Reformas urgentes en la estrategia militar: ¿por dónde empezar?
Un informe del International Crisis Group le hace propuestas concretas al gobierno Petro para cambiar el enfoque de las Fuerzas Armadas y proteger a los civiles. Van desde cómo se mide el éxito militar hasta cómo se relacionan los soldados con las poblaciones en zonas de conflicto.
Con la seguridad desbordada, las promesas del gobierno de Gustavo Petro para alcanzar la “paz total”, que pasa por diálogos en las regiones y acuerdos con los grupos armados, se han vuelto urgentes. Pero como asegura un informe publicado este martes por el International Crisis Group, mientras eso llega, “el Ejército continúa siendo la única fuerza capaz de responder a las amenazas armadas internas”. Ahora bien, está sobrediagnosticado que muchas de las fórmulas empleadas por las Fuerzas Armadas hasta ahora no solo son ineficaces, en muchos casos, sino que ponen en riesgo a los civiles. ¿Cómo cambiar de enfoque?
Eso es lo que se pregunta el más reciente informe “Atrapados por el conflicto: cómo reformar la estrategia militar para salvar vidas en Colombia”. A partir de 120 entrevistas que realizaron en una docena de departamentos a comandantes de brigada, oficiales, altos miembros del gobierno Petro, campesinos, miembros de la Iglesia y otros actores, esta organización propone algunos puntos claves que urge cambiar. Como dice Elizabeth Dickinson, analista sénior de Crisis Group, “es poco probable que la tendencia negativa de la violencia rural en Colombia se revierta, a menos que haya un cambio significativo en el enfoque de los militares. Para reducir el conflicto es vital una reforma militar”.
(En contexto: Propongo que las fuerzas militares nos ayuden a industrializar a Colombia: Petro)
El primer elemento que requiere revisión, según Crisis Group, es el de los indicadores: cómo se mide el éxito militar. Dickinson resume así el problema: “Hasta ahora, los indicadores han fomentado las operaciones para capturar o matar a líderes de grupos armados y erradicar coca. Sin embargo, los líderes de grupos armados capturados son reemplazados rápidamente, la coca se vuelve a plantar y los mercados ilícitos que impulsan la violencia permanecen intactos en gran medida”. El informe sugiere medir, por ejemplo, la reducción de homicidios de líderes o el número de campesinos en programas de sustitución. Asimismo, tener en cuenta las condiciones locales.
De allí la importancia del segundo factor que recomienda cambiar Crisis Group: cómo se define al enemigo. En Colombia sigue arraigada la doctrina del “enemigo interno”, lo que lleva a que se estigmatice a las comunidades que viven en zonas de influencia de grupos armados. Frente a esto, la organización propone impulsar un cambio profundo para limitar quiénes pueden ser considerados objeto de ataque, según las definiciones del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Sobre todo para que los civiles que quedan en el medio de la guerra reciban una mayor protección y no sean presionados a “prestar servicios ocasionales” a los grupos armados.
(Le puede interesar: Militares y policías en tiempos de Petro)
En tercer lugar, el informe es crítico con la frecuencia en que las Fuerzas Militares despliegan operaciones que generan represalias para la población civil. Para superarlo, Crisis Group sugiere una serie de cambios muy concretos. Por ejemplo, no exigirles a civiles comida o alojamiento para los soldados; al término de las operaciones, evitar agradecerles a las comunidades por información que haya contribuido al éxito, y un mayor rigor en la selección de fuentes de inteligencia. Asimismo, las Fuerzas Militares deberían considerar cómo un grupo armado podría beneficiarse de una operación desplegada en contra de su rival.
Este último aspecto se conecta, a su vez, con un siguiente elemento de la hoja de ruta que propone Crisis Group: debe haber planeación para garantizar el control territorial, de cara a los vacíos de poder que seguramente traerá la “paz total”, de resultar exitosa. El informe lo dice sin rodeos: “El nuevo gobierno y las Fuerzas Armadas deben comenzar a considerar el posible papel que desempeñarán las fuerzas de seguridad, asumiendo a corto plazo el control territorial de las áreas que sean despejadas por los grupos armados, con el fin de evitar la proliferación de grupos violentos que se presentó tras el Acuerdo de Paz de 2016”.
(Lea también: Pese a promesas de Petro, continúa erradicación forzada y uso de glifosato)
De otro lado, Crisis Group sugiere una serie de medidas para mejorar la rendición de cuentas en las filas. Algunas de ellas son: aumentar la transparencia de los procesos en la justicia penal militar, ampliar las labores de contrainteligencia o abrir canales independientes de denuncia que estén por fuera de las cadenas de mando. Y, por último, el informe reconoce que todos estos desafíos recaen en un gobierno que no tiene la mejor relación con las fuerzas. De hecho, en el documento aseguran: “Algunos militares describen al nuevo presidente como un lobo con piel de cordero, que pretende usar los medios democráticos en función de los intereses de la guerrilla”.
En ese sentido, Ivan Briscoe, director para América Latina y el Caribe de Crisis Group, señaló: “El presidente Petro tendrá que ganarse la confianza de una institución que desconfía de su pasado guerrillero y que, sin embargo, sigue desempeñando un papel fundamental en el mantenimiento de la seguridad del Estado”. Por eso proponen que el Gobierno aproveche la experiencia militar en sus propuestas y que valore la presión militar en las negociaciones con distintos grupos. Y añade: “Los soldados, sin embargo, no pueden seguir siendo la cara predominante de la autoridad estatal en el campo”. Es decir, el Ejército debe ser una cara del Estado en las regiones, no la única.
Con la seguridad desbordada, las promesas del gobierno de Gustavo Petro para alcanzar la “paz total”, que pasa por diálogos en las regiones y acuerdos con los grupos armados, se han vuelto urgentes. Pero como asegura un informe publicado este martes por el International Crisis Group, mientras eso llega, “el Ejército continúa siendo la única fuerza capaz de responder a las amenazas armadas internas”. Ahora bien, está sobrediagnosticado que muchas de las fórmulas empleadas por las Fuerzas Armadas hasta ahora no solo son ineficaces, en muchos casos, sino que ponen en riesgo a los civiles. ¿Cómo cambiar de enfoque?
Eso es lo que se pregunta el más reciente informe “Atrapados por el conflicto: cómo reformar la estrategia militar para salvar vidas en Colombia”. A partir de 120 entrevistas que realizaron en una docena de departamentos a comandantes de brigada, oficiales, altos miembros del gobierno Petro, campesinos, miembros de la Iglesia y otros actores, esta organización propone algunos puntos claves que urge cambiar. Como dice Elizabeth Dickinson, analista sénior de Crisis Group, “es poco probable que la tendencia negativa de la violencia rural en Colombia se revierta, a menos que haya un cambio significativo en el enfoque de los militares. Para reducir el conflicto es vital una reforma militar”.
(En contexto: Propongo que las fuerzas militares nos ayuden a industrializar a Colombia: Petro)
El primer elemento que requiere revisión, según Crisis Group, es el de los indicadores: cómo se mide el éxito militar. Dickinson resume así el problema: “Hasta ahora, los indicadores han fomentado las operaciones para capturar o matar a líderes de grupos armados y erradicar coca. Sin embargo, los líderes de grupos armados capturados son reemplazados rápidamente, la coca se vuelve a plantar y los mercados ilícitos que impulsan la violencia permanecen intactos en gran medida”. El informe sugiere medir, por ejemplo, la reducción de homicidios de líderes o el número de campesinos en programas de sustitución. Asimismo, tener en cuenta las condiciones locales.
De allí la importancia del segundo factor que recomienda cambiar Crisis Group: cómo se define al enemigo. En Colombia sigue arraigada la doctrina del “enemigo interno”, lo que lleva a que se estigmatice a las comunidades que viven en zonas de influencia de grupos armados. Frente a esto, la organización propone impulsar un cambio profundo para limitar quiénes pueden ser considerados objeto de ataque, según las definiciones del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Sobre todo para que los civiles que quedan en el medio de la guerra reciban una mayor protección y no sean presionados a “prestar servicios ocasionales” a los grupos armados.
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En tercer lugar, el informe es crítico con la frecuencia en que las Fuerzas Militares despliegan operaciones que generan represalias para la población civil. Para superarlo, Crisis Group sugiere una serie de cambios muy concretos. Por ejemplo, no exigirles a civiles comida o alojamiento para los soldados; al término de las operaciones, evitar agradecerles a las comunidades por información que haya contribuido al éxito, y un mayor rigor en la selección de fuentes de inteligencia. Asimismo, las Fuerzas Militares deberían considerar cómo un grupo armado podría beneficiarse de una operación desplegada en contra de su rival.
Este último aspecto se conecta, a su vez, con un siguiente elemento de la hoja de ruta que propone Crisis Group: debe haber planeación para garantizar el control territorial, de cara a los vacíos de poder que seguramente traerá la “paz total”, de resultar exitosa. El informe lo dice sin rodeos: “El nuevo gobierno y las Fuerzas Armadas deben comenzar a considerar el posible papel que desempeñarán las fuerzas de seguridad, asumiendo a corto plazo el control territorial de las áreas que sean despejadas por los grupos armados, con el fin de evitar la proliferación de grupos violentos que se presentó tras el Acuerdo de Paz de 2016”.
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De otro lado, Crisis Group sugiere una serie de medidas para mejorar la rendición de cuentas en las filas. Algunas de ellas son: aumentar la transparencia de los procesos en la justicia penal militar, ampliar las labores de contrainteligencia o abrir canales independientes de denuncia que estén por fuera de las cadenas de mando. Y, por último, el informe reconoce que todos estos desafíos recaen en un gobierno que no tiene la mejor relación con las fuerzas. De hecho, en el documento aseguran: “Algunos militares describen al nuevo presidente como un lobo con piel de cordero, que pretende usar los medios democráticos en función de los intereses de la guerrilla”.
En ese sentido, Ivan Briscoe, director para América Latina y el Caribe de Crisis Group, señaló: “El presidente Petro tendrá que ganarse la confianza de una institución que desconfía de su pasado guerrillero y que, sin embargo, sigue desempeñando un papel fundamental en el mantenimiento de la seguridad del Estado”. Por eso proponen que el Gobierno aproveche la experiencia militar en sus propuestas y que valore la presión militar en las negociaciones con distintos grupos. Y añade: “Los soldados, sin embargo, no pueden seguir siendo la cara predominante de la autoridad estatal en el campo”. Es decir, el Ejército debe ser una cara del Estado en las regiones, no la única.