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Héctor Giraldo Gálvez, abogado y periodista de El Espectador, fue asesinado el 29 de marzo de 1989, por orden del cartel de Medellín. Sucedió en Bogotá, a manos de dos sicarios, cuando Giraldo se dirigía en su vehículo al juzgado en donde se instruía la investigación por el crimen del director de este diario, Guillermo Cano Isaza, ocurrido el 17 de diciembre de 1986. Giraldo Gálvez, miembro de la junta directiva de El Espectador, recibió de la familia Cano el poder para representarlos en el proceso penal y a esa causa dedicó sus últimos años de vida.
Nacido en Fresno (Tolima), desde muy joven Héctor Giraldo vivió en Bogotá, donde se hizo abogado de la Universidad Nacional. Entró a trabajar en El Espectador el 13 de septiembre de 1965 como asesor jurídico y se integró a la redacción como columnista y apoyando la unidad de investigación que creó Guillermo Cano. Un trabajo en el que se documentó la crisis financiera causada por el Grupo Grancolombiano y otros fue premiado por el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB).
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Tras el homicidio de Cano, Giraldo se propuso que el crimen no quedara en la impunidad e inició las investigaciones para probar que el jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, estaba detrás. Con apoyo de la jueza Consuelo Sánchez, encargada del caso, se logró dar con la cuenta bancaria desde la cual se giró el dinero para pagar la moto en la que se movilizaron los sicarios que dispararon contra don Guillermo Cano. Su ayuda fue clave para que el 24 de agosto de 1988 la jueza emitiera resolución acusatoria contra Pablo Escobar y sus secuaces. En la mira de la justicia quedaron, igualmente, los sicarios David Ricardo Prisco y Norbey de Jesús Alvarán, y el individuo que aportó el dinero para consumar el magnicidio, Luis Carlos Molina Yepes.
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Sin mucha pesquisa, la organización de Escobar detectó el papel que cumplía Héctor Giraldo y la forma en la que aportaba pistas para la resolución del caso. Esa fue la razón por la cual ordenó asesinarlo a través de un plan que contó con una rápida labor de inteligencia y que finalmente se consumó en la mañana del 29 de marzo de 1989. “Agoniza la libertad de prensa”, tituló El Espectador al día siguiente de su crimen. En el editorial del día siguiente, este diario reclamó al Gobierno por la falta de acciones en contra de la mafia, ensañada contra el periodismo y El Espectador que, de la mano de don Guillermo, alzó la voz para poner en evidencia las andanzas de Pablo Escobar.
“Muy triste que no pasó nada. A la justicia no le interesa mover eso al parecer todavía hay personajes muy importantes que tratan de ocultar qué paso. El caso va ligado al de Guillermo Cano, seguiremos trabajando en que esto se resuelva”, asegura. Giraldo incluso que el expediente no aparece. “Desaparecieron el expediente. Estuve durante varios años haciendo diligencias y no logramos encontrarlo”, señaló.
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Las tres peticiones que hicieron para relacionar el caso al de don Guillermo, por análisis de contexto, no tuvieron respuesta. Giraldo aboga para que las nuevas generaciones tengan presente al verdadero Escobar y no a la imagen de héroe que de él se ha proyectado. Una vez, comenta, tuvo que ir a la hacienda Nápoles, del jefe del cartel de Medellín, sin quererlo. “Es ver a este país retratado. El show que hay adentro es humillante, la fantasía del pueblo de Pablo Escobar. Desde el exterior, entre tanto, recuerda a su padre: “Hace falta el viejo, especialmente a mi mamá”.