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Siete años sin el ‘profesor’ Alan Jara

El ex Gobernador del Meta asistía a un acto de paz convocado por la ONU cuando fue secuestrado. Dicta clases de inglés y ruso a los otros cautivos y así reune fuerzas para hacerle frente a su tragedia. En las cartas a su esposa le pide que cuide a su niño, que ya es casi un hombre.

Redacción Política
12 de julio de 2008 - 04:11 a. m.
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A Claudia Rujeles el dolor por el secuestro de su esposo se le nota cada vez que habla. Intenta lucir fuerte para no inquietar a su hijo, pero ahora, cuando prepara los actos para la conmemoración del séptimo aniversario de su tragedia, los nervios la traicionan con frecuencia. No tiene inconvenientes para repetir la historia una y otra vez en los medios de comunicación y siempre termina perdiendo la firmeza con la que le gusta ser identificada.

A Alan Jara dice se lo llevaron las Farc el 15 de julio de 2001.  Salió de su casa por invitación del PNUD a la inauguración del Puente de la Reconciliación, entre El Dorado y Lejanías, Meta, y fue bajado de un vehículo de Naciones Unidas por hombres del grupo guerrillero. Nadie pudo auxiliarlo.

Los diplomáticos y demás presentes intentaron evitar el secuestro, pero ni los reclamos de unos ni las súplicas de otros, ni las constantes manifestaciones públicas que desde entonces realizan Claudia y su hijo han podido convencer a las Farc de que el lugar del ingeniero y ex Gobernador del Meta, como el de todos los secuestrados, está en sus respectivas casas y no en un campo de concentración de la manigua.

Con la ausencia de Alan la familia Jara cambió sus rutinas. Ahora permanecen en vigilias, jornadas de reflexión, encuentros por la paz y caminatas pro liberación de los rehenes. El 15 de julio hasta hace siete años fecha sin valor especial para ellos es ahora el día de mayor dolor y activismo humanitario. 

Dada la vergonzosa dimensión  de este crimen de lesa humanidad en Colombia, no les fue difícil encontrar compañeros de dolor para programar juntos los reclamos a los captores y las oraciones por los que no están. “Todos somos una familia y como familia debemos apoyarnos hasta que el último secuestrado regrese a su casa”, le dijo Claudia a El Espectador.

A medida que pasa el tiempo su causa consigue más adeptos. Por eso, el de este año será el más grande acto público a favor de esa  familia raptada. 

El viernes partió desde Bogotá una caravana de parientes de soldados, policías y civiles plagiados con destino a Puerto Rico, Meta, para conmemorar al día siguiente los nueve años de la toma guerrillera a su estación de policía, acción tras la cual


cinco uniformados siguen en poder de las Farc.  Con ellos estuvo Claudia, quien de regreso a Villavicencio alista el acto eucarístico que mañana lunes tendrá lugar en esa ciudad para prender “una luz por los secuestrados” y pedir perdón por sus carceleros.

El director del semanario Voz, Carlos Lozano; el comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo; el representante de la ONU en Colombia, Bruno Moro, el padre Darío Echeverri y la senadora Piedad Córdoba fueron invitados a la cita, como mensaje de unión a todos los sectores que en algún momento estuvieron o están haciendo gestiones de paz.

“Esto no puede tener colores políticos, debe ser una auténtica manifestación humanitaria”, repite Claudia, otra vez con la voz entrecortada. Desde hace bastante tiempo cree que la llave para la liberación de su esposo está en las gestiones de Piedad Córdoba y el presidente venezolano Hugo Chávez, pero con autorización del Gobierno colombiano. “No nos debemos arriesgar con un rescate, no les podemos hacer eso a nuestras familias”.

Eso mismo le dice su esposo en las cartas que las Farc le han dejado enviar desde la selva. Le demanda fortaleza y ella intenta tenerla. Le pide que lo perdone por sus errores y ella ya ni los recuerda. Le solicita cuidar al niño de ambos, que ya casi es un hombre.  Le cuenta que se relaja dictando clases de ruso e inglés a los demás secuestrados y ella se alegra cada vez que alguno de los que han sido liberados o rescatados le confirma lo agradecido que está con el ‘profesor’ Jara. 

A varios de ellos las enseñanzas de Jara les ayudaron a aliviar el dolor y a generar solidaridad para enfrentar con firmeza el secuestro. Una de ellas, la que más recuerdan los rescatados y liberados, fue la de desafiar la orden guerrillera de dejar a sus alumnos para marchar en un grupo en el que sólo irían los dirigentes políticos. Los demás políticos hicieron caso, pero Jara prefirió permanecer en el grupo de los soldados y policías para seguir dando  clases en la selva.

1981-Secuestrado líder estadounidense

A finales de enero, Chester Allen Bitterman, el lingüista estadounidense representante del Instituto Lingüístico de Verano, fue secuestrado por un grupo armado que se autodenominó: Coordinadora de base del M-19.

El movimiento exigía para su liberación que el Instituto abandonara sus actividades en Colombia.


El académico estuvo en cautiverio durante 48 días, hasta que fue asesinado pese a los clamores de la Embajada de Estados Unidos, que demandaba el respeto por su vida.

Su cuerpo abaleado fue encontrado envuelto en una bandera del M-19 en una buseta en Bogotá.

El movimiento había acusado de la muerte a un grupo disidente. No obstante, versiones oficiales indican que murió a manos de Hugo Oswaldo Chávez, quien fue capturado el 9 de marzo de 1982 junto con otros 16 guerrilleros.

1982 - Conmoción por caso Lara

El 23 de junio de 1982, Gloria Lara de Echeverri, directora nacional de Acción Comunal y Asuntos Indígenas, fue secuestrada por desconocidos cerca a su casa.

El plagio se lo atribuyó un grupo autodenominado Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP).

A partir de ese momento, el país se movilizó durante los cinco meses de su cautiverio exigiendo la liberación.

El domingo 28 de noviembre del mismo año, el cuerpo de Lara fue hallado en una iglesia del barrio Bonanza, en el noroccidente de Bogotá, con una bandera de la ORP encima.

Con este indicio, las autoridades emprendieron una búsqueda de los autores, quienes fueron capturados y condenados por el Tribunal Nacional después de confesar.

Los homicidas se fueron de Colombia y, según versiones no oficiales, viven en Europa como refugiados políticos.

Por Redacción Política

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