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Un siglo a través de los ojos de Reina Pedraza de Posada

La periodista Fabiola León Posada, nieta de la líder de izquierda Reina Pedraza, le rinde un homenaje a la vida de su abuela. Hoy, a 30 años del asesinato de Leonardo Posada, representante a la Cámara de la Unión Patriótica e hijo de Pedraza, recuerda la actividad sindical y con la comunidad.

Fabiola León Posada*
30 de agosto de 2016 - 04:20 p. m.
 /Foto: Joanthan Ramos
/Foto: Joanthan Ramos

Hablar de Reina María es mencionar la historia de las transformaciones sociales y políticas del mundo y de Colombia de los dos últimos siglos. Larga tarea, pero intentaré resumir estos casi cien años.

Hoy damos por hecho el acceso a la educación, a los cargos públicos, a la militancia política, a decidir sobre mi cuerpo y al voto. Estos derechos no existirían sin las largas jornadas de trabajo político, legal, social y comunitario que han asumido muchas mujeres durante las décadas pasadas.

Las luchas de reivindicación de los derechos de las mujeres son históricas. Aunque desde 1800 se conoce el trabajo de luchadoras, indígenas y campesinas, es en el siglo pasado donde se fortalecen y toman forma estas victorias. En febrero de 1909 se celebró por primera vez el Día de las mujeres socialistas. En agosto de 1910 la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, reiteró la demanda del sufragio universal para todas las mujeres y se proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

En Colombia, 1918, se destaca una de las primeras líderes del movimiento feminista, Juana Julia Guzmán fundadora de la Sociedad de Obreros y Artesanos de Córdoba y de la Sociedad de Obreras Redención de la Mujer. Siete años más tarde se reconocería a María Cano como líder política por su contribución a la organización de trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad, que derivó en la creación de la primera central obrera colombiana. María Cano también fue fundadora del partido Socialista.

En este ambiente de luchas sociales nace Reina María Pedraza, el 26 de junio de 1923 en el municipio de Cachipay. Esta incansable tejedora de sociedad aprendió desde pequeña sobre la autonomía económica que debían tener las mujeres. Su madre, Laura María Pedraza, sostuvo siete hijos vendiendo comida. De ella escuchó por primera vez sobre los enfrentamientos entre rojos y azules.

En 1933 se logró el ingreso de la mujer a la universidad, pero con discriminación, dependiendo del apellido, del abolengo o del dinero en el bolsillo; mientras que en la precariedad con la que vivía la familia Pedraza solo les alcanzó para estudiar la primaria. A sus 16 años, Reina conoce al que sería su esposo por casi cinco décadas, Julio Posada, reconocido líder del Partido Comunista.

Colombia padecía el periodo que se conoció como La Violencia e iniciaba el accionar sangriento de los chulavitas, banda que agredió con sevicia a las mujeres. Por su parte, en el mundo se sufría la Segunda Guerra Mundial y la nueva familia Posada Pedraza viajaba a la ciudad de Armenia para ayudar en la consolidación de los sindicatos de sastres y el de escogedoras de café.

Desde su trabajo como secretaria y contadora del sindicato, Reina empezó a perfilarse como ejemplo del papel central que tenemos las mujeres en la construcción social y en la paz. Es en aquel momento donde nació como sujeta histórica de derechos o, en sus palabras: cuando abre los ojos a la realidad. Con el movimiento de mujeres de Armenia, denominado Asociación Femenina Patriótica, se organizó el envío de ayudas humanitarias a los hijos de los combatientes de las fuerzas aliadas del mundo en guerra.

De la capital quindiana, los Posada Pedraza, ya con cinco hijos, se dirigen al puerto petrolero de Barrancabermeja para fortalecer con su experiencia organizativa el trabajo desarrollado por la que más tarde sería llamada Unión Sindical Obrera.

La persistente batalla por el voto femenino había sido frustrada en 1944, y en 1946 durante los gobiernos liberales de Lleras Camargo y López Pumarejo se inició la campaña presidencial con la disputa entre el candidato conservador Ospina Pérez y el liberal Gaitán. El ambiente socio político se avivaba con la persecución y las represalias gubernamentales.

Reina Pedraza, su esposo y sus hijos regresaron a Bogotá y al poco tiempo se desató el Bogotazo. El seguimiento y encarcelamiento sistemático a los miembros del Partido Comunista se agudizó tras el asesinato de Gaitán. Y ahí empezó el trabajo continuo de las mujeres con los presos políticos.

Desde el grupo femenino denominado Socorro Rojo, mujeres como Rosalba Castañeda, María Rendón y Reina Pedraza organizaron en las cárceles las visitas y la alimentación de sus esposos, hijos, amigos o familiares.

El 8 de junio de 1954, fecha conmemorativa del “día del estudiante caído” fue asesinado Uriel Gutiérrez; al día siguiente, once jóvenes más serían asesinados por el ejército. Aquella fecha es recordada por Reina, porque después de estos asesinatos, el Servicio de Inteligencia Colombiano, más tarde conocido como DAS, apresaría y torturaría a 27 miembros del Partido Comunista.

Entre los capturados estaban Julio Posada, Hernando Hurtado, Carlos Hernández y el sindicalista Manuel Marulanda; este último moriría días después de quedar en libertad producto de la asfixia a la que fueron sometidos en los calabozos del SIC, ubicado para ese entonces en la carrera cuarta con calle 12. “La única forma de comunicarse con ellos era en el momento de llevar la comida, así que cocinábamos papas y en el interior poníamos pedazos de papel contándoles de la familia", relata Reina.

Entre la persecución política, el número de hijos, siete, y la pobreza, para los Posada Pedraza era difícil conseguir una vivienda. Paradójicamente, durante uno de los gobiernos que más los persiguió, el de Rojas Pinilla, consiguieron una de las 300 casas que con subsidio entregó el Instituto de Crédito Territorial a finales de los años 50.

Propio de una tejedora social, de una gobernadora de casa, Reina, durante los periodos en que encarcelaban a su esposo, enfrentó sola cada allanamiento en el que les rompieron con cuchillos los colchones, quemaron los libros y amenazaron con llevarla a prisión.

Digno de una gestora de la economía del cuidado, Reina mantuvo a la familia haciendo ropa que vendían sus hijos. Siete niños que educó y disciplinó para que pudieran sobrevivir ante las amenazas guerreristas de sus perseguidores.

Luego del plebiscito de 1957 se consiguen dos luchas sociales: el voto femenino y el reconocimiento gubernamental del Partido Comunista Colombiano. En estos triunfos nuevamente se destacó el trabajo de mujeres como Ismenia Mújica, Esmeralda Arboleda, Cecilia Muñoz, Rosa Domínguez, Yira Castro, Victoria Silva, Adela Dimas y otras muchas, que como Reina, ejercieron esa revolución silenciosa que no logró ver el patriarcado.

Con la caída del dictador Batista en Cuba inicia el proyecto revolucionario que inspiró luchas latinoamericanas y por supuesto, llenó de esperanza a Reina María y su familia. Uno de sus hijos viajaría a Cuba y posteriormente otro a la Unión Soviética para realizar estudios y colaborar con la lucha social y política. Reina continuaba su labor de modista para enviar de vez en cuando algo a sus hijos, y seguir ayudando a los cinco que quedaban en Colombia. Así mismo militaba en la zona seis del barrio Quiroga, desde la cual organizó el envío de cuadernos y útiles de aseo para los revolucionarios cubanos. Realizó actos culturales y paseos para recaudar dineros que permitieran mantener las actividades del partido. Participó en la creación de la Unión de Mujeres Demócratas (UMD).

Al comenzar el Frente Nacional la persecución contra el Partido Comunista y contra las y los líderes de izquierda tomó fuerza y se perpetuó durante los siguientes 16 años. Con la unión entre el PC y el MRL varios líderes de izquierda llegaron al Congreso. Las luchas regresaron a la clandestinidad, nace la propuesta de la combinación de las formas de lucha y los mítines relámpago. La necesidad de vivienda para los más necesitados continuó siendo una prioridad y así lo entendió Reina María quien participó activamente en la fundación de los barrios Las Colinas, Policarpa Salavarrieta y Julio Rincón. Otro frente por atender era el crecimiento de los sindicatos; en esta tarea también trabajó Reina, especialmente en la organización del sindicato de Colmotores.

Con el Estatuto de Seguridad del gobierno Turbay, se agudizó la violencia contra los opositores al gobierno, es decir, se declara la persecución total. Regresan los allanamientos continuos al hogar de Reina, quien como madre cuidadora escondió a sus hijos y a su esposo cuantas veces pudo y en otras oportunidades los visitó en la cárcel Modelo, en la Distrital y otras más. El hogar de Reina se convirtió en espacio de solidaridad para los líderes campesinos que llegaban a la capital; fue espacio de debate sobre las ideas feministas, era el sitio de confianza para las mujeres revolucionarias como Teresa Montealegre, Adriana Vanegas y sus hermanas, Rocío Londoño, Martha Renza, Elizabeth Uribe y muchas más. Pero más allá de ser un lugar para el debate político tradicional, era el tejer comunidad a través de la actividad social al calor de un asado, de un juego de poker o una bailada de tango.

En 1980 Reina entierra a su esposo, Julio Posada, tras largos años de padecer un asma que concluyó con un paro cardiaco. Su pérdida no afectó las convicciones ideológicas y mucho menos su trabajo militante por la búsqueda de la paz, por los derechos sociales y de las mujeres. Con el nacimiento de la Unión Patriótica renace en Reina la esperanza por un sistema de vida diferente, socialista, pero esta se desvanece pronto cuando comienza el genocidio contra la UP y asesinan vilmente a su hijo Leonardo Posada, quien había alcanzado un escaño en el Congreso.

Por casi una década Reina María llora y protesta los asesinatos de José Antequera, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Manuel Cepeda, Luz Marina Arroyave, María Mercedes Méndez y los más de 6 mil militantes de la Unión Patriótica asesinados por las manos criminales de los enemigos de la democracia y la paz del país.

Durante la última década del siglo XX, Reina continuó su trabajo con los grupos de mujeres socialistas del Partido Comunista, el Polo Democrático Independiente, el Frente Social y Político, el Polo y la Marcha Patriótica.

A través de todo este tiempo Reina continúa siendo el centro de su hogar, matrona de la casa, que profesa un amor profundo por sus hijos y sus nietos, da ejemplo coherente de mujer valiente, amiga solidaria y cómplice, pero sobre todo el de una mujer con mucha fortaleza para mantenerse en pie ante las dificultades.

En estos 93 años ella ha visto el paso de la historia, la finalización de los Acuerdos de La Habana; enterró a su esposo y a tres de sus siete hijos; se asombra ante la involución de la humanidad, se sobrepone y permanece activa en la lucha por una Colombia en paz, en una sociedad donde la justicia, la verdad y la reparación logran el sueño libertario de una sociedad igualitaria y como diría Lenin, donde "la Revolución comienza por casa".

 

 

 

Nota: publicado en la revista En Otras Palabras, del Grupo Mujer y Sociedad, fascículo No. 23.

Fue actualizado para esta publicación del Espectador.

 

Por Fabiola León Posada*

 

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