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El sacha inchi es una semilla en forma de estrella, con la cual productores de Puerto Caicedo buscan cambiar la grave economía ilegal de la coca en Putumayo y, si los negocios siguen asentando raíces, en las regiones más golpeadas por el narcotráfico. La Asociación de Productores de Sacha Inchi de Puerto Caicedo acaba de lograr su primera exportación a Bélgica, de aceite de la semilla, tras un trabajo en alianza con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
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“Nosotros tenemos una empresa comercial que se llama Agroincolsa SAS y tenemos la asociación. Una de las políticas que tenemos es que trabajamos para la sustitución de cultivos ilícitos. Entonces, estamos trabajando en la misma línea con la UNODC. Nosotros trabajamos en campo con los campesinos, con los productores y los cultivadores de plantaciones ilícitas, para que ellos salgan de ese proceso y empiecen a trabajar con algo lícito”, explica Olver Carbonel, presidente de la asociación.
Hace unos días, la asociación y Agroincolsa, lograron enviar con destino a Bélgica 600 botellas de 250 ml de aceite de sacha-inchi, un producto que poco mercado tiene en Colombia, pero que comerciantes en Europa y Norteamérica demandan por sus propiedades. Se trata de un alimento rico en proteína, autóctono del Amazonas, con altas propiedades en omega 3,6 y 9. Aunque Perú es el principal exportador, la asociación pretende crear su propio mercado en el extranjero y, a la vez, ofrecerles nuevas oportunidades a las familias cocaleras de Putumayo.
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“Tras estudios químicos se encontró que el sacha inchi podría llegar al 70% de proteína, muy por encima del aceite de oliva. La idea es irlo reemplazando poco a poco. Buscamos desarrollar una nueva línea productiva que les pueda ayudar a los campesinos. Ellos reciben alrededor de $6 mil por el kilo de semilla de sacha inchi, muy parecido a lo que se gana por cacao. Si uno logra desarrollar el mercado a Europa, Estados Unidos o Canadá, las comunidades pueden mejorar la capacidad de ingreso”, explica Enrique Camargo, coordinador de competitividad de Desarrollo Alternativo de la UNODC.
El danés Tumas Kastalag es el intermediario entre Olver Carbonel y el mercado europeo. Asegura que está interesado en emprendimientos que representen la estrategia de la “base de la pirámide de la riqueza”, es decir, productos que sean consumidos por las personas con menos capacidad económica, que vienen siendo los más numerosos en el mundo. Kastalag cuadró los precios y las cantidades a vender al cliente belga, quien busca que restaurantes del país sustituyan el aceite de oliva por el aceite de sacha inchi colombiano.
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Kastalag agrega que tanto en Europa como en Norteamérica hay una moda de superfoods, alimentos que no llegan al nivel de medicina pero que son excelentes para el consumo humano. “Una parte es que el producto es bueno para el cuerpo, otra parte es que significa un tipo de impacto positivo al mundo. Esa es otra cosa que existe en Europa, que cuando tu compras algo, ahora lo haces con consciencia. Se están exigiendo productos con impacto positivo económica, ambiental y socialmente”, agregó.
De acuerdo con la UNODC, Colombia sigue siendo el principal productor de hoja de coca en el mundo, con un aporte del 70%. No obstante, en la última medición las plantaciones se redujeron en un 7%, comparando 2019 con 2020. La región de Putumayo ha ocupado los primeros escalafones a nivel nacional durante los últimos años, tanto que en 2018 se ubicó en el segundo puesto de la lista con más de 38 mil hectáreas sembradas, solo por debajo del pacífico colombiano. Desde entonces ha bajado la producción, pero se sigue manteniendo el negocio ilegal.
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“Trabajar en el Putumayo es todo un reto. Es un departamento con presencia de varios grupos armados, antes fue muy fuerte la presencia de las Farc. Ahora hay disidencias y grupos paramilitares. Y obviamente las condiciones socioeconómicas del departamento: vías, acceso a mercados, la infraestructura es pobre. Colombia, como primer productor mundial de coca, tiene que seguir buscando alternativas para abandonar ese flagelo y ese estigma que tenemos los colombianos”, agregó Guillermo García, coordinador del Programa de Desarrollo Alternativo de la UNODC.
Una productora de sacha inchi, quien habla desde el anonimato por amenazas, asegura que plantar coca es tan normal como que salga el sol. “Para la gente aquí la coca es un dios. Ellos dicen que la coca da plata, pero el campesino como tal vive igual de arruinado. Incluso peor porque vive con su conciencia sucia. Por el siembre de coca hay familias destruidas, profesionales llevados por el vicio. El narcotraficante no la tendría, si aquí no se la vendieran. Usan es a los campesinos. Ellos no vienen hasta aquí a sembrarla”, dijo.
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La mujer, quien vive en terreno la situación de Putumayo, asegura que cuando el gobierno hace jornadas de erradicación manual, los campesinos le dan dinero a las autoridades para que no lleven a cabo el proceso. Incluso, cuando el gobierno intentó fumigar con glifosato, antes de que la Corte Constitucional suspendiera la estrategia por falta de garantías hacía las comunidades, los mismos cocaleros limpiaban las plantaciones con insumos naturales. “Aquí a los grupos se les dice la mafia, porque hablar de ellos es echarse una lápida”, agrega.
Sin embargo, Olver Carbonel quiere cambiarle el rostro al Putumayo y sembrar y exportar los productos de una semilla que, en medio de masivas hectáreas de coca, es la plantación “alternativa”. “El compromiso más grande es con los productores, la idea es fortalecer el negocio, fortalecer a los campesinos. Generar una economía lícita fuerte en el Putumayo, que le genere ingreso a todas las familias que se vinculen y que puedan sustituir la dependencia de esos cultivos que tanto daño nos están haciendo a los colombianos”, concluye.