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“El miedo mío es porque estos señores, en especial Don Mario, quien a pesar de que se desmovilizó está libre, con el poder que tienen no les importa llegar a matarlo a uno. Y como el Programa de Protección no me va a proteger toda la vida, ni me va a proteger la familia, por eso me había reservado a hablar”. Esto dijo el 23 de abril de 2007 el desmovilizado ex combatiente de las autodefensas y testigo estelar de la Fiscalía José Raúl Mira Vélez, quien, según voceros de la Fiscalía, fue asesinado, como tanto temía, a principios de este año, aunque ya no hacía parte del Programa de Protección de la Fiscalía.
Desde 2004, cuando ingresó al Programa, Mira Vélez se convirtió en un personaje clave para desentrañar los vínculos del paramilitarismo en el Meta. De hecho, su detallada declaración fue fundamental para aclarar el homicidio del ex alcalde de Villavicencio Ómar López Robayo, perpetrado el 22 de febrero de 2004. Asimismo, su testimonio fortaleció los argumentos de la justicia para condenar a 40 años de prisión al ex gobernador del Meta Edilberto Castro, por la muerte de los dirigentes políticos de ese departamento Carlos Sabogal, Nubia Sánchez y Eusser Rondón, ultimados por los ‘paras’ en septiembre de 2004.
José Raúl Mira Vélez, natural de Amalfi (Antioquia), se vinculó a las autodefensas a finales de los años 90 y durante varios años estuvo en Norte de Santander. No obstante, en 2002, de regreso a Antioquia, y trabajando con alias Doble Cero, se enteró de que por discrepancias frente al proceso de paz con el gobierno que apenas se estaba gestando, su nuevo jefe comenzaba a librar una guerra a muerte contra la gente de Don Berna. Mira no comulgó con las luchas intestinas de las autodefensas y decidió trasladarse al Meta, a apoyar a alias Don Mario, región donde también operaba su hermano, Rubén Darío, miembro de las autodefensas.
Ya en 2003, Mira Vélez entró a trabajar de lleno con Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario, y con Miguel Arroyave, jefe del Bloque Centauros de los paramilitares. Su sueldo de escolta era de $750.000, pero Don Mario y Miguel Arroyave le pasaban dinero extra bajo cuerda. Muchas veces secundó a Arroyave en sus permanentes desplazamientos a Bogotá para consolidar el Bloque Capital. Pero sobrevino la guerra con las Autodefensas del Casanare, comandadas por Héctor Buitrago, alias Martín Llanos, y Mira Vélez se concentró en trabajar con alias Don Mario porque eran del mismo pueblo.
En desarrollo de esa guerra, Miguel Arroyave envió un grupo para Bogotá y el resto se quedó apoyando sus labores en el Meta. Según testificó Mira Vélez a la Fiscalía, a toda la gente que llegó a la capital la mataron. Lo hizo el ‘combo’ de Daniel Barrera, más conocido como El Loco Barrera, uno de los pesos pesados del narcotráfico en los Llanos Orientales y, según recientes declaraciones del director de la Policía, general Óscar Naranjo, el capo más siniestro del país. Hasta que le tocó el turno al propio Miguel Arroyave, asesinado por sus subalternos en septiembre de 2004.
Es en ese momento, agravado por la desaparición de su hermano Rubén, quien decide entregarse a la justicia e ingresar al Programa de Protección de la Fiscalía, Mira prendió su ventilador, que, en primer término, le permitió a las autoridades conocer la estructura de las autodefensas en el Meta y la importancia de Manuel de Jesús Pirabán, alias Jorge Pirata, como jefe militar y político. Igualmente, mostró el poder de Pedro Oliverio Guerrero Castillo, alias Cuchillo, jefe del Frente Guaviare, quien no quiso acogerse a la Ley de Justicia y Paz.
De aclarar las responsabilidades en los frentes del Casanare, Sumapaz, Ariari y Bogotá, José Raúl Mira pasó a contar minuciosamente los encuentros entre políticos y jefes de las autodefensas. En particular, de las reuniones en la finca Los Mandarinos, en la vía hacia el municipio de El Castillo, y de otros encuentros similares en propiedades de Don Mario, por el sector de El Dorado, en el Meta. Según él, fue testigo de una reunión en Los Mandarinos a la que asistieron el zar de las esmeraldas, Víctor Carranza, una alcaldesa de El Castillo y los políticos Germán Chaparro, Eusser Rondón y Nubia Sánchez.
De su cercanía con las autodefensas derivó información clave para esclarecer el crimen del ex alcalde de Villavicencio Ómar López y del triple asesinato de Javier Sabogal, Nubia Sánchez y Eusser Rondón en la vía a Tocancipá. Pero no se quedó ahí. Mira Vélez fue un testigo estelar en las acusaciones contra el extraditado jefe del Bloque Central Bolívar, Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, de quien dijo: “A ese señor me lo eché de enemigo por el sólo hecho de estar aquí en el Programa (de Protección). Pero yo he declarado en muchos otros procesos con personajes muy delicados y poderosos”.
Sin embargo, Mira Vélez siempre tenía una preocupación que resaltaba permanentemente: “Ni a Macaco, ni a otros personajes contra quienes he declarado, les tengo tanto respeto o miedo como a Don Mario, porque ese man lo conoce a uno desde chiquito, a la familia y en el pueblo. Y yo sé que el Programa no me va a cuidar toda la vida. Ni a mí ni a mi familia”. A pesar de que se había convertido en hombre clave para aclarar los reales nexos de tres de los hombres más poderosos en el mundo del narcotráfico en la actualidad, tenía muy claro que su presagio iba a cumplirse.
Y así sucedió. Fuentes oficiales confirmaron que hombres desconocidos lo asesinaron a comienzos de este año, aunque sólo se hizo público su deceso luego de que Noticias Uno denunciara el hecho. Hoy, las primeras sospechas del crimen apuntan a ese triunvirato que denunció Mira Vélez (Daniel Barrera, El Loco Barrera, Pedro Guerrero, alias Cuchillo, y Daniel Rendón, alias Don Mario), y que es para las autoridades la encarnación de la nueva ola del narcotráfico en Colombia. Peleados o unidos, junto a Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio —jefe de la siniestra Oficina de Envigado— estos capos no están dispuestos a soportar delaciones. La muerte de Mira Vélez parece confirmarlo.