Postobón vs. Corficolombiana por un manantial de agua
Gaseosas Lux demandó a la sociedad Coviandina pues, alega, la construcción de un túnel en la vía al Llano afectará la fuente hídrica de donde se saca el agua de marca Nacimiento.
Redacción Judicial
La diferencia entre un agua tratada o una natural era, hasta hace muy poco, un detalle de poca importancia en los restaurantes del país. El negocio de las categorías de este líquido, sin embargo, lleva ya varias décadas posicionándose en el resto del mundo. Los chefs de más estrellas Michelin se han preocupado por el sabor, los minerales y las sustancias de las aguas que ofrecen en sus mesas y hoy es fácil encontrar menús con toda clase de marcas, al estilo de las cartas de vino. En Colombia, uno de los pioneros en traer esta tendencia fue Juan Gabriel González, quien introdujo a los restaurantes el Agua del Nacimiento, que hoy hace parte del catálogo de productos Postobón. Pero un lío judicial tiene en aprietos la distribución y producción de estas botellas de agua.
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La diferencia entre un agua tratada o una natural era, hasta hace muy poco, un detalle de poca importancia en los restaurantes del país. El negocio de las categorías de este líquido, sin embargo, lleva ya varias décadas posicionándose en el resto del mundo. Los chefs de más estrellas Michelin se han preocupado por el sabor, los minerales y las sustancias de las aguas que ofrecen en sus mesas y hoy es fácil encontrar menús con toda clase de marcas, al estilo de las cartas de vino. En Colombia, uno de los pioneros en traer esta tendencia fue Juan Gabriel González, quien introdujo a los restaurantes el Agua del Nacimiento, que hoy hace parte del catálogo de productos Postobón. Pero un lío judicial tiene en aprietos la distribución y producción de estas botellas de agua.
La pelea inició en 2017, cuando Gaseosas Lux, filial de Postobón, demandó a la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) y a la concesionaria Vial Andina S.A.S (Coviandina), una de las sociedades de Corficolombiana. En el recurso, la empresa explicó que con la construcción de dos tramos de la vía que conduce de Bogotá a Villavicencio se afectaría irreparablemente El Nacedero, de donde precisamente brota el líquido que se envasa en botellas con el nombre de Nacimiento. Según Gaseosas Lux, el problema en concreto es que Coviandina pretende construir un túnel justamente debajo de la montaña donde se encuentra el manantial.
El pleito le correspondió al despacho del magistrado Fredy Hernando Ibarra, de la Sección Primera del Tribunal Administrativo de Cundinamarca. Desde hace un año, las partes han defendido su postura frente al dilema de si se va a afectar o no este recurso hídrico, que está situado en la vereda El Carmen, ubicada en el Piedemonte llanero sobre la Cordillera Oriental. La idea de la constructora es que en ese lugar se penetre la montaña para construir el túnel de Buenavista 2, en el sector de Chirajara-Fundadores de la carretera Bogotá-Villavicencio. Coviandina presentó su propuesta y en 2015 la ANI le concedió el contrato mediante una Asociación Público Privada (APP) para la construcción de este tramo de la carretera.
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Con el aval de la agencia, la filial constructora de Corficolombiana inició el proceso de construcción, no sin antes pedirle a la ANLA las licencias ambientales para realizar su proyecto. Y ahí, al parecer, aparecieron las irregularidades que hoy tienen a estas dos poderosas empresas en los estrados judiciales. Según Gaseosas Lux, Coviandina no le entregó la información correcta a las autoridades para que pudieran hacer el estudio ambiental y procurar dar los permisos necesarios sin afectar ni un centímetro de los recursos naturales de la zona de los que sacan provecho. La ANLA ha insistido en que las pruebas y los estudios que recibió no reseñaron la existencia del manantial El Nacedero y por eso entregaron todas las licencias ambientales solicitadas.
Entre las pruebas que hay en este expediente, tanto la ANLA como la ANI han señalado que Coviandina presentó un inventario con las fuentes hídricas que había en los tramos de la carretera que iban a intervenir. El listado certificó la existencia de 13 lugares, pero no incluyó El Nacedero que, además, según expertos, produce un agua “excepcionalmente pura”. En contraste con la descripción de los científicos, la sociedad constructora explicó —en el trámite para acceder a la licencia ambiental, que finalmente les fue concedida en agosto de 2016— que en el lugar de sus obras lo que existía era un líquido de “alto contenido de sólidos producto de la mezcla de barro y agua”. Nunca un manantial de agua para consumo humano.
Coviandina, por su parte, explicó que entregaron toda la documentación sin irregularidad alguna. El pasado 12 de febrero, el magistrado Ibarra presidió la primera audiencia de este proceso, que ya cumple más de un año. Las partes del pleito acudieron al llamado del juez con una preocupación, que hasta ahora no estaba clara dentro del proceso y de la que poco se había hablado. Según los empresarios del agua, las obras del túnel han seguido y están a un poco más de 300 metros de llegar al nacimiento, lo que ocasionaría un daño irreparable a lo que los expertos consideran uno de los manantiales más puros del país.
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La ubicación geográfica de la fuente hídrica la ha beneficiado. Primero, está entre cordilleras, que según expertos ambientales han estado protegidas de cualquier polución. Segundo, las aguas lluvias entran a la montaña y las piedras y la arena sílice se convierten en filtros naturales del líquido. Al respecto, Hugo Sabogal, experto en cafés, vinos y destilados, reseñó en una columna de El Espectador la importancia del agua de manantial en la mesa, recordando las posiciones dos de los grandes sommeliers del mundo: Giuseppe Vaccarini y Martin Riese. “Las aguas tratadas son aptas para el consumo humano, pero destruyen cualquier experiencia gastronómica cuando se combinan con platos o vinos. Una simple degustación es suficiente para corroborar este punto”.
Lo que se resuelva en el Tribunal de Cundinamarca no solo será una decisión clave para los negocios de Postobón, pues, en caso de fallar a su favor, la nación tendría que pagar una indemnización que la empresa tasó en $20.000 millones —basada en la diminución o el agotamiento de la fuente de agua y en los perjuicios que esto pueda traerles a los empresarios—. Pero, más allá de los intereses corporativos, en esta pelea jurídica también se está debatiendo el futuro de un recurso hídrico y la protección del medio ambiente.