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Orlando Sierra: fin a 13 años de impunidad

El Tribunal de Caldas condenó ayer al exdiputado a 36 años de prisión por el asesinato del subdirector de “La Patria”, Orlando Sierra.

Juan Sebastián Jiménez
25 de junio de 2015 - 03:24 a. m.
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El cinismo del exdiputado caldense Ferney Tapasco era tal, que ni siquiera ocultaba su deseo de que el subdirector del diario La Patria de Manizales, Orlando Sierra Hernández, fuera asesinado debido a sus denuncias sobre la forma, casi dictatorial, en la que Tapasco manejaba a las autoridades caldenses.

Lo dijo el Tribunal de Caldas en el fallo que condenó a Tapasco a 36 años de prisión por este homicidio, perpetrado el 30 de enero de 2002: Tapasco “no guardaba recato alguno para exteriorizar su propósito de asesinar al periodista, seguramente amparándose en su poder y en la mezcla de confianza y temor que hacia él le prodigaban sus empleados”.

Y, sin embargo, pese a los testimonios contra el cuestionado exdiputado, a que el mismo Sierra dijo en su momento que Tapasco lo iba a matar, a que a Tapasco lo vieron, junto con otros criminales, planeando el asesinato, tuvieron que pasar 13 años de impunidad, de dilaciones, de testigos asesinados, para que éste fuera condenado. Para que Tapasco dejara de andar tan orondo por las mismas calles donde Sierra fue asesinado por Luis Fernando Soto con un revólver calibre 32.

Primero fueron condenados quienes implementaron el plan criminal de Tapasco, que el cerebro de este homicidio, considerado uno de los mayores ataques a la libertad de prensa en Colombia en su historia. Incluso, el 24 de diciembre de 2013, un juez de Pereira absolvió a Tapasco porque, en su criterio, no había pruebas de su participación en este asesinato. Sin embargo, 13 años después, la justicia confirmó, por fin, lo que ya parecía una perogrullada: que Tapasco fue el determinador de este homicidio.

Tapasco se reunió con Luis Miguel Hernández Tabares, alias Tilín, ya condenado por estos hechos, para encargarle la realización del crimen. Incluso, hay testigos que dicen que un día antes del homicidio, Tapasco le pidió a Hernández, en el bar Champion, que matara a Sierra pronto porque “ya no se lo aguantaba”.

“Se montó una empresa criminal para dar muerte al periodista y la misma le fue propuesta a la organización dirigida por Tilín, quien la aceptó, la planeó, la coordinó, la llevó a cabo, seleccionó a los sicarios y se ocupó de toda la logística”, sostuvo el Tribunal de Caldas en su fallo, de 69 páginas. Pero el cerebro de todo esto no era otro que Tapasco. Sólo uno de los implicados en este plan tenía un móvil, y era el dirigente caldense.

Lo dijo claro el Tribunal: Sierra, en sus artículos, criticaba a Tapasco por sus actuaciones, por la repartija de contratos con la que buscaba beneficiar a sus familiares y por las marrullas que hacía para beneficiar a su hijo Dixon Ferney Tapasco, condenado, al igual que su padre, por sus nexos con el paramilitarismo.

“Ello generó un resentimiento de él hacia Sierra Hernández, en su calidad de periodista, por cuestionar su poder, su dirigencia política y su liderazgo, aspecto que no le permitía concebir que alguien interfiriera en su gestión, convirtiéndose tal situación en el primer eslabón serio en su contra”.

Algunos quisieron desviar la atención diciendo que el asesinato se debía a desavenencias con los dueños del diario La Patria y con su exesposa. Pero nada de eso. “Negar esa situación ensayando otras hipótesis, como el supuesto interés de las directivas de La Patria de evitar que Orlando Sierra se apoderara del diario, o presuntas desavenencias que existían con su exesposa son simples especulaciones”. A Sierra lo mataron para acallarlo.

Antes de su muerte, Tapasco y Sierra tuvieron un incidente en un bar de Manizales. Cuando Sierra entró al lugar, el exdiputado se levantó de la mesa en la que se encontraba, se acercó a Sierra, le quitó las gafas, se las pisó y se las quebró. Sierra le dijo al dirigente, palabras más, palabras menos, que podía matarlo, pero le tenía que pagar las gafas. Y así lo hizo. De la misma forma, Tapasco, en su falta de escrúpulos, podía matar a Sierra, pero no se iba a quedar sin pagar su deuda con la justicia pese a que se demorara 13 años en hacerlo.

Por Juan Sebastián Jiménez

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