“Perdí mi libertad, y la de mi acosador sigue intacta”, dice doctora universitaria
Lauren Flor Torres, graduada en Física y con maestría y doctorado en Astrofísica, es profesora de la Universidad de Antioquia. Ella, en lugar de disfrutar de espacios de admiración por sus destacados estudios, es víctima de un atroz caso de persecución, agresiones verbales, odio y amenazas de un estudiante que la ataca sin que nadie lo detenga. Ni la Fiscalía ni los directivos académicos han hecho algo para castigar al responsable. Mientras tanto, la joven hostigada ha perdido todos sus derechos.
¿Cuáles carreras y posgrados cursó, en cuáles universidades y cuáles títulos obtuvo?
Cursé Física en la Facultad de Ciencias de la Universidad del Valle. Entré a los 16 años al pregrado. Después obtuve una maestría y un doctorado en Astrofísica, en la Universidad de Guanajuato, México. Terminé mis estudios a los 30 años de edad [hoy tiene 34].
¿Cuántos años duró su pregrado en Física y cuántos su maestría y doctorado en Astrofísica? Me llama la atención su tiempo de estudios porque usted es tan joven y aquí se ha hablado recientemente de personas influyentes que consiguen grados y doctorados en dos años…
En la Universidad del Valle estuve seis años. En la de Guanajuato, estudié dos años para la maestría y cuatro más para el doctorado. Tengo los tres títulos.
A propósito, ¿es cierto que parte de las agresiones verbales que usted ha padecido desde hace un año, las cuales ha venido denunciando sin efecto alguno, consisten en poner en duda la validez de sus títulos?
Sí, así es. Quien me hostiga permanentemente ha publicado en sus redes sociales, entre otras frases, o ha gritado en grupos de estudiantes en mi ausencia, que “me meta mis títulos por donde me quepa”.
Una expresión vulgar que se supone que no debería tener cabida en un mundo académico. ¿Cuánto hace que es profesora de la Universidad de Antioquia y en cuáles materias?
Soy docente en el pregrado de Astronomía del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias desde el año 2022. Enseño las siguientes materias: Fundamentación en Astronomía, Comunicación y Didáctica de las Ciencias, y Astronomía Práctica II.
Aunque sus denuncias por la persecución constante de un estudiante en su contra vienen de tiempo atrás, desde hace unos días el campus universitario ha estado empapelado con pancartas de rechazo a lo que le sucede a usted y a otras víctimas de violencia. ¿Por qué está en ebullición ese tema?
Hace poco han ocurrido o se han conocido varios episodios de ataques a personas de la comunidad universitaria. Este semestre se supo públicamente la denuncia por violencia sexual de una estudiante de posgrado, lo cual nos permitió abrir un espacio de asamblea de mujeres de la Facultad. En ese marco me sentí segura y pude exponer lo que estaba viviendo personalmente. Para mi sorpresa, descubrí que yo no era la única víctima del acosador que me persigue, sino que al menos otras cinco personas eran víctimas de sus agresiones y que había otras testigos de las violencias verbales en mi contra. Al constatar que existen quejas frecuentes por abusos de todo tipo, a las que no se les da ninguna solución en la universidad, se ha creado una especie de conversación colectiva para exigir eficiencia y celeridad en la resolución de los casos de violencias basadas en género.
¿Cuándo empezó la persecución en su contra y el hostigamiento que sufre, y quién es su agresor?
Es un estudiante. Empezó a acosarme hace un año. Al principio, se trataba de un ciberacoso. Después escaló a acoso presencial y amenazas escritas en las redes sociales y en el correo institucional de la universidad. El incidente más próximo fue un mensaje que envió a mi teléfono personal en el que dice que averiguó la dirección de mi casa y que podría ir allá o mandar a alguien. Agotada y temerosa de esa situación tan riesgosa, puse una queja en la unidad interna de asuntos disciplinarios y la respuesta que me dieron era que tenía que esperar. En su momento, hubo una reunión con el acosador, el estudiante Pablo Restrepo; con la decana de la Facultad de Ciencias, el vicedecano y el coordinador del posgrado. Al hostigador se le solicitó que cesara su persecución en mi contra, pero de nada sirvió. Se incrementaron los ataques y la situación de angustia y daño a mi salud mental también ha crecido: contrario a lo que se esperaba, el estudiante agresor empezó a frecuentar los alrededores de mi oficina casi a diario. Y ha habido momentos muy tensos y peligrosos para mí.
Antes de continuar, quisiera preguntarle a cuáles otras personas se refiere como víctimas del mismo sujeto en su anterior respuesta.
Me refiero a cinco mujeres estudiantes de la carrera (Astrofísica) que decidieron desertar de la universidad por miedo a este acosador.
Pero es increíble que un solo individuo pueda amedrentar, amenazar, hostigar y violentar a varios miembros de la comunidad académica y no se le impida seguir yendo a la universidad. ¿No ha recibido sanción, advertencia ni orden de alejamiento en ningún caso?
No. Nadie ha hecho nada a pesar de que, en medio de las denuncias y el debate, se supo que ese personaje tiene más de once procesos en la Fiscalía relacionados con su agresividad. Él sigue yendo a la universidad cuando lo desea. Es importante mencionar que aunque el victimario es estudiante de pregrado de Astronomía, lleva alrededor de once años en la universidad. Nunca ha sido mi alumno.
¿Por qué el victimario puede seguir siendo estudiante después de 11 años de asistir a la universidad?
Ha dicho que es su derecho al estudio y que no fue a hacer una carrera, sino a disfrutarse el proceso. Y cuando, a raíz de las quejas en su contra, le ofrecieron tomar cursos virtuales, contestó que los tomaba, pero que seguiría yendo a las instalaciones de la universidad cuando quisiera.
Si no ha sido su alumno, ¿en qué momento o por cuáles hechos se desató el odio en su contra?
El ciberacoso contra mí se inició pocos días después de que se supiera que había terminado una relación sentimental que tuve con una persona que el hostigador conoce. Y un mensaje que publiqué en X sobre una colaboración que logramos entablar con la Universidad Católica del Norte, de Chile, sobre instrumentación astronómica, fue el aparente detonante para que empezara a cuestionar mis opiniones profesionales y a cambiar o tergiversar mis frases. Cuando ignoré su ataque, pasó de alusiones académicas agresivas a las personales, haciendo mención a mi ruptura sentimental. Sus ataques se fueron intensificando hasta presentarse en eventos en los que yo estaba invitada: me ha grabado, me ha tomado fotos y después ha hecho relatos falsos sobre mis actividades con un solo objetivo: denigrarme. Posteriormente empezó a circular alrededor de mi oficina, a gritar y a proferir insultos. Y ha sugerido que puede pasar a las acciones.
¿La ha seguido alguna vez? ¿Puede estar en los espacios de la universidad?
Cuando estoy en espacios públicos, por ejemplo, con grupos de estudiantes, llega y se ubica en un punto dentro de mi campo de acción: si yo me muevo, él se mueve. Mientras tanto, toma videos o fotos con su celular. Cuando voy a circular por la universidad, siempre me toca pedirle a alguien que me acompañe porque temo sufrir un ataque directo si voy sola.
¿Es cierto que el acosador también ha hostigado a personas que la conocen a usted?
Sí. Ha extendido las amenazas y el acoso a quienes me han querido apoyar o proteger, estudiantes y profesores. Un día agredió a un estudiante: lo empujó y amenazó a gritos. Cuando yo me dirigía hacia mi oficina después de ese ataque, lo encontré parado en el pasillo de acceso, cerca de mi sitio de trabajo, tomando café y fumando. En cuanto me vio, empezó a insultarme, de frente, con palabras soeces. En ese momento yo iba acompañada de un profesor. A partir de ese día, el profesor también es víctima de ese individuo.
En un caso de estos tan extremo como el que describe, ¿no teme que pase a las agresiones físicas? Tal como describe la situación, parece que escala su nivel de violencia de manera grave…
Teniendo en cuenta las ultimas reacciones de ira, burla y provocación en mi contra, no sé hasta dónde sería capaz de llegar. Es impredecible, pero, desde luego, temo lo que me pueda suceder. Además, se me ha informado que existe un proceso por violencia intrafamiliar contra el acosador. Con las evidencias públicas que hay sobre las reacciones violentas y explosivas de ese sujeto, creo que tengo motivos suficientes para temer.
¿Su persecutor tiene mucho poder, es influyente o qué? ¿Por qué nadie lo controla? O simplemente en la Universidad de Antioquia reina la ley de la selva: que cada quien se defienda como pueda y que gane el más violento?
No sé si tenga influencia o poder. Que yo sepa, no. Pero es evidente que la Universidad ha sido permisiva: se limita a decir que hay que seguir el debido proceso y que hay que esperar el tiempo que se necesite para desarrollar los reclamos que he hecho.
El hostigamiento, tal como usted lo describe, es delito en Colombia. ¿Usted y las otras víctimas lo han denunciado penalmente? ¿Qué ha sucedido con esas denuncias?
El 11 de abril pasado interpuse una denuncia que “medio” me recibieron de mala gana. Cuando llegué, me dijeron que pasara a ver si me recibían la queja porque ya iban a ser las tres de la tarde. Esperé un momento y otra funcionaria me escuchó. En su afán de irse, me preguntó si el sujeto que yo estaba denunciando había dicho algo en mi contra que no fuera cierto. Cuando le contesté que claro, que todo lo que decía era falso, me dijo: eso no es hostigamiento, el delito por el que yo intentaba interponer la denuncia, sino calumnia. Y sin preguntarme nada, escribió “calumnia”. El 28 de abril, 17 días después, me llegó un correo en que me decían que el caso se había archivado, a pesar de que yo había aportado más de cien páginas de evidencia.
¿Cuántas veces lo ha denunciado y en cuáles instancias, además de la Fiscalía? ¿En la Universidad, en alguna estación de Policía, en la Alcaldía?
Decidí acudir a unos programas de atención a víctimas en la Universidad: ruta amenaza y ruta violeta. A raíz de estos contactos, se comunicó conmigo un grupo de apoyo jurídico que se llama Colectiva Justicia Mujeres, que tenía convenio con la universidad. Al terminar este acuerdo, viendo la gravedad de mi caso, quisieron continuar apoyándome y ahora están intentando que se desarchive el caso en Fiscalía. En la oficina de Bienestar universitario me están atendiendo con asistencia de psiquiatría. Lo único que he obtenido es una medida preventiva que radiqué en la Policía. Los uniformados visitan, a veces, mi casa y me dieron un número de teléfono “por si pasa algo”.
Usted, víctima inerme de la obsesión de ese sujeto, pasó al rol de victimaria cuando su persecutor la denunció. ¿Ante quién o quiénes lo hizo y de qué la acusó?
Al parecer, según me han dicho, es muy común que los agresores traten de parecer víctimas y quien me acosa no es la excepción pues, según él, ¡yo puse a los estudiantes en su contra y lo estoy discriminando! Acompañó esa queja en mi contra con una exigencia: hizo una petición de información a la Facultad sobre el grupo de divulgación que lidero. Le contestaron, pero insistió en que le estaban faltando a sus derechos porque, de acuerdo con él, era yo misma la que debía darle las explicaciones que pedía. Por eso adujo que yo lo discriminaba. Esa queja llegó a la unidad respectiva dentro de la universidad, y me abrieron un proceso de inmediato. En cambio, mi denuncia, como ya dije, interpuesta hace cuatro meses, apenas está en etapa de examen para ver si me la reciben o no.
¿Cuántos testigos estarían dispuestos a declarar a su favor, en caso de ser necesario, sobre la persecución, los insultos y las amenazas en su contra?
Entre estudiantes y profesores, por lo menos unas diez personas.
¿Es cierto que la solución que le dieron las directivas de la Universidad de Antioquia fue que se encerrara en su casa y dictara clases de manera virtual?
Sí. Me dijeron que por mi seguridad, me ofrecían trabajar desde la casa. Me alejaron a mí, que soy la víctima, de mi lugar de trabajo. Entre tanto, mi victimario va todos los días y cada vez que quiere a la Universidad.
¿Cuánto hace que está encerrada en su casa por decisión de la Universidad que le permitió dictar clases virtuales para presuntamente protegerla? ¿Cree que esa respuesta es satisfactoria para su vida académica y personal?
Estoy trabajando desde mi casa hace casi un mes, lejos de mi oficina y de mi espacio natural de clases. Realmente, he sentido que ha impactado de manera negativa no solo mi desarrollo profesional, sino mi salud mental y mis derechos a la libre autonomía y movilidad, al trabajo, a mi seguridad…
¿Cómo vive ahora? ¿Sale a la calle, disfruta una tarde con sus amigos en alguna cafetería, puede caminar sola para hacer compras o tener las actividades normales de cualquier persona o debe esconderse la mayoría del tiempo?
Si me lo hubiera preguntado hace dos semanas, diría que salía con mucho miedo. Hoy le contesto que lo hago con mucha precaución: en todo caso, no puedo salir sola; cuando debo desplazarme, siempre comparto mi ubicación y estoy informando a varias personas cuando regreso. Mi familia vive muy angustiada. Perdí mi libertad. La de mi acosador sigue intacta.
Con la experiencia tan peligrosa y, al mismo tiempo, tan absurda que usted ha vivido, ¿diría que la conducta permisiva y evasiva de los directivos de la Universidad son reflejo de un machismo extremo que los hace adoptar conductas igualmente discriminatorias contra las mujeres o más bien se debe a que ellos temen ser el centro de las agresiones físicas de su victimario?
Creo que es falta de compromiso y de conocimiento sobre cómo erradicar las violencias de género. También hay mucho desinterés y desidia porque alegan que las víctimas ya contamos con la ruta violeta y que allí se puede denunciar. Pero una protección efectiva no consiste solo en recibir quejas sino en encontrar soluciones, aplicarlas y erradicar la violencia.
Me pregunto si, siendo su seguridad diaria tan crítica sin que nadie parezca que hace nada para devolverle sus derechos fundamentales y ser respetada, no sería mejor renunciar e irse de la Universidad y tal vez de la ciudad. ¿Lo ha pensado? ¿Lo haría?
Por supuesto que es una opción, Pero en la lista de las opciones, esa es la última. ¡Qué triste que sea yo, como víctima y mujer, que ha luchado su futuro profesional y está en etapa de ser feliz haciendo lo que durante años ha estudiado y construido, tenga que considerar en esa posibilidad! Por eso lo pienso, de nuevo, y me contesto: retirarme de la Universidad e irme de aquí no es ni será una opción.
“Me pregunto: ‘¿por qué a mí?’ ‘Por ser mujer que se destaca’”
Por lo que usted ha narrado, el estudiante hostigador no parece estar cuerdo. En su análisis de este terrible episodio de violencia que usted sufre, ¿por qué cree que él tiene esa fijación de odio con usted como víctima central?
Me he hecho esa pregunta varias veces: ¿Por qué a mí? hoy, después de mucho pensarlo, puedo decir que es por ser mujer y por ser profesional; por tener un doctorado, por ser profesora, líder de un grupo de divulgación que se llama Hermes mensajeros de la ciencia, compuesto por estudiantes del Instituto de Física y por profesores del pregrado de astronomía; por ser cofundadora del colectivo CHIA, Colombianas que hacemos Investigación en Astrociencias, un colectivo que busca visibilizar el trabajo en ciencias de mujeres de nuestro país; porque me invitan a eventos académicos, etc. En resumen, por misoginia y aversión a mujeres que tienen un desempeño que se destaca. Y eso se nota porque cuando denigra de mí, me compara con una vulva y otros términos que aluden al género, siempre soeces. Hoy en día soy la única profesora de tiempo completo del pregrado y tengo otra compañera que dicta clases de medio tiempo. A los profesores hombres, en cambio, este hostigador les expresa abiertamente su respeto.
Agredida por un acosador que ha contado con apoyo de la universidad
Entre los frecuentes casos de violencia por género que se denuncian en Colombia, el de la joven doctora de astrofísica, profesora en la Universidad de Antioquia, Lauren Flor Torres, es sorprendente por varias circunstancias: 1. El victimario es un estudiante plenamente conocido por su personalidad violenta y misógina a quien no solo no se le ha impuesto ninguna sanción o restricción, sino que las directivas le conceden lo que exija. 2. La víctima ha sido obligada a trabajar encerrada en su casa, dictando clases virtuales “para protegerla”, mientras su acosador circula libremente del campus. 3. En la denuncia que la profesora víctima interpuso ante la fiscalía, no quedo escrito el delito de “hostigamiento” del que ella quería sindicar a su agresor; la funcionaria que le recibió la queja, registró, en cambio, el de “calumnia” porque, según aseguró, “los dos ilícitos eran la misma cosa”. 4. Las instancias internas de reclamos en la universidad recibieron el caso denunciado por la profesora acosada y cuatro meses después, le informaron que iban a ver si era procedente abrir investigación contra el hostigador o no. 5. El agresor puso una queja contra su víctima y, a ella, le abrieron investigación de inmediato.
¿Cuáles carreras y posgrados cursó, en cuáles universidades y cuáles títulos obtuvo?
Cursé Física en la Facultad de Ciencias de la Universidad del Valle. Entré a los 16 años al pregrado. Después obtuve una maestría y un doctorado en Astrofísica, en la Universidad de Guanajuato, México. Terminé mis estudios a los 30 años de edad [hoy tiene 34].
¿Cuántos años duró su pregrado en Física y cuántos su maestría y doctorado en Astrofísica? Me llama la atención su tiempo de estudios porque usted es tan joven y aquí se ha hablado recientemente de personas influyentes que consiguen grados y doctorados en dos años…
En la Universidad del Valle estuve seis años. En la de Guanajuato, estudié dos años para la maestría y cuatro más para el doctorado. Tengo los tres títulos.
A propósito, ¿es cierto que parte de las agresiones verbales que usted ha padecido desde hace un año, las cuales ha venido denunciando sin efecto alguno, consisten en poner en duda la validez de sus títulos?
Sí, así es. Quien me hostiga permanentemente ha publicado en sus redes sociales, entre otras frases, o ha gritado en grupos de estudiantes en mi ausencia, que “me meta mis títulos por donde me quepa”.
Una expresión vulgar que se supone que no debería tener cabida en un mundo académico. ¿Cuánto hace que es profesora de la Universidad de Antioquia y en cuáles materias?
Soy docente en el pregrado de Astronomía del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias desde el año 2022. Enseño las siguientes materias: Fundamentación en Astronomía, Comunicación y Didáctica de las Ciencias, y Astronomía Práctica II.
Aunque sus denuncias por la persecución constante de un estudiante en su contra vienen de tiempo atrás, desde hace unos días el campus universitario ha estado empapelado con pancartas de rechazo a lo que le sucede a usted y a otras víctimas de violencia. ¿Por qué está en ebullición ese tema?
Hace poco han ocurrido o se han conocido varios episodios de ataques a personas de la comunidad universitaria. Este semestre se supo públicamente la denuncia por violencia sexual de una estudiante de posgrado, lo cual nos permitió abrir un espacio de asamblea de mujeres de la Facultad. En ese marco me sentí segura y pude exponer lo que estaba viviendo personalmente. Para mi sorpresa, descubrí que yo no era la única víctima del acosador que me persigue, sino que al menos otras cinco personas eran víctimas de sus agresiones y que había otras testigos de las violencias verbales en mi contra. Al constatar que existen quejas frecuentes por abusos de todo tipo, a las que no se les da ninguna solución en la universidad, se ha creado una especie de conversación colectiva para exigir eficiencia y celeridad en la resolución de los casos de violencias basadas en género.
¿Cuándo empezó la persecución en su contra y el hostigamiento que sufre, y quién es su agresor?
Es un estudiante. Empezó a acosarme hace un año. Al principio, se trataba de un ciberacoso. Después escaló a acoso presencial y amenazas escritas en las redes sociales y en el correo institucional de la universidad. El incidente más próximo fue un mensaje que envió a mi teléfono personal en el que dice que averiguó la dirección de mi casa y que podría ir allá o mandar a alguien. Agotada y temerosa de esa situación tan riesgosa, puse una queja en la unidad interna de asuntos disciplinarios y la respuesta que me dieron era que tenía que esperar. En su momento, hubo una reunión con el acosador, el estudiante Pablo Restrepo; con la decana de la Facultad de Ciencias, el vicedecano y el coordinador del posgrado. Al hostigador se le solicitó que cesara su persecución en mi contra, pero de nada sirvió. Se incrementaron los ataques y la situación de angustia y daño a mi salud mental también ha crecido: contrario a lo que se esperaba, el estudiante agresor empezó a frecuentar los alrededores de mi oficina casi a diario. Y ha habido momentos muy tensos y peligrosos para mí.
Antes de continuar, quisiera preguntarle a cuáles otras personas se refiere como víctimas del mismo sujeto en su anterior respuesta.
Me refiero a cinco mujeres estudiantes de la carrera (Astrofísica) que decidieron desertar de la universidad por miedo a este acosador.
Pero es increíble que un solo individuo pueda amedrentar, amenazar, hostigar y violentar a varios miembros de la comunidad académica y no se le impida seguir yendo a la universidad. ¿No ha recibido sanción, advertencia ni orden de alejamiento en ningún caso?
No. Nadie ha hecho nada a pesar de que, en medio de las denuncias y el debate, se supo que ese personaje tiene más de once procesos en la Fiscalía relacionados con su agresividad. Él sigue yendo a la universidad cuando lo desea. Es importante mencionar que aunque el victimario es estudiante de pregrado de Astronomía, lleva alrededor de once años en la universidad. Nunca ha sido mi alumno.
¿Por qué el victimario puede seguir siendo estudiante después de 11 años de asistir a la universidad?
Ha dicho que es su derecho al estudio y que no fue a hacer una carrera, sino a disfrutarse el proceso. Y cuando, a raíz de las quejas en su contra, le ofrecieron tomar cursos virtuales, contestó que los tomaba, pero que seguiría yendo a las instalaciones de la universidad cuando quisiera.
Si no ha sido su alumno, ¿en qué momento o por cuáles hechos se desató el odio en su contra?
El ciberacoso contra mí se inició pocos días después de que se supiera que había terminado una relación sentimental que tuve con una persona que el hostigador conoce. Y un mensaje que publiqué en X sobre una colaboración que logramos entablar con la Universidad Católica del Norte, de Chile, sobre instrumentación astronómica, fue el aparente detonante para que empezara a cuestionar mis opiniones profesionales y a cambiar o tergiversar mis frases. Cuando ignoré su ataque, pasó de alusiones académicas agresivas a las personales, haciendo mención a mi ruptura sentimental. Sus ataques se fueron intensificando hasta presentarse en eventos en los que yo estaba invitada: me ha grabado, me ha tomado fotos y después ha hecho relatos falsos sobre mis actividades con un solo objetivo: denigrarme. Posteriormente empezó a circular alrededor de mi oficina, a gritar y a proferir insultos. Y ha sugerido que puede pasar a las acciones.
¿La ha seguido alguna vez? ¿Puede estar en los espacios de la universidad?
Cuando estoy en espacios públicos, por ejemplo, con grupos de estudiantes, llega y se ubica en un punto dentro de mi campo de acción: si yo me muevo, él se mueve. Mientras tanto, toma videos o fotos con su celular. Cuando voy a circular por la universidad, siempre me toca pedirle a alguien que me acompañe porque temo sufrir un ataque directo si voy sola.
¿Es cierto que el acosador también ha hostigado a personas que la conocen a usted?
Sí. Ha extendido las amenazas y el acoso a quienes me han querido apoyar o proteger, estudiantes y profesores. Un día agredió a un estudiante: lo empujó y amenazó a gritos. Cuando yo me dirigía hacia mi oficina después de ese ataque, lo encontré parado en el pasillo de acceso, cerca de mi sitio de trabajo, tomando café y fumando. En cuanto me vio, empezó a insultarme, de frente, con palabras soeces. En ese momento yo iba acompañada de un profesor. A partir de ese día, el profesor también es víctima de ese individuo.
En un caso de estos tan extremo como el que describe, ¿no teme que pase a las agresiones físicas? Tal como describe la situación, parece que escala su nivel de violencia de manera grave…
Teniendo en cuenta las ultimas reacciones de ira, burla y provocación en mi contra, no sé hasta dónde sería capaz de llegar. Es impredecible, pero, desde luego, temo lo que me pueda suceder. Además, se me ha informado que existe un proceso por violencia intrafamiliar contra el acosador. Con las evidencias públicas que hay sobre las reacciones violentas y explosivas de ese sujeto, creo que tengo motivos suficientes para temer.
¿Su persecutor tiene mucho poder, es influyente o qué? ¿Por qué nadie lo controla? O simplemente en la Universidad de Antioquia reina la ley de la selva: que cada quien se defienda como pueda y que gane el más violento?
No sé si tenga influencia o poder. Que yo sepa, no. Pero es evidente que la Universidad ha sido permisiva: se limita a decir que hay que seguir el debido proceso y que hay que esperar el tiempo que se necesite para desarrollar los reclamos que he hecho.
El hostigamiento, tal como usted lo describe, es delito en Colombia. ¿Usted y las otras víctimas lo han denunciado penalmente? ¿Qué ha sucedido con esas denuncias?
El 11 de abril pasado interpuse una denuncia que “medio” me recibieron de mala gana. Cuando llegué, me dijeron que pasara a ver si me recibían la queja porque ya iban a ser las tres de la tarde. Esperé un momento y otra funcionaria me escuchó. En su afán de irse, me preguntó si el sujeto que yo estaba denunciando había dicho algo en mi contra que no fuera cierto. Cuando le contesté que claro, que todo lo que decía era falso, me dijo: eso no es hostigamiento, el delito por el que yo intentaba interponer la denuncia, sino calumnia. Y sin preguntarme nada, escribió “calumnia”. El 28 de abril, 17 días después, me llegó un correo en que me decían que el caso se había archivado, a pesar de que yo había aportado más de cien páginas de evidencia.
¿Cuántas veces lo ha denunciado y en cuáles instancias, además de la Fiscalía? ¿En la Universidad, en alguna estación de Policía, en la Alcaldía?
Decidí acudir a unos programas de atención a víctimas en la Universidad: ruta amenaza y ruta violeta. A raíz de estos contactos, se comunicó conmigo un grupo de apoyo jurídico que se llama Colectiva Justicia Mujeres, que tenía convenio con la universidad. Al terminar este acuerdo, viendo la gravedad de mi caso, quisieron continuar apoyándome y ahora están intentando que se desarchive el caso en Fiscalía. En la oficina de Bienestar universitario me están atendiendo con asistencia de psiquiatría. Lo único que he obtenido es una medida preventiva que radiqué en la Policía. Los uniformados visitan, a veces, mi casa y me dieron un número de teléfono “por si pasa algo”.
Usted, víctima inerme de la obsesión de ese sujeto, pasó al rol de victimaria cuando su persecutor la denunció. ¿Ante quién o quiénes lo hizo y de qué la acusó?
Al parecer, según me han dicho, es muy común que los agresores traten de parecer víctimas y quien me acosa no es la excepción pues, según él, ¡yo puse a los estudiantes en su contra y lo estoy discriminando! Acompañó esa queja en mi contra con una exigencia: hizo una petición de información a la Facultad sobre el grupo de divulgación que lidero. Le contestaron, pero insistió en que le estaban faltando a sus derechos porque, de acuerdo con él, era yo misma la que debía darle las explicaciones que pedía. Por eso adujo que yo lo discriminaba. Esa queja llegó a la unidad respectiva dentro de la universidad, y me abrieron un proceso de inmediato. En cambio, mi denuncia, como ya dije, interpuesta hace cuatro meses, apenas está en etapa de examen para ver si me la reciben o no.
¿Cuántos testigos estarían dispuestos a declarar a su favor, en caso de ser necesario, sobre la persecución, los insultos y las amenazas en su contra?
Entre estudiantes y profesores, por lo menos unas diez personas.
¿Es cierto que la solución que le dieron las directivas de la Universidad de Antioquia fue que se encerrara en su casa y dictara clases de manera virtual?
Sí. Me dijeron que por mi seguridad, me ofrecían trabajar desde la casa. Me alejaron a mí, que soy la víctima, de mi lugar de trabajo. Entre tanto, mi victimario va todos los días y cada vez que quiere a la Universidad.
¿Cuánto hace que está encerrada en su casa por decisión de la Universidad que le permitió dictar clases virtuales para presuntamente protegerla? ¿Cree que esa respuesta es satisfactoria para su vida académica y personal?
Estoy trabajando desde mi casa hace casi un mes, lejos de mi oficina y de mi espacio natural de clases. Realmente, he sentido que ha impactado de manera negativa no solo mi desarrollo profesional, sino mi salud mental y mis derechos a la libre autonomía y movilidad, al trabajo, a mi seguridad…
¿Cómo vive ahora? ¿Sale a la calle, disfruta una tarde con sus amigos en alguna cafetería, puede caminar sola para hacer compras o tener las actividades normales de cualquier persona o debe esconderse la mayoría del tiempo?
Si me lo hubiera preguntado hace dos semanas, diría que salía con mucho miedo. Hoy le contesto que lo hago con mucha precaución: en todo caso, no puedo salir sola; cuando debo desplazarme, siempre comparto mi ubicación y estoy informando a varias personas cuando regreso. Mi familia vive muy angustiada. Perdí mi libertad. La de mi acosador sigue intacta.
Con la experiencia tan peligrosa y, al mismo tiempo, tan absurda que usted ha vivido, ¿diría que la conducta permisiva y evasiva de los directivos de la Universidad son reflejo de un machismo extremo que los hace adoptar conductas igualmente discriminatorias contra las mujeres o más bien se debe a que ellos temen ser el centro de las agresiones físicas de su victimario?
Creo que es falta de compromiso y de conocimiento sobre cómo erradicar las violencias de género. También hay mucho desinterés y desidia porque alegan que las víctimas ya contamos con la ruta violeta y que allí se puede denunciar. Pero una protección efectiva no consiste solo en recibir quejas sino en encontrar soluciones, aplicarlas y erradicar la violencia.
Me pregunto si, siendo su seguridad diaria tan crítica sin que nadie parezca que hace nada para devolverle sus derechos fundamentales y ser respetada, no sería mejor renunciar e irse de la Universidad y tal vez de la ciudad. ¿Lo ha pensado? ¿Lo haría?
Por supuesto que es una opción, Pero en la lista de las opciones, esa es la última. ¡Qué triste que sea yo, como víctima y mujer, que ha luchado su futuro profesional y está en etapa de ser feliz haciendo lo que durante años ha estudiado y construido, tenga que considerar en esa posibilidad! Por eso lo pienso, de nuevo, y me contesto: retirarme de la Universidad e irme de aquí no es ni será una opción.
“Me pregunto: ‘¿por qué a mí?’ ‘Por ser mujer que se destaca’”
Por lo que usted ha narrado, el estudiante hostigador no parece estar cuerdo. En su análisis de este terrible episodio de violencia que usted sufre, ¿por qué cree que él tiene esa fijación de odio con usted como víctima central?
Me he hecho esa pregunta varias veces: ¿Por qué a mí? hoy, después de mucho pensarlo, puedo decir que es por ser mujer y por ser profesional; por tener un doctorado, por ser profesora, líder de un grupo de divulgación que se llama Hermes mensajeros de la ciencia, compuesto por estudiantes del Instituto de Física y por profesores del pregrado de astronomía; por ser cofundadora del colectivo CHIA, Colombianas que hacemos Investigación en Astrociencias, un colectivo que busca visibilizar el trabajo en ciencias de mujeres de nuestro país; porque me invitan a eventos académicos, etc. En resumen, por misoginia y aversión a mujeres que tienen un desempeño que se destaca. Y eso se nota porque cuando denigra de mí, me compara con una vulva y otros términos que aluden al género, siempre soeces. Hoy en día soy la única profesora de tiempo completo del pregrado y tengo otra compañera que dicta clases de medio tiempo. A los profesores hombres, en cambio, este hostigador les expresa abiertamente su respeto.
Agredida por un acosador que ha contado con apoyo de la universidad
Entre los frecuentes casos de violencia por género que se denuncian en Colombia, el de la joven doctora de astrofísica, profesora en la Universidad de Antioquia, Lauren Flor Torres, es sorprendente por varias circunstancias: 1. El victimario es un estudiante plenamente conocido por su personalidad violenta y misógina a quien no solo no se le ha impuesto ninguna sanción o restricción, sino que las directivas le conceden lo que exija. 2. La víctima ha sido obligada a trabajar encerrada en su casa, dictando clases virtuales “para protegerla”, mientras su acosador circula libremente del campus. 3. En la denuncia que la profesora víctima interpuso ante la fiscalía, no quedo escrito el delito de “hostigamiento” del que ella quería sindicar a su agresor; la funcionaria que le recibió la queja, registró, en cambio, el de “calumnia” porque, según aseguró, “los dos ilícitos eran la misma cosa”. 4. Las instancias internas de reclamos en la universidad recibieron el caso denunciado por la profesora acosada y cuatro meses después, le informaron que iban a ver si era procedente abrir investigación contra el hostigador o no. 5. El agresor puso una queja contra su víctima y, a ella, le abrieron investigación de inmediato.