“Ser mujer allá, era ser violada”: voces de la atrocidad del reclutamiento de niños
Los testimonios que la JEP recogió para imputarle cargos al Secretariado de las Farc por reclutamiento de niños y violencia sexual, son las voces de cientos de adultos cuya niñez quedó enterrada en la selva, pero los testigos de una estrategia de guerra que se sigue repitiendo sin tregua. Radiografía de una barbarie contada por las víctimas.
La cifra es aterradora: 282 niños y niñas han sido reclutados en lo que va de 2024, según las cifras más recientes de la Defensoría del Pueblo. Pero es todavía más escalofriante leer esas estadísticas a la luz del último auto de imputación de cargos de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). En un documento inédito para la investigación judicial e histórica sobre el reclutamiento de menores de edad y las violencias que sufrieron a manos de guerrilleros de las Farc, la Sala de Reconocimiento de Verdad llamó a responder al antiguo Secretariado de ese grupo armado ilegal por crímenes de guerra y de lesa humanidad. Un avance sin precedentes en la judicialización de 18.677 casos de reclutamiento, ocurridos entre 1971 y 2016.
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La cifra es aterradora: 282 niños y niñas han sido reclutados en lo que va de 2024, según las cifras más recientes de la Defensoría del Pueblo. Pero es todavía más escalofriante leer esas estadísticas a la luz del último auto de imputación de cargos de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). En un documento inédito para la investigación judicial e histórica sobre el reclutamiento de menores de edad y las violencias que sufrieron a manos de guerrilleros de las Farc, la Sala de Reconocimiento de Verdad llamó a responder al antiguo Secretariado de ese grupo armado ilegal por crímenes de guerra y de lesa humanidad. Un avance sin precedentes en la judicialización de 18.677 casos de reclutamiento, ocurridos entre 1971 y 2016.
Lo trascendental de esa investigación, condensada en 759 páginas, no solo se configura en el hecho de que es la primera vez que la justicia le pone la lupa a esa dinámica de guerra de reclutar a niños y someterlos a toda clase de violencias, incluyendo la sexual. En realidad, el auto es una radiografía de cuerpo completo para entender el daño irreparable de quitarle la niñez a un niño; la tragedia de las niñas que se convirtieron en esclavas sexuales de sus comandantes o de un niño de identidad de género diversa que fue obligado a tener relaciones sexuales; el dolor físico de esas mismas niñas obligadas a abortar sin anestesia; y el vacío de los padres que perdieron a sus hijos en medio de esa estrategia impune de la guerra.
Aunque explícitos, y por eso escalofriantes, los testimonios de las víctimas fueron la columna vertebral de la investigación. La JEP escuchó los relatos de cientos de sobrevivientes y de las familias de los que no volvieron nunca de la selva. Además de cumplir con los requisitos judiciales de una imputación, la Sala hizo una declaración: “Invitamos a escuchar las narrativas y los relatos en una suerte de polifonía, escuchando, e intentando comprender a la vez, al niño o niña que sufrió la violencia, al adulto que la narra en tiempo pasado pero que vive las secuelas al momento de la narración, y al hombre o mujer que busca, a través de su acercamiento a la justicia, un mejor futuro y un proyecto de vida distinto al de la guerra y sin estigmatizaciones”.
El Espectador recogió algunos de esos testimonios de valor incalculable para la memoria de un país atrapado en un círculo de violencia sin fin. Todas las referenciasb a nombres de las personas mencionadas en el auto, incluyendo a los victimarios, fueron cambiados por protección de las víctimas. Aun más cuando justamente esta semana, la JEP y varias oengés reportaron amenazas contra los testigos de esa barbarie. En palabras de la magistrada Lily Rueda, relatora de este macrocaso: “Yo invito a que la gente lea la decisión, que está llena de dolor, tristeza y tragedia, pero hay historias de resiliencia. Los invito a leerlo con unos ojos compasivos desde la humanidad, pero también para la protección de esos niños que pueden ser reclutados de nuevo”.
Los llamados a responder son: Rodrigo Londoño Echeverry, Jaime Alberto Parra Rodríguez, Milton de Jesús Toncel Redondo, Pablo Catatumbo Torres, Pastor Alape Lascarro y Julián Gallo Cubillos.
Reclutamiento
Reclutada por un intercambio
Una víctima, reclutada en 1997 a los 11 años en Rionegro (Santander), le contó a la JEP cómo ingresó a las filas de las Farc en intercambio por un familiar: “Un día, la guerrilla llegó hasta la finca que era de mis nonos, llegaron unos hombres armados y con uniforme. A pesar de las súplicas de nosotros la guerrilla se lo llevó, a mi tío, lo tuvieron aproximadamente 15 días. Las cosas en la casa se dificultaron, se agravaron porque no había quien trabajara y nosotros no teníamos que comer. En esa época yo tenía 11 años, iba a cumplir los 12. Después los guerrilleros volvieron a la finca como a los 15 días, y yo fui quien les dijo que yo aceptaba el cambio, que regresaran a mi tío y yo me iba con ellos. Y así fue. Ellos me llevaron a mí y mi tío regresó a la casa”.
Tres hijos reclutados por cada familia numerosa
Otra de las estrategias para el reclutamiento, incluso planeadas por miembros del Secretariado, fue la de las cuotas familiares. Una víctima le contó a investigadores de la JEP cómo, al parecer por orden de Alfonso Cano, familias numerosas debían “aportar” con tres hijos para las filas de las Farc. “Llegaron con un documento, según ellos, firmado por el comandante ‘Alfonso Cano’ en el que les autorizaba para que, donde hubiera familias numerosas de más de 12 hijos, se podían llevar tres niños y, donde hubiera familias pequeñas, se llevaban uno. Fue así como forzosamente me quitaron a mi hijo, quien tenía 9 años cumplidos. Ese grupo armado también se llevó a varios niños de esa vereda”.
Con alcohol: así se llevaron a 18 jóvenes
Víctimas acreditadas también han señalado haber sido reclutados bajo efectos del alcohol para registrarse en las filas del Bloque Oriental de las Farc. Una madre y un sobreviviente le entregaron sus testimonios a la JEP: “En el año 1998 (...) en un bazar se encontraban mis hijos (...) junto con su padre (...) y allí estaban los guerrilleros. Les dieron trago y les hicieron firmar un compromiso para que hicieran parte de la organización, como estaban tomados firmaron. Al amanecer llegó una camioneta para llevárselos y los jóvenes no les valió suplicar. Se llevaron a 18 jóvenes”.
Otra víctima relató: “Yo tenía entre 11 o 12 años (...) Nos pusimos a tomar cerveza y entonces el muchacho nos comentó: ‘¿Ustedes no quisieran entrar a la guerrilla? pa’ milicianos, que no sé qué' (...) Entonces nosotros le dijimos: ‘sí, claro, nosotros queremos entrar a la guerrilla’. Pero entonces ya estábamos entre copas y todo es muy diferente (...) Al otro día, a las 6:00 de la mañana, dijo: ‘Nos vamos’, entonces nos llevaron por allá y dijeron: ‘hermano, ya no hay cómo echar pa’ atrás’”.
Anticonceptivos a corta edad
Una de las violencias que destacó la JEP en el auto de imputación, y que contó con una serie de testimonios sobre el tema, tiene que ver con la utilización de métodos anticonceptivos a corta edad. Muchas de las víctimas no sabían el propósito de ese tratamiento, ni tampoco el impacto sobre sus cuerpos:
“Las recién llegadas, pequeñas, y las que estuvimos siendo menores, no teníamos voz ni voto, y sobre todo no teníamos ni siquiera conocimiento, como dice una compañera, ‘uno ni entendía’. ¥o me acuerdo que planificaba con una inyección, a mí ya no me tocó la T, pero sí eran inyecciones mes a mes controladas. Yo ni siquiera entendía qué era planificar. Uno en ese tiempo no entendía y nadie se tomaba el tiempo de decir: ‘Mire, esto es para evitar el embarazo’ (...) Allá no nos explicaban de ningún método, no nos explicaban así como es ahora que le explican a uno para qué sirve y uno siendo niña… Yo tenía 11 años cuando pasó eso. Para ellos, éramos prácticamente como animales y decían: ‘Si usted no planifica, queda embarazada y si queda embarazada, tiene que ir a abortar’”.
Violaciones
La JEP identificó 89 víctimas reclutadas que reportaron haber sido obligadas a mantener relaciones sexuales sin su consentimiento. Ellas mismas reportaron al menos 127 hechos de violación y en el 98% de los casos, las víctimas fueron menores de edad. Estos son algunos de sus testimonios.
“O te vas conmigo o te mato”
“Cuando yo despierto lo veo a él sentado en la orilla de la cama fumándose un cigarrillo con un arma. Yo trato de levantarme toda adolorida. Ese señor había abusado de mí. Yo estaba toda ensangrentada. Yo me acuerdo que le dije: ‘¿Por qué me hiciste eso si tú eras mi amigo? Me dañaste la vida’. Él me dijo: ‘La verdad es que ya pasó y tienes dos opciones: o te vas conmigo o te mato a ti y mato a tu hermano porque yo pertenezco a un grupo, a las Farc y te vas conmigo o tú te mueres”.
“O se deja o le pego un tiro”
“Cuando llegué a la unidad de curso básico, ya empieza usted a cumplir un reglamento y usted lo quiere cumplir al pie de la letra para que nada salga mal porque, ay Dios mío… En el curso básico todo es miedo. Una noche, estaba metida en el cuarto del turno de guardia que era de 12:00 de la noche a 2:00 de la mañana. Cuando él (el jefe) me llegó al puesto y me dijo que, si no me dejaba… Yo estaba en un lugar con espinas por todas partes y el tipo manoseándome y yo con un fusil de palo que ni para darle en la cabeza servía. La verdad es que no se podía: él tenía una pistola de verdad y yo un fusil de palo. Yo estaba toda asustada y llegó y me dijo: ‘O se deja o le pego un tiro y digo que usted se quería volar’”.
“Aquí las niñas aprender a ser mujer”
“Había un comandante que se llamaba Domingo. Él me llamó a su caleta y me dice: ‘Estás muy bonita. Te voy a contar una cosa: aquí las niñas aprenden a ser mujer (…) ese hombre me bajó el pantalón, me tocó mis partes y me violó. Ya saliendo de su caleta, muy destrozada, me vuelve a repetir: “Ya no es una niña, ahora usted es una mujer y las mujeres no lloran”.
“Si vos sos mujer, para ellos eras un objeto sexual”
“Nosotras, las mujeres, allá no teníamos voz. Allá simplemente era lo que nos mandaran y ya, eso era todo. Ellos decían que nosotros simplemente servíamos para, tal vez, lavar, cocinar y nada más (...) Muchas veces hasta los mismos guerrilleros rasos lo decían: ‘Allá lo único que necesitaban era mujeres muchas veces para la cama, para que les lavara la ropa y no más”. También se veía mucho machista, mucho machismo en los comandantes de escuadra, en los oficiales y uno lo vivió. Y es que, por ejemplo, si tú eres mujer, vos sos un objeto sexual. Si hay un comandante de escuadra y es el oficial, pues simplemente había ocasiones donde le decían a uno como: ‘Si vos no querés que yo te tire tan duro en los trabajos o en la guardia, pues tienes que acostarte conmigo’. Algún día me dijo un comandante las siguientes palabras, a mí nunca se me va a olvidar: ‘De hoy en adelante la voy a enseñar a ser mujer’. Ser mujer allá era ser violada, o sea, me violó y eso significaba ser mujer. Entonces, yo empecé tan niña, yo decía: ¿Si eso es ser mujer, entonces que me esperaba de allí en adelante?”.
Esclavitud sexual
El poder de disposición de mujeres por parte de miembros de las Farc se reflejó en la recurrencia en la que fueron sometidas a agresiones sexuales por parte de los mismos agresores durante días, meses e incluso años. Además, en la manera en que podían “disponer” de las niñas como si fueran objetos e, incluso, en cómo fueron rifadas en una lotería, observó la JEP. Al menos nueve víctimas relataron lo que vivieron como esclavas sexuales.
“Fui obligada a esas relaciones sexuales”
“Fueron ocho meses de acoso hasta que se decidió y me tomó por la fuerza. ¿Por qué lo niegan? ¿Por qué no aceptan eso? Fue como año y medio de eso y era siempre cuando él quería… fui prácticamente como su compañera sexual, porque no se puede decir sentimental porque todas las veces fui obligada a esas relaciones sexuales”.
“Según ellos, nosotras les pertenecemos”
“Ellos se creen el más hombre o el más macho o el más guapo si tenían a la niña más pequeña y abusa de ella. Los jefes, ellos son los que cogen a las niñas, a las vírgenes. ¿Para qué las cogen? Para abusarlas sexualmente. Fui abusada por un comandante que llevaba más de cinco años allá (…) fui conocedora de algunos casos de compañeras que fueron abusadas sexualmente también. Nosotras no podíamos decir nada porque ellos eran los jefes, eran los que mandaban. Según ellos, nosotras les pertenecemos (…) cogen a las mujeres como objeto sexual, y estoy hablando de niñas porque ellos tampoco se van a meter con una ya mayor de 20 años, porque ellos dicen que las niñas son las pueden coger como se les da la gana y porque las niñas no dicen nada”.
“El que mandaba tenía derecho a violar a la primera niña”
“El que mandaba era el que tenía derecho a violar a la primera niña que llegaba. Ya después le tocaba al otro y así. Yo me volví una esclava sexual, el que lo requería a uno, tenía que tener relaciones sexuales. ¿Quiénes eran los abusadores? Eran personas muy mayores a mí. Eran varios guerrilleros”.
“Tuve que hacer cosas que no quería”
Dentro de los hechos de esclavitud sexual documentados por la JEP, existe sufrido por un niño que se identifica como heterosexual y cisgénero. La agresora fue una mujer con antigüedad de las Farc:
“Tuve que hacer cosas que yo no quería, como fue acostarme con una mujer guerrillera demasiado mayor que yo. Ella me decía siempre que yo le gustaba y que tenía que tocarla, besarla y tener relaciones sexuales con ella. Pero yo nunca quería a las buenas, así que ella me colocaba el arma en la cabeza y me hacía desnudar y luego ella tocaba mis partes y tenía que penetrarla quisiera o no quisiera. Quería que yo hiciera cosas que no eran normal para mí. También tenía que compartir rancho con ella en la noche. Yo era un niño imagínense en ese tiempo… no era normal para mí. Me amenazaba y me apuntaba y me decía que yo tenía que hacer lo que ella me dijera. No fue por gusto mío, sino obligado. Eso duró más o menos como dos años larguitos. Fue como la tortura más más grande, más fea allá”.
Abortos
Abortos forzados y sin asistencia médica
Al menos 11 víctimas relataron ante la JEP los vejámenes a los que fueron sometidas respecto a los abortos forzados al interior de las filas de la extinta guerrilla. Mujeres que vivieron de primera mano estos hechos señalaron que se presentaron casos de abortos practicados con métodos equivocados, lo que generó la repetición o extensión de los procedimientos. Algunos, incluso, sin ningún tipo de anestesia o asistencia médica:
“Yo le dije (al médico) que me contara todo porque yo no quería quedar incertidumbre. Me dijo: ‘Esta niña fue traída a mi centro de salud con un aborto forzado y una hemorragia incontenible. Su útero estaba destrozado porque no sé qué clase de implementos usaron para extraer el bebé’. El bebé se le vino y le quedó porque ya el bebé estaba grande. Le quedó una parte dentro y ellos no se fijaron”.
Aborto a “sangre fría”
“A mí lo que me consta es que una mujer murió desangrada por un aborto. Se llamaba alias Patricia y era mi compañera de caleta. Helmer le hizo el aborto sin medicamentos; el médico que me hizo a mí el aborto llegó como a las 5:00 de la tarde, pero Patricia ya estaba muerta. Antes de eso, una enfermera le colocó una inyección. Aproximadamente una hora o dos horas después ella empezó a tener como dolores y creo que no se le venía el feto. Pues entonces ella misma (la enfermera) se colocó unos guantes y le sacaron el bebé, así, a sangre fría. No tenía anestesia, ni nada. Le tapaban la boca. Fue algo espantoso. Ella siguió sangrando. A los dos días ya no estaba ahí y no volví a saber de ella tampoco, no sé si sobrevivió, pero yo la veía a ella casi morada, estaba ahí en una caleta y no tomaba sino agua, así que yo asimilo que murió, porque, aunque yo preguntaba, nadie me daba una respuesta. (...) Ella no había cumplido los 18 años”.
Abortos después de los tres meses
Dentro de las circunstancias que agravaron el sufrimiento físico y psicológico de las niñas, también se encuentra la interrupción de embarazos en fases avanzadas de la gestación. Seis comparecientes manifestaron que llegaron a darse casos de abortos forzados cuando la gestación del feto estaba completa. Una víctima relató:
“A mí me pasó algo muy doloroso en las FARC ¿Qué fue? Fue en 2007 o 2006. A mí me hicieron un aborto de ocho meses (…) Yo le dije a ‘Hombre Y’?: ‘¿Qué va a pasar conmigo? Dígame de una vez que esto está empezando y yo no quiero que el día de mañana yo me vea en una condición más grande y me lo vayan a sacar’. Él me dijo: “No tranquila que yo voy a hablar (…) Cuando me mandan a recoger, ya ‘Hombre Y’ me dijo que no, que la orden que había mandado el comandante era que me sacaran el bebé. Éramos tres compañeras que estábamos en esa condición de embarazo. A una compañera, el bebé le nació… con el medicamento que le aplicaron logró que el bebé sobreviviera, Pero en el caso de la otra compañera, el bebé se le murió y en mi caso también. Me lo sacaron de seis meses. La orden era sacarlos a como diera lugar”.
Otro relato de una víctima narra la cruda realidad de para mujeres embarazadas en las filas de la guerrilla:
“Yo creo que hay un caso que es muy conocido. Ella era comandante y quedó en embarazo. Ella sufría de diabetes y tenía la opción de hacerse un degrado (sic), cuando tenía por ahí cuatro meses. Pero la dejaron así y no le hicieron nada. Al final la obligaron por una orden que tenían que hacerle el degrado (sic) Tenía ocho meses y la cogieron, la arrastraron, le hicieron de todo un poquito y le sacaron a la niña viva. La niña nació viva. La muchacha le dio teta y todo, entonces el comandante, que fue ‘Hombre L’, le dio la orden que tenía que matar la niña y desaparecerla. A la mamá le dio creo que fue un infarto. A la niña la mataron porque a ella le dieron la orden de hacerle consejo de guerra. Las enterraron juntas, mamá e hija”.
“Aquí no se vino a tener hijos, se vino a luchar”
Otra víctima relató: “Lo que pasó fue bastante traumático… la verdad es que lo que me pasó a mí ya lo superé… Pero a mí me marcó mucho el caso de una muchacha que tenía casi 9 meses de embarazo, le faltaba como una semana para tener el bebé, Esa muchacha lloró, se revolcó para que se lo dejaran tener. Ella pedía que se lo llevaran para donde ellos quisieran, pero que naciera el bebé y dijeron: ‘No. Aquí no se vino a tener hijos, aquí se vino fue a luchar’. Le sacaron el bebé y eso lo sacaron por pedazos, piernitas, manitos, cabecita…”
Entre las situaciones más violentas y que las víctimas narran con mayor dolor se encuentran los abortos en los que, luego del procedimiento, los bebés que nacieron vivos fueron asesinados. Estos hechos van más allá de una vulneración a los derechos reproductivos de las mujeres que sufrieron el procedimiento, explicó la JEP, pues además de todas las violencias obstétricas, las Farc también atentaron contra la vida de los recién nacidos. Un exguerrillero contó:
“Yo era el encargado de llevar a esas muchachas. Un día llegaron unas cinco o seis menores de edad. Allá había una cama armada (…) se les daba el procedimiento… Me acuerdo que sacaron a un niño vivo. Era de una menor que se llamaba Ana*. Esa muchacha lloraba. Sin embargo, así lo sacaron y lo tiraron como un muñequito ahí en el plástico. Eso fue en 2008″.
Otra víctima que fue obligada a asistir un aborto en avanzada etapa de gestación narró: “Lo envolví (al bebé) en una sábana. El médico se concentró en sacarle la placenta, mientras yo limpié al bebé. El médico me dijo: ‘¿Usted qué es lo que hace? ¿Quién le dijo a usted que eso se limpiaba?’. Yo solo tenía que sostener al bebé para que no cayera en el tarro o en la bolsa y para que no le hiciera peso en la matriz. No era para que yo lo sobara; mi compañera me dijo que me mostrara y yo se lo mostré, se puso como loca cuando le vio el rostro, decía que se quería morir, el médico me dijo a mí que le iba a contar a ‘Hombre H’ por habérselo mostrado, el bebé se murió al ratico, yo lo puse en las piernas, lo envolví en la sábana y lo puse encima de la chuspa.
Otra víctima contó su historia a la JEP: “En el mes 10 del 2008 quedé embarazada y 8 meses después el día 06 del mes 05 de 2009 me sacaron a mi hija en contra de mi voluntad. Mi hija nació viva y la escuché llorar, me la arrebataron de los brazos y la tiraron viva al río Guayabero”.
Otro relato de una víctima narra la cruda realidad de las mujeres embarazadas en las filas de la guerrilla: “Yo creo que hay un caso que es muy conocido. Ella era comandante y quedó en embarazo. Ella sufría de diabetes y tenía la opción de hacerse un degrado [sic], cuando tenía por ahí cuatro meses. Pero la dejaron así y no le hicieron nada. Al final la obligaron por una orden que tenían que hacerle el degrado [sic]. Tenía ocho meses y la cogieron, la arrastraron, le hicieron de todo un poquito y le sacaron a la niña viva. La niña nació viva. La muchacha le dio teta y todo, entonces el comandante, que fue Hombre L, le dio la orden que tenía que matar la niña y desaparecerla. A la mamá le dio creo que fue un infarto. A la niña la mataron porque a ella le dieron la orden de hacerle consejo de guerra. Las enterraron juntas, mamá e hija”.
Una política para callar
Aunque el reglamento oficial de las Farc estipulaba que estaba prohibido el reclutamiento de menores y los abusos sexuales, la realidad fue opuesta. No solo se normalizaron estos crímenes de guerra y de lesa humanidad, sino que la guerrilla configuró una política paralela en la que no se podía denunciar lo que sucedía. La JEP documentó esta situación con los testimonios de los sobrevivientes:
“Como estaba en la política de las FARC que no se podía reclutar niños, estaba la misma política sancionable contra la violencia sexual. Como se violó la de reclutamiento, también se pudo haber violado la de violencia sexual ¿cierto que sí? Porque estaban escritas; o sea, una cosa es sobre el manual y otra cosa es sobre la práctica, sobre el trasegar de las prácticas ¿cierto? Sobre la práctica, sobre el caminar, se violentaron todo lo que estaba en las normas internas de la organización, violentamos reclutamiento, violentamos abuso sexual, porque lo que yo escuchaba en las versiones es: una mujer podía escalafonar su petición, pero si el abusador era el mismo mando, ¿a quién le voy a escalafonar?”.
“Entre todos se tapaban con la misma cobija. Un ejemplo: el abusador es un mando de escuadra y el mando de guerrilla de compañía sabía del abuso. ¿Por qué no le decía: ‘Venga, fulano de tal, por qué accedió esa muchachita?’. Era una conducta tan normal que un tipo de 40 a 50 años pedía permiso para estar con una niña de 12 años... Ahí ya hay violencia sexual y eso era permitido ¿Por qué no hicieron nada? ¿Por qué lo permitieron? La conducta se había normalizado dentro de las Farc. Que hubiera violencia sexual era tan normal. Un viejo de 60 años se iba con una niña de 12 y 13 años y nadie decía nada”.
“Frente a la temática de violencia sexual, como víctima directa de esos hechos tengo para decirles que, aunque los comparecientes digan que había vías fáciles para denunciar estos hechos, eso no es cierto. Todos sabíamos que, si hablábamos, podían hacernos más daño porque entre hombres se protegían. Cuando era el comandante el que violaba a las mujeres, como fue en mi caso, era muy difícil denunciar porque no era sencillo que llegara una carta al Estado Mayor del Bloque. Cuando yo tenía 14 años, a mí me enviaron para la unidad de mi agresor a hacer un curso de radista y él mantenía obsesionado y me decía: ‘Es que si usted no es mía, no es de nadie’. Me obligaba a estar con él, solo por ser comandante podía hacer esto”.
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