”.