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Tan sólo 10 meses después de la jornada de barbarie que desataron las autodefensas en Mapiripán (Meta), entre el 15 y 20 de julio de 1997 —con un saldo de 49 personas asesinadas—, una nueva masacre enlutó al departamento para dejar constancia de la presencia a sangre y fuego del paramilitarismo. El 4 de mayo de 1998, en el caserío de Puerto Alvira, un comando de 200 hombres, lista en mano, sacó a los habitantes de sus casas y en total ultimó a 18 personas —aunque autoridades judiciales hablan de 35—, incluida una niña de seis años que huía junto a su familia en una lancha por el río Guaviare.
La investigación estableció que a algunas de las víctimas los ‘paras’ procedieron a degollarlos, les pasaron carros por encima y, aún agonizantes, derramaron combustible sobre sus cuerpos y les prendieron fuego. Uno de los protagonistas de este horroroso episodio de violencia fue Manuel de Jesús Pirabán, alias Jorge Pirata, ex comandante del bloque Centauros. Así lo determinó un fiscal de Derechos Humanos que acaba de dictarle medida de aseguramiento al concluir que ordenó el crimen de los pobladores de Puerto Alvira. Pirata reconoció que recibió órdenes de los hermanos Carlos y Vicente Castaño para ejecutar la incursión.
Todas las masacres de los ‘paras’ en el Meta en ese tiempo (la de Mapiripán, La Cooperativa, Puerto Alvira, Puerto Príncipe y de otros indígenas) obedecieron a una política de exterminio, concluyó el ente acusador. Lo curioso es que se hubieran sucedido todos estos hechos violentos sin la efectiva presencia de la Fuerza Pública. Por la masacre de Mapiripán, por ejemplo, fue condenado a 40 años de prisión el general (r) Jaime Humberto Uscátegui, aunque él sigue defendiendo su inocencia. Las confesiones de los ex comandantes paramilitares continúan asombrando a la justicia y aclarando la violencia de sus ejércitos privados.