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La vida y los años, en ese proceso inexorable y natural, se van encargando de archivar en los anaqueles del olvido, muchas historias, muchos momentos especiales, y sobre todo, demasiadas personas. Allá vamos a ir a parar todos y así debemos aceptarlo.
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Sin embargo, existe un antídoto muy importante que se llama Memoria Colectiva, una entidad abstracta y no gubernamental que se encarga de hacer que ese proceso hacia el olvido se retarde un tiempo mayor, porque considera que un momento histórico o una persona determinadas, no deben ser olvidados y por el contrario, procura que su permanencia en la cotidianidad, sirva para exaltar los méritos y las enseñanzas del individuo, o para que los aciertos comunitarios se repitan y los errores cometidos no vuelvan a hacer presencia en el futuro.
Guillermo Cano Isaza, periodista, Director de El Espectador, fue asesinado en diciembre de 1986 por los carteles de la droga que para esa época intensificaban su proyecto de tomarse a Colombia por las buenas o por las malas. Para ser más precisos, dejémoslo sólo “a las malas.”
El Espectador, y la Familia Cano toda, a pesar del drama interno que vivían, continuaron la lucha de su Director inmolado, no contra los carteles de la droga, como se ha querido dar a entender desde entonces, sino a favor y en defensa de la Democracia. De una Democracia que cada día más iba cayendo en manos de los narcotraficantes. En ese entonces _miren ustedes cómo eran las cosas_, Magistrados, Jueces, Periodistas, Militares, y Políticos que se podían contar con los dedos de una sola mano, ponían sus pechos en defensa de los ideales democráticos. No de los intereses de un partido político, no de los de una colectividad social, y mucho menos de los de una clase social en específico. Defendían a la Democracia. A la Democracia en mayúsculas.
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A todos ellos los mataron, y sin querer ser inexactos, podríamos añadir, incluso, que en esa triste noche colombiana, también cayó malherida su Democracia.
En 2024, se cumplen 38 años del asesinato de Guillermo Cano Isaza. Hacer un recuento de lo que ha pasado con su caso es un tanto dispendioso y de pronto hasta resulta aburrido para los habitantes de esta época que sólo acepta trinos y titulares. Pero hagamos un ensayo breve:
*Cinco meses antes de su asesinato, el 16 de julio de 1986, asesinan en Leticia a Roberto Camacho Prada, corresponsal de El Espectador en esa ciudad.
*4 meses después del crimen, el 11 de abril de 1987, dinamitan en Medellín un busto levantado en su memoria.
*A finales de 1987, el periodista e investigador de El Espectador, Fabio Castillo, publica su libro “los Jinetes de la Cocaína” y debe salir del país por amenazas contra su vida.
*En marzo de 1989 asesinan en Bogotá al abogado Héctor Giraldo Gálves, quien había sido autorizado por la familia para ser parte civil del caso. La juez que lo llevaba abandonó el país por amenazas de muerte.
*El 16 de agosto de 1989, asesinan al Magistrado del Tribunal Superior de Bogotá Carlos Ernesto Valencia García, quien había confirmado los vínculos de Pablo Escobar con el magnicidio.
*El 2 de septiembre de 1989 fue detonado un camión cargado de dinamita frente a las instalaciones de El Espectador sin causar víctimas por fortuna, pero ocasionando millonarias pérdidas al periódico.
*10 de octubre de 1989. Un mes después de la bomba, asesinan simultáneamente en Medellín a Marta Luz López y a Miguel Soler, gerentes administrativo y de circulación de El Espectador en esa ciudad.
*el 20 de abril de 1990 asesinan a Hernando Tavera, quien atendía labores casi que clandestinas de distribución de El Espectador en la ciudad de Medellín. Pablo Escobar había prohibido la circulación del periódico en Antioquia.
*El 18 de septiembre de 1992, asesinan a la Jueza Sin Rostro Rocío Vélez Pérez quien confirmó la responsabilidad de Pablo Escobar y de sus secuaces en el asesinato de Guillermo Cano Isaza. Sus 3 escoltas también mueren.
*El 6 de octubre de 1995, el Juzgado 73 Penal del Circuito condena a seis sindicados del crimen. Uno de ellos es liberado porque se trataba de un homónimo del sicario y los otros son absueltos un año después.
*El 18 de febrero de 1997 es capturado en Bogotá Luis Carlos Molina Yepes de cuya cuenta bancaria había salido el dinero para comprar la motocicleta utilizada en el asesinato. Un año después se fuga de los calabozos del DAS en Medellín. Recapturado tiempo después purga 6 de los 16 años a los que fue sentenciado.
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A veces, y en Colombia podríamos afirmar que muchas veces, la Memoria Colectiva pierde contra las “fuerzas oscuras” su batalla por mantener presentes a sus seres más vitales. Y aquí tendríamos que lanzar al aire algunas preguntas que, al contrario del caso de mi padre, no han recibido ninguna respuesta: ¿En qué están, si acaso están, las investigaciones por la muerte de tantos periodistas, jueces, profesores, desde los años 80 hasta ahora? ¿Qué se ha averiguado, si es que se ha averiguado, sobre los causantes de esa angustiante salida hacia el exilio de la inteligencia colombiana insobornable, que abandonó el país para poder salvar sus vidas? ¿No debería ser esta desgracia nacional un caso gigante para declararlo de “Lesa Humanidad”?
En el año de 1997, la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, (a la que volvemos a reiterar nuestro agradecimiento), llevó su caso hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Un mes después la CIDH abrió el caso y notificó al Estado colombiano en espera de su respuesta. La Cancillería colombiana en 1998, contestó que para ellos era “Inadmisible” que se llevara el caso a esa instancia, pues ese no era un caso de crimen de estado. Luego de la contra respuesta de la Comisión, y ya en otro gobierno en Colombia, la nueva Cancillería volvió a contestar en el año 2.000 que la ola de violencia que vivió El Espectador luego del asesinato de Guillermo Cano Isaza no podía ser objeto de análisis de la CIDH y que ninguno de los dos temas, la violencia contra El Espectador y el asesinato de Guillermo Cano Isaza podían ser revisados por ese ente internacional.
Finalmente, el 23 de febrero de 2001, la CIDH concluyó que el Estado colombiano había incumplido con su obligación de garantizar el derecho a la vida de Guillermo Cano Isaza y que tampoco había atendido su deber de investigar, juzgar y sancionar a los responsables. En esa conclusión, la Comisión urgía al Estado a agilizar los procesos y se mostraba presta a recibir los avances sobre el caso.
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Pero tan vigilante estaba la CIDH sobre ello, que durante los 17 años que siguieron después al perentorio pronunciamiento, no produjo ninguna comunicación oficial hacia Colombia, no preguntó nada, no adelantó ningún oficio ante los gobiernos nacionales que se fueron eligiendo o reeligiendo. Y Colombia, (recordemos quiénes fueron embajadores del país ante la OEA durante esos 17 años), no hicieron ningún esfuerzo por contestar algo, por avanzar en las pesquisas, o por mover un dedo que sirviera para que la CIDH se acordara del expediente.
Pero como señalábamos al comienzo de estas palabras, apareció la Memoria Colectiva. En el año 2016, gracias a los requerimientos en Colombia de la Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP, su Presidente de entonces Pedro Vaca y su abogada Ángela Caro comienzan a hacerle a la CIDH preguntas incómodas, -¡cómo agradecerle a Pedro esas preguntas incómodas!- y con los oficios igualmente valiosos de la Doctora Angelita Baeyens de la Fundación Robert Kennedy, en los Estados Unidos, ambas partes _CIDH y Colombia-, se dan cuenta de su olvido y retoman el caso.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, presentó disculpas a la familia Cano por ese olvido, en un acto que se llevó a cabo en la ciudad de Denver, Estados Unidos en el año 2018. Y hoy, un período presidencial y dos años después de que la Comisión le sugiriera al Estado Colombiano realizar una ceremonia similar a la de ellos, nos reunimos aquí para llevarla a cabo.
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Ana María Busquets de Cano, sus hijos, sus nietos y sus bisnietos, aceptamos y recibimos 38 años después del asesinato de Guillermo Cano Isaza, la manifestación pública del Estado Colombiano en boca del actual Ministro de Justicia, doctor Néstor Osuna.
Pero queremos manifestar eso. Sí, y con el mismo amor y optimismo por el país que le aprendimos a Guillermo Cano Isaza, que esperamos que este acto no sea el de clausura de un proceso, sino más bien el paso inicial para devolverles a las familias de tantos periodistas, de tantos magistrados, de tantos jueces, de tantos militares, de tantos colombianos en fin, la merecida memoria de sus seres queridos. Seguimos soñando, como Don Guillermo Cano Isaza, en una Colombia con Mayúsculas.
Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.