¿Quién era alias Job?
El criminal –cuya visita a la Casa de Nariño tiene hoy en investigación al exsecretario de prensa de Presidencia, César Mauricio Velásquez, y al exsecretario jurídico de esa misma entidad, Edmundo del Castillo– fue durante años la mano derecha del capo Diego Fernando Murillo, alias Don Berna.
Redacción Judicial
El nombre de Pedro Antonio López Jiménez puede que no le suene a nada a miles de colombianos. Sin embargo, este exjefe paramilitar, conocido con el alias de Job, fue protagonista, en 2008, de uno de los mayores escándalos producidos durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Todo por cuenta de una reunión que tuvo en Casa de Nariño con funcionarios de ese gobierno. Cita que hoy tiene ad portas de una imputación de cargos en su contra a los exsecretarios de prensa y jurídico de Presidencia, César Mauricio Velásquez y Edmundo del Castillo, respectivamente.
En abril de 2008, alias Job, junto con su abogado Diego Álvarez, ingresó a la Casa de Nariño, por el sótano. Y luego se reunió con Velásquez y Del Castillo, al parecer, para hablar de un supuesto complot para incriminar al hoy expresidente Uribe con los paramilitares. Ardid orquestado, supuestamente, por el entonces magistrado auxiliar de la Corte, Iván Velásquez.
A los pocos meses, a finales de julio de ese año, Job –quien se presentaba como vocero de los desmovilizados de las autodefensas, aunque, al parecer, seguía delinquiendo– fue asesinado en Medellín. Y luego, a las pocas semanas, fueron revelados los pormenores del encuentro en Casa de Nariño, generando un choque de trenes y acusaciones de lado y lado entre la Corte Suprema de Justicia y el gobierno. Controversia que se reedita, ahora, siete años después, con la investigación contra Castillo y Velásquez y los señalamientos del uribismo de una supuesta persecución en su contra.
Sea como sea, al final se descubrió que, en realidad, no había ningún complot contra Uribe sino contra Velásquez. A quien intentaron, infructuosamente, vincular con unos supuestos sobornos para desprestigiar al primer mandatario. Lo que no era cierto. De hecho, en 2013, el Tribunal de Bogotá condenó al abogado Sergio González por este montaje.
En 2007, cuando se desempeñaba como defensor del paramilitar José Orlando Moncada, alias Tasmania, González presionó a Moncada para que escribiera una carta denunciando a Velásquez por supuestas presiones para declarar contra Uribe. Luego González se reunió con una importante funcionaria del DAS, Martha Leal, y, luego, en octubre de ese año, la carta llegó, sin pasar por los canales usuales de comunicación, al presidente Uribe. Todo era, de nuevo, para desprestigiar a Velásquez. Todo esto fue confirmado por quien, durante años, fue el jefe de Job: Diego Fernando Murillo, alias Don Berna.
Los 90
A inicios de los 90, Murillo, exintegrante del EPL, se desempeñaba como jefe de seguridad de los capos Mario Galeano y Kiko Moncada, hasta que estos fueron asesinados por Pablo Escobar. Y entonces Murillo dio a parar a la Casa Castaño, donde se hizo rey de la criminalidad en el Valle de Aburrá. Job, por su parte, había salido de las filas del Eln a engrosar las del aparato delincuencial que poco a poco se apoderaba de Medellín. Los dos eran, por así decirlo, sobrevivientes de las varias guerras ocurridas en la capital antioqueña entre las estructuras urbanas de las guerrillas, los paramilitares y, por supuesto, los hombres de Escobar. Conocían a la perfección el bajo mundo de la ciudad y, por ello, no les fue difícil ubicarse poco a poco dentro de ese aparato criminal conocido como la Oficina de Envigado.
Hasta que a mediados de los años 2000 Berna y 'Job' se desmovilizaron. Pero, mientras Berna fue detenido, Job se dedicó a iniciar una carrera como el vocero político de los desmovilizados, como él acostumbraba presentarse. De hecho, adelantó varios proyectos sociales en Medellín, supuestamente para mejorar la situación de quienes habían dejado las armas. Pero todo apunta a que, en realidad, Job seguía delinquiendo y estaba a la espera de convertirse en el jefe de la Oficina de Envigado.
Pero murió antes de ello, a los pocos meses de que Don Berna fuera extraditado a Estados Unidos. Su nombre, sin embargo, sigue resonando y vuelve a ser mencionado en un expediente judicial que promete generar ampolla al interior del uribismo y revivir heridas todavía abiertas.
El nombre de Pedro Antonio López Jiménez puede que no le suene a nada a miles de colombianos. Sin embargo, este exjefe paramilitar, conocido con el alias de Job, fue protagonista, en 2008, de uno de los mayores escándalos producidos durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Todo por cuenta de una reunión que tuvo en Casa de Nariño con funcionarios de ese gobierno. Cita que hoy tiene ad portas de una imputación de cargos en su contra a los exsecretarios de prensa y jurídico de Presidencia, César Mauricio Velásquez y Edmundo del Castillo, respectivamente.
En abril de 2008, alias Job, junto con su abogado Diego Álvarez, ingresó a la Casa de Nariño, por el sótano. Y luego se reunió con Velásquez y Del Castillo, al parecer, para hablar de un supuesto complot para incriminar al hoy expresidente Uribe con los paramilitares. Ardid orquestado, supuestamente, por el entonces magistrado auxiliar de la Corte, Iván Velásquez.
A los pocos meses, a finales de julio de ese año, Job –quien se presentaba como vocero de los desmovilizados de las autodefensas, aunque, al parecer, seguía delinquiendo– fue asesinado en Medellín. Y luego, a las pocas semanas, fueron revelados los pormenores del encuentro en Casa de Nariño, generando un choque de trenes y acusaciones de lado y lado entre la Corte Suprema de Justicia y el gobierno. Controversia que se reedita, ahora, siete años después, con la investigación contra Castillo y Velásquez y los señalamientos del uribismo de una supuesta persecución en su contra.
Sea como sea, al final se descubrió que, en realidad, no había ningún complot contra Uribe sino contra Velásquez. A quien intentaron, infructuosamente, vincular con unos supuestos sobornos para desprestigiar al primer mandatario. Lo que no era cierto. De hecho, en 2013, el Tribunal de Bogotá condenó al abogado Sergio González por este montaje.
En 2007, cuando se desempeñaba como defensor del paramilitar José Orlando Moncada, alias Tasmania, González presionó a Moncada para que escribiera una carta denunciando a Velásquez por supuestas presiones para declarar contra Uribe. Luego González se reunió con una importante funcionaria del DAS, Martha Leal, y, luego, en octubre de ese año, la carta llegó, sin pasar por los canales usuales de comunicación, al presidente Uribe. Todo era, de nuevo, para desprestigiar a Velásquez. Todo esto fue confirmado por quien, durante años, fue el jefe de Job: Diego Fernando Murillo, alias Don Berna.
Los 90
A inicios de los 90, Murillo, exintegrante del EPL, se desempeñaba como jefe de seguridad de los capos Mario Galeano y Kiko Moncada, hasta que estos fueron asesinados por Pablo Escobar. Y entonces Murillo dio a parar a la Casa Castaño, donde se hizo rey de la criminalidad en el Valle de Aburrá. Job, por su parte, había salido de las filas del Eln a engrosar las del aparato delincuencial que poco a poco se apoderaba de Medellín. Los dos eran, por así decirlo, sobrevivientes de las varias guerras ocurridas en la capital antioqueña entre las estructuras urbanas de las guerrillas, los paramilitares y, por supuesto, los hombres de Escobar. Conocían a la perfección el bajo mundo de la ciudad y, por ello, no les fue difícil ubicarse poco a poco dentro de ese aparato criminal conocido como la Oficina de Envigado.
Hasta que a mediados de los años 2000 Berna y 'Job' se desmovilizaron. Pero, mientras Berna fue detenido, Job se dedicó a iniciar una carrera como el vocero político de los desmovilizados, como él acostumbraba presentarse. De hecho, adelantó varios proyectos sociales en Medellín, supuestamente para mejorar la situación de quienes habían dejado las armas. Pero todo apunta a que, en realidad, Job seguía delinquiendo y estaba a la espera de convertirse en el jefe de la Oficina de Envigado.
Pero murió antes de ello, a los pocos meses de que Don Berna fuera extraditado a Estados Unidos. Su nombre, sin embargo, sigue resonando y vuelve a ser mencionado en un expediente judicial que promete generar ampolla al interior del uribismo y revivir heridas todavía abiertas.