Todo lo que está en juego con tregua entre Shotas y los Espartanos en Buenaventura
En Buenaventura se vive una guerra interna por el control del contrabando y las economías ilegales entre los Shotas y los Espartanos. Ambos grupos dialogarán con el gobierno de Gustavo Petro, lo que podría alivianar las vidas de más de 170.000 habitantes en la región portuaria. Esta es la historia de una guerra urbana.
Jhoan Sebastian Cote
En Buenaventura (Valle del Cauca) hay una guerra interna. Dos bandas, Shotas y Espartanos, disputan a sangre y fuego las rentas criminales del contrabando, el microtráfico y las extorsiones en una ciudad que, aunque cuenta con uno de los puertos más importantes del país, presenta un nivel de pobreza de alrededor del 80%. La disputa se manifiesta en zonas donde los asesinatos son recurrentes, así como el reclutamiento de jóvenes que no tienen garantías para su desarrollo. No obstante, esta semana inicia formalmente los diálogos que podrían traer esperanza a más de 170.000 habitantes.
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En Buenaventura (Valle del Cauca) hay una guerra interna. Dos bandas, Shotas y Espartanos, disputan a sangre y fuego las rentas criminales del contrabando, el microtráfico y las extorsiones en una ciudad que, aunque cuenta con uno de los puertos más importantes del país, presenta un nivel de pobreza de alrededor del 80%. La disputa se manifiesta en zonas donde los asesinatos son recurrentes, así como el reclutamiento de jóvenes que no tienen garantías para su desarrollo. No obstante, esta semana inicia formalmente los diálogos que podrían traer esperanza a más de 170.000 habitantes.
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El presidente Gustavo Petro anunció que este miércoles 7 de diciembre comienza la mesa de diálogo entre los líderes de los Shotas y los Espartanos. Un momento clave para el nuevo gobierno, pues son los siguientes grupos armados en intentar acogerse a la idea de “paz total”, después de que las cabezas de la guerrilla del Eln iniciaran negociaciones desde Caracas, en Venezuela. “Es una experiencia inédita con organizaciones de jóvenes armados muy ligados al narcotráfico en barrios populares de Buenaventura. Es un proceso de pacificación urbano”, señaló el máximo mandatario.
Desde el alto gobierno se indicó que el norte de estas conversaciones será someter a la justicia a los jóvenes de ambos bandos, los cuales tienen bajo emergencia desde hace por lo menos tres años a las comunas 7, 10, 11, 12 y al corregimiento “ocho”. Los diálogos vienen acompañados de una tregua, anunciada en octubre pasado, tras la cual habría una disminución significativa de asesinatos, desapariciones y torturas. De hecho, el Alto Comisionado para la Paz señaló el mes pasado que se cumplieron hasta 37 días sin ninguno de estos hechos criminales atribuidos a los Shotas o los Espartanos.
En contexto: Buenaventura: la pesadilla por la división de grupo armado organizado La Local
El infierno vivido por las comunidades es palpable en los registros de la Fiscalía. Son recurrentes los anuncios sobre medidas de aseguramiento o condenas contra miembros de alguno de los dos bandos. Es común ver a jóvenes entre los 20 y los 35 años siendo capturados por delitos como hurto, porte de armas, homicidio agravado y concierto para delinquir. Los registros de los allanamientos en las viviendas de los capturados dan cuenta de la presencia de revólveres y fusiles. Luego, caen presos y vinculados a casos de extorsiones a comerciantes y ajustes de cuentas.
En diálogo con El Espectador, Juan Manuel Torres, coordinador para el Pacífico de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), explicó que esta guerra tiene particularidades propias que responden a la juventud de sus actores: “Esos elementos culturales, como sentirse parte de ese mundo gansgter, uno lo puede vislumbrar en las canciones que sacan ambos grupos. Antes eso se tramitaba en batallas de baile y de freestyle, pero ahora es a través de la violencia. No son simples pandillas. Son personas que están dispuestas a dar la vida y disparar un arma larga en pleno barrio. Los jóvenes vivieron su película, pero le vieron la cara al diablo y se asustaron”.
De acuerdo con monseñor Rubén Darío Jaramillo, obispo de Buenaventura, en diálogo con Colombia +20, la disputa por el territorio dejaba entre 25 y 30 muertes mensuales. “Todavía no hay un acuerdo entre ellos y el Estado colombiano. Lo que hay es un pacto de no agresión”, señaló. Como lo documentó la Comisión de la Verdad, la violencia persiste en Buenaventura dado que el Estado no ha invertido lo suficiente para garantizar las condiciones mínimas de desarrollo, servicios públicos, infraestructura social. La ciudad no solo es clave para el contrabando, también lo es para el narcotráfico con destino a Centro y Norteamérica.
En video: Buenaventura: la disputa entre dos bandas por el control territorial
El origen de la guerra
Según el portal especializado en crimen organizado Insight Crime, hay registros del control de la ciudad portuaria desde el año 2000, cuando el Bloque Calima de las Autodefensas se asentó en el lugar. Aunque cinco años después los paramilitares se desmovilizaron, algunos miembros disidentes se vincularon a La Empresa, que es un grupo de delincuencia organizada que se ha sostenido en el tiempo. Con el crecimiento de Los Urabeños en la década pasada, sicarios de La Empresa han sido subcontratados para servir a quienes hoy responden al Clan del Golfo.
En 2018, una facción de La Empresa se separó para cumplir operaciones únicas bajo el nombre de La Local. No obstante, este grupo armado organizado, dos años después, sufrió su propia separación en Shotas y Espartanos. Todo empezó cuando líderes de La Local llevaron a cabo una reunión interna en un barrio de la Comuna 11 de la ciudad, en la cual se establecieron pactos de no agresión entre ellos mismos, sobre los barrios donde se desarrollarían los crímenes.
Sin embargo, en diciembre de 2020, una de las facciones atentó contra un jefe de La Local, lo que produjo una retaliación que dejó como resultado siete homicidios con arma de fuego. La tregua se rompió. “Esta disputa se fue extendiendo por diferentes barrios de las cuatro comunas identificadas, conllevando una serie de afectaciones directas para los habitantes, quienes en no pocas ocasiones han quedado inmersos entre los recurrentes cruces de disparos donde han sido usadas armas cortas, subametralladoras y fusiles”, explicó la Defensoría en su última alerta temprana.
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Durante los últimos años, tanto Los Shotas como Los Espartanos han incrementado sus presiones para que niños, niñas y adolescentes se unan a cada una de las organizaciones criminales. Serían los dueños de prácticamente 40 barrios y nueve veredas, donde ingresan a casas sin mediar palabra para esconder sus militantes, utilizan las calles para enviar mensajes a través de homicidios selectivos y, además, como lo explica la Defensoría, se tienen registros de ataques basados en género.
El gremio del comercio formal libra su propia batalla en medio del fuego cruzado. A la Defensoría han llegado denuncias en las cuales los comerciantes aseguran que deben pagar “vacunas” a una de las bandas delincuenciales, para poder trabajar sin temor a un atentado. Sin embargo, la banda enemiga estaría verificando quien paga los sobornos, para tildarlos de colaboradores y, así, cortar el grifo y amenazar a la persona que es extorsionada tanto por Los Shotas como Los Espartanos.
Los retos por venir
Juan Manuel Torres, de Pares, agrega que los jóvenes de los Shotas y Espartanos llegaron para ocupar el puesto que dejaron grandes capos del narcotráfico que poco a poco salieron de la región. Llegaron a controlar los espacios económicos, de participación política, la movilidad, la recaudación de impuestos y la justicia territorial. Y aunque los diálogos sean una esperanza de cara a la guerra urbana, saliendo de la ciudad, a pocos kilómetros, están el Eln, la Segunda Marquetalia, la disidencia Jaime Martínez y el Clan del Golfo teniendo sus propias confrontaciones por las rutas del narcotráfico.
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