Argemira Correa: la mujer que ha conciliado más de 3.000 conflictos en Urabá
Argemira Correa ha logrado que con diálogo y un apretón de manos la justicia sea tangible para las comunidades del Urabá antioqueño. A sus 79 años, aún cree que hay camino por recorrer para alcanzar su sueño: lograr una región que, tras el conflicto y miles de problemas entre los ciudadanos, encuentre la paz.
Tomás Tarazona Ramírez
Tres décadas no han sido suficientes para que Argemira Correa cumpla su sueño de ver la región del Urabá en paz, pero en algo ha contribuido a ese propósito. Como conciliadora en equidad y a sus 74 años, cuenta que ha dedicado una cuarta parte de su vida a dialogar y resolver los conflictos que afligen a las comunidades día a día.
En 1995, Argemira decidió que su vocación en la vida era servir como mediadora entre las personas que constantemente tienen conflictos por temas como linderos, asuntos de vecinos o incluso líos más complicados, como el pago de arriendos, la cuota de alimentos u obligaciones contractuales. Así que estudió mediación en equidad y escogió que el resto de su vida tendría como destino un despacho en el que o se resuelven los conflictos, o se evita que escalen a agresiones o violencias.
“Como personas razonables pensamos, pero cuando viene un conflicto, que es muy común, y no se soluciona, esto genera rencor y resentimiento. Y eso es una bomba de tiempo para que explote y haya más problemas. El objetivo de conciliar es reconocer la dignidad de los humanos y hacerlo resolviendo problemas”, cuenta la lideresa.
De carácter tímido y humilde, esta mujer paisa ya perdió la cuenta de todos los conflictos que ayudó a solucionar en la región. Sin embargo, el Ministerio de Justicia y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) estiman que ya ha superado el umbral de los 3.000 casos atendidos y resueltos.
Y aunque el listado es amplio, hay varios episodios que siguen en su cabeza. Por ejemplo, relaciones de pareja que, gracias a su mediación y consejos, se fortalecieron y no terminaron en pleitos legales o violencia intrafamiliar. También están los capítulos en los que instruyó a cientos de familias en que siempre es “mejor un mal arreglo, que un buen pleito”. Por ejemplo, cuando camina por las calles de Apartadó, es frecuente que las personas la aborden y le agradezcan su ayuda al resolver sus conflictos.
“Todos somos capaces de vencer todos los obstáculos que se nos vienen en la vida, y unos de esos son los problemas y hay que saberlos enfrentar y no quedarse en el conflicto”, explica Argemira.
Su cargo de conciliadora en equidad es una herramienta que fue creada hace tres décadas por el Ministerio para que la justicia sea más cercana y rápida para la ciudadanía. Mientras que, por ejemplo, un accidente de tránsito, puede demorar entre dos y cuatro años en resolverse con un juzgado, la conciliación puede dar por terminada esta disputa en cuestión de meses. Y esa ha sido la tarea de Argemira: escuchar problemas, opiniones y sentimientos para al final, ofrecer una solución imparcial y que beneficie a todos los involucrados.
Hay que recordar que la conciliación en equidad tiene efectos jurídicos, con lo que cada vez que alguien acude por un conflicto a uno de esos centros de mediación, se firma un acta y, dependiendo del caso, se vincula a otras entidades del Estado, en pro de hallar justicia para las partes involucradas.
Según investigaciones de la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), la subregión del Urabá es la que mayores cifras de desplazamiento forzado tiene de todo el país. Y Apartadó, al menos desde la década de los 90, se convirtió en un municipio que acogió miles de personas que tuvieron que salir de sus hogares. En el currículo de Argemira hay varios casos de mediaciones en que intercedió para que un problema de tierras, algunos de ellos causados por el desplazamiento, tuvieran su final.
La conciliación, como está regulada, no resuelve temas penales, pues esos corresponden a la Fiscalía y los jueces. Sin embargo, la lideresa asegura que un gran porcentaje de los problemas son civiles. Es decir, que se pueden resolver con diálogo, llegando a un arreglo y que le apunte a “recuperar la convivencia y el tejido social que se daña con cada problema”.
Los tropiezos del diálogo
La conciliadora cuenta que, aunque para alguno su tarea podría parecer sencilla, no es fácil de ejecutar. Solucionar problemas jurídicos o conflictos es una labor compleja porque cada una de las partes considera que tiene la razón. Además, la justicia y las instituciones judiciales que deberían llegar a las personas, en muchas ocasiones está ausente o demora mucho para hacerlo. Una cifra sobre ese problema lo reveló el Consejo Superior de la Judicatura en 2023: cada despacho judicial tiene, en promedio, 345 casos pendientes por resolver, aunque en la mayoría de ellos haya cuatro funcionarios.
Argemira dice que su vocación de conciliadora es “por amor al arte” y aunque siente el impacto de su trabajo en una zona como Apartadó, el no recibir ningún tipo de remuneración por su trabajo, le ha traído problemas en cuanto a estabilidad. En sus últimos 30 años, a causa de esa “informalidad”, no ha podido costear su seguridad social ni acumular algunos ahorros para su vejez o acceder a una pensión. Hasta hace un año que su trabajo fue reconocido por el Estado y fue vinculada a la Alcaldía de Apartadó, lo que le va a representar unos “pesitos” los próximos años.
Pese a los altos y bajos, recordar los buenos finales, las soluciones y apretones de manos resultan inspiradores para Argemira, quien, además, dice estar agradecida por haber podido ayudar a que Apartadó y Urabá se alejen de la cátedra de la guerra y del conflicto, al menos en algunos casos. “Uno de mis sueños ya se ha cumplido, y es que la gente diga ´hombre, una conciliación me cambió la vida´. El otro aún está pendiente, que trata de ver a todos quienes tienen problemas sentados en un círculo y que ellos mismos puedan solucionarlos”, cuenta.
Argemira asegura que su trabajo, por lo menos hasta que el cuerpo aguante, seguirá siendo el de apostar por la paz al interior de las comunidades. En pocos meses cumplirá 21 años al servicio del diálogo y la mediación, y dice, si pudiera, destinaría hasta los últimos segundos de su vejez para que una de las regiones donde más ha sonado el eco del conflicto se acostumbren a escuchar el sonido de la paz.
¿Sabe qué es la justicia centrada en las personas? Visite Justicia Inclusiva de El Espectador
Tres décadas no han sido suficientes para que Argemira Correa cumpla su sueño de ver la región del Urabá en paz, pero en algo ha contribuido a ese propósito. Como conciliadora en equidad y a sus 74 años, cuenta que ha dedicado una cuarta parte de su vida a dialogar y resolver los conflictos que afligen a las comunidades día a día.
En 1995, Argemira decidió que su vocación en la vida era servir como mediadora entre las personas que constantemente tienen conflictos por temas como linderos, asuntos de vecinos o incluso líos más complicados, como el pago de arriendos, la cuota de alimentos u obligaciones contractuales. Así que estudió mediación en equidad y escogió que el resto de su vida tendría como destino un despacho en el que o se resuelven los conflictos, o se evita que escalen a agresiones o violencias.
“Como personas razonables pensamos, pero cuando viene un conflicto, que es muy común, y no se soluciona, esto genera rencor y resentimiento. Y eso es una bomba de tiempo para que explote y haya más problemas. El objetivo de conciliar es reconocer la dignidad de los humanos y hacerlo resolviendo problemas”, cuenta la lideresa.
De carácter tímido y humilde, esta mujer paisa ya perdió la cuenta de todos los conflictos que ayudó a solucionar en la región. Sin embargo, el Ministerio de Justicia y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) estiman que ya ha superado el umbral de los 3.000 casos atendidos y resueltos.
Y aunque el listado es amplio, hay varios episodios que siguen en su cabeza. Por ejemplo, relaciones de pareja que, gracias a su mediación y consejos, se fortalecieron y no terminaron en pleitos legales o violencia intrafamiliar. También están los capítulos en los que instruyó a cientos de familias en que siempre es “mejor un mal arreglo, que un buen pleito”. Por ejemplo, cuando camina por las calles de Apartadó, es frecuente que las personas la aborden y le agradezcan su ayuda al resolver sus conflictos.
“Todos somos capaces de vencer todos los obstáculos que se nos vienen en la vida, y unos de esos son los problemas y hay que saberlos enfrentar y no quedarse en el conflicto”, explica Argemira.
Su cargo de conciliadora en equidad es una herramienta que fue creada hace tres décadas por el Ministerio para que la justicia sea más cercana y rápida para la ciudadanía. Mientras que, por ejemplo, un accidente de tránsito, puede demorar entre dos y cuatro años en resolverse con un juzgado, la conciliación puede dar por terminada esta disputa en cuestión de meses. Y esa ha sido la tarea de Argemira: escuchar problemas, opiniones y sentimientos para al final, ofrecer una solución imparcial y que beneficie a todos los involucrados.
Hay que recordar que la conciliación en equidad tiene efectos jurídicos, con lo que cada vez que alguien acude por un conflicto a uno de esos centros de mediación, se firma un acta y, dependiendo del caso, se vincula a otras entidades del Estado, en pro de hallar justicia para las partes involucradas.
Según investigaciones de la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), la subregión del Urabá es la que mayores cifras de desplazamiento forzado tiene de todo el país. Y Apartadó, al menos desde la década de los 90, se convirtió en un municipio que acogió miles de personas que tuvieron que salir de sus hogares. En el currículo de Argemira hay varios casos de mediaciones en que intercedió para que un problema de tierras, algunos de ellos causados por el desplazamiento, tuvieran su final.
La conciliación, como está regulada, no resuelve temas penales, pues esos corresponden a la Fiscalía y los jueces. Sin embargo, la lideresa asegura que un gran porcentaje de los problemas son civiles. Es decir, que se pueden resolver con diálogo, llegando a un arreglo y que le apunte a “recuperar la convivencia y el tejido social que se daña con cada problema”.
Los tropiezos del diálogo
La conciliadora cuenta que, aunque para alguno su tarea podría parecer sencilla, no es fácil de ejecutar. Solucionar problemas jurídicos o conflictos es una labor compleja porque cada una de las partes considera que tiene la razón. Además, la justicia y las instituciones judiciales que deberían llegar a las personas, en muchas ocasiones está ausente o demora mucho para hacerlo. Una cifra sobre ese problema lo reveló el Consejo Superior de la Judicatura en 2023: cada despacho judicial tiene, en promedio, 345 casos pendientes por resolver, aunque en la mayoría de ellos haya cuatro funcionarios.
Argemira dice que su vocación de conciliadora es “por amor al arte” y aunque siente el impacto de su trabajo en una zona como Apartadó, el no recibir ningún tipo de remuneración por su trabajo, le ha traído problemas en cuanto a estabilidad. En sus últimos 30 años, a causa de esa “informalidad”, no ha podido costear su seguridad social ni acumular algunos ahorros para su vejez o acceder a una pensión. Hasta hace un año que su trabajo fue reconocido por el Estado y fue vinculada a la Alcaldía de Apartadó, lo que le va a representar unos “pesitos” los próximos años.
Pese a los altos y bajos, recordar los buenos finales, las soluciones y apretones de manos resultan inspiradores para Argemira, quien, además, dice estar agradecida por haber podido ayudar a que Apartadó y Urabá se alejen de la cátedra de la guerra y del conflicto, al menos en algunos casos. “Uno de mis sueños ya se ha cumplido, y es que la gente diga ´hombre, una conciliación me cambió la vida´. El otro aún está pendiente, que trata de ver a todos quienes tienen problemas sentados en un círculo y que ellos mismos puedan solucionarlos”, cuenta.
Argemira asegura que su trabajo, por lo menos hasta que el cuerpo aguante, seguirá siendo el de apostar por la paz al interior de las comunidades. En pocos meses cumplirá 21 años al servicio del diálogo y la mediación, y dice, si pudiera, destinaría hasta los últimos segundos de su vejez para que una de las regiones donde más ha sonado el eco del conflicto se acostumbren a escuchar el sonido de la paz.
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