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Cada domingo, la comunidad de una vereda en la zona noroccidental de Medellín se reúne en una eucaristía en el monasterio más cercano. Alrededor de 10 religiosas de clausura, todas queridas por sus vecinos, comparten ese día el ritual católico de oración de la semana. Esta vez, es una incógnita si el próximo fin de semana se dará la celebración, pues hay dolor alrededor del claustro y adentro mucho más. Una de las mujeres consagradas a Dios fue agredida sexualmente y torturada en el mismo lugar donde se dedica a su vocación.
Los hechos ocurrieron el pasado lunes 22 de enero de 2024. Un vecino, conocido por mantener a disposición su carro para trasladar a cualquiera que tenga una emergencia en la vereda, fue llamado para llevar hasta un centro médico de forma urgente a la religiosa. Según el comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, el brigadier general Óscar Lamprea, al llegar al sitio les contaron que no solo agredieron a la mujer, sino que le hurtaron unas tarjetas bancarias.
La monja llegó en un grave estado de salud al hospital y todavía se encuentra en cuidados intensivos.
Rabia, indignación y dolor son las emociones que tienen en común dos de las profesoras de las religiosas, así como vecinos del convento y lideresas feministas especialistas en temas de violencia. “No estamos autorizadas para hablar, estamos muy tristes”, dijeron dos docentes de las religiosas que llegaron hasta el convento. “Ni nosotras estamos entrando, están en terapia grupal”, aseguraron.
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Cuentan los habitantes de la vereda donde se ubica el convento en San Cristóbal, corregimiento de Medellín, que están asustados con la situación. Le tienen cariño a las hermanas. El dueño de un estadero dice que desde hace meses han sido constantes los robos en el sector, pero que no había conocido de una agresión de este tipo. Por eso, espera que ahora, ante la atrocidad, las autoridades le presten atención a la seguridad del corregimiento.
Otra de las vecinas, quien acude a la misa de las religiosas desde que llegó hace seis meses al sector, expresa que “esta vereda es un lugar que uno considera tranquilo, como que todo mundo conoce a todo mundo, se queda uno como preguntándose quién será la próxima víctima, como asustada”. Para ella, quien trabaja en una bodega y atiende un negocio que permanece abierto todo el día, el miedo es tajante. Se siente insegura y desconfiada. Si entraron hasta el convento de clausura, ella se siente también vulnerable.
Asimismo, varios habitantes coincidieron en que vieron policías dando vueltas por el sector en horas de la noche y que fue la única vez que los vieron. Según la Policía metropolitana, institucionalmente activaron de forma inmediata todas las capacidades para investigar los hechos y se encuentran recopilando material probatorio para dar con el paradero del responsable de este delito.
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Al consultar con la Secretaría de Mujeres de Medellín, explicaron que le brindaron atención a la monja a través de Agencia Mujer. El caso llegó a través de una llamada del monasterio reportando el hecho de violencia, el 22 de enero del 2024 a las 8:00 de la noche. A partir de ahí, desplegaron la atención psicojurídica, específicamente con las otras hermanas del convento, dado que familiares de la mujer no viven en la ciudad. Luego, al verificar la creación de la noticia criminal, por medio de la Policía judicial de la Sijín, iniciaron seguimiento al protocolo fucsia y a las normativas de seguridad del hospital.
Violencia contra todas
Al poner en análisis la grave violencia a la que fue sometida la religiosa, la directora en Colombia de la organización Católicas Por el Derecho a Decidir, Sandra Mazo, explica que “este no solo es un mensaje contra una mujer, sino lo que ella representa en términos religiosos”. Con esto, ella se refiere a que esta es una transgresión de índole simbólico.
Con lo simbólico se refiere a que un caso como este sigue demostrando que ninguna mujer está segura en ningún lugar. Que cualquier atisbo de autonomía, en este caso a nivel espiritual como la castidad, es sobrepasado por la violencia sexista. En esto coincide Lina Morales, abogada de la Red Jurídica Feminista, en la forma en que la agresión explícita anula todas las decisiones de vida de una mujer con una vocación como esta.
Por ello, la feminista Mazo afirma que lo más lamentable en esta situación es que “las mujeres en la iglesia, sean religiosas o feligreses, hemos padecido violencias históricas y que han sido siempre silenciadas, naturalizadas y han sido normalizadas, incluso, por la propia jerarquía eclesial, la cual no las está cuidando ni atendiendo”. Al respecto, El Espectador consultó a la Arquidiócesis de Medellín, a la cual pertenece el convento. La autoridad eclesial afirma que no ha realizado ningún pronunciamiento respecto a los hechos ocurridos contra la mujer.
Al silencio de la iglesia se suma lo que defensora Morales explica como otro factor determinante para comprender este tipo de violencia sexista, uno que ya las feministas y las mujeres han señalado durante muchos años. “No importa lo que estamos haciendo, no importa si es una niña en sudadera o una niña con el uniforme del colegio o es una mujer que va vestida con su ropa de trabajo o es una mujer que está vestida para que sea una fiesta, o la que está absolutamente tapada. Las mujeres son agredidas aún cuando no se les ve absolutamente nada de su cuerpo”, dice la defensora.
Con lo anterior, la experta se refiere a que, cotidianamente, las mueres son culpadas por las agresiones que reciben y justificadas en su forma de vestir, por ejemplo. “Entonces creo que claro tiene un impacto gigantesco y es cómo carajos llega hasta allá esa violencia. O sea, la religiosa está un lugar al que se supone que nadie entra. Pero no estamos seguras ni en las casas y es claro que no es culpa de las mujeres, sino que es toda una estructura que detrás permite que estas violencias se realicen o se tenga la concepción de que está bien realizarlas”.
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Para las dos feministas, socialmente hay una complicidad y como una falta de castigo social, pues, según explican, la violencia contra las mujeres está socialmente aceptada y siempre van a encontrar un justificante para culparlas. “Hasta que llega el caso como el de la religiosa que nos descoloca a todos y a todas y es como: ¿qué van a inventarse para justificar esta violencia?”, concluye Morales.
Desde la organización Católicas por el Derecho a Decidir también expresaron toda su solidaridad y abrazo con la hermana y el convento que padeció todos estos ultrajes, toda esta violencia. “Ninguna forma de violencia es justificable, ojalá se investigue y que la hermana se recupere. No es fácil recuperarse, pero aquí estamos rodeándola y manifestando que esto no debe ocurrir contra ninguna mujer”.
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