“Sentí impotencia por la soledad que enfrenté”: exinvestigador de C. de la Verdad
Andrés Celis, joven exfuncionario de la Comisión de la Verdad que tuvo que salir del país después de que un hombre entrenado asaltó su apartamento, se llevó sus grabaciones con entrevistas a criminales del conflicto armado, y lo amenazaron once veces, relata la frustración que le produjo un escueto documento en que el fiscal que conoció sus denuncias, archivó el caso sin investigación ni mayores argumentos. La Comisión tampoco lo apoyó. Caso de ingratitud y exilio forzado.
Esta semana usted supo la noticia, en el exilio, de que la fiscalía (514 de la Unidad de Seguridad Pública) que conoció su denuncia por las amenazas de las que fue víctima hace dos años, decidió archivar su caso sin adelantar ninguna investigación, según seguimiento que ha hecho su abogada ¿Cómo recibió esa decisión que implica que nunca se sabrá quiénes lo intimidaron?
La recibí con mucho malestar e indignación aunque no me tomó por sorpresa: esa decisión es congruente con la conducta negligente que tuvo la fiscalía desde el inicio, cuando asaltaron mi casa, el primer acto violento que hicieron en mi contra. Ese día del asalto, dos investigadores del CTI llegaron al apartamento, y me aseguraron que en menos de 24 horas me regresarían los materiales robados por “un habitante de calle”. Han pasado casi tres años y aún sigo esperando. El segundo acto violento, que agravó mi situación de seguridad personal, fue la serie de llamadas a mi celular para amenazarme de muerte. La denuncia por este caso es la que acaba de cerrar el fiscal que usted menciona y no es raro que archiven también la denuncia por el asalto a mi casa. La impunidad es un mecanismo del sistema judicial sin respuesta. Es lo mismo que ha ocurrido con los líderes ambientales, sindicalistas, periodistas, etc., que han sido atacados: un problema persistente en la historia del conflicto armado colombiano.
¿Cuándo ingresaron a su apartamento y cómo ocurrió el asalto?
El hurto a mi apartamento sucedió en la madrugada del 19 de febrero de 2022. Estaba durmiendo en mi cuarto y también dormía, en otro cuarto, un compañero de piso. Aunque el supuesto ladrón estuvo cerca de una hora en la sala del apartamento, ni mi compañero de piso ni yo nos despertamos. Funcionarios de la fiscalía recogieron videos de las cámaras de edificios y locales comerciales cercanos. En las imágenes es claro cuando un hombre con capota grande con que se tapaba la cara, ingresó por una ventana del apartamento con acceso a la calle. La abrió con facilidad, sin romper el vidrio, y entró. Un día antes, el 18 de febrero, yo había tenido un día muy intenso porque, junto con mi jefe en la Comisión de la Verdad, Alejandro Valencia, habíamos entrevistado al detenido Dairo Antonio Úsuga, alias “Otoniel”, jefe de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC, o clan del Golfo, de acuerdo con el plan de trabajo que se había trazado en la Comisión. “Otoniel” estaba recluido en la sede de la DIJIN (Dirección de Investigación Criminal) de la Policía, en Bogotá en donde, como se supo públicamente, habíamos tenido dificultades para poder hablar con él.
Sobre el asalto a su casa, ¿cómo es posible que ninguno de ustedes dos se hubiera despertado o hubiera sentido ruidos extraños dentro del apartamento?
Es un misterio al que no le hemos encontrado explicación. Le aclaro, por si hay dudas, que no habíamos tomado trago, no habíamos estado en fiesta y ninguno de nosotros era ni es consumidor de drogas. Simplemente, cuando nos encontramos por la noche, fuimos a una pizzería cercana a comer algo y regresamos. Nos dormimos poco después. Resalto, además, que por la forma en que el hombre abrió la ventana, sin romperla ni hacer ruido, y por lo que se llevó, era muy habilidoso. Sus movimientos al entrar y salir del apartamento, eran propios de alguien con entrenamiento. Parecía todo menos un “habitante de calle” como sostuvo la fiscalía desde el primer momento. Hoy me pregunto: ¿solo se les ocurrió esa hipótesis a los agentes del CTI? ¿Por qué y cómo llegaron a esa conclusión tan rápida? ¿Nunca trabajaron otra?
¿Qué se robó el asaltante?
Las dos grabadoras de voz en donde estaba la entrevista del día anterior, con alias “Otoniel”; un computador portátil, un parlante, mis dos celulares y mi billetera con todos mis documentos personales. Mi maletín de trabajo quedó revuelto. Todo lo que se llevó estaba en el mismo lugar, en la sala. Al principio no me di cuenta pero por sugerencia del director del CTI que había llegado por llamada que hizo el presidente de la Comisión de la Verdad a la fiscalía, revisé las bibliotecas de la sala y me di cuenta que faltaban unos libros y unos documentos que habíamos recopilado para entender las acciones de los grupos del conflicto armado. Todo lo que se llevó el asaltante se relacionaba con mi trabajo de investigador en la Comisión de la Verdad.
¿Los objetos robados eran suyos o de su compañero de piso?
El computador era de él pero estaba al lado de mis otras pertenencias por lo que el hombre que ingresó al apartamento pudo confundirse creyendo que me pertenecía. Lo demás era mío.
Entonces ¿está seguro de que ese asalto – que podría haber sido un robo de apartamenteros – se relaciona con su trabajo?
Claro. En ese momento y fecha era de conocimiento público que, junto con mi jefe, el comisionado Alejandro Valencia, estábamos entrevistando a ‘Otoniel’, como ya le conté. Las grabadoras hurtadas contenían el testimonio de la última semana de conversaciones con él ¿Quién entra a un apartamento a hurtar unas grabadoras? ¿Por qué sabía que yo guardaba las grabadoras? ¿Por qué el asaltante se llevó libros y documentos en relación con el conflicto armado? Además, con los mismos videos recopilados por la fiscalía quedó en evidencia que mi casa estaba siendo vigilada desde antes y que hubo operativos de seguimiento. La persona que ingresó a la casa lo hizo con pleno conocimiento de lo que iba a buscar.
¿Se puede concluir que las acciones violentas en su contra tuvieron origen en la información que estaba recopilando en sus entrevistas a actores armados pues, según entiendo, habló, además de “Otoniel” con otros jefes y hombres de las organizaciones criminales…
Sí, estoy totalmente seguro de eso no solo por el extraño asalto y por la fecha en que ocurrió el asalto, en particular (horas después de entrevistar a “Otoniel”), sino por lo que se llevó el hombre que ingresó ilegalmente a mi casa, además de la violación a mi privacidad laboral y personal.
¿Con cuáles funcionarios de la fiscalía tuvo usted contacto en el momento del robo de sus pertenencias de trabajo?
Con el director nacional del CTI a quien envió la entonces vicefiscal Marta Mancera. Pero después de unas semanas, nunca más la fiscalía volvió a interesarse y mi caso, tanto en cuanto al asalto como en cuanto a las amenazas posteriores, empezó a pasar de mano en mano de varios fiscales hasta hoy cuando el que cierra mi caso ni siquiera ha tenido una conversación conmigo.
Después del robo a su apartamento, usted también recibió varias llamadas intimidantes ¿Cuántas veces lo amedrentaron? ¿Cómo se identificaban los interlocutores y cómo lo amenazaron?
Me hicieron once llamadas, todas con el mismo patrón. Le entrego copia a usted de las grabaciones que hice para que escuche cómo me amenazaron (ver transcripción de una amenaza, en párrafo aparte).
¿Cuándo decidió exiliarse y por qué tomó esa decisión extrema?
Decidí salir del país cuando el Estado no fue capaz o no quiso garantizar mi seguridad pese a todo lo que estaba enfrentando. La negligencia y poca celeridad de la Fiscalía en el desarrollo de las investigaciones sobre lo que me estaba sucediendo, me demostró, además, que no tenía cómo seguir viviendo en condiciones normales. Desde el momento en que mi apartamento fue asaltado, perdí la tranquilidad; tuve que cambiar de vivienda constantemente y salir de la ciudad; puse en riesgo a mi familia y seres queridos. Entonces empecé a tratar de irme de Colombia. Con ayuda de la embajada de España salí del país, y gracias a la embajada de Noruega, he podido estudiar aquí, en donde vivo ahora.
En términos generales, ¿sobre qué hablaron con el jefe narcoparamilitar clan del Golfo alias “Otoniel”? ¿Es verdad que estaba dándoles información sobre los nexos entre esa banda y unos sectores del Estado?
Se trataba de repasar su actividad criminal desde cuando fue integrante de las milicias de las FARC, su paso por la guerrilla del EPL, su vinculación con el clan Castaño, su comandancia del bloque Centauros de las AUC, hasta llegar a ser el jefe de organización armada más grande del país, hoy, el Clan del Golfo o AGC. Como fue de público, Otoniel estaba revelando, en el sistema de la Jurisdicción Especial para la Paz, la manera en que agentes de Estado – entre estos, militares y policías -, colaboraron con algunos de esos grupos armados como el bloque Centauros y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia.
Como usted ya lo mencionó de manera tangencial, la Comisión de la Verdad denunció, en su momento, que la DIJIN había dificultado el acceso de ustedes a “Otoniel” con obstáculos como impedirles reunirse con él o interrumpir las entrevistas ¿Sucedió así o no?
Por parte de la DIJIN hubo una actitud de dilación en todo momento. Las entrevistas, como la misma prensa lo registró en esa época, fueron interrumpidas de varias maneras. Primero, no querían dejar que entráramos con las grabadoras con el argumento de que no estaban autorizadas; después, tuvimos problemas para el ingreso a la DIJIN: pese a haber tramitado todos los permisos, dificultaron la entrada del comisionado Valencia porque, según afirmaron, no aparecía en la base de datos. En otra oportunidad nos impidieron el uso de nuestros esferos porque “podían ser un arma con la cual ‘Otoniel’ se hiciera daño o intentara atacarnos”; y, finalmente, nos interrumpieron una sesión completa, nos sacaron de la celda de reclusión y nos dijeron que se trataba de un “asunto de seguridad nacional”. Por la noche, nos enteramos que había un supuesto plan para sacar de la DIJIN a Otoniel. Era absurdo pensar que alguien podía intentar la ejecución de un plan de rescate del que, en ese momento, era el hombre más custodiado del país en las instalaciones más seguras de la Policía.
“Otoniel”, ¿había manifestado su voluntad de entrevistarse con ustedes y confesar sus relaciones con agentes del Estado o se negaba a revelar sus secretos?
Él le envió una carta al presidente de la Comisión en que manifestaba su voluntad de contribuir con el esclarecimiento de la verdad del conflicto armado. Y estaba cumpliendo, revelando los patrones de violencia que perpetró en el tiempo en que fue jefe de las AUC y de las AGC.
Cuando extraditaron, de manera acelerada, a “Otoniel”, se comentó públicamente que el gobierno Duque estaría interesado en callarlo o, al menos, en dificultar las confesiones del capo ¿Coincide usted con esa versión?
No tengo prueba directa al respecto pero no hay que desconocer que, cuando “Otoniel” empezó a hablar ante la JEP, ante la Comisión de la Verdad y, en general, en el sistema de la Jurisdicción Especial para la Paz, se aceleró su extradición
Además de hablar con alias “Otoniel”, ¿cuántas entrevistas adicionales realizó y con quiénes?
Como yo pertenecía al grupo de entrevistadores de la Comisión de la Verdad, tuve a cargo la toma de otros testimonios de máximos responsables de violaciones de derechos humanos, además de la realización de entrevistas que fueron surgiendo a medida que avanzaba la escritura del Informe Final. Entre las que se conocieron públicamente, hice grabaciones con Seuxis Pausías Hernández o ‘Jesús Santrich’ y con Rodrigo Granda y José Benito Cabrera o ‘Fabián Ramírez’, de las antiguas FARC; con Carlos Antonio Moreno Tuberquia o “Nicolás”, segundo al mando de las AGC o Clan del Golfo, también extraditado a Estados Unidos; y con Juan Carlos Rodríguez Agudelo, o ‘Zeus’, que también estaba involucrado con el Clan del Golfo y quien fue abatido recientemente. A esas entrevistas se les sumaron otras con varios excomandantes paramilitares, exdirectivos del extinto DAS y exjefes de inteligencia estatal.
En esas entrevistas, ¿obtuvo muchas confesiones, además de otros delitos, sobre nexos con políticos y funcionarios públicos?
Nuestra labor en el grupo de entrevistas era elaborar un cuestionario que permitiera entender las causas de la violencia, las motivaciones detrás de esa violencia y las implicaciones de los actos que se ejecutaron. Como el mandato de la Comisión lo ordenaba, debíamos esclarecer los patrones de violencia, sus hechos y las causas que explicaban por qué el conflicto armado se reciclaba con el objeto de satisfacer el derecho a la verdad de las víctimas. Por el carácter oficial de nuestro trabajo, todos los investigadores estábamos cobijados por la excepción del deber de denuncia lo cual nos permitió conocer delitos en curso y aclarar, con detalles, los pormenores de las alianzas entre grupos armados, políticos, empresarios y la participación de terceros civiles en el desarrollo de la guerra, una de las grandes deudas que había dejado la Ley de Justicia y Paz. Lastimosamente el tiempo de la Comisión fue muy corto para esclarecer más de 60 años de guerra. Además, se atravesó una pandemia y, con ello, un fuerte cambio en la forma de trabajar y vivir que condicionó la toma de testimonios y actividades de la Comisión.
¿Tal vez usted se volvió “sospechoso” y sujeto de seguimientos y de planes para interferir su trabajo por parte, presuntamente, de hombres de agencias de inteligencia estatales por sus entradas a las cárceles y por sus entrevistas a los protagonistas de delitos graves cometidos en desarrollo del conflicto armado de Colombia?
No lo sé, pero sí creo que siempre ha habido interés en ocultar la verdad, específicamente en cuanto a la responsabilidad de los determinadores de crímenes graves cometidos durante el conflicto armado.
El fiscal o los fiscales que le tocaron a usted en suerte, no parecen haberle dado la importancia que tiene el hecho de que se desempeñara como investigador de la Comisión de la Verdad. La hoy clausurada entidad para la que usted trabajó, ¿se solidarizó con usted y lo acompañó en sus denuncias?
Carlos Berinstain es el único excomisionado que me ha acompañado, emocional y presencialmente, durante estos dos años y nueve meses en que cambió mi vida. Me abrió las puertas para salir al exilio con algún acompañamiento y recursos; y, desde su humanidad, me ha ayudado a transitar este periodo tan difícil. Mi cariño y admiración siempre por su coherencia integral en la defensa de los derechos humanos. Hay otros excompañeros que también han sido solidarios conmigo pero la Comisión de la Verdad, como institución, no me ofreció el respaldo que yo esperaba.
¿Cómo es posible que la Comisión no se hubiera volcado a apoyarlo si usted estaba sometido a esas dificultades debido, precisamente, a su trabajo?
El hurto a mi apartamento coincidió con la recta del cierre de la Comisión lo cual supuso que, tanto investigadores como comisionados, estuvieran enfocados en la escritura del informe final. Quizás por eso no atendieron mi caso como se debía, pese a la solidaridad que los obligaba, y a las dos cartas que le envié a la presidencia y a cada uno de los comisionados en que los informaba sobre mi situación. Sentí impotencia y frustración por la soledad en que me encontré frente a dificultades relacionadas con el trabajo de investigación y recopilación de información que se me había asignado: el mismo que, hoy, me tiene fuera de mi país. Debo decir que el presidente de la Comisión, padre Francisco de Roux, se comunicó conmigo, en algún momento, y delegó a dos personas para q la fiscalía me atendiera y para ayudarme a buscar la forma de salir del país. Pero entendí su gesto como una decisión personal.
Y su jefe directo, el comisionado Alejandro Valencia, ¿tampoco estuvo al tanto de su situación?
Después del día del asalto al apartamento, nos comunicamos con el objeto de terminar aspectos de la entrevista a alias “Otoniel”, y de corregir partes del capítulo de hallazgos y recomendaciones en que participé. Posteriormente, hablamos sobre la entrega del informe y nunca volví a tener contacto con él.
Valencia ¿no se interesó en el riesgo que usted estaba corriendo?
Mas allá de haber estado en mi casa el día del hurto, y de unas declaraciones que le dio a la prensa en esa fecha, nunca volvió a hablar conmigo de lo que me estaba pasando.
¿Cuáles fueron sus tareas asignadas en ese despacho?
Ingresé a la Comisión de la Verdad antes de que se constituyera como entidad. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) abrió una licitación para el ingreso de personal a la Comisión. Fui seleccionado junto con un grupo de investigadores con el trabajo específico de elaborar un “mapeo de fuentes” (una especie de estado del conflicto armado), y, en mi caso, la caracterización de las sentencias sobre el conflicto, tanto de Justicia y Paz como las de las cortes. En resumen, había que diligenciar una matriz en la que ubicáramos el contexto en que actuaban los actores armados y las demás personas involucradas; las decisiones tomadas en las sentencias y lo que hacía falta por investigar, por ejemplo, las compulsas de copias que nunca se desarrollaron.
E hizo parte ¿de cuáles grupos de trabajo?
Una vez que la Comisión se constituyó, formé parte del equipo de entrevistas a máximos responsables de violaciones de Derechos Humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH). Mi tarea era, específicamente, hacer perfiles de las personas que se iban a entrevistar y escribir un cuestionario detallado de las preguntas que se les iban a hacer, que se nutrían con el cruce de fuentes primarias y secundarias. También apoyé la redacción y revisión de los casos relacionados con el Esclarecimiento de la verdad y con el capítulo de Hallazgos y Recomendaciones del Informe Final.
Es claro que su trabajo y las revelaciones que estaba grabando, lo pusieron en la mira ¿Cómo vive ahora y cómo se siente emocionalmente en el lugar donde reside? ¿Quisiera volver?
Este año salí de un tratamiento psiquiátrico por depresión mayor. Terminé ese proceso de recuperación que duró más de un año y que me puso en otro plano emocional y humano. Ahora curso mis estudios doctorales, escribo unas memorias cortas del exilio y en un blog además de que, a veces, participo en espacios de discusión política con otros exiliados. El deseo de todo exiliado es tener garantías para el retorno ¿Quién no quiere volver a la casa de donde lo sacaron a la fuerza? El Estado colombiano tiene una deuda pendiente con más de un millón de ciudadanos que fuimos obligados a estar fuera del país por causa del conflicto armado.
“La decisión del fiscal me revictimiza”
En el escrito del fiscal 514 que archivó su denuncia por las amenazas en su contra, él argumentó que “no trascienden la esfera meramente personal…” y que “no alcanzaron a afectar intereses sociales…” Ese argumento parece absurdo: como si las amenazas a una persona no importaran ¿le dieron alguna explicación adicional a la decisión de preclusión?
No. Sabré si hubo otras consideraciones cuando los abogados del CAJAR que me han acompañado, en particular, Yessika Hoyos, quien me ha apoyado, presenten el recurso de reposición. Pese a ello, el daño, en mi contra, está hecho: me revictimizaron; y, aunque no espero nada de la justicia que no ha mostrado ningún interés en adelantar investigaciones serias e independientes, la decisión de este fiscal me impacta y revive el dolor emocional que he padecido por el asalto a mi apartamento, las amenazas posteriores y mi exilio forzado. Afirmar, como lo hace el fiscal, que las intimidaciones en mi contra “no afectaron intereses sociales”, significa desconocer mi rol de servidor público y defensor de derechos en la Comisión de la Verdad y el propio mandato constitucional de la entidad creada para encontrar, analizar y estudiar el conflicto armado.
Transcripción de una amenaza: “tres metros bajo tierra”
En una de esas grabaciones se escucha decir al hombre que llamó al exfuncionario de la Comisión de la Verdad, hoy en el exilio: “Dos malp… hijuep…están contratándono… Nos trajeron fotografías de usted y fotografías de la familia, dirección de la residencia y números telefónicos… Es por eso que tenemos su número. Aparte, (nos dieron) la cantidad de $15 millones en efectivo para ejecutar una muerte por encargo, un sicariato, un derramamiento de sangre en su contra… Si usted está recibiendo un comunicado de nosotros, señor, esa es la solución del problema, si así usted lo quiere porque, e la vida, hablando se entiende la gente. Yo, a usted, le vengo a hablar con pruebas: grabaciones que hicimos en donde dicen motivos, razones de por qué quieren acabar con su vida… No tenemos una certeza de quiénes son en realidad, usted los conoce mejor que nosotros ¿Por qué realizamos un comunicado? Porque lo investigamos, lo seguimos, estuvimos pisándole los talones, respirándole en la nuca y usted ni cuenta se dio. Sabemos que usted es un hombre de bien, que no se mete con nadie porque donde usted fuera un malp… hijuep…, señor Andrés, créanos, usted ya estuviera tres metros bajo tierra…”.
Esta semana usted supo la noticia, en el exilio, de que la fiscalía (514 de la Unidad de Seguridad Pública) que conoció su denuncia por las amenazas de las que fue víctima hace dos años, decidió archivar su caso sin adelantar ninguna investigación, según seguimiento que ha hecho su abogada ¿Cómo recibió esa decisión que implica que nunca se sabrá quiénes lo intimidaron?
La recibí con mucho malestar e indignación aunque no me tomó por sorpresa: esa decisión es congruente con la conducta negligente que tuvo la fiscalía desde el inicio, cuando asaltaron mi casa, el primer acto violento que hicieron en mi contra. Ese día del asalto, dos investigadores del CTI llegaron al apartamento, y me aseguraron que en menos de 24 horas me regresarían los materiales robados por “un habitante de calle”. Han pasado casi tres años y aún sigo esperando. El segundo acto violento, que agravó mi situación de seguridad personal, fue la serie de llamadas a mi celular para amenazarme de muerte. La denuncia por este caso es la que acaba de cerrar el fiscal que usted menciona y no es raro que archiven también la denuncia por el asalto a mi casa. La impunidad es un mecanismo del sistema judicial sin respuesta. Es lo mismo que ha ocurrido con los líderes ambientales, sindicalistas, periodistas, etc., que han sido atacados: un problema persistente en la historia del conflicto armado colombiano.
¿Cuándo ingresaron a su apartamento y cómo ocurrió el asalto?
El hurto a mi apartamento sucedió en la madrugada del 19 de febrero de 2022. Estaba durmiendo en mi cuarto y también dormía, en otro cuarto, un compañero de piso. Aunque el supuesto ladrón estuvo cerca de una hora en la sala del apartamento, ni mi compañero de piso ni yo nos despertamos. Funcionarios de la fiscalía recogieron videos de las cámaras de edificios y locales comerciales cercanos. En las imágenes es claro cuando un hombre con capota grande con que se tapaba la cara, ingresó por una ventana del apartamento con acceso a la calle. La abrió con facilidad, sin romper el vidrio, y entró. Un día antes, el 18 de febrero, yo había tenido un día muy intenso porque, junto con mi jefe en la Comisión de la Verdad, Alejandro Valencia, habíamos entrevistado al detenido Dairo Antonio Úsuga, alias “Otoniel”, jefe de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC, o clan del Golfo, de acuerdo con el plan de trabajo que se había trazado en la Comisión. “Otoniel” estaba recluido en la sede de la DIJIN (Dirección de Investigación Criminal) de la Policía, en Bogotá en donde, como se supo públicamente, habíamos tenido dificultades para poder hablar con él.
Sobre el asalto a su casa, ¿cómo es posible que ninguno de ustedes dos se hubiera despertado o hubiera sentido ruidos extraños dentro del apartamento?
Es un misterio al que no le hemos encontrado explicación. Le aclaro, por si hay dudas, que no habíamos tomado trago, no habíamos estado en fiesta y ninguno de nosotros era ni es consumidor de drogas. Simplemente, cuando nos encontramos por la noche, fuimos a una pizzería cercana a comer algo y regresamos. Nos dormimos poco después. Resalto, además, que por la forma en que el hombre abrió la ventana, sin romperla ni hacer ruido, y por lo que se llevó, era muy habilidoso. Sus movimientos al entrar y salir del apartamento, eran propios de alguien con entrenamiento. Parecía todo menos un “habitante de calle” como sostuvo la fiscalía desde el primer momento. Hoy me pregunto: ¿solo se les ocurrió esa hipótesis a los agentes del CTI? ¿Por qué y cómo llegaron a esa conclusión tan rápida? ¿Nunca trabajaron otra?
¿Qué se robó el asaltante?
Las dos grabadoras de voz en donde estaba la entrevista del día anterior, con alias “Otoniel”; un computador portátil, un parlante, mis dos celulares y mi billetera con todos mis documentos personales. Mi maletín de trabajo quedó revuelto. Todo lo que se llevó estaba en el mismo lugar, en la sala. Al principio no me di cuenta pero por sugerencia del director del CTI que había llegado por llamada que hizo el presidente de la Comisión de la Verdad a la fiscalía, revisé las bibliotecas de la sala y me di cuenta que faltaban unos libros y unos documentos que habíamos recopilado para entender las acciones de los grupos del conflicto armado. Todo lo que se llevó el asaltante se relacionaba con mi trabajo de investigador en la Comisión de la Verdad.
¿Los objetos robados eran suyos o de su compañero de piso?
El computador era de él pero estaba al lado de mis otras pertenencias por lo que el hombre que ingresó al apartamento pudo confundirse creyendo que me pertenecía. Lo demás era mío.
Entonces ¿está seguro de que ese asalto – que podría haber sido un robo de apartamenteros – se relaciona con su trabajo?
Claro. En ese momento y fecha era de conocimiento público que, junto con mi jefe, el comisionado Alejandro Valencia, estábamos entrevistando a ‘Otoniel’, como ya le conté. Las grabadoras hurtadas contenían el testimonio de la última semana de conversaciones con él ¿Quién entra a un apartamento a hurtar unas grabadoras? ¿Por qué sabía que yo guardaba las grabadoras? ¿Por qué el asaltante se llevó libros y documentos en relación con el conflicto armado? Además, con los mismos videos recopilados por la fiscalía quedó en evidencia que mi casa estaba siendo vigilada desde antes y que hubo operativos de seguimiento. La persona que ingresó a la casa lo hizo con pleno conocimiento de lo que iba a buscar.
¿Se puede concluir que las acciones violentas en su contra tuvieron origen en la información que estaba recopilando en sus entrevistas a actores armados pues, según entiendo, habló, además de “Otoniel” con otros jefes y hombres de las organizaciones criminales…
Sí, estoy totalmente seguro de eso no solo por el extraño asalto y por la fecha en que ocurrió el asalto, en particular (horas después de entrevistar a “Otoniel”), sino por lo que se llevó el hombre que ingresó ilegalmente a mi casa, además de la violación a mi privacidad laboral y personal.
¿Con cuáles funcionarios de la fiscalía tuvo usted contacto en el momento del robo de sus pertenencias de trabajo?
Con el director nacional del CTI a quien envió la entonces vicefiscal Marta Mancera. Pero después de unas semanas, nunca más la fiscalía volvió a interesarse y mi caso, tanto en cuanto al asalto como en cuanto a las amenazas posteriores, empezó a pasar de mano en mano de varios fiscales hasta hoy cuando el que cierra mi caso ni siquiera ha tenido una conversación conmigo.
Después del robo a su apartamento, usted también recibió varias llamadas intimidantes ¿Cuántas veces lo amedrentaron? ¿Cómo se identificaban los interlocutores y cómo lo amenazaron?
Me hicieron once llamadas, todas con el mismo patrón. Le entrego copia a usted de las grabaciones que hice para que escuche cómo me amenazaron (ver transcripción de una amenaza, en párrafo aparte).
¿Cuándo decidió exiliarse y por qué tomó esa decisión extrema?
Decidí salir del país cuando el Estado no fue capaz o no quiso garantizar mi seguridad pese a todo lo que estaba enfrentando. La negligencia y poca celeridad de la Fiscalía en el desarrollo de las investigaciones sobre lo que me estaba sucediendo, me demostró, además, que no tenía cómo seguir viviendo en condiciones normales. Desde el momento en que mi apartamento fue asaltado, perdí la tranquilidad; tuve que cambiar de vivienda constantemente y salir de la ciudad; puse en riesgo a mi familia y seres queridos. Entonces empecé a tratar de irme de Colombia. Con ayuda de la embajada de España salí del país, y gracias a la embajada de Noruega, he podido estudiar aquí, en donde vivo ahora.
En términos generales, ¿sobre qué hablaron con el jefe narcoparamilitar clan del Golfo alias “Otoniel”? ¿Es verdad que estaba dándoles información sobre los nexos entre esa banda y unos sectores del Estado?
Se trataba de repasar su actividad criminal desde cuando fue integrante de las milicias de las FARC, su paso por la guerrilla del EPL, su vinculación con el clan Castaño, su comandancia del bloque Centauros de las AUC, hasta llegar a ser el jefe de organización armada más grande del país, hoy, el Clan del Golfo o AGC. Como fue de público, Otoniel estaba revelando, en el sistema de la Jurisdicción Especial para la Paz, la manera en que agentes de Estado – entre estos, militares y policías -, colaboraron con algunos de esos grupos armados como el bloque Centauros y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia.
Como usted ya lo mencionó de manera tangencial, la Comisión de la Verdad denunció, en su momento, que la DIJIN había dificultado el acceso de ustedes a “Otoniel” con obstáculos como impedirles reunirse con él o interrumpir las entrevistas ¿Sucedió así o no?
Por parte de la DIJIN hubo una actitud de dilación en todo momento. Las entrevistas, como la misma prensa lo registró en esa época, fueron interrumpidas de varias maneras. Primero, no querían dejar que entráramos con las grabadoras con el argumento de que no estaban autorizadas; después, tuvimos problemas para el ingreso a la DIJIN: pese a haber tramitado todos los permisos, dificultaron la entrada del comisionado Valencia porque, según afirmaron, no aparecía en la base de datos. En otra oportunidad nos impidieron el uso de nuestros esferos porque “podían ser un arma con la cual ‘Otoniel’ se hiciera daño o intentara atacarnos”; y, finalmente, nos interrumpieron una sesión completa, nos sacaron de la celda de reclusión y nos dijeron que se trataba de un “asunto de seguridad nacional”. Por la noche, nos enteramos que había un supuesto plan para sacar de la DIJIN a Otoniel. Era absurdo pensar que alguien podía intentar la ejecución de un plan de rescate del que, en ese momento, era el hombre más custodiado del país en las instalaciones más seguras de la Policía.
“Otoniel”, ¿había manifestado su voluntad de entrevistarse con ustedes y confesar sus relaciones con agentes del Estado o se negaba a revelar sus secretos?
Él le envió una carta al presidente de la Comisión en que manifestaba su voluntad de contribuir con el esclarecimiento de la verdad del conflicto armado. Y estaba cumpliendo, revelando los patrones de violencia que perpetró en el tiempo en que fue jefe de las AUC y de las AGC.
Cuando extraditaron, de manera acelerada, a “Otoniel”, se comentó públicamente que el gobierno Duque estaría interesado en callarlo o, al menos, en dificultar las confesiones del capo ¿Coincide usted con esa versión?
No tengo prueba directa al respecto pero no hay que desconocer que, cuando “Otoniel” empezó a hablar ante la JEP, ante la Comisión de la Verdad y, en general, en el sistema de la Jurisdicción Especial para la Paz, se aceleró su extradición
Además de hablar con alias “Otoniel”, ¿cuántas entrevistas adicionales realizó y con quiénes?
Como yo pertenecía al grupo de entrevistadores de la Comisión de la Verdad, tuve a cargo la toma de otros testimonios de máximos responsables de violaciones de derechos humanos, además de la realización de entrevistas que fueron surgiendo a medida que avanzaba la escritura del Informe Final. Entre las que se conocieron públicamente, hice grabaciones con Seuxis Pausías Hernández o ‘Jesús Santrich’ y con Rodrigo Granda y José Benito Cabrera o ‘Fabián Ramírez’, de las antiguas FARC; con Carlos Antonio Moreno Tuberquia o “Nicolás”, segundo al mando de las AGC o Clan del Golfo, también extraditado a Estados Unidos; y con Juan Carlos Rodríguez Agudelo, o ‘Zeus’, que también estaba involucrado con el Clan del Golfo y quien fue abatido recientemente. A esas entrevistas se les sumaron otras con varios excomandantes paramilitares, exdirectivos del extinto DAS y exjefes de inteligencia estatal.
En esas entrevistas, ¿obtuvo muchas confesiones, además de otros delitos, sobre nexos con políticos y funcionarios públicos?
Nuestra labor en el grupo de entrevistas era elaborar un cuestionario que permitiera entender las causas de la violencia, las motivaciones detrás de esa violencia y las implicaciones de los actos que se ejecutaron. Como el mandato de la Comisión lo ordenaba, debíamos esclarecer los patrones de violencia, sus hechos y las causas que explicaban por qué el conflicto armado se reciclaba con el objeto de satisfacer el derecho a la verdad de las víctimas. Por el carácter oficial de nuestro trabajo, todos los investigadores estábamos cobijados por la excepción del deber de denuncia lo cual nos permitió conocer delitos en curso y aclarar, con detalles, los pormenores de las alianzas entre grupos armados, políticos, empresarios y la participación de terceros civiles en el desarrollo de la guerra, una de las grandes deudas que había dejado la Ley de Justicia y Paz. Lastimosamente el tiempo de la Comisión fue muy corto para esclarecer más de 60 años de guerra. Además, se atravesó una pandemia y, con ello, un fuerte cambio en la forma de trabajar y vivir que condicionó la toma de testimonios y actividades de la Comisión.
¿Tal vez usted se volvió “sospechoso” y sujeto de seguimientos y de planes para interferir su trabajo por parte, presuntamente, de hombres de agencias de inteligencia estatales por sus entradas a las cárceles y por sus entrevistas a los protagonistas de delitos graves cometidos en desarrollo del conflicto armado de Colombia?
No lo sé, pero sí creo que siempre ha habido interés en ocultar la verdad, específicamente en cuanto a la responsabilidad de los determinadores de crímenes graves cometidos durante el conflicto armado.
El fiscal o los fiscales que le tocaron a usted en suerte, no parecen haberle dado la importancia que tiene el hecho de que se desempeñara como investigador de la Comisión de la Verdad. La hoy clausurada entidad para la que usted trabajó, ¿se solidarizó con usted y lo acompañó en sus denuncias?
Carlos Berinstain es el único excomisionado que me ha acompañado, emocional y presencialmente, durante estos dos años y nueve meses en que cambió mi vida. Me abrió las puertas para salir al exilio con algún acompañamiento y recursos; y, desde su humanidad, me ha ayudado a transitar este periodo tan difícil. Mi cariño y admiración siempre por su coherencia integral en la defensa de los derechos humanos. Hay otros excompañeros que también han sido solidarios conmigo pero la Comisión de la Verdad, como institución, no me ofreció el respaldo que yo esperaba.
¿Cómo es posible que la Comisión no se hubiera volcado a apoyarlo si usted estaba sometido a esas dificultades debido, precisamente, a su trabajo?
El hurto a mi apartamento coincidió con la recta del cierre de la Comisión lo cual supuso que, tanto investigadores como comisionados, estuvieran enfocados en la escritura del informe final. Quizás por eso no atendieron mi caso como se debía, pese a la solidaridad que los obligaba, y a las dos cartas que le envié a la presidencia y a cada uno de los comisionados en que los informaba sobre mi situación. Sentí impotencia y frustración por la soledad en que me encontré frente a dificultades relacionadas con el trabajo de investigación y recopilación de información que se me había asignado: el mismo que, hoy, me tiene fuera de mi país. Debo decir que el presidente de la Comisión, padre Francisco de Roux, se comunicó conmigo, en algún momento, y delegó a dos personas para q la fiscalía me atendiera y para ayudarme a buscar la forma de salir del país. Pero entendí su gesto como una decisión personal.
Y su jefe directo, el comisionado Alejandro Valencia, ¿tampoco estuvo al tanto de su situación?
Después del día del asalto al apartamento, nos comunicamos con el objeto de terminar aspectos de la entrevista a alias “Otoniel”, y de corregir partes del capítulo de hallazgos y recomendaciones en que participé. Posteriormente, hablamos sobre la entrega del informe y nunca volví a tener contacto con él.
Valencia ¿no se interesó en el riesgo que usted estaba corriendo?
Mas allá de haber estado en mi casa el día del hurto, y de unas declaraciones que le dio a la prensa en esa fecha, nunca volvió a hablar conmigo de lo que me estaba pasando.
¿Cuáles fueron sus tareas asignadas en ese despacho?
Ingresé a la Comisión de la Verdad antes de que se constituyera como entidad. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) abrió una licitación para el ingreso de personal a la Comisión. Fui seleccionado junto con un grupo de investigadores con el trabajo específico de elaborar un “mapeo de fuentes” (una especie de estado del conflicto armado), y, en mi caso, la caracterización de las sentencias sobre el conflicto, tanto de Justicia y Paz como las de las cortes. En resumen, había que diligenciar una matriz en la que ubicáramos el contexto en que actuaban los actores armados y las demás personas involucradas; las decisiones tomadas en las sentencias y lo que hacía falta por investigar, por ejemplo, las compulsas de copias que nunca se desarrollaron.
E hizo parte ¿de cuáles grupos de trabajo?
Una vez que la Comisión se constituyó, formé parte del equipo de entrevistas a máximos responsables de violaciones de Derechos Humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH). Mi tarea era, específicamente, hacer perfiles de las personas que se iban a entrevistar y escribir un cuestionario detallado de las preguntas que se les iban a hacer, que se nutrían con el cruce de fuentes primarias y secundarias. También apoyé la redacción y revisión de los casos relacionados con el Esclarecimiento de la verdad y con el capítulo de Hallazgos y Recomendaciones del Informe Final.
Es claro que su trabajo y las revelaciones que estaba grabando, lo pusieron en la mira ¿Cómo vive ahora y cómo se siente emocionalmente en el lugar donde reside? ¿Quisiera volver?
Este año salí de un tratamiento psiquiátrico por depresión mayor. Terminé ese proceso de recuperación que duró más de un año y que me puso en otro plano emocional y humano. Ahora curso mis estudios doctorales, escribo unas memorias cortas del exilio y en un blog además de que, a veces, participo en espacios de discusión política con otros exiliados. El deseo de todo exiliado es tener garantías para el retorno ¿Quién no quiere volver a la casa de donde lo sacaron a la fuerza? El Estado colombiano tiene una deuda pendiente con más de un millón de ciudadanos que fuimos obligados a estar fuera del país por causa del conflicto armado.
“La decisión del fiscal me revictimiza”
En el escrito del fiscal 514 que archivó su denuncia por las amenazas en su contra, él argumentó que “no trascienden la esfera meramente personal…” y que “no alcanzaron a afectar intereses sociales…” Ese argumento parece absurdo: como si las amenazas a una persona no importaran ¿le dieron alguna explicación adicional a la decisión de preclusión?
No. Sabré si hubo otras consideraciones cuando los abogados del CAJAR que me han acompañado, en particular, Yessika Hoyos, quien me ha apoyado, presenten el recurso de reposición. Pese a ello, el daño, en mi contra, está hecho: me revictimizaron; y, aunque no espero nada de la justicia que no ha mostrado ningún interés en adelantar investigaciones serias e independientes, la decisión de este fiscal me impacta y revive el dolor emocional que he padecido por el asalto a mi apartamento, las amenazas posteriores y mi exilio forzado. Afirmar, como lo hace el fiscal, que las intimidaciones en mi contra “no afectaron intereses sociales”, significa desconocer mi rol de servidor público y defensor de derechos en la Comisión de la Verdad y el propio mandato constitucional de la entidad creada para encontrar, analizar y estudiar el conflicto armado.
Transcripción de una amenaza: “tres metros bajo tierra”
En una de esas grabaciones se escucha decir al hombre que llamó al exfuncionario de la Comisión de la Verdad, hoy en el exilio: “Dos malp… hijuep…están contratándono… Nos trajeron fotografías de usted y fotografías de la familia, dirección de la residencia y números telefónicos… Es por eso que tenemos su número. Aparte, (nos dieron) la cantidad de $15 millones en efectivo para ejecutar una muerte por encargo, un sicariato, un derramamiento de sangre en su contra… Si usted está recibiendo un comunicado de nosotros, señor, esa es la solución del problema, si así usted lo quiere porque, e la vida, hablando se entiende la gente. Yo, a usted, le vengo a hablar con pruebas: grabaciones que hicimos en donde dicen motivos, razones de por qué quieren acabar con su vida… No tenemos una certeza de quiénes son en realidad, usted los conoce mejor que nosotros ¿Por qué realizamos un comunicado? Porque lo investigamos, lo seguimos, estuvimos pisándole los talones, respirándole en la nuca y usted ni cuenta se dio. Sabemos que usted es un hombre de bien, que no se mete con nadie porque donde usted fuera un malp… hijuep…, señor Andrés, créanos, usted ya estuviera tres metros bajo tierra…”.